4/27/2018

El Monte y el guía de Munietsus 2

En un principio no me di cuenta de ello, más que ver la naturaleza lo que yo deseaba era sentirme parte de ella, no solo verla sino también sentirla. Mirar los bosques desde una sierra era como observar el ruedo desde una butaca, yo deseaba lanzarme al ruedo, sentirme inmerso en el bosque, dejarme dominar por él. He tenido amigos en León que solían salir al monte, subiendo a sierras y picos, siempre buscando amplias vistas, a veces los acompañaba y no puedo negar que esas experiencias eran buenas y también necesarias, sobre todo para hacerte una idea general de la zona visitada; pero cuando veía un bosque, algo había en él que me llamaba y que me pedía que lo recorriera, que lo penetrara, que me abandonara a su languidez y sosiego.
Pensé que no había mejor sitio para relacionarme con el bosque que en el Monte de Munietsus, el problema radicaba en que ya entonces se necesitaba un permiso para poder entrar, si bien creía que como natural que era de la zona, el guarda de Las Tablizas podía hacer la vista gorda y dejarme entrar. Pero no fue así, Benjamín era una persona muy seria y formalista, no era de la zona y no tenía ningún lazo con las personas de Mual; sin permiso no había nada que hacer. Era un engorro porque yo me desplazaba cada poco a Mual y necesitaría muchos permisos.
busqué una alternativa, pero los bosques de Mual, mayormente en el avesiu (umbría), no eran de gran envergadura y estaban en un proceso de recuperación aún incipiente. Hablándolo con vecinos del pueblo alguien me dijo que podía haber una zona donde aún había buena vegetación: el deslinde entre los montes de Mual y Munietsus y que nadie podría decirme nada por andar por él.
Acceder a tal lugar era sencillo. En Valmayor en una zona del río preciosa, donde los rápidos de agua habían creado una especie de canales en el borde rocoso del lecho, los vecinos habían construido un puente junto al cortín del Campo, que estaba ya muy derruido en el otro lado del río, luego una pala mecánica había realizado una buena pista para acceder al Pradón de L´Armadina (o Prau Malfichu) y a varias fincas particulares de Mual. Junto al Pradón la pista se unía a otra ya abandonada, que era la antigua salida de Las Tablizas hacia Mual. La nueva pista ascendía, bordeando el Pradón y creo que iba a unas cabanas, ya que en su época la zona era una de las brañas de Mual. Volviendo a la pista vieja, esta cruzaba el Pradón y continuaba en llano hasta el Regueiru Bisnuevo y luego hasta Las Tablizas. Por esta pista se podía acceder al Tesu´l Páxaru, el teso que asciende hasta El Cabrón (no hasta el pico más alto sino a uno secundario y algo más bajo a 1452 m.), que divide el Regueiru Bisnuevo del Vatse Lus Putseirus y que constituye el deslinde de Montes.

Deslindes Munietsus-Mual.2017
 
Realicé varias veces la ascensión del teso, primero muy pendiente y luego, a medida que me acercaba a la sierra, más suave; en el tramo pindio abundaban los robles, que muy toscamente lograba diferenciar de fayas y abedules, algunos espléndidos. Recuerdo que una vez vi uno arrancado por el viento, un gran ejemplar, pensé que era una pena que su madera se acabara perdiendo, allí en medio del monte y que no sería muy difícil sacarlo en trozos, arrastrándolo hacia abajo; pero también sabía que acabaría siendo un buen abono para los restantes y además era difícil de precisar si era de Mual o de Munietsus.
Más arriba el paisaje cambiaba y empezaban a abundar las fayas que, a pesar de ser más jóvenes que los robles, creaban espacios preciosos, fáciles de recorrer, a lo que contribuía el terreno más alomado.

El Vatse Lus Putseirus. 2000

La cercanía y las vistas que tenía de la zoma de Bisnuevo pronto me tentaron y armándome de valor decidí explorarlo, con la amenaza de poder ser sorprendido por los guardas que patrullaban la Reserva. Pero Bisnuevo siempre había sido considerado como algo propio por los habitantes de Mual y a fin de cuentas yo era nacido en Mual así que...
Ningún visitante de Muniellos, de fuera de la zona, tiene constancia de la existencia de este gran valle de Bisnuevo,queda por debajo de Las Tablizas y una vez en Las Tablizas las caminatas siempre son hacia arriba, y antes de llegar a Las Tablizas el encajonado valle por el que discurre la pista de acceso, desde Burduceu, impide la vista de esta zona. Es el valle invisible de Munietsus, solo desde la carretera que sube al Counio se puede avistar y apreciar su tamaño.

