6/04/2019

El Monte y el guía de Munietsus 23

El verdadero pistoletazo de salida para que los árboles salieran masivamente de sus refugios se dio con la llegada del Holoceno. En torno a 9.850 años a.C. las temperaturas comenzaron a subir, aumentando también la humedad.
De todos los árboles presentes actualmente en la Reserva, sería el bedul  (Betula celtibérica) el primero en asentarse, de hecho ya había alguno instalado a fines del Tardiglaciar, y enseñorearse del terreno, manteniendo su dominancia durante las dos primeras etapas climáticas del Holoceno: el Preboreal (9.850 años a.C.- 8.189 años a.C.) y el Boreal (8.189 años a.C.- 7.000/6.776 años a.,C.). Por su parte los robles también llegaron pronto pero su expansión fue bastante lenta, en parte debido a que su semilla, la tsande o bellota, es pesada, teniendo además que hacerlo hacia arriba.
En el Boreal aumentaron de nuevo las temperaturas y las precipitaciones líquidas, que provocaron un gran crecimiento del ablanu (Corylus avellana), que además lo hizo en los peores suelos, estabilizándolos y mejorándolos, pasando a ser un pionero de la colonización arbórea.
En la siguiente fase climática: el Atlántico (7.000/6.776 años a.C.-3.700 años a.C.) caracterizada,tras un inicio frío y árido, por alcanzar los máximos térmicos de todos los tiempos recientes (unos dos grados centígrados superiores a los existentes antes del reciente calentamiento global) y con muchas precipitaciones en verano, los robles desplazaron a sus competidores y pasaron a ser los árboles dominantes en todo Munietsus.
Nuestra reina de los bosques, la Fagus sylvática, especie de faya reciente surgida a finales del Tardiglaciar a partir de otros ancestros y mejor adaptada al frío, se hizo de rogar. También salió de los refugios y ya desde el Preboreal habría algunos grupetes por la Reserva, pero su expansión se retrasó hasta que el clima no cambió, abandonando el periodo del óptimo climático.
La tendencia al enfriamiento, iniciado en el periodo Subboreal (3.700 años a.C.-728/476 años a.C.) la benefició pero la presencia de sequías limitó su expansión. Será en el periodo siguiente el Subatlántico (476 años a.C.- actualidad) en el que aumentan las precipitaciones (aunque también hay etapas de extremas sequías) cuando se inicie su mayor expansión. A las nuevas fayas provenientes de la zona oriental de la Cordillera Cantábrica se unen las procedentes de la gran migración del Este de Europa, procedentes de los antiguos refugios de los Cárpatos y los Balcanes y que se extienden por el Centro y Norte de Europa, atravesando los Pirineos por sus valles y finalizando su periplo un poco más al Oeste de Munietsus.
Pero claro, las zonas por las que se expandió la faya ya se encontraban colonizadas por otros tipos de árboles y ya se sabe que la sustitución de una agrupación o tipo de bosque por otro puede ser extraordinariamente lenta si las diferencias de adaptabilidad no son muy grandes.
En estas circunstancias la faya ha demostrado ser la especie más competitiva de todos los árboles planocaducifolios de la Europa atlántica, húmeda y umbrosa. Posee una gran ventaja sobre sus competidores, que radica en que es capaz de nacer y desarrollarse con muy poca luminosidad; puede hacerlo recibiendo solo un 1% de la radiación solar disponible, después ya conseguida la igualdad en altura con sus rivales pronto se beneficiará del ambiente más oscuro creado por sus hojas e ir eliminando al resto de árboles que no pueden sobrevivir con poca luz.
Fagus sylvatica en el Ríu Munietsus haciéndose la dueña de todo su entorno. Foto Ástor. 2017

