10/27/2019

El Monte y el guía de Munietsus 27


¡Ah, que gran "familia" la de los robles!; en León he tenido la oportunidad de ver otra de sus especies, poco frecuente en Asturias, aunque hay algunos bosquetes por Somiedu y los Picos de Europa, el Quercus faginea (quejigo), presente en la vertiente más meridional de la Cordillera Cantábrica, en las partes más sureñas, pero muy afectado por las dichosas plantaciones de pinos que "ensucian" nuestros paisajes.
Ocupa un escalafón a medio camino entre el rebotsu sapiego y la encina, ya que resiste mayores temperaturas y sequedad que el primero, aunque menores que el segundo. De hojas con lóbulos más apuntados y de pequeño tamaño que perduran un tiempo en la rama después de que se sequen (hojas marcescentes), como las del rebotsu sapiego.
Hojas de quejigo. León. Mayo 2018

Lo normal es ver ejemplares de pequeño tamaño, pero por fortuna aún es posible ver otros de buenas dimensiones, con una estampa similar a la de nuestros robles atlánticos.
Porte majestuoso de quejigo. León. 2018
Base de un grandioso quejigo.León. 2018
Tronco del quejigo anterior
Parte superior del quejigo anterior

Con buena tsande posee una particularidad diferenciadora, sus hojas, antes de secarse, adquieren unas tonalidades amarillentas, mucho más vivas y coloristas de las que ofrecen los tres robles de Munietsus y entorno y el robur, cuyo ocre apagado apenas si resalta en otoño. Otra es que esas mismas hojas son más lisas, casi coriáceas, sobre todo en el haz (anverso), mientras que el envés puede ser casi liso o con algo de pelusilla y la última es que tiene más ramillas en torno al tronco principal ya desde muy abajo y su tsande, como en el resto de robles de clima continentalizado y mediterráneo, fructifica a edades muy tempranas, viéndose ejemplares que, con la misma altura que una persona, están "preñados" de ellas. Medidas, todas ellas, desarrolladas para enfrentarse a climas más severos: mayores temperaturas y con mayor amplitud térmica y menores precipitaciones.
Dorados otoñales del quejigo.Valle del Faéu de Ciñera (León). Noviembre. 2018

Y ¿que me decís del alcornoque?, el Quercus suber, ausente en Munietsus pero muy frecuente no muy lejos de él, en Ibias, Poula y toda la vertiente del río Navia, más amante de climas mediterráneos pero favorecido aquí por la influencia del Anticiclón de las Azores.
Viejo trozo de corcho procedente de Ibias

Sufreiral de Aliste. Junio 2019. FotoÁstor
Base con las hojas y la piel original de un sufreiro.Aliste 2017

árbol con una corteza preciosa, el corcho, causante en muchos casos de su destino. Perviven, en la Península Ibérica, buenas manchas y ejemplares sueltos por el aprovechamiento que históricamente se ha hecho de su corteza; el árbol no muere porque se la quite y, pasados unos años, la vuelve a desarrollar.
Tronco parcialmente descortezado.Aliste (Zamora). Junio 2019

Un ejemplo perfecto de la combinación entre un aprovechamiento humano, la obtención de corcho, y el mantenimiento del arbolado, ciertamente afeado pero que no por ello deja de cumplir las funciones propias de cualquier bosque (mantenimiento y refugio de la fauna salvaje. Atenuación de los rigores climáticos absorviendo grandes cantidades de dióxido de carbono, el gas causante del cambio climático actual. Retención y aprovisionamiento del agua,regulando su ciclo. Calmante de los agentes erosivos. Captor de partículas en suspensión. Proveedor de muchos recursos para las sociedades humanas. Creador de paisajes variopintos y espectaculares y de lugares de esparcimiento...y sobre todo protector de la vida) incluido el de su propia supervivencia y su posible expansión con solo dejarle en paz, no plantando en su área de colonización natural cercana, como se hace actualmente, masas de pinos que ahogan su crecimiento. Permitiendo, al mismo tiempo, que se siga utilizando el descortezado del corcho, una actividad que desafortunadamente se ha reducido o ha desaparecido en muchos lugares y que amenaza seriamente la propia supervivencia de los escasos alcornocales existentes en la Meseta Norte y el Norte peninsular.
Zona de expansión natural del sufreiro, amenazada por la plaga de los pinos. Aliste junio 2019