Bisnuevo y faeu de Las Tablizas. Foto Ástor 2017.

Siguiendo por la pista antigua que mencionabamos antes, pronto se llega al Regueiro Bisnuevo, que siempre tiene buen caudal y allí la pista se bifurca, el tramo más corto lleva a Las Tablizas, el otro se interna valle arriba. Los dos tramos estaban en muy buen estado, el que lleva valle arriba porque, por lo menos hasta La Veiga Bisnuevo, era muy utilizado ya desde antiguo y porque en él se había producido una de las últimas talas madereras, las salvajes talas a matarrasa que también habían afectado a una parte de Tixeirúa y otra de Las Fayonas, que requerían de buenas pistas para facilitar el transporte de las rollas de madera a la serrería de Las Tablizas.
No era, sin embargo, la primera vez que me internaba valle arriba. Siendo yo muy niño, cuando aún vivía con mi familia en Mual, tenía mucha amistad y trato con un adulto, un mozo unos cuantos años mayor que yo; un día me preguntó si quería acompañarlo a coger arándanos a Bisnuevo. ¡arándanos!, estos pequeños frutos eran una auténtica golosina para cualquier niño. Los adultos tenían la buena costumbre de arrancar unas cuantas arandaneras cuando iban a las brañas y después, ya en el pueblo, darnos la prueba a los más pequeños; alborozado le contesté que sí, pero él me recomendó que primero tenía que decírselo a mis padres; mis padres no tuvieron ningún reparo en darme su consentimiento, una vez que supieron con quien iba a ir.
Supongo que llevaríamos algo de merienda, porque nos iba a llevar todo un día, pero no me acuerdo. Entramos por Las Tablizas y saludamos al guarda, en aquella época eran de la zona, había dos de Mual: Simino Cadenas y David Baragaño. Mi amigo le dijo a lo que íbamos y el se limitó a desearnos suerte.
Solo cuando nos internamos un buen trecho regueiro arriba descubrí las verdaderas intenciones de mi amigo. Junto a las pozas que había en el cauce, mi amigo me decía que me detuviera y esperara, él se arremangaba y sus manos empezaban a recorrer, a tientas, las oquedades del lecho y debajo de las grandes piedras; a veces las sacaba vacías, pero otras muchas sus manos salían con algo que habían capturado, ¡truitas!, eran truitas (truchas). Me las tiraba para el camino y me decía que las metiera en no recuerdo que receptáculo; las truitas se me esguilaban de las manos, pues no paraban de moverse y me llevaba un rato la operación. La tarea nos mantuvo ocupados a ambos durante bastante tiempo y luego nos dedicamos a buscar y a comer arándanos, algo más sencillo y fácil porque las talas habían hecho que las arandaneras fueran más abundantes, aunque no tenían muchos frutos porque no estabamos a la suficiente altitud para su óptimo desarrollo; comí todos los que pude y mi amigo cogió unas cuantas matas y con una parte de ellas cubrió y tapó las truchas para que no se vieran. Me recomendó encarecidamente que no contara a nadie lo de las truitas y yo respeté tanto su consejo que esta es la primera vez que lo saco a la luz.
Ya en Las Tablizas, de vuelta, volvimos a saludar al guarda y este nos preguntó por nuestra excursión y mi amigo, señalando las arandaneras dijo que allí llevabamos la prueba, que los arándanos no eran tan grandes como los de la braña de Fontuteiro pero que nos habíamos "fartau" a conciencia y yo asentí por lo bajo. Ya cerca de Mual mi amigo decidió repartir el botín conseguido: hizo dos partes, en una colocó la mayor trucha que había sacado, un gran ejemplar, y en la otra el resto de truchas, todas de menor tamaño y me dijo que eligiera; yo opté por la truita grande y él me comentó que dijera en mi casa que las habíamos sacado del río de Mual.
Podéis imaginaros lo orgulloso que iba yo con aquella gran truita y con una bolsada de arandaneras para toda mi familia; mi madre se alegró mucho, sobre todo por la trucha y aquella noche todos cenamos trucha. Después de cenar fui, como tantas otras veces, a casa de mi amigo, donde aún estaban cenando y donde volví a comer trucha por segunda vez en aquel día.
No volvía yo a Bisnuevo por truchas, la verdad es que a mí la pesca nunca me ha atraído y eso a pesar de tener amigos de mi edad en Cangas que la practicaban con caña y a los que he acompañado durante muchas tardes.
La pista de Bisnuevo era fácilmente transitable hasta La Veiga, con algunos ramales de reducido recorrido hechos durante las cortas. Pero estas partes bajas del valle estaban aún poco desarrolladas en vegetación arbórea y eran muy difíciles de recorrer por la abundancia de arbustos; así que monte a través siempre tiraba para arriba. Me gustaba mucho la zona del Cutsao, una collada preciosa con un encanto especial y desde la que se podía acceder rápidamente al Pico Tsuis, el único pico que tiene todas sus laderas dentro del Monte Munietsus, con unas vistas impresionantes.
Aquí empecé a usar un modo personal y propio de recorrer el bosque y que a la larga resultó muy efectivo para calibrar su estado: avanzando lateralmente, siempre en la misma dirección, iba haciendo grandes subidas y grandes bajadas, procurando abarcar la mayor cantidad posible de terreno, deteniéndome en aquellos lugares que, por un motivo o por otro, atraían mi atención y en los que me encontraba a gusto.
Esta técnica era la apropiada para recorrer las zonas medias y altas de las vatsinas del fondo del valle (Tsabachu, Tsabachín, Ancha, Cutsao, Dormitoriu) en donde el suelo estaba bastante limpio de arbustos y por donde era una delicia andar. Pero hubo zonas donde no se podía utilizar, como por ejemplo en el Vatse L´Infierno, nombre ya de por sí sobrecogedor y significativo; aquí las varias veces que intenté recorrerlo siempre lo tuve que hacer verticalmente, bien bordeándolo por el Tesu´l Páxaru o siguiendo su sinuoso cauce, su atormentado relieve rocoso no permite desplazamientos laterales y los otros no están exentos de peligros.

