4/25/2019

El Monte y el guía de Munietsus 21


La "selva de Munietsus" ya era en 1987 un bosque maduro, podríamos decir que centenario, como mínimo, de robles y fayas al que se une por encima y algunos bordes las más recientes colonizaciones de bedules, que no admite comparación alguna.
Solo he conocido algo superior, pero a una escala infinitamente más pequeña. En mis últimos años de estudiante en Uviéu trabé amistad con otro "loco por la naturaleza", Manuel, al que apodábamos significativamente "El Montañés"; era de un pueblo de la otra Cangas de Asturias, la de Onís y era un gran conocedor de los Picos de Europa, donde había trabajado como guía. Nos intercambiábamos los papeles: si yo iba a Picos él era mi guía particular, si él venía a Cangas del Narcea el guía era yo.
Conocedor de mi pasión por los bosques, él prefería más la peña, me dijo que conocía una hondonada, cerca de Cabrales, donde existía un grupo de robles y fayas espectaculares, pero que una gran "ventolera" había derribado unos cuantos y no sabía como estarían entonces. No tardamos en ir a verlos y efectivamente quedaban muy pocos en pie, no llegarían a la docena, pero eran más grandes que los de Sestu Gordu y aledaños. Imponían con sus grandes copas creciendo sobre un terreno calizo inexistente en Munietsus. Supongo que se habían salvado de las últimas cortas por estar en un sitio con difícil acceso y ser un grupo reducido ya entonces, por lo que hacer una vía de acceso podría resultar más costoso que los beneficios obtenidos de la tala.
Bueno, al final llegamos a Sestu Gordu, ya bien avanzada la tarde. Mis compañeros ya no podían más, posaron los trastos y la mochila en la misma senda y se sentaron a su lado. Yo, tras despojarme de la pesada mochila, busqué un lugar idóneo para la acampada; estábamos en el mismo teso de Sestu Gordu, a unos 150 m. de desnivel respecto al Chanu Sestu Gordu que era, sin duda, el lugar más apropiado para acampar, pero sería temerario subir a él dado el estado de los periodistas. Investigué por encima de la senda y no tardé mucho en dar con un buen rellano, pues a pesar de estar en pendiente el teso es muy ancho y tiene varios.
Enfrente del ganzo, en la sombra el Chanu Sestu Gordu. 2018

Dejé que mis acompañantes siguieran descansando y subí mi mochila y la tienda de campaña. Acumulé un gran montón de hojas secas para hacer más mullido el suelo, luego sobre ellas monté la tienda . Mientras lo hacía mis compis, con un último esfuerzo, cogieron sus bártulos y llegaron hasta el rellano donde se volvieron a sentar y observar como terminaba yo la tarea, sacar las esterillas, extenderlas y colocar encima los sacos de dormir.
Entre los dos techos había sitio para instalar los artilugios, cosa que hizo el ayudante de Cámara, que puso algo debajo para evitar posibles humedades. Solo faltaba una cosa y pedí su colaboración. El rellano era amplio, así que un poco alejado de la tienda les pedí que acumularan algo de leña; con unas piedras gruesas hice un pequeño círculo y en su interior pronto empezaron a danzar las llamas de una hoguera, la tarde terminaba y la noche se nos echó encima.
En el pie de la niebla del centro, en el teso, fue donde acampamos. 2018