En la Cordillera Cantábrica le toco a la faya lidiar con otro gran árbol, el roble albar (Quercus petraea), al que consiguió desalojar en numerosas áreas. Solo se le resistió la parte más occidental, zona en la que se encuentra nuestro Munietsus. Aquí también amplió su población y creó alguna masa pura, pero no pudo desplazar al roble de la mayor parte del Monte.
La causa es debida a la existencia de un fenómeno meteorológico que afecta a esta zona. En verano el anticiclón de las Azores se desplaza hacia el Norte y se coloca enfrente de Galicia, provocando que se acentúe la sequedad en esta época del año. La faya transpira más agua que el roble, por lo que necesita un mayor aporte de esta y si no lo consigue en una época del año el roble tiene mayor adaptabilidad y no se deja comer el terreno, queda pues la faya constreñida a aquellas laderas con una orientación más norteña, los avesíus, donde tiene asegurada la humedad por su menor insolación.
En Munietsus solo hay un sitio en el que el faéu sale de esa "encerrona" y se da, no podía ser de otra manera, en la selva de Munietsus,en donde la faya campea no solo en el teso de Sestu Gordu sino en ambos de sus lados, aunque con una estrecha franja por el lado de Refuexu. Pero por lo general la faya solo prospera en los avesíus, y no en todos.
Es esa influencia meteorológica la que explica la mayor adaptabilidad del roble albar y la que hace que Munietsus sea, en su mayoría, un bosque de robles.
Lo que ocurre en Muniellos también ocurre en su entorno, tanto en la cuenca del Narcea como en la del Ibias.
En los bosques de Rengos las fayas abundan o predominan solo en los avesíus. Incluso en la zona de Monesteriu d´Ermu, donde se sitúa el mayor faéu de Asturias, ocurre lo mismo. Ahí el río que crea el valle discurre de forma ladeada, siguiendo una dirección Este-Oeste. Su ladera izquierda tiene una orientación al Norte y es ahí donde se halla instalado el faéu. Pero incluso en esa ladera surcada por varios valles hay zonas solanas donde abundan los robles y si la ladera derecha estuviera arbolada, como en su día lo estuvo, el árbol dominante sería el roble albar.
Montes de Rengos con sus grandes faéus. Foto Google
Faéu de Monesteriu d´Ermu. Foto Google

El faéu de Monesteriu cuenta con otra ventaja para la faya, aparte de su orientación, su sierra meridional tiene una mayor altitud que la de Rengos o Munietsus, lo que incrementa el efecto pantalla contra la que se estrellan y descargan los frentes oceánicos cargados de agua.
Más evidente aún es la influencia del anticiclón en la cuenca del río Ibias. En su nacimiento, bueno en uno de ellos, está el vatse de Degaña, que es también un valle ladeado como el de Monesteriu, pero en su avesíu el faéu existente ya no es tan compacto como en aquel y abundan más los robles; ni que decir tiene que su ladera derecha, la de solano, sería un inmenso robledal si estuviese arbolada.
Valles de Monesteriu y Degaña. Foto Google
Valle de Degaña. Foto Google

A medida que descendemos por el valle los efectos son aún más evidentes: en el vatse Cunqueiru y en el de Luiña, en la zona cabreira y el valle hasta Alguerdo, los faéus son más escasos y son los robles los auténticos señores de la zona.
Valle Cunqueiro y zona cabreira. Foto Google
Ladera del Ríu Ibias en la sierra de Tablau, En vez de ser un faéu es un robledal. Foto Google

Más abajo, en Cecos o S. Antolín si mantuvieran sus bosques originarios, que no mantienen porque o están pelados o con plantaciones de pinos, también serían de robles, en este caso de la especie róbur. Valdebóis, la mejor masa boscosa del concejo también posee insignificantes masas de fayas.
Más al occidente, los tramos finales de la Cordillera Cantábrica: Los Ancares y El Caurel, donde las fayas se habían instalado durante el último milenio, representan el límite occidental de la especie, pero solo ocupan pequeñas zonas topográfica y microclimáticamente favorables.
El panorama cambia si nos desplazamos por la Cordillera Cantábrica de occidente a oriente. A medida que nos alejamos del área de influencia del anticiclón los faéus, en las zonas donde aún hay bosques, son más frecuentes. Las estrechas bandas que ocupan los faéus en el occidente, son aquí más anchas. Estoy pensando en los grandes faéus por ejemplo de Valdeón y Riaño, en donde ocupan por completo las dos vertientes de algunos valles y en donde incluso han volteado la Cordillera, ya que Valdeón está al Norte y Riaño al Sur de esta.
Zonas de Valdeón y Riaño. Foto Google