Faeu de Las Tablizas y Tesu La Granda´L campu. 2017
                                                           
Mapa deslindes Munietsus-Mual

4/16/2018

El Monte y el guía de Munietsus 1

Tras largas meditaciones me he decidido finalmente por editar un blog donde narrar mis experiencias con la naturaleza y en especial sobre Muniellos, o Munietsus-Munietsos si lo queremos mentar en bable occidental.
No me mueve ningún fin crematístico, monetario o mercantil, sino que se trata de compartir mis conocimientos, mis inquietudes, con otras personas interesadas en conocer más a fondo este bosque y en la interpretación de su paisaje.
Mi bagaje no es académico, ni soy botánico, ni biólogo, ni nada que se le parezca. Soy licenciado en Historia, pero desde diciembre del año 2000 soy un repartidor de Correos, un simple cartero. Mis pequeños saberes derivan de mi temprana afición por los bosques, de la experiencia acumulada de infinidad de excursiones a estos lugares, de la lectura y de la labor, primero de monitor y más tarde de guía de la Reserva Biológica de Muniellos, que era como entonces se llamaba.
La interpretación del paisaje del bosque surge como respuesta a las preguntas que siempre me hacía cuando lo contemplaba y lo conocía, ¿por qué presenta ese aspecto?, ¿qué ha influido en él?, ¿cómo pudo haber sido?, ¿cómo sera?...La información que leía solo respondía a medias y a veces de forma teórica, necesitaba respuestas prácticas, evidentes, que cualquiera pudiera comprender, y poco a poco fui descubriendo alguna, o al menos eso pienso yo.