Me coloqué el frontal que había tenido la precaución de llevar por si era necesario un foco de luz. Sacamos la comida y cenamos; es curioso pero no recuerdo nada de la comida del mediodía que inevitablemente tuvimos que realizar. Poco a poco el trío fue reviviendo. No habíamos dejado de hablar durante toda la ruta y ahora el tema giraba en torno a donde estábamos.
Todos coincidían en que nunca habían estado en un sitio así, tan dentro de un bosque, tan alejados de todo lo que conocían; no había otros sonidos que los naturales, ni sonidos de coches, ni de gente, solo el crepitar de la leña y esporádicos sonidos emitidos por algún pájaro. Yo, posando la vista en las atrayentes, bailarinas y sosegantes llamas, me iba dejando impregnar por la sensación de estar en semejante sitio y les dije que éramos unos privilegiados de poder estar allí, en el corazón de Muniellos y ellos, olvidando momentáneamente su cansancio, asintieron.
Seguimos en torno a la hoguera tras recoger la comida y meter las mochilas junto a los bártulos y continuamos charlando. Poco a poco me fui dando cuenta que uno de ellos, creo que el Ayudante de Cámara, no participaba en la conversación y se aislaba. Le pregunté si se encontraba mal y me contesto que sí, que le había salido un fuerte dolor en un costado, por encima de la ingle.
Nos preocupamos todos y más cuando con el paso de los lentos minutos la situación empeoró y empezó a mostrar abiertamente su malestar; no podía estarse quieto, se levantó y empezó a moverse en torno a nosotros y al ámbito iluminado de la hoguera. Se nos cortó a todos el rollo y fueron unos momentos horribles pues no sabíamos de que se podía tratar. Perdió los nervios y de vez en cuando gritaba; el resto estábamos en silencio, impotentes, atentos a su evolución.
Empezó a repetir una frase: "¿Por qué a mí?" y otras del estilo "¡ay, qué dolor, me voy a morir!", que me empezaron a sonar familiares. Yo ya había pasado por una experiencia similar y además en primera persona, sufrida en carne propia. Le pedí que me señalara donde le dolía exactamente, le palpé la zona y le dije que creía que tenía un cólico nefrítico.
Como no sabía que era eso se lo expliqué: un cálculo renal, una "piedra", al intentar salir al exterior expulsada por el organismo, queda atrapada en el ureter, se clava en sus paredes porque el conducto es muy estrecho, provocando un dolor insufrible, algunos le llaman "el parto masculino", que era muy doloroso pero que no tenía otras repercusiones físicas.
"¿y cuánto me va a durar?" me preguntó y le dije que eso dependía del tamaño de la piedra, de si había más de una y que el dolor cesaría cuando estas fueran expulsadas. Traté de tranquilizarlo y le confesé que yo había tenido más de uno.
Entonces dijo que teníamos que bajar a Las Tablizas para ir a un médico. Intenté dialogar con él, le dije que eso era casi imposible, que pensara en lo que había tenido que andar para llegar allí y que desandar lo andado siendo de noche era una locura, con un solo foco de luz podíamos perder la senda sin querer y acabar perdidos, teniendo entonces que esperar a que fuera de día para arreglar el entuerto; que era mejor esperar allí a que amaneciera.
Pero siguió insistiendo en que teníamos que bajar, le dije entonces que no estaba en condiciones de andar y que si no me creía que intentara hacerlo. Y lo cierto es que lo intentó, pero tras dar una docena de pasos dijo: "tienes razón no puedo andar" y rompió a llorar como un niño; tratamos de consolarlo y fuimos los tres a abrazarlo y yo le recordé "duele mucho pero no te vas a morir", pero el dolor no cesaba.
De pronto se separó de nuestro abrazo, se bajó la cremallera del pantalón y orinó. Cuando oí el sonido de que estaba meando dije en voz muy alta "¡ya está, la piedra ha salido!"; quedamos a la expectativa de su reacción. Su cara demacrada se fue iluminando y mirándonos, uno a uno, esbozó una gran sonrisa y dijo: "¡hostias que bien, ya no tengo ningún dolor!". Nos fundimos los cuatro en un gran abrazo; luego lo sentamos en el suelo y lo mimamos algo, secándole  las lágrimas que aún tenía y acariciándole el pelo.
La pesadilla había terminado, estábamos en la gloria, además el hecho de haber tenido la experiencia en común había logrado unirnos, apenas si nos conocíamos pero nos sentíamos hermanados. Hablamos un rato, él me preguntó más cosas sobre los cólicos, le dije todo lo que sabía. "¿y por qué se producen las piedras?" y yo, medio en serio, medio en broma, le contesté: "por beber muchas cervezas" y el dijo con sinceridad "pues no pienso volver a beber una en mi vida". Nos reímos desenfadadamente los cuatro.
Era bastante tarde y les aconsejé que se acostaran y que por la mañana ya decidiríamos que hacer; no se hicieron de rogar pues los tres estaban exhaustos. Yo permanecí ante la hoguera hasta sus últimos rescoldos y mientras traté de serenar mi espíritu, olvidarme de todo y solo sentir el bosque, pero con todo lo ocurrido no resultó fácil.
Cuando las últimas luces de las brasas se apagaban me pareció ver otras, a través del denso faéu, en dirección a Mual o por encima de Pousada. Fueron momentos sublimes, me sentía relajado tras la dura experiencia vivida y además estaba en el lugar más querido por mí de todo Muniellos; pensé que al día siguiente aún podríamos continuar hasta Las Tsagunas, pero desistí de hacer planes pues la decisión no me atañía a mí.
Luego removí los rescoldos de la hoguera hasta comprobar que no quedaba ninguna brasa, me metí en la tienda y en el saco y no tardé en dormirme.
Dormimos como tortolitos, el mullido de hojas había sido una gran idea y despertamos cuando la vida volvía a bullir en el bosque.
Todos nos interesamos por el estado del "accidentado", pero él dijo sentirse bien, aunque aún cansado, creo que sus dos colegas también lo estaban, el único entero parecía ser yo.
Desayunamos y empezamos a recoger todo, hablaron un rato entre ellos y me dijeron que la excursión-reportaje acababa allí, que aún quedaba la vuelta y que esta iba a ser como había sido la ida, muy larga. Sin duda primaba en su decisión el miedo al estado de su compañero; yo, para tranquilizarlos, les dije que el cólico no tenía efectos secundarios, que nuestro compañero, una vez expulsada la piedra, volvía a estar normal y que tampoco era necesario reposo ni nada especial, pero obviamente respeté su decisión.
Pensaban que teníamos que volver por donde habíamos venido y me confesaron que les asustaba, pensando en lo mucho que habían andado. Viendo que su deseo era acabar cuanto antes con la visita, de hecho creo que no volvieron a filmar nada más, les informé que intentaríamos acortar, y mucho, la vuelta, bajando cerro abajo.
Ya he mencionado que aún andaban terminando y arreglando la senda una cuadrilla cuando comencé como monitor. En aquel momento esa actividad se había acabado, pero quedaban practicables una serie de atajos, hechos para acceder y luego volver más rápido; en los tramos más cercanos a Las Tablizas iban y volvían por la senda, pero ir por ella hasta el Regueiro La Boizuna, el Regueiro Trousín o Sestu Gordu y luego volver por la misma les llevaría mucho tiempo, dejándoles poco para trabajar. Téngase en cuenta que el tiempo empleado en los traslados entraba dentro de la jornada de trabajo, contaba como trabajado.
Uno de estos atajos se encontraba aquí , en el teso de Sestu Gordu, pero tenía un problema, la mayor parte de su recorrido lo hacía por zona boscosa, donde no fue necesario arreglar nada; pero también tenía zonas desarboladas, con muchos arbustos, donde tuvieron que rozar y otras donde tuvieron que arreglar suelos quebrados y rocosos. Aunque iba por el teso, a veces se metía algo contra Tixeirúa y otras, los menos, contra Refuexu; pero el teso era ancho y no era tan fácil conectar los trozos trabajados con los que no lo estaban.
Por el mismo teso Sestu Gordu bajaba el atajo. 2018
Lo sabía por experiencia propia pues había utilizado en repetidas ocasiones este atajo para acceder a la por mí tan querida "selva de Munietsus".
Sestu Gordu, desde La Queiruela hasta el Chanu Sestu Gordu. 2017

