5/11/2018

El Monte y el guía de Munietsus 3

Bisnuevo no hizo más que abrirme el apetito; como no había tenido encuentros con los guardas del monte mi osadía fue aumentando y decidí, usando la vieja pista, acercarme a Las Tablizas y a su entorno. La pista cortaba el Tesu L´Armadina por un foso, un poco por encima de La Pena  L´ Armadina, en donde habían instalado un cierre de madera, a modo de portón, para evitar que el ganado de Mual penetrara en la Reserva; el corte provocado en el suelo nos sirvió, más adelante, para analizar el suelo, una de las actividades desarrolladas con los alumnos-as durante mi etapa como Monitor del Itinerario de la Naturaleza en Muniellos.
Poco después había una senda que salía de la pista y se adentraba, valle arriba, por el faeu que hay en esta zona, Siguiendo por la pista en nada se llegaba a la llanada donde estuvo instalada la serrería y cruzando el río por un puente, las dos casas de Las Tablizas.
Estaba claro que para continuar había que coger la senda, pero había que extremar la precaución porque justamente el tramo que quedaba enfrente de las casas tenía un arbolado muy joven y raleado, muy expuesto a la vista que se podía tener desde ellas. Por esa senda se accedía a Penas Negras y si se seguía se acababa internando uno en el valle del Ríu Tixeirúa, el mayor valle del Monte Munietsus y seguramente el mejor.

Penas Negras.2000
En una de las muchas internadas por esta zona, hacía un tiempo como se dice vulgarmente "malo pa perros", llovía a mares, yo no iba equipado para esas condiciones, simplemente llevaba un paraguas, pero la llamada del bosque era tal que seguí andando y andando: cada poco me paraba y observaba, veía las cortinas que creaba la lluvia y como se iban moviendo, y detrás de ellas, algo difuminadas, las laderas de enfrente. Esa vez me sentía tranquilo y seguro porque con ese tiempo era impensable que la guardería estuviera patrullando; pero con buen tiempo estas incursiones eran nerviosas, siempre estaba expectante y alerta ante la posibilidad de toparme con ellos.
¿No sabéis cómo es la llamada del bosque?, viéndolo de lejos, el bosque destaca poderosamente del resto del paisaje; los terrenos desarbolados son fáciles de visualizar, ver sus individualidades, su forma...pero el bosque es siempre un misterio, y es ese misterio el que te llama y el que te pide que vayas y lo descubras; para mí es como un imán que tira y tira de mí. Luego cuando lo recorres cada poco vas atravesando vaguadas, cuando estás en una de ellas y ves el recodo siguiente, algo te impele a llegar a él para descubrir cómo es y qué hay detrás de él, es siempre algo que merece la pena, el misterio y la magia que crean los bosques con su arbolado y su relieve siempre están presentes; llegas a un regato o una fuente, bebes su agua, oyes el bullicio de los pájaros o el impresionante silencio que a veces reina en algunos lugares, sientes el viento, la luz filtrada por las hojas... y aunque ya hayas pasado por un sitio, cuando lo vuelves a hacer de nuevo, este ya ha cambiado y el paisaje es diferente. Todo lo que quieres es andar y andar, para ver, para sentir; una vaguada te lleva a un recodo y de nuevo a otra vaguada y así sucesivamente.

Decutsada-Penas Negras-Bisnuevo.2017

Un día iba yo acercándome a Las Tablizas por el camino principal de entrada, no recuerdo que intenciones llevaba, tal vez un simple paseo hasta donde pudiera, hasta las casas. No se veía a nadie, llegué a donde se iniciaba la pista que pasaba por encima de la casa del guarda y decidí meterme un poco por ella y en caso de que me viera pues nada,  porque como estaba aún en el inicio lo más que me podía llevar era una regañina. Nadie me dijo ¡alto!, y proseguí hasta desembocar en el ya entonces estupendo bosque de Decutsada.

Decutsada el bosque encantado. 2017

Me sorprendió que estando tan cerca de la serrería la zona tuviera un arbolado tan desarrollado, con algunos ejemplares perfectamente maderables, que darían buenas rollas. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que la empresa propietaria de Munietsus no taló esta zona porque el fin de las talas ya estaba anunciado y tendrían que vender el Monte y que mejor escaparate que Decutsada para enseñarlo a los futuros compradores y aumentar así el valor de la finca y máxime teniendo en cuenta que el resto del Monte, salvo zonas bastante alejadas, presentaba un peor aspecto.