Esta anchura del faéu no solo se da en la línea de la Cordillera sino que incluso afecta a cotas más bajas, en el extremo oriental de Asturias aparecen fayas muy cerca de la costa, a cinco kilómetros del mar Cantábrico; no llegan al mismo mar como ocurre en paises más nórdicos, pero se acercan, algo impensable en la zona occidental.
Con todo, hasta tiempos bastante recientes, la faya seguía en plena expansión por toda Asturias bajo la cubierta de otras especies arbóreas. Según los censos del ICONA las fayas, desde 1980 a 1995 habrían crecido un 36% y seguirían haciéndolo de no ser por el cambio climático reciente provocado por el aumento de los gases de efecto invernadero que han elevado ya más de un grado la temperatura media del planeta y cuyo aumento parece no tener fin.
La subida de las temperaturas ya de por sí provocan un clima más seco, excepto si se produce un aumento significativo de las precipitaciones, aspecto que no parece darse o está aún por comprobarse. Un clima más seco no beneficia precisamente a las fayas, en esas condiciones otros árboles pueden competir con ellas en condiciones más ventajosas.
La expansión primero del robledal y posteriormente del faéu repercutió sobre el abedul, que se vería cada vez más relegado a las zonas altas, a las más altas de los avesíus, pues robles y fayas seguramente llegaran  a más altitud de lo que lo hacen en la actualidad.
Como veis el bosque que hoy es típico en Munietsus tardó un cierto tiempo en conformarse, aunque en términos generales es bastante reciente. ¿Qué son 12.000 o 2.000 años en la larga cadena evolutiva de los seres vivos o en la más larga aún historia geológica?. Yo, en mi juventud, creía que los orígenes del bosque de Munietsus se perdían en la noche de los tiempos, su grandiosidad me hacía pensar que su existencia era antiquísima.
Pero el Munietsus del 87, o el actual de 2.019, está lejos aún, muy lejos, del pongamos por ejemplo año cero, el del nacimiento de Cristo, cuando la influencia antrópica, o sea del ser humano, sobre el Monte era todavía insignificante.
En extensión toda su cuenca estaría colonizada por árboles, siempre y cuando hubiera suelo donde asentarse. Las altitudes máximas de la sierra casi llegan a los 1.700 m. (zonas de la Bovia de Teleyerba 1.685 m., Pico Candanosa 1.680 m.) que es precisamente la máxima altitud a la que pueden ascender nuestros árboles autóctonos, por lo que hasta la sierra estaría poblada. La historia ganadera y frecuentes incendios han hecho que la mayor parte de la sierra y los fondos de valle estén sin arbolado.
Por debajo de los 1.300 m. de altitud aún perduran los efectos de la historia ganadera y sobre todo de las talas madereras que se realizaron aquí.
En realidad la regeneración del bosque y aquella primera colonización del Muniellos postglaciar tienen algunos puntos en común. Algunos suelos tienen casi el mismo aspecto que entonces. En Munietsus hubo zonas que nunca debieron ser taladas; zonas pendientes o muy pendientes, con suelos muy pedregosos y rocosos pero que milagrosamente estaban colonizados, poblados por robles, fayas, bedules y otros árboles y arbustos que surgían de algunos resquicios y con un volumen maderero nada despreciable.
La búsqueda del beneficio inmediato y la rapiña que caracterizaron la mentalidad de los propietarios y empresas madereras que azotaron este Monte hizo que se talaran todas las zonas donde había buen arbolado, sin atender a las repercusiones que ello podría acarrear. En algunas zonas el problema, a largo plazo, no suponía el fin del bosque, pues este, si le dejaban, podría volver a regenerarse, pero en esas zonas que mencionábamos de suelos glaciares y periglaciares muy erosionados, con numerosos tseirones y roca madre aflorada, la tala podía suponer su extinción y una recuperación imposible o a muy largo plazo. Pero se talaron y el suelo se estropeó aún más con las labores necesarias para sacarlos de allí, echándolos monte abajo. Por fortuna algunos árboles rebrotaron de sus raíces-tronco pero en muchos lugares esto no se produjo. La acción de los agentes atmosféricos, algunos incendios o la repetición de las cortas condujeron a aquellos suelos a una situación similar a la que poseían cuando los glaciares y la erosión periglaciar abandonaron la zona.