Sin su piel original el "sufreiro" presenta una lánguida imagen, un feo aspecto, con un color negro como el dejado por un incendio que se hubiera cebado con su tronco.
Aliste: junio 2019. Foto Ástor
Llatéu (Aliste). Diciembre 2017. Foto Ástor

Con su corcho el árbol es otro, con unos blancos llenos de matices y una textura que invita a tocarlo, algo digno de ver aunque sean ejemplares jóvenes.
Acariciando la piel del sufreiro.Llatéu. Diciembre 2017. Foto Ástor

Pero si tenéis la fortuna de ver uno de grandes dimensiones, el árbol puede llegar a ser muy alto si crece en solitario y sin podas, el espectáculo merece realmente la pena, deambular a su alrededor y  atreverse a sobar esa piel que le aísla del exterior pero que resulta tan atractiva, seguro que el sufreiro excusará nuestro atrevimiento.
Altísimo sufreiro con su piel natural.Llatéu (Aliste). Diciembre 2017
Gigantesco sufreiro.Llatéu (Aliste):Diciembre 2017. Foto Ástor

Tampoco hay en Munietsus encinas (Quercus ilex), el árbol del género Quercus que mejor ha sabido adaptarse a los diferentes climas de la Península Ibérica.
A las encinas jóvenes o muy jóvenes en León les llaman xardon, tal vez por tener hojas perennes y con pinchos

Quercus ilex sbp ballota.Hojas y polen.León. Mayo.2018
Típica imagen de una encina (ballota) talada y rebrotada en varios ramales. León 2018
Bonita encina (ballota).Llatéu (Aliste) 2017

Resulta curioso que en Asturias donde predomina un clima oceánico, caracterizado por temperaturas suaves y altas precipitaciones, se den de forma natural las dos especies de la encina: Quercus ilex subespecie ilex y Quercus ilex subespecie ballota (o rotundifolia).
Algunos apuntan a que son vestigios de épocas interglaciares del Wurm donde hubo temperaturas superiores a las actuales, lo que facilitaría su colonización tan al Norte y que durante las fases frías de la glaciación se protegerían en los refugios de los que hablamos en otras páginas y que posteriormente durante el Holoceno comenzaron a expandirse fuera de ellos. Otros creen que se trata de migraciones, procedentes de la Meseta que penetraron en Asturias por collados o puertos de la Cordillera Cantábrica de moderada altitud.
Sea de una u otra forma, las encinas suelen ocupar laderas soleadas, de suelos predominantemente rocosos, sobre todo calizos, donde el agua se infiltra rápidamente en el subsuelo y está poco tiempo a disposición de las raíces de los árboles. En muchos crestones y paredes rocosas de Somiedu. y Picos de Europa, desalojar a las encinas que los colonizan resulta una tarea prácticamente imposible para cualquier especie de árbol autóctono pues no son tan competitivos como estas en ambientes tan severos. Tal sería el caso de la subespecie ballota.
Pero la llamada encina cantábrica está adaptada a un clima más húmedo y esta adaptación parece ser una respuesta de esta quercinea, otra más de las habituales de este género, a los cambios producidos durante el óptimo climático del Holoceno. En el periodo Atlántico la subida de las precipitaciones y de las temperaturas obligaron a la especie a adaptarse a ellos.
Algunas se refugiaron, manteniendo su identidad, en los mencionados crestones y zonas con poca humedad, pero otras fueron evolucionando hacia la subespecie ilex. No les quedaba otra si querían pervivir ante el imparable avance de sus primos los robur y pyrenaica.
Esta encina que presenta una hoja más lanceolada y con menos pinchos que la encina carrasca (ballota) aún pervive, pese a los cambios climáticos ocurridos tras el periodo Atlántico, en zonas bajas de muchos valles de Asturias, e incluso en la misma costa, como el afamado encinar de Primiango (Ribadedeva), donde además de protegerlo y plantar nuevos pies, se está procediendo a la eliminación de los dañinos y anodinos ocalitos, ¡olé al FAPAS y a otros grupos y personas promotoras de esta iniciativa!.
Los más cercanos a Munietsus probablemente sean los del río Narcea, por debajo de la térmica de Soto de la Barca, en su vertiente izquierda.
Durante mi época de estudiante universitario en Uviéu, realizaba numerosas veces el trayecto Cangas-Uviéu y viceversa. A veces el autobús iba por Tinéu, pero otras veces iba por el valle, pegado al río Narcea, desde Curniana (Cornellana) hasta la misma villa. Llamaba mi atención e interés un precioso encinar, cercano a Vitsanueva, en un tramo de la carretera donde había un pronunciado badén que si ibas algo mareado podía resultar fatal.
Esta zona cercana al desvío que existe hacia Belmonte y Somiedu, y después de él, es una zona muy interesante a nivel botánico. En sus encinares hay documentados olivos silvestres, acebuches, en la zona de Alava; en los márgenes de muchas fincas hay naranjos y limoneros y desde el embalse de Calabazos abundan los borrachines (madroños). Todas ellas especies más propias de un clima mediterráneo que de uno oceánico.
Y, como no, donde hay encinas de las dos especies también abundan sus híbridos, llamados Quercus X gracilis Lamge (los mestos siempre llevan intercalada una X para diferenciarlos de las especies).
El encinar, si se le deja, vuelve a ocupar sus antiguas zonas. Zamora. Agosto 2018. Foto Ástor