El atajo era más fácil de recorrer, sin perderlo, si se iniciaba desde abajo, pues al ser peor terreno estaba más marcado, luego más arriba aunque lo perdieras no importaba tanto porque poco a poco el bosque se iba enseñoreando del terreno; seguías teso arriba hasta llegar a la senda, que constituía una buena marca para desplazamientos posteriores. Pero en sentido contrario, o sea desde arriba hacia abajo, las cosas cambiaban. Al menos en tres ocasiones yo la había perdido, aunque entonces eso era lo de menos y me servía para conocer a fondo rincones desconocidos.
La primera vez creo que decidí bajar a la pista de Tixeirúa, el tramo de la "selva" una gozada, pero la pista ya estaba bastante mal, tomada en muchas partes por el río y con muchos espinos de gran tamaño. Creo que fue su mal estado el que motivó que la cuadrilla, aconsejada por los guardas que eran quienes realmente mandaban dada su condición y su mayor conocimiento del terreno, optaron por utilizar el menor tramo posible de esta pista.
En las otras dos pérdidas opté por bajar a la pista de Refuexu, mucho mejor conservada pero que para llegar a ella había que salvar zonas muy agrestes, con procesos de repoblación iniciales y pobladas aún por arbustos que me sobrepasaban en altura y que retardaban y hacían costoso avanzar. Honestamente creo que mis compañeros no estaban preparados para ninguna de esas dos "salidas".
Así que tuve que extremar las precauciones, cuando llegábamos a un sitio dudoso les mandaba parar, me quitaba la mochila e iniciaba una rápida exploración hasta encontrar la continuación del atajo. Esta operación la tuve que realizar varias veces y nos retardó bastante. Más abajo el bosque desaparecía del teso o era muy raquítico aflorando, cada vez más frecuentemente, la roca madre, con la ventaja de que el atajo era mucho más visible. De reojo veía que mis compañeros volvían a estar realmente cansados, menos mal que habían decidido regresar, ir a las lagunas y luego bajar, en aquel estado, hubiera sido un suicidio.
Aspecto reciente de las Partes bajas de Sestu Gordu con zonas aún arbustivas. Foto Ástor. 2017

Pronto dejamos el teso de Sestu Gordu que termina en un terreno con forma de triángulo y cuyo lado izquierdo (La Queiruela) se prolonga en un largo y estrecho espolón rocoso que deslinda el valle del Tixeirúa no ya del de Refuexu sino del propio Ríu Munietsus ya que entre ambos valles hay un gran espacio y el espolón es como un ramal de Sestu Gordu.
Final o inicio de Sestu Gordu con su forma triangular y cuyo lado izdo (La Queiruela) se prolonga en un espolón. Detalle ampliado foto Ástor. 2017