De poco habían servido la docena de miles de años en los que la vegetación había ido mejorando los suelos. Se volvía casi al punto de partida, pero con un clima distinto que puede comprometer el futuro. Los casi cincuenta años que lleva descansando el Monte han mejorado mucho las cosas pero aún queda mucho camino por recorrer.
Los fondos de valle o cabeceras de los ríos, como el que tenemos en Los Pradallos en el entorno de la senda y sobretodo por encima de esta, son vastas extensiones de terreno; es como si este, el terreno, se extendiese, se abriese hasta culminar en los altos de la sierra. Aquí el rey es el abedul y su corte de capudres, acebos...
Aquí las talas madereras solo afectaron a sus partes más bajas y la deforestación que aún padece hay que relacionarla con la ganadería vacuna y el intenso pastoreo que padecieron sus suelos. Cuando esta terminó la recolonización vegetal se vio retardada por frecuentes incendios provenientes, la mayor parte de las veces, de Ibias que volteaban la sierra y penetraban en Munietsus, degradando los suelos.
La reducción de los incendios, al menos dentro de nuestro Monte, provocó el desarrollo del matorral, proceso ya evidente en el 87.
Recuerdo una excursión que organicé con unos amigos de León. El caso es que no tenían permiso y sabedor de que sus gustos giraban más en torno a las alturas que al interior de los bosques, les propuse un itinerario alternativo para llegar a Las Tsagunas que era el lugar al que querían ir. Sabía de la existencia de una ruta "pirata" que aún utilizaban las personas de la zona para llegar rápido a ellas y sin necesidad de permisos.
Pasado el Puerto del Counio dejaríamos el coche en la zona del valle de Pena Belosa; desde allí por una senda subiríamos a la sierra, la bordearíamos un rato hasta quedar encima de Las Tsagunas o bajaríamos por alguna de las vatsinas del fondo del valle de La Candanosa, Bovia o Pielago, a coger la senda que venía de Fonculebrera y continuar por ella hasta la primera y luego volver subiendo al resto de tsagunas y a la sierra.
Comenzó mal la excursión pues pronto perdimos la senda de Pena Belosa, es más creo que no conseguimos ni localizarla, pues los bordes de la campera de la braña estaban surcadas por una y mil sendas; siguiendo una de ellas pronto llegamos a estar metidos en el monte, pero sin senda. En vez de volver atrás y reiniciar la subida, decidimos hacer como se supone que hace el jabalí, tirar de frente, monte a través, eso sí, siempre hacia arriba.
Hubo tramos duros en que teníamos que pelearnos con grandes ganzos (ericas) para poder pasar, pero como no llevábamos pesadas mochilas, mal que bien conseguimos llegar al alto. En vez de descender a la senda, mis amigos prefirieron continuar por la sierra pues las vistas eran espectaculares.
Llama la atención el contraste que existe entre las laderas "hermanas" de esta sierra, con una misma litología y una misma historia geológica pero que presentan un estado totalmente opuesto; solo las partes más altas se parecen algo, con preciosas crestas y torres rocosas cuarcíticas que resaltan en un paisaje totalmente desarbolado, sonde solo los arbustos parecen crecer, y a veces ni eso
Luego en cotas más bajas mientras que del lado de Munietsus ya empiezan a aparecer bedules, cada vez más densos que preceden a grandes masas arboladas, el lado ibiense sigue pareciéndose al de arriba. Con todo, incluso esta zona tiene su propio encanto; los tseirones parecen haber frenado en algunos enclaves con menor insolación la acción destructiva del fuego y en donde los robles albares y los orocantábrica han iniciado  la recolonización, con preciosos grupetes. Los tseirones sobrecogen el espíritu y meten "fiebre" en el cuerpo con solo verlos; algunos, como el que hay en el regueiro los Molinos de Oumente, cubren una amplia superficie , incluido el propio cauce, y es precisamente en este, donde gracias a la mayor afluencia de humedad proveniente del encauzamiento de la escorrentía hay una delgada hilera de arbolado; un ejemplo perfecto del alto poder vital del agua.
Regueiro Los Molinos de Oumente. Foto Google
Tseirón ampliado de la foto anterior. Foto Google