El tema de los híbridos o mestos de los quercus es muy interesante, hay quien dice que la mayor parte de los árboles que hay en nuestros montes lo son. Es además un tema complejo y algunos de los que los conocen no excluyen la posibilidad de que se puedan reproducir, pero excepto en el caso de los robles blancos eso no está claro pues la definición más aceptada de especie dice que se trata de organismos naturales que pueden entrecruzarse entre si y producir descendientes fértiles. Hablamos de reproducción sexual o sea por semillas, por tsande, ya que la reproducción vegetativa o multiplicación es consustancial a los quercus, dándose tanto en las especies como en los híbridos.
Todas las quercíneas (los quercus) pueden hibridarse entre si, dando como resultado un número elevado de mestos diferentes. En condiciones naturales solo se hibridan, o solo salen adelante, en determinadas zonas, en aquellas en que como resultado de la combinación son más competitivos que las propias especies. Pero como las condiciones naturales están muy alteradas a veces se dan en cualquier zona, siempre y cuando estén presentes, o lo hayan estado en un pasado no muy lejano, ejemplares de diferentes especies.
Determinar que un quercus es un híbrido es tarea de especialistas y no está al alcance de simples aficionados como yo, por eso cuando mi amigo Ástor me propuso ir a ver uno, no lo dudé. Además programó una estupenda excursión por Aliste (Zamora) con diferentes actividades: ver un castro y un alcornocal cercano, ver un negrillo (Ulmus minor) centenario, ver unas "corralas" o refugios de ovejas y un bosque de quejigos que al final resultaron ser Quercus pyrenaica, pero que mereció la pena pues nunca había visto rebotsus sapiegos con tanta pujanza y esbeltez. Y además lo hicimos todo en un mismo día.
La localización del mesto la obtuvo de un amigo suyo, un biólogo zamorano que se dedica a hacer visitas guiadas a enclaves naturales singulares. Según él es un híbrido entre una encina ballota y un alcornoque.
El árbol llama la atención por su corpulencia, en torno a un punto central en el suelo, salen potentes troncos que acaban conformando una esplendorosa copa. Decimos árbol porque es probable que los troncos existentes procedan todos de un anterior y gigantesco tronco talado. En ese caso el árbol existente sería algo realmente descomunal.
Ya desde lejos el mesto destaca por su tamaño. Foto Ástor
Foto Ástor
Exuberancia de un ramal
Mas de lo mismo.Foto Ástor

En todo nos pareció una encina, su poderosa y preciosa piel rugosa, sus pequeñas hojas, su porte...No le veíamos ninguna característica física del alcornoque.
Desplazándonos en torno a las numerosas guías fuimos constatando la existencia de dos tipos de hojas: la típica y diminuta hoja de la encina y otra, en las partes más internas de la enorme y ancha copa, de mayor tamaño.