Yo nací en Mual (Moal), el "portal de Muniellos" como alguien ha definido perfectamente, un pueblo del occidente montano asturiano situado a la entrada del valle de Muniellos. En Mual viví la mayor parte de mi infancia, posteriormente y junto con mi familia nos trasladamos a la villa del concejo, Cangas del Narcea, porque sería muy costoso y engorroso el desplazamiento cotidiano mío y de mis cuatro hermanos para continuar nuestros estudios una vez finalizados estos en la escuela del pueblo.
Todavía guardo, como tesoros, algunos recuerdos de mi infancia: observando la Pena Moncóu me parecía estar mirando la montaña más alta e inaccesible de las que pudieran existir en el mundo, ella era tan grande y yo tan pequeño que quedaba maravillado cuando me enteraba de que alguien había llegado a su cima.
Sensación parecida, de admiración, sentía cuando iba con algún adulto por el entorno del pueblo; una vez fui con unos vecinos, no se si en carro o en tractor, a unos prados del Regueiru Calecho, a medio camino entre Mual y Las Tablizas, y que ante mis incrédulos ojos desfilaba una auténtica "selva", impenetrable, exuberante, maravillosa. O cuando acompañé a mi padre, Sabino, a buscar mangos para los "hachos" por la zona de Tachorroso, para mí fue toda una proeza el que volvieramos al pueblo con tres varas gordas de avellano.
¡Qué bellos recuerdos!, pues bien, creo que esos paisajes me inocularon un virus que me ha acompañado durante toda mi vida; cuando veo un bosque éste despierta en mí profundas y cálidas emociones, además siento como si me llamara.
Lo cierto es que Cangas no contaba con los atractivos visuales y emocionales de mi pueblo y pronto empecé a añorarlos, surgiendo en mi la necesidad de volver a ver sus paisajes. El problema era que no encontraba a nadie que le interesara el asunto; los amigos de mi edad tenían otras cosas en la cabeza, mi abuela Rosabra, la persona más encantadora que he conocido, me decía aquello de que "el monte quema ya rompe"; a nadie le parecía posible que tuviera ganas de ir al monte. Eran otros tiempos, ¿o no?, en realidad creo que los amigos-amantes de la naturaleza continuamos siendo un grupo muy reducido.
No me quedó más remedio que empezar a salir solo. Por fortuna en aquellos años los autobuses de ALSA disponían de un amplio horario de servicio con los pueblos, y digo por fortuna porque yo no disponía de ningún medio de locomoción, excepto el de mis propias piernas.
Obviamente comencé por el entorno de mi pueblo, además allí aún vivía mi abuela, que se había negado a dejar el pueblo porque no soportaba el ruido de Cangas, lo que me permitía, ademas de estar con ella, tener un sitio donde poder dormir si optaba por quedarme. Años después, cuando mi abuela tuvo que bajar para Cangas por su avanzada edad, siempre era bien recibido en "Casa Nieves" (Nieves, Gonzalo y mi primo Pepe), mi segunda familia con quien siempre mantuve una cordial y afectiva relación.
Podéis imaginaros cual fue mi primera excursión, la otrora inalcanzable Pena Moncóu fue por fin alcanzada por mis pies. Desde su alargada cima, un verdadero balcón de la naturaleza, pasé horas y horas contemplando el entorno; en este risco, una de las pocas zonas calizas de los alrededores de Mual, descubrí la planta del orégano que despertó en mi el interés por las plantas medicinales.
Durante mucho tiempo la sierra que divide los cursos del Narcea (y el Rengos) y el Muniellos fue el objetivo de mis excursiones. Subía al Chanu la Cutsada y cogía la Carril de Moncóu, un camino carretero que llevaba a la braña de este pueblo. En la braña había una cabaña de piedra, en perfecto estado y que siempre estaba abierta y unas espectaculares vistas de los bosques de Rengos y más allá, en zonas que aún desconocía.
Otras veces, desde el Chanu la Cutsada, iba a la braña, pero por el mismo cordal de la sierra, aunque solo fuera por conocer el Cimbo D'Asturias, un sugerente topónimo que, como tantos otros, me había dicho mi abuela y que era una pequeña elevación cercana a la vaguada o colladina de la braña.
Yo, en aquella época, era incapaz de interpretar lo que veía, solo me dejaba llevar por lo que me gustaba, por lo que me hacía sentir bien y aquellos paisajes eran el lugar adecuado para poder experimentarlo. Había un pequeño bosquete de fayas antes de llegar a la braña, aunque entonces no sabía diferenciar unos árboles de otros, que me gustaba sobrenanera : los árboles tenían troncos gruesos en sus inicios, pero luego se retorcían de muchas maneras, con formas inverosímiles y con ramas ya más delgadas. No sabía, aún, que esas formas eran producidas por el aprovechamiento de la madera para hacer leña por los vecinos del pueblo de Moncóu, las periódicas talas y podas eran las que creaban esas caprichosas formas; pero en el fondo, eso que importaba, yo me paraba aquí y más allá a observarlos y dejar que mi mente volara siguiendo aquellos variopintos perfiles. Podía disfrutar de las cosas sin conocerlas ni comprenderlas, solo viéndolas y sintiéndolas a mi alrededor, respirando el aire puro en aquellos parajes de gozosa quietud.