Es una pena que todas las laderas ibienses que lindan con Munietsus, salvo Valdebóis, no gocen de ningún tipo de protección. Villar, Oumente y Alguerdo, hermanados históricamente con Munietsus, deberían vincularse de nuevo a este y a su futuro.
Laderas del Ibias colindantes con Munietsus. Foto Google

En las partes más bajas, de un lado hay bosques y del otro enormes grandas y plantaciones de pinos, que la Administración sigue empecinada en promover pese a que solo sirven para propagar los fuegos, además de poblaciones y todo lo que ello implica, aunque con poquísima gente durante todo el año y un leve aumento en verano.
En los montes de Alguerdo y Oumente también hubo buenos robledales pues en definitiva la misma tierra produce los mismos frutos, pero aquí la presión humana además de ser más antigua ha sido más fuerte. También hubo cortas madereras, algo que visto los suelos que hay nunca debieron realizarse y por último a una orientación más soleada se le une el azote que supusieron, y suponen. los incendios. Voraces incendios que calcinaban no solo los pinos plantados , sino las grandas y algunos incipientes bosquetes y que llegaban hasta la sierra, volteando en más de una ocasión, como ya dijimos antes, contra el lado de Munietsus.
Tras ascender al Pico La Candanosa pasamos por encima de "as Laguas" y continuamos sierra adelante. También podíamos bajar a coger la senda larga de Penas Negras y volver por ella a Las Tsagunas. Andar por la sierra, entonces, era fácil y rápido, supongo que ahora con la reducción de los incendios en esa zona y la recuperación arbustiva no lo sería tanto.
Cuando estábamos por la zona del Portelín les dije que si queríamos bajar y coger la senda no podíamos continuar porque si no esta iba a ser larguísima, y ¡hala! otra vez la técnica del jabalí, en esta ocasión monte abajo. A pesar de que predominaba la brecina había trozos con grandes ganzos y escobas y teníamos, no nos quedaba otra, que ir muy despacio.
Anduvimos por el entorno de la Braña los Pradallos, pero la senda no acababa de aparecer y al final mis amigos decidieron volver a la sierra, pero la vuelta fue peor. Cuando llegamos, por fin, a la cumbre estábamos todos sudorosos y nos salían "gorbizos" (semillas de los brezos redondas y diminutas) hasta de las orejas.
Volvimos por donde habíamos ido, no pudimos bajar a Las Tsagunas porque habíamos hecho el día peleándonos con los ganzos. En la bajada por Pena Belosa tuvimos la fortuna de pasar por su "Lagua", que no es tan clara como las de La Candanosa, es una zona encharcada con algún trozo donde el agua es más abundante y forma charcos y en donde pudimos deleitarnos observando algunos preciosos nenúfares flotando sobre sus tranquilas aguas. Cuando llegamos al coche uno de mis amigos se volvió hacia mí y me dijo: "¡vaya guía tas hecho! y todos nos reímos con ganas.

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...