Nunca habíamos visto una encina con esta dualidad. Tal vez allí estuviera la clave del mesto, pero resulta que no; comentándolo con su amigo posteriormente, este le dijo a Ástor que esa variabilidad en la hoja era algo propio de la encina, pero solo se veía en grandes y añosos ejemplares y que estaba relacionado con la luz solar: para recibir mayor radiación, las hojas del interior de la copa, relativamente tapadas por las más exteriores, aumentan su superficie. Una lógica aplastante que me hizo pensar que el gran tamaño que a veces se les ve a las hojas de los petraea o pyrenaica tal vez esté relacionado con esta respuesta, Ya sabéis hojas de sol y hojas de sombra.
En el entorno, estábamos en una loma llaneada de la Meseta, un páramo, por encima de los vallecillos, había algunas encinas jóvenes y medianas, un ejemplo de como se va regenerando la vegetación propia de cada lugar, aunque aquí en Zamora, como en el resto de Castilla y León, nuestros gestores públicos siguen obsesionados con los pinos, que nos los encontramos hasta en la sopa, siempre en detrimento de la vegetación autóctona, muy esquilmada y reducida a pequeños o pequeñísimos reductos.
Nos llamó la atención no ver ningún alcornoque en los alrededores, cuya presencia debió ser necesaria para que se produjera el híbrido, lo que nos reforzaba en la idea que nos habíamos hecho sobre su antigüedad, el árbol talado y rebrotado, ya que los paisajes y sus componentes van cambiando con el paso de los años y más en lugares como este, tan antropizados, con una agricultura extensiva al menos desde época romana.
En el centro del rebrote. Foto Astor

Al final parte del misterio se resolvió, en el suelo encontramos tsande del año anterior, pero una tsande diminuta, unas bellotas perfectamente conformadas pero enanas, vanas, sin poder germinativo. Algo que testificaba que el árbol no era una encina pues este posee bellotas grandes, y más un ejemplar de esta edad, similares a las del roble albar, y que nos encontrábamos ante un mesto.

10/05/2019

El Monte y el guía de Munietsus 26


Parecido, en algunas cosas, al rebotsu sapiego es el Quercus orocantábrica del que no puedo decir su nombre vulgar porque lo desconozco; en realidad creo que nunca tuvo un nombre propio diferenciador del sapiegu debido a su alejamiento de los "tsugares" humanos y al hecho de que los paisanos confundieran ambos robles y pensaran que se trataba del mismo. Además de él solo se podía utilizar, como mucho, su tsande (bellota), de ahí que su escaso uso por su alejamiento no le hiciera merecedor de nombre distinto, era un rebotsu sapiego más.
A diferencia del sapiegu su presencia, dentro del Monte Munietsus sí es significativa y me atrevería a decir que su población está en aumento desde el momento en el que la regeneración natural sin frenos ha vuelto a darse en la zona.
Durante mucho tiempo este roble fue considerado un híbrido, un "mesto", entre el robur y el petraea, al que se le aplicaba el nombre de Quercus X rosacea. Se le consideraba un híbrido porque combinaba características morfológicas de ambas especies:
Con el petraea solo comparte una, aunque muy relevante, la existencia de un largo peciolo, el rabo que une la hoja con la rama, en el robur, por el contrario, el peciolo es siempre muy corto.
Hoja de orocantábrica. Julio 2018

Hoja de Petraea con su peciolo largo. Julio 2019
Hoja de robur con su peciolo corto.Junio 2018

Con el robur comparte tres:
-La base de la hoja, la que está en contacto con el rabo, presenta unas aurículas muy marcadas; como dos orejuelas, una a cada lado de dicha base. En el petraea estas orejuelas no existen o están muy poco desarrolladas.
Hoja de orocantábrica con las orejuelas  de su base. Julio 2018
Hoja de petraea, típica, con su base en forma de cuña estrechándose en dirección al peciolo.Noviembre 2017

-Las hojas no tienen pelos o pelusilla, ni en su haz (cara superior) ni en su envés. En el petraea si los tiene aunque solo en su envés.
-La tsande o bellota, casi redondeada (como la del petraea), posee largos pedúnculos (otro rabillo) que la separan de la rama. En el Petraea dicho pedúnculo no existe, la tsande siempre sale pegada a la rama.
Tsande de orocantábrica con su largo pedúnculo. Julio 2017
Tsande de petraea pegada a la rama, sin pedúnculo. Julio 2019