Desde la braña primero me contenté con ir, a media ladera, por un camino aún practicable a la abandonada braña de Mual: La Veiga Vieja o subir al cercano pico de El Cabrón, desde donde las vistas eran aún más grandiosas. Con el tiempo me fui adentrando más por la sierra, utilizando su cordal y monte a través. Así fue como descubrí la enorme mancha forestal de Muniellos, primero la zona de Bisnuevo y más tarde la de Tixeirúa, que atrajeron mi atención y el deseo de conocerlas más a fondo. Aunque a decir verdad los bosques de Pueblo de Rengos: Riumulín, Acidietsu o los mas alejados de Reguera lus Praus y el entorno del puerto del Rañadoiro tambien eran preciosos y atrayentes.
La sierra era fácil de recorrer entonces, las vacas que de vez en cuando se veían contribuían a mantener limpio el monte, como decían los paisanos de los pueblos; a veces había que bordear algún tramo donde los arbustos o pequeños arbolillos se habían instalado de forma muy tupida, pero mayoritariamente se podía seguir el cordal sin problemas y tener buena visibilidad.
Pararse a observar aquellas inmensidades arboladas era toda una experiencia, algo difícil de narrar, que mezclaba embriaguez (una borrachera visual), exuberante belleza y una impresionante energía. Las sensaciones experimentadas calaban hondo; no era solo lo que veías sino también lo que experimentabas al hacerlo, el tiempo parecía detenerse y perdías su noción; podías estar un gran rato mirando y al hacerlo caías en una especie de ensoñación, te desmaterializabas y tu mente flotaba y volaba. Era una auténtica zambullida que producía sensaciones muy fuertes y agradables, olvidándote momentáneamente de todo y de todos, incluso de ti mismo.
La enorme energía que me transmitían las vistas me hacían ir recorriendo más sierra en cada excursión. Siguiéndola no tardaba mucho en cambiar el paisaje. Entonces no lo sabía pero esta sierra, que finalizaba en Ventanueva, partía de la más grande Sierra del Rañadoiro, que servia de divisoria de aguas de dos grandes ríos: el Narcea y el Navia, conformada aquí por sus afluentes, el río de Rengos y el río de Ibias. La Sierra continúa en dirección a la costa y durante un buen tramo configura los límites del Monte de Munietsus. El rasgo visual más llamativo es que las laderas que vierten al Ibias están más desarboladas y las manchas boscosas son escasas. El lado de Munietsus, sin embargo, continuaba estando muy arbolado y ello era un acicate para continuar. Creo que la vez que más recorrí fue hasta el Pico la Valladeira, desde el que se divisaban los valles del Ríu Refuexu.
El gran espacio recorrido y las largas pausas de contemplación me obligaban a realizar muchos tramos corriendo, e incluso comer el bocata sin dejar de andar, ya que quería volver al pueblo, o al menos a sus cercanías, antes de que oscureciera, pues la noche no es buena consejera en estos menesteres.
Nunca llevaba agua, aprovechaba cualquier fuente o regato para beber, pero ocurre que en lo alto de la sierra, en su cordal, estas no suelen ser frecuentes. Recuerdo un día que me había internado mucho en la sierra, era verano y hacía un sol de justicia, había estado corriendo y tenía una sed insoportable, estaba de regreso pero aún me quedaba mucho recorrido. En el Chanu Alforxacu decidí internarme, bajando hacia el Monte de la Vilietsa, para intentar localizar una fuente, algo que finalmente conseguí y además fue la primera vez que oí "ladrar" a un corzo, aunque no lo vi ni entonces lo sabía; lo supe después cuando comentándolo con un paisano de Mual me dijo que esos sonidos eran emitidos por un corzo cuando se veía sorprendido.
Pero no escarmenté y seguí saliendo al monte sin agua; en una excursión al Vatse Cabreiro de Oubatsu en la que ya antes de amanecer me había puesto en camino porque los primeros tramos se hacían por buenas pistas, después de comer tenía una sed que me moría. Esta vez vino en mi ayuda una proverbial tormenta veraniega, dejé, en una zona rocosa, que el agua lavara la roca y cuando vi que el agua ya no arrastraba posos bebí toda la que pude hasta saciar mi sed.
Cuando fui a estudiar a oviedo estaba deseando que llegara el fin de semana para seguir saliendo al monte, sobre todo a las zonas boscosas del entorno de Mual.


La Ruta a Las Tsagunas 39 Estrés hídrico. Vistas desde el final del Ríu Las Fayonas.

  Vistas desde granda en teso Furmigueiros-Los Tsagozos, desde la senda. 23 septiembre 2.000. La estación meteorológica de Las Tablizas está...