Seguimos descendiendo por el entorno del Vatsigato La Queiruela hacía el Ríu Tixeirúa. Aquí el atajo estaba muy trabajado, no solo habían rozado si no que el suelo estaba adaptado, con piedras colocadas y otras apartadas.
Antes del espolón rocoso del fondo de Sestu Gordu Vatsigato La Queiruela. Foto Ástor. 2017

Un guarda forestal me había dicho que estos atajos no se hacían de una "tacada", que era una labor diaria, un día hacían algo, al siguiente otro poco y así sucesivamente hasta dejarlos más o menos transitables. El tiempo que se perdía con esta labor se recuperaba con creces posteriormente; algunas veces me crucé con la cuadrilla en mis excursiones en solitario, ¡tendríais que ver la rapidez con la que se desplazaban por aquella somera senda!, sobre todo cuando acabada la tarea se emprendía el regreso; lo que a nosotros nos pudo llevar unas tres horas, ellos lo hacían en menos de una.
Personalmente yo habría optado por un atajo ligeramente diferente. En realidad el peor tramo de la pista de Tixeirúa era el primero, muy pegado e incluso sobre el borde mismo y casi a la misma altura que la corriente de agua y con unos espinos enormes que había que bordear como buenamente se pudiera, teniendo a veces que meterte en el propio río; pero más arriba mejoraba bastante al estar más separado del cauce.
Yo lo había recorrido algunas veces entrando desde abajo y recuerdo una vez que lo hice en sentido contrario. Veréis, cuando me enteré que el topónimo de la vatsina que bordea la Braña La Boizuna era Vatsina´l Cándanu, y no Vatsina Tixeirúa como creía hasta entonces, me empezó a atraer por el nombre. La parte cercana a la braña, por debajo y sobre todo a los lados y por encima hasta los altos de la Bovia de Teleyerba, estaban muy pelados por su pasado ganadero. Pero hacia abajo, después de un cuenco glaciar que poseía, había un potente bosque con bastante presencia de fayas, aunque predominaba el albar. Allí se iniciaba la "selva de Munietsus".
Vatsina´l Cándanu. Foto Google

Pensé que su nombre podía derivarse de la presencia en él de un grandioso cándanu (roble seco) y un día que andaba gozando de la selva, a la vuelta, decidí inspeccionarlo para tratar de dar con el cándanu, si es que aún existía. Ya sé que era una ingenuidad pues los topónimos suelen ser muy antiguos y el cándanu en cuestión haría mucho tiempo que habría pasado a mejor vida, pero en realidad los propósitos de cualquier excursión por el bosque no dejaban de ser una excusa para poder disfrutar de este, al menos en mi caso.
 Recorrí la vatsina como siempre solía hacer, trazando zetas para tratar de ver y sentir lo máximo posible; la gran arboleda existente y los buenos suelos que se iniciaban por esa zona lo permitían, aunque también había ganzales, herencia de los aclarados de origen ganadero vinculados en este caso a la Veiga La Folgueirosa y a otros ligados a entresacas madereras. Allí en los bordes de ambos casos si había candanus, incluso vi uno de gran tamaño. Ya en el valle no tardé mucho en conectar con la pista, por la que descendí sin ningún tipo de problema.
Yo habría utilizado, para el atajo, la pista un poco más, hasta la Vatsina La Piesca, en donde ascendería a sestu Gordu por la vertiente derecha de esta vatsina, cubierta al principio por albares y luego por el gran faéu proveniente de La Chada, donde habría que limpiar muy poco terreno al discurrir todo el atajo por un buen bosque. Solo habría que limpiar a fondo el tramo de la pista.
Vatsina La Piesca. Foto Google

Cuando finalmente llegamos a la pista del Ríu Tixeirúa y decírselo, vi aflorar en el rostro del grupo una pequeña sonrisa, que se hizo más amplia cuando les anuncié que nos quedaban menos de tres kilómetros para llegar a Las Tablizas.
No recuerdo exactamente si fue allí mismo, o cuando llegamos a donde este río desemboca en el Munietsus, en el entorno de la Ponte La Zreizal, aunque me inclino por este último, de forma intuitiva, sin decirnos nada, nos quitamos los bártulos y mochilas de encima y a continuación toda la ropa y nos metimos en el río, en "porricas" o en "pelota picada" como se suele decir; más que nadar nos "chapuzamos", quitándonos el sudor y el polvo acumulado.
Fue un rato muy gratificante, mis amigos dieron rienda suelta a toda la tensión acumulada. Éramos cuatro pero metíamos más "bulla" que un regimiento y eso que el agua, pese a ser verano, estaba muy fría.
Las aguas de Munietsus son balsámicas, aunque creo que en realidad cualquier agua de bosque lo es. El agua de fría a muy fría hace entrar en funcionamiento todo el aparato circulatorio del cuerpo humano, pues acude presto a las partes que sufren una repentina bajada de temperatura; si se repite la operación y yo creo que estuvimos un buen rato metiéndonos y saliendo del agua, la sangre "vuela" por el cuerpo. Cuando el cuerpo vuelve a recuperar su temperatura normal, la sensación que experimentas es de un gran bienestar; un gran relax se apodera de todo el cuerpo y los dolores y el cansancio que sentías desaparecen, al menos durante un buen rato.
Nos comportábamos como chiquillos, salpicándonos los unos a los otros, empujándonos al agua, riéndonos sin parar. Hubo un momento en que pensé en la impresión que le podríamos causar a alguien que pudiera estar paseando por la Reserva y observara la escena, pero pronto lo olvidé, en el fondo ¿a quién le importaba?.
Nos secamos superficialmente con algo de ropa que llevábamos de repuesto y nos vestimos, entonces vi en sus rostros el efecto del chapuzón, era como un milagro, parecían totalmente repuestos; el que había padecido el cólico creo que fue el que más disfrutó y ahora estaba resplandeciente e irradiaba paz y tranquilidad.
Realizamos el último tramo de la excursión muy animados y disfrutando de ella. Luego en Las Tablizas con un cálido abrazo y un apretón de manos nos despedimos.