Regueiro Decutsada,Partes bajas.2017
Me gustó tanto Decutsada que la volví a visitar de la misma forma alguna vez más, pero muy pocas porque resultaba muy peligroso y estresante y también recuerdo utilizarla en sentido contrario tras recorrer sus partes medias habiendo entrado por La Veiga´L Pumar.

Decutsada.Partes altas. 2017
Nunca tuve ningún problema en estas incursiones, ni la impresión de estar cometiendo alguna falta pues como natural que era de la zona me creía con todo el derecho del mundo para entrar sin permiso.
También entré alguna vez con permiso, pero en grupo, con unos amigos de Cangas que habían creado un grupo ecologista, El Cuelmu Ecoloxista Pésicu, grupo al que me afilié y con el que realicé numerosas actividades, entre ellas una limpieza del río en todo el entorno de Mual. Pero por lo general seguía saliendo solo al monte.
Durante todo este tiempo solo llevaba, en mis salidas, un bocata. La cámara de fotos era para mí un objeto de lujo que no podía permitirme y además desarrollé una peculiar filosofía sobre este tema: no quería tener ninguna intermediación entre la naturaleza y yo, quería simplemente sentirla y que las emociones que me provocara murieran en ese momento, pensando que de alguna manera algo de ellas perduraría en mi interior. Me di cuenta de ello durante una excursión a los bosques de Riumulín de Pueblo de Rengos, un recodo del camino ofrecía una bella estampa, pensé que haría una buena foto, pero al instante deseché la idea y sin más me empapé de la imagen y establecí con ella una relación directa, la admiraba y la sentía, sin más, no lo necesitaba.
Mantuve esta filosofía durante mucho tiempo; de hecho mis primeras fotos las hice cuando supe que el tiempo de relación directa con el bosque de Munietsus estaba a punto de terminar. Estaba entonces de guía pero había aprobado las oposiciones de cartero y a no tardar mucho cambiaría de actividad. Hice las fotos para que cuando las volviera a ver despertasen en mí todas las emociones que había sentido cuando había observado directamente los lugares que aparecian en las imágenes.
A lo más que llegué fue a agenciarme unos prismáticos con zoom, para ver más detalladamente algunas zonas.
Ya hacía un tiempo que había hecho acto de presencia uno de los protagonistas de mi relación con la naturaleza: el árbol, o mejor dicho los árboles. En principio me ayudó el que en una asignatura universitaria de Geografía se hablara bastante de ellos; me empezó a atraer el tema y decidí profundizar en él. Intenté diferenciarlos, distinguir unos de otros, conocerlos y descubrí con sumo gozo que podía hacerlo ya que en las salidas que hacía me los encontraba continuamente. Fue entonces cuando comprendí que lo teórico cuando se acompaña de lo práctico constituye el verdadero conocimiento o al menos se acerca más a él; cuando lees algo que luego puedes ver plasmado en la realidad es una gozada y la mejor manera de conocer algo.
Me empapé en el tema y hasta me aprendí sus nombres científicos; luego en el bosque me paraba a observarlos uno a uno: "así que tu eres un Quercus Petraea ¡eh!", pero obviamente el árbol no me contestaba, pero al menos no salía corriendo como hace cualquier animal salvaje cuando lo ves; lo podía observar desde cualquier perspectiva, apoyarme en él, tocarlo, olerlo y sentir su energía, que la tiene ya que es un ser vivo.
Fue como un flechazo, desde ese momento quedé enamorado de los árboles y comprendí por qué los bosques eran el ecosistema que más me atraía de la naturaleza. Lo palpé claramente cuando fui de excursión a los Picos de Europa, más que la peña desnuda lo que más me atraía eran los amplios bosques de Valdeón o de Sajambre. La ruta del Cares tenía mayor sentido cuando se completaba con los fayeus de la Cordillera Cantábrica cercanos.
Que duda cabe que la peña tiene su encanto y su belleza, he conocido personas que la amaban realmente, pero personalmente nunca he llegado a conectar del todo con ella, me parece que te absorbe mucha energía; si embargo el bosque no te la quita sino que te la da, es más acogedor, más protector, la vida bulle en su interior. En última instancia son cosas que se sienten y a la razón no le queda más remedio que aceptarlo.
Sabiendo lo que realmente te gusta siempre es más fácil planear las excursiones. De todas formas lo más importante seguía siendo salir al monte y si había bosques pues mejor que mejor.

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