Otra característica de la hoja, que lo asemeja en este caso al sapiegu (pyrenaica), es que esta tras secarse permanece largo tiempo unida a la rama (hoja marcescente).
La larga distancia existente entre las poblaciones de sus supuestos congéneres, lo que hacía muy difícil o imposible la supuesta hibridación, la existencia de masas compactas y, sobre todo, la comprobación de que su tsande podía germinar y perpetuar la especie le hizo acreedor de constituir una nueva especie de roble, independiente de las otras tres de la zona, albar, carbatsu y sapiegu. Un hecho sin duda muy importante para la botánica y para todos-as los que nos apasionamos por estos temas.
En León también se habla de la comprobación de otra nueva especie de roble, muy similar a la del Quercus pyrenaica y que menciono por si alguien está interesado en el tema.
El rebotsu orocantábrica no es exclusivo de Munietsus, lo hay en su entorno y en toda la Cordillera Cantábrica y en muchos de sus ramales, en la Sierra de Queixa (Ourense), las montañas de Sanabria (Zamora) y en algunos puntos del Sistema Ibérico turolense (Teruel y Burgos).
Su importancia radica en que está especializado en colonizar los ambientes más inhóspitos y adversos de los solanos. Así se completa la dupla de los mejores árboles colonizadores del Monte Munietsus, el orocantábrica y el bedul. El bedul dispuso de más tiempo para colonizar las zonas altas y con suelos malos y además contó con la ventaja de que lo hacía en los avesíus donde hay mucha más humedad. Por el contrario el orocantábrica colonizó zonas también altas y muy malas, con menos tiempo que el bedul y lo hizo además en los solanos donde las condiciones de supervivencia y de crecimiento son mucho más difíciles y lentas.
Como muestra un botón: si tenéis la suerte de visitar Muniellos cuando el verano ya está muy avanzado podréis ver como en esos solanos con poco suelo y ocupados por suelos pedregosos y peñascosos, las hojas de los árboles, si los hay, o ya se secaron o están cerca de hacerlo, mientras que en el resto del Monte están aún verdes y en plena pujanza.
Pioneros y colonizadores arbóreos en el pasado su labor vuelve a ser la misma, una vez que las actividades ganaderas y la explotación maderera han cesado en el Monte.
Mis primeras experiencias con el orocantábrica son muy antiguas, de cuando entraba de estrangis en la Reserva. Por aquel entonces me parecía, como al resto del paisanaje, un rebotsu sapiego y como tal lo tenía catalogado en algunos bordes o cercanos a ellos del Monte.
Entre el Rechanu Cutsau y el inicio de la Crespona, basculando contra el vatse Las Varas y ocupando el espacio que hay entre la Vatsina Los Eiros y el gran tseirón que precede al faéu de Las Varas existía y existe una buena representación suya. Además la senda larga lo recorría de un extremo a otro.
Esa zona a pesar de estar enclavada en el avesíu general del valle de Tixeirúa, tiene una disposición orientada al Sur, propiciada por la existencia del Pico Tsuis, el único pico existente en su totalidad dentro de Munietsus. El terreno es muy malo, los cantos no solo abarcan el gran tseiron si no que están presentes por doquier y también abunda la roca madre. Todo ello en unas altitudes que van de los 1.100 m. a los 1.300 m.
Pensaba que era un bosquete de sapiegos y siempre me llamó la atención porque siempre lo veía igual, parecía que no crecía, o que lo hacía muy lentamente y yo se lo achacaba al secano y a los suelos raquíticos sobre los que crecía. Pese a todo había logrado enmascarar una buena parte del tseirón, ocultándolo de la vista.
También pensaba que eran rebotsus sapiegos algunos que en grupos o en pies sueltos salpicaban las laderas del Pico La Baxancada, en sus partes de deslinde entre la Reserva y los Montes de Oubachu, en altitudes similares, en solano y sobre suelos también muy malos.
Orocantábrica en los roquedos de Fonculebrera. Monte