4/08/2019

El Monte y el guía de Munietsus 20

Siguiendo con la ruta larga, en la práctica no había necesidad de acudir a las mencionadas razones pues esta, la ruta, era descartada desde un principio por todos los visitantes , dada su gran longitud. Solo la volví a utilizar, con gente, una vez.
Desde la Consejería me avisaron de que iban a ir unos periodistas de la televisión regional para hacer un programa sobre la Reserva, que los acompañara y que dispondrían de total libertad de movimientos y de tiempo para poder realizarla. Pregunté sobre lo de la libertad de movimientos y si eso incluía la posibilidad de dormir dentro de la Reserva ya que así dispondrían de más tiempo para filmar, evitando perdidas de tiempo en desplazamientos desde la entrada de Las Tablizas y desde el sitio donde pernoctaran; tras pensarlo un rato me contestaron que sí.
Planeé una visita a la Reserva que permitiera una visión de conjunto a partir de las particularidades existentes en las zonas que se visitaran; pero el problema era cómo comunicarme, previamente a la visita, con los periodistas. Afortunadamente unos amigos míos de León conocían el círculo de amistades de estos en Uviéu y gracias a ello les hice saber que llevaran material para comer y dormir para por lo menos dos días, incluyendo una tienda de campaña ligera ya que la que yo tenía era solo para dos personas, sus sacos de dormir, esterillas y demás.
Se presentaron el día señalado, temprano. Eran tres chicos jóvenes: un reportero, un cámara y un ayudante de cámara, de cuyos nombres ya no me acuerdo, que traían con ellos unos grandes artilugios, una cámara de filmar grande, un gran trípode para apoyarla y un zum bestial, amén de innumerables cables y clavijas. Menos mal que yo disponía de una gran mochila, en ella metimos todo lo que pudimos; el resto lo metimos en otra mochila que tenía que llevar el reportero,quedando para los otros dos cargar con los aparatos y no creáis que salieron ganando pues estos eran incómodos de llevar.
Tras saludarnos y repartir la carga les expuse mi plan. Iríamos por la senda larga con la intención de llegar por la tarde a Las Tsagunas, para dormir allí y desde allí que hay buenas y despejadas vistas filmar el amanecer. No me acuerdo por donde tenía previsto la bajada, si por el río o por Fonculebrera. Obviamente durante el recorrido se podían hacer paradas para filmar el bosque desde diferentes perspectivas.
A mí el plan me parecía el idóneo para hacer un gran reportaje, mostrando la variedad de paisajes de la Reserva, pero cometí un error casi de novato: no tener en cuenta el fondo físico de mis acompañantes, personas acostumbradas a la vida urbana pero desconocedores y no preparados para hacer una gran excursión por un entorno natural pero muy agreste. Uno, de forma natural, no se da cuenta de ello, piensa que lo que él puede hacer lo pueden hacer los demás.
Surgió entonces un problema, y gordo, con el guarda de Las Tablizas; Benjamín, fiel a su seriedad, se negaba a permitirles el acceso hasta que no le entregaran un permiso que lo autorizara. Aquello rozaba el absurdo, tanto él como yo sabíamos lo de su visita, personal autorizado de la Consejería nos habían informado de ello e incluso lo habíamos comentado entre nosotros, pero bueno así era Benjamín. Los periodistas flipaban, pero Benjamín no daba su brazo a torcer. Y allí hubiera acabado la proyectada filmación; pero por fortuna en Las Tablizas había una emisora, con ella establecieron contacto con la Consejería y llegando a altas instancias los peridistas consiguieron el visto bueno del guarda, no sin antes conseguir este la promesa de remisión, por parte de los encargados de los permisos, de uno especial autorizando la dichosa entrada.
Tras salvar este inesperado escollo comenzamos el recorrido alegres y motivados, pero sin prisas; siempre soy partidario de ir suave y sin aceleraciones bruscas en los comienzos de una excursión y en esta ocasión más que nunca porque llevábamos mucho peso.
Cada cierto tiempo me adelantaba un poco, me volvía y observaba como iban mis compañeros y lo que veía me llenaba de intranquilidad. Tras la dura subida de los zigzags de Penas Negras, aún en los inicios de la excursión, los oía jadear y bufar y su andar era dubitativo, inestable, signos evidentes de fatiga y cansancio; decidí entonces hacer más paradas y de mayor duración y reducir aún más el ritmo de la marcha.
Yo, que sin peso solía desplazarme como un gamo por aquella senda y que en sus partes más llanas era como si corriera, ahora con el peso de la mochila y sobre todo por el estado de mis compis, descubría una nueva faceta del hasta entonces idílico paisaje conocido. Pensando en el impacto de la senda sobre ellos veía cosas que antes no advertía: cuestas, vaivenes, piedras sueltas y rocas, sudor en las zonas donde el sol "cascaba" de lleno, tramos realmente duros y exigentes...y hasta el paisaje presentaba, en algunos puntos, un bosque bastante degradado. gracias a los periodistas unía una visión, sin duda, más realista a la que ya poseía sobre el variopinto Monte Munietsus.
Vertiente derecha del Ríu Tixeirúa. De izda a dcha: Vatse Las Varas, Vatse Tseirón, Regueiro samartino con su Vatsina Fradalicos, La Regueirona con su Vatsina La Guvia, Vatsina La Bovia, Vatsina Riusecu  y regueiro La Boizuna. Foto Google

Mapa topónimos partes bajas del valle Tixeirúa

Mapa topónimos partes altas del valle Tixeirúa

En el gran canchal de la Tseirona les indiqué que era un buen lugar para obtener vistas amplias y despejadas, colocaron el trípode y la cámara y filmaron un rato. Pero pronto decidí seguir porque el sol pegaba de lleno y temí que el calor los desfondara del todo, cosa que suele ocurrir si estas cansado y abusas de él.
Una larga parada, para quitar la calentura del cuerpo, en el frescor del faéu del Vatse Las Varas y la imprescindible de los grandes robles, donde me hicieron una entrevista filmada. Continuamos , en el amplio Ganzal Samartino por el que la senda discurre durante lo que me pareció entonces un buen rato, les volví a indicar que era un sitio idóneo para filmar por las nuevas perspectivas que se tenían del valle de Tixeirúa y porque era el último sitio con vistas despejadas del valle, sin árboles que las cortaran. El Ganzal es una granda de origen ganadero al que le está costando mucho volver a ser bosque, pero que solo necesita tiempo para conseguirlo. Desde él ver las vatsinas de enfrente vuelve a ser espectacular, tanto o incluso más que las de enfrente de La Tseirona en el inicio del valle.
A partir de aquí, Regueiro Samartino, nos fuimos internando en un bosque mucho más denso y húmedo, como consecuencia del acercamiento al fondo del valle; en Fradalicos, La Regueirona y las vatsinas La Guvia y La Bovia la calidad del bosque había empezado a mejorar notablemente, aparecían fayas por aquí y por allá, entremezcladas con robles y algún que otro capudre, xardón...
Regueiro Samartino y su Varsina Fradalicos.Foto Google
De izda a dcha La Regueirona y su Vatsina La Guvia, Vatsina La Bovia y Vatsina Riusecu. Foto Google

El centro del fondo del valle: El Regueiro La Boizuna, y el anterior la Vatsina Riusecu, son bastante peñascosos, con grandes bloques de piedra, posiblemente arrastrados por la actividad glaciar. Por cierto todo lo que comentábamos del circo glaciar que hay por encima no es perceptible desde la ruta, solo lo es desde los altos de la sierra; solo vemos algo de la impresionante fuerza erosiva que los acompañaba y que a diferencia de la erosión fluvial o del viento, no hacía distingos entre trozos grandes y pequeños, arramblaba con todo hasta que iba perdiendo fuerza.
Fondos del Tixeirúa. Foto Google

Tseirones del Regueiro La Boizuna, la Braña (zona desarbolada), la preciosa campera que aún existe en la actualidad, y la Tsaguna. Foto Google

Es un tramo exigente pues la senda tiene que ondular salvando los obstáculos pero también es reconfortante, el de Boizuna baja agua durante todo el año y ahora libre de la carga ganadera que soportó en el pasado esta es pura y cristalina y la verdad es que nos vino de perlas, nos libramos de los bártulos, nos refrescamos externamente y bebimos abundantemente, además de rellenar las cantimploras que ya teníamos casi vacías.
Con mis compañeros reanimados, al menos momentáneamente, se fue abriendo ante nosotros la verdadera "selva de Munietsus". Antes de proseguir me gustaría hacer una aclaración sobre el término "selva". La selva, como ecosistema, no existe en las zonas de clima templado, entre los que figura Munietsus, lo que hay en estas son bosques templados. Las selvas son típicas en el entorno del Ecuador (el meridiano) y los trópicos, donde altas temperaturas y abundante humedad propician un gran desarrollo de la arboleda. A la variedad de especies le acompaña un grado de especialización en la captación de la radiación solar muy diferenciado que provoca una estratificación vertical muy marcada; es decir los árboles no crecen todos a la misma altura, los hay gigantescos, los hay altos, los hay medianos e incluso los hay bajos. La abundancia de recursos facilita esta variedad.
Los bosques templados no tienen tanta variedad de especies y la estratificación vertical se reduce a un único estrato arbóreo, con algunas matizaciones, y al estrato arbustivo. Los árboles compiten por asegurarse su ración de luz y solo se detienen o ralentizan su crecimiento cuando lo consiguen. Tendríais que ver las alturas que pueden llegar a tener árboles, aunque algunos les llaman arbustos, como los capudres (Sorbus auccuparia) rodeados por robles o fayas altos. Solo xardones (Ilex aquifolium) y teixus (Taxus baccatta) pueden crecer bajo dosel arbóreo. También lo hacen las fayas, pero de ellas ya hablaremos a su debido tiempo.
Por lo tanto cuando hablamos de selva de Munietsus lo hacemos para resaltar su grandiosidad, su magnificencia, su exuberancia, pero teniendo claro que es un bosque, no una selva.
La "selva de Munietsus". De izda a dcha: Vatsina´l Cándanu, Vatsina L´Astaca, Vatsina Los Ciervos y Vatsina La Chada. Foto Google

Toda la ladera izquierda del Ríu Tixeirúa es una auténtica maravilla. Las vatsinas que vamos atravesando: la grandiosa Vatsina´l Cándanu y las que le siguen L´Astaca y Los Ciervos, hasta el poderoso Teso Los Ciervos que bien podríamos decir que divide el valle en dos partes, presentan una sublime y preciosa alternancia. Las laderas derechas, más orientadas al Norte y que son las primeras que nos reciben en cada vallecillo, poseen un arbolado donde reina la faya, mientras que las otras, las izquierdas, están enseñoreadas por el roble.

Vatsina L´Astaca. Foto Google

Vatsina Los Ciervos. Foto Google
Vatsina La Chada. Foto Google
Quiebro del valle Tixeirúa provocado por el Teso Los Ciervos. Foto Google

En los tesos que deslindan las vaguadas robles y fayas presentan una gran promiscuidad, en bella armonía se acercan los unos a las otras, se alternan, creando estampas de belleza inigualable. Es hora de saborear el bosque desde dentro, de sentirlo, de hermanarnos con él, de meterle mano sin tapujos, acariciando pieles distintas a las nuestras y percibir su flujo, de mirarlo y remirarlo, de olerlo, de respirarlo, de ...
Muchos amigos me han preguntado en repetidas ocasiones cuál es mi arbol favorito, cuál me gusta más. Es una pregunta difícil de contestar. De los que hay en Muniellos y en general en nuestros montes, me quedaría con tres: el teixu, el roble albar y la faya, y no es que xardones, bedules, rebotsus sapiegos y orocantabricos, carbatsus, capudres, tileras, freinus, tsameras, ablanus, álamos, umeirus, castañales y un largo etcétera no me gusten, en realidad me gustan todos, pero en la tesitura de elegir...También influye en la elección el estado en que estemos acostumbrados a verlos (jóvenes- adultos- sanos- decrépitos).
El teixu es bello y merece todos mis respetos; es podríamos decirlo, un árbol totémico, pero cuesta mucho verlo en su estado natural original, libre de podas humanas que lo empequeñecen. Sin duda el ser superviviente de otras épocas y por tanto bastante escaso y su larga duración vital le hacen ser el árbol más importante de nuestra flora. Pero la belleza y fuerza que irradia un fuste de roble centenario que se alza varios metros del suelo, pongamos quince o veinte, sin ramas laterales, mostrando su corteza estriada y rugosa surcada de blancos brillantes que le prestan sus huéspedes los líquenes (que hacen honor a su nombre de albar) y cuya parte superior no siempre alcanzamos a ver, es algo que me llena de energía y que admiro alborozado.
Quercus petraea (Decutsada. 2.000)

Y qué decir de la faya de un solo fuste, similar a la del roble en fuerza y lozanía pero con una corteza más alisada y que a menor altura que el roble se engalana con ramas laterales que poco a poco van taponando la bóveda celeste.
Fagus sylvatica (Decutsada)

Aquí, en los tesos, mirabas un roble, mirabas una faya y el corazón se ponía a mil por hora, era como una imagen del paraíso, ¡nada podía existir tan bello y vital! ¿cómo elegir entre ambos cuando forman un maridaje tan perfecto?, ¿cómo elegir uno en perjuicio del otro?, ¡no!, el roble es mi señor y la faya mi señora, ¡tanto monta, monta tanto!, la guerra de sexos es solo para fanáticos-as, ninguno-a es mejor que el otro o la otra. Como en las sociedades humanas en donde ambos deberían de ser iguales, porque en el fondo lo son, cada uno con sus diferencias, virtudes y fallos, pero iguales.
Iguales, como lo son aquí, en el más esplendoroso lugar de toda la Reserva, robles y fayas con más de una centena de años sobre sus ramas y con una pujanza difícil de paladear en otros lugares.
En este largo tramo de ensueño la senda mejora notablemente pues discurre por los mejores suelos de toda la Reserva; te puedes salir de ella e ir monte a través porque apenas si hay arbustos, los suelos están limpios y mullidos y a pesar de estar en ladera las pendientes son llevaderas. Pronto se pierden las referencias pues no hay vistas despejadas , el bosque te envuelve y parece que estés a decenas de kilómetros del lugar del que partiste por la mañana, lejos, muy lejos de la civilización.
Eso, al menos, era lo que veía reflejarse en las caras de mis compañeros. Pero también veía que sus fuerzas estaban casi al límite. Hacia ya bastante tiempo que había desechado la idea de llegar en ese día a las Tsagunas, era sencillamente imposible pues por el medio quedaban los dos grandes valles del Ríu de Refuexu. Sobre la marcha decidí acampar en el para mí mítico teso de Sestu Gordu, si es que llegábamos a él.
Quedaba por recorrer Vatsina La Chada donde el bosque continua siendo majestuoso, estamos sin duda en el mejor y más extenso faéu de todo Muniellos. Enmarcado entre el Chanu los Ciervos y el Chanu de Sestu Gordu, se desparrama cerro abajo, con algo de progresión hacia Refuexu, pero sobre todo hacia La Chada, llegando hasta la ladera derecha de Vatsina La Piesca. Aquí la faya no solo es el árbol dominante sino casi el único.
La "selva de Munietsus" ocupaba y por fortuna ocupa, toda la ladera izquierda del Ríu Tixeirúa y Sestu Gordu (con una buena prolongación hacia el Ríu Las Gallegas que ya veremos a su tiempo), pero situándose solo en altitudes que van desde los 1.000- 1.200 metros hasta los 1.400 y presentaba dos zonas diferenciadas en función de la explotación a que había sido sometida.
En la zona de la alternancia robles- fayas la arboleda había sufrido entresacas madereras, pero estas eran antiguas ya que no padeció las terribles cortas de las décadas cincuenta y sesenta del siglo pasado, que fueron a matarrasa. Que predominen troncos o fustes "únicos" (un solo tronco) se debe a que no hubo rebrotes de las raices- base del tronco de los árboles cortados; tampoco hubo mucha regeneración natural por semillas porque los árboles que quedaron tras las entresacas tendieron a copar todo el espacio aéreo, imposibilitando la llegada de luz a los nuevos árboles, que en esas condiciones no podían medrar. Hay poca variedad de generaciones arbóreas, faltan los más viejos y escasean los jóvenes.
Para que os hagáis una idea de su grandiosidad os diré que hacia 1987 predominaban en esta zona robles y fayas de tres metros de perímetro a 1,50 m. del suelo, que era por donde yo entonces los medía, aunque más tarde supe que la medida estándar es a 1,30 m., y con unas alturas en torno a 30 m., bastante más bajos que en otras zonas porque aquí al estar más separados los árboles entre si hay menos competencia por la luz.
La segunda zona de la selva parece estar más relacionada con la, también antigua, actividad ganadera. El pastoreo intensivo proveniente de la Braña La Boizuna, y en menor medida de la de Pradallos, seguramente llegaba, por el teso, hasta el Chanu de Sestu gordu, a 1.427 m. de altitud, prolongándose a esa altitud por las laderas hacia el fondo del valle. Una banda de bedules la separaba de la selva y conformaba grandes camperas sin arbolado o con algún que otro bedul. Pero incluso dentro del arbolado, en la zona del teso y parte del faéu había muchas zonas aclaradas, las que en otra parte llamamos adehesadas, aptas para el pastoreo.
Aquí las fayas están más separadas entre si que en ningún otro sitio y a pesar de que son altas su crecimiento mayor se ha realizado hacia los lados, con grandes y potentes ramas que conforman gigantescos parasoles que tampoco permiten pasar la luz e inhiben el crecimiento de nueva vegetación, aunque en los claros más grandes si la hay.
Sin duda que a esta "potencia" arbolada contribuye, en amplia medida, la alta humedad de la zona, de las mayores de la Reserva y la ya mencionada calidad del suelo. Así las cosas sus árboles tienen asegurada la supervivencia pues tienen acotado el necesario espacio vital y solo los achaques del tiempo, naturales, contribuirán a la larga a una necesaria diversificación de las edades de sus miembros.

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...