5/16/2019

El Monte y el guía de Munietsus 22


Petraea de Decutsada. 2016

Albares buscando el cielo. Decutsada. 2016

Acabábamos  el anterior capítulo con la despedida de los periodistas y enpezaremos este con una divertida anécdota en la que también participaron periodistas, otros periodistas.
No se si fue en Las Tablizas o en Mual habían contactado conmigo diferentes periodistas, preguntando por José de Casín, un personaje que había estado en "las Americas", en Argentina para más señas. Allí había conocido al multimillonario Onasis, pero cuando aún era pobre, un ascensorista que trabajaba en el mismo hotel que José y se jactaba José de haberle dejado, en alguna ocasión, una propina por su labor con el ascensor. Ya lo habían entrevistado con anterioridad y en el sesenta y ocho había salido en La Nueva España una de ellas, pero había pasado bastante tiempo y querían hacerlo de nuevo.
Les dije que José ya se había muerto, pero que su mujer y un hijo aún vivían. A un periodista lo acompañé a casa Casín y allí lo dejé entrevistando al hijo de José, Saturno. Con otro periodista hice lo mismo, pero Saturno no estaba en casa; su madre nos dijo que estaría en el bar y allí lo encontramos, en el bar del medio del pueblo.
Yo sentía un gran aprecio por Saturno, era una gran persona, todo inocencia y con un gran corazón, de la gente más sana del pueblo, pero le gustaba beber,  a veces en demasía. Había varias personas en el "chigre" y el periodista tan pronto atendía a las repuestas de Saturno como a las del resto de la concurrencia y ¡cómo no! surgió el tema de la caza.
El periodista le preguntó si era buen cazador y cuántos animales habría matado en su vida y él dijo: "bueno, corzos habré matado diez", y mientras el periodista anotaba la cantidad en una libreta, Castaño, el propietario del bar, le dijo: "pero ¿cómo que diez?, si tu el único corzo que mataste fue el de Bisnuevo". Se hizo el silencio, todos miramos a Saturno, este mantuvo un rato el suspense y luego soltó: "serán entonces once, pues se me olvidaba ese". Todos estallamos en sonoras carcajadas ante su ocurrencia, porque todos sabíamos que Saturno no era cazador, sí lo había sido José, su padre, famoso por haber matado algún oso.
Volviendo a la ruta larga, decíamos atrás que acompañando a visitantes, guiándolos por una senda que es muy difícil de perder, si es de día y teniendo la precaución de no coger el ramal al Cutsau, había sido con los periodistas del reportaje hasta Sestu Gordu. yo, en solitario, sí lo recorrí hasta las Tsagunas unas dos o tres veces.
Volteando Sestu Gordu se accedía al valle del Ríu Refuexu, el valle del medio de la Reserva, pues esa es la posición que ocupa. A diferencia del valle de Tixeirúa que es muy alargado, longitudinalmente y sobre el que van vertiendo las diferentes vallinas, este es doble, conformado por dos grandes valles que a su vez se desdoblan en varias cabeceras y que están separados por el imponente Serrón de Las Berzas y que es disimétrico en el sentido de que el valle del Ríu Las Gallegas es más extenso que el de Refuexu, casi el doble, al estar formado por dos valles: los regueiros Pradallos y Trousín, separados por otro potente serrón, el de Los Pradallos.
Valle longitudinal del Ríu Tixeirúa. foto Google

Valle del Ríu Refuexu, desde la sierra hacia abajo. Foto Google

Tiene, más o menos y como ocurría con el Ríu Rengos, la forma de un grandioso triángulo invertido, correspondiendo el vértice inferior con su desagüe en el Ríu La Candanosa, llamado a partir de ahí y hacia abajo Ríu Munietsus; los lados serían los dos cerros más importantes de todo Munietsus, el ya mencionado de Sestu Gordu y el Serrón del Niu L´Aigla, mientras que el lado superior vendría marcado por los altos de la sierra, en sus deslindes con el Monte Oumente.
Forma triangular del valle del medio. Foto Google

Topónimos de las partes altas del Ríu Refuexu

El exuberante faéu de Sestu Gordu se prolonga un rato hacia el Ríu Refuexu, aunque en el entorno de la senda lo hace sobre el Ríu Las Gallegas, en concreto sobre las partes altas de la Regueirona de Sestu Gordu.Luego empiezan a aparecer los robles y durante un rato vuelven a coquetear con las fayas como hacían en Tixeirúa, para pronto pasar a ser dominantes, conformando preciosos y excelentes robledales en la Vatsina Los Fierros.
Seguimos maravillados pues aún estamos en la "selva de Munietsus", que llega hasta el centro de esa vatsina. Continúa habiendo buen arbolado hasta la siguiente vatsina y eso a pesar de la aparición de Tseirones que desde lejos apenas se ven porque están muy colonizados por la arboleda.
A partir de aquí el arbolado empieza a ralear, en parte debido a un gran tseirón que ocupa una gran parte, hacia arriba, de la ladera derecha del Regueiro Los Pradallos y también por el pasado ganadero de la zona. Atravesamos este regueiro y llegamos a la llanada que provoca una vatsina que sube a la Braña Los Pradallos. La braña esta instalada en la parte superior, en donde probablemente hubiera instalado en su tiempo un pequeño circo glaciar. La braña aprovechó el cuenco del circo, en donde había una imprescindible, para toda braña, fuente, y el cerro, que aquí es un teso redondeado y con buen suelo que contrasta con el resto de los cerros de esta zona del Ríu Refuexu.
Desde la senda nada vemos de la braña, estaremos sobre los 1250 m. de altitud, cerca del límite superior de robles y fayas. Contra Sestu Gordu se ve un buen bosque de bedules, bastante denso, pero por encima de nosotros están mucho más raleados; para abajo se ven buenas matas de fayas y robles contra el Serrón.
En general en este valle del medio los restos de la actividad glaciar son menos evidentes que en los otros dos grandes valles de la Reserva; pero sin duda los hay. Aquí en la parte alta del Regueiro Los Pradallos, desde algo por debajo de la senda y llegando hasta la sierra y el lomo de Sestu Gordu hubo un circo glaciar bastante grande, remarcado por la erosión periglaciar en sus bordes superiores y laterales, sobre todo los que dan contra la vatsina de la braña, pero que no consiguió crear un rellano tan grande como en otros sitios.
Regueiro Pradallos coronado por la Cimeira de Sestu Gordu. Confluencia con el Regueiro Trousín y Ríu Las Gallegas. Foto Google
También hay algo de rellano en la zona de la otra braña de Oumente, en la de Las Gallegas, Mientras que en el cauce del Ríu Las Gallegas y su continuación hacia arriba por el Regueiro Los Pradallos parece haber actuado un glaciar de valle con su tendencia a formar valles en "U".
Zona de A Veiga as Galegas y su entorno. Foto Google

Pero son, sin duda, los restos que hay en Las Berzas y en la Vatsina Refuexu, que veremos más adelante cuando la senda llegue a sus inmediaciones, los más notorios de la zona.
Nunca se ha remarcado lo suficiente el impacto que tuvo la glaciación WURM, la única glaciación que afecto a la Península Ibérica, en zonas como Muniellos. Siempre se ha pensado que la poca altitud de la zona, por debajo de los 1700 m. y su también baja latitud, en torno a los 43 grados Norte (de los 90 grados que hay hasta el Polo Norte, medidos desde el Ecuador), la había librado de sus mayores efectos.
Por la latitud a la que se está aquí solo se dieron glaciares de montaña, pero no se pueden minimizar sus efectos. Lo mismo que en la actualidad en la que los frentes del Norte chocan contra la barrera que forma la Cordillera Cantábrica, provocando copiosas lluvias, debió de ocurrir en el pasado.
El efecto pantalla de la Cordillera hizo que en Munietsus, y en toda la vertiente norteña de dicha cordillera, nevara mucho más que en otras zonas. Las bajas temperaturas existentes permitían que esa nieve se mantuviera (se derretía menos nieve que la que caía) y aumentara de volumen, incluso en cotas bajas. Pero es que además la glaciación WURM duró mucho tiempo, cerca de cien mil años que se dice pronto, una eternidad, aunque no fue de continuo frío pues dentro de ella hubo breves periodos de subida de temperaturas, los llamados interglaciares.
El modelado glaciar actúa sobre un relieve en el que sus unidades básicas (sierras, valles, picos...) ya estaban definidas con anterioridad, por lo que podríamos hablar de un modelado más o menos superficial.
Durante todo ese largo tiempo, el hielo y las rocas que arrastraba fueron limando por aquí, excavando por allá y modelando formas, a veces semejantes a las cortas auríferas romanas o las más recientes excavaciones de carbón a cielo abierto, en ocasiones afectando a numerosos metros del subsuelo, como en las cortas que ya analizamos en los "cortados" de Tixeirúa o las cubetas, que ya veremos, en las Tsagunas de La Candanosa, o los "Fuexus" de Refuexu. Primero afectando hasta altitudes bajas y más tarde, ya en retirada,  a zonas más altas.
Esta actividad erosiva tuvo que vérselas con un poderoso rival: los suelos de Muniellos son, en su mayoría, de origen cuarcítico. pronto apareció la roca madre, la cuarcita, una roca extremadamente dura y que a pesar de ello cedió en numerosos lugares pero que logró preservar esas variadas formas para que nosotros podamos deleitarnos con su observación y análisis.
Por su parte la actividad periglaciar afectó prácticamente a todo el suelo de la Reserva. Obra suya son los llamados glaciares de roca que afectaron a las paredes rocosas excavadas por los circos glaciares y que ya vimos en Tixeirúa, y también las formas de "lengua", valle abajo por debajo de los circos o avanzando lateralmente, formas ambas muy presentes en toda la Reserva y que se pueden observar en Pradallos y Trousín.
Lo que en la zona llamamos "tseirones" son los detritos rocosos, las escamas, de esa actividad. Los hay de grandes placas, como ya vimos en la Tseirona, en el vatse Tseirón o en las Vatsinas Riusecu, el Regueiro La Boizuna y en otros muchos de la zona de solano que ya veremos a su tiempo. Los tseirones de los circos y otros muchos están conformados por escamas más pequeñas y abundan mucho en este valle del medio y en el valle de La Candanosa. Son fáciles de diferenciar no solo pisándolos "in situ" sino también viéndolos desde lejos, por su color extremadamente blanco que resalta en medio del verde arbolado.
En realidad todos los tseirones eran originalmente blancos, lo que ocurre es que los de cantos más gruesos, y por lo tanto más estables a los movimientos y remociones, y los más antiguos en su formación, están muy colonizados por líquenes y "mofos" (musgos) que ocultan ese color. Los de creación más reciente, cuando los circos glaciares fueron disolviéndose y los que están en terrenos muy pendientes y sujetos a muchos movimientos y que siguen a rajatabla aquel refrán que decía: "piedra movediza nun cría mofo", siguen con su color a la espera de ser tapizados.
No se ven ya prácticamente otros tseirones más finos, de grava fina o arena, también producidos por esta erosión porque ya han sido colonizados.
Se ande por donde se ande en Munietsus siempre se acaba uno topando con tseirones. Si fuéramos capaces de ver a través del arbolado, los arbustos y los mofos, nos daríamos cuenta de que la mayor parte del suelo de Munietsus está ocupado por estos tseirones y otra parte importante lo está por la roca madre.
A veces pienso que la existencia de bosques como los de Muniellos constituyen un auténtico milagro natural. ¿Cómo ha hecho la vegetación superior, es decir los árboles, para colonizar un suelo tan inhóspito y agreste?.
Los bosques de la zona, antes de la glaciación WURM, parece ser que ya eran mayoritariamente caducifolios y contaban con una variedad de especies mayor que la actual. La brusca bajada de las temperaturas y su duración provocó su desaparición y su sustitución por un paisaje estepario. Donde no había nieves perpetuas solo crecían hierbas y algún matorral bajo.
Para Europa se habla de varios "refugios" donde sobrevivieron muchos de los vegetales existentes; otros muchos desaparecieron para siempre. Estos refugios eran zonas situadas en latitudes más meridionales y alejados de los efectos de la glaciación, como el sureste de los Cárpatos, los Balcanes, la Italia al Sur  de los Apeninos o la Iberia del Sur y, por fortuna para nosotros, la zona cantábrica, en valles por debajo de los 500 m.,cercanos a la costa, húmedos y menos fríos.
Durante el WURM hubo tres interglaciares, más otros dos de corta duración en su etapa final. En ellos al aumentar las temperaturas y la humedad disponible se producía una salida de la vegetación desde esos refugios y su expansión por las áreas vecinas e incluso por otras muy alejadas.
Muchos de vosotros-as os preguntaréis como hacían los árboles y otros vegetales para desplazarse y cómo lo siguen haciendo en la actualidad. Los vegetales no tienen "patas" para caminar; no hay entre ellos ningún "Ent", precioso personaje del Señor de los anillos, pastor de árboles, que sí lo podía hacer.
El desplazamiento de los árboles podríamos decir que es intergeneracional, una generación de árboles, anclada en un lugar determinado, no puede moverse de ese sitio, pero sus descendientes sí; el viento, el agua y muchos animales pueden transportar sus semillas a ciertas distancias, en radios de hasta dos kilómetros. Allí, si las condiciones son propicias, se asentará una nueva generación que pasados unos años producirá semillas con las que vuelve a ocurrir lo mismo. De esta forma consiguen desplazarse los árboles.
La vuelta a un clima glaciar volvía a hacer desaparecer el bosque y a recluirlo en sus refugios.
Durante el Tardiglaciar (aprovecho aquí para rectificar la fecha que le adjudicábamos a este periodo en el capítulo 13, reduciendo las fechas de su comienzo y su final en unos dos milenios, yendo del 16.000 al 10.000 a.C.) la mayor parte de la Reserva estaría desarbolada y con unos suelos muy degradados. Hacia el 15.000 a.C. los hielos fueron desalojados de los últimos circos glaciares y a partir de esa fecha comenzaría a desarrollarse un nuevo suelo; es de suponer que las cotas más bajas conocieran una reactivación en fechas más antiguas.
Pero la última fase del Tardiglaciar conoció un nuevo cambio climático, con un aumento muy notable del frío y una disminución de las precipitaciones que sin duda afectó negativamente a los árboles que se atrevían a salir de sus refugios, pero el suelo, mal que bien, continuó evolucionando.
Rebotsus albares y fayas en el cauce del Regueiru Decutsada. 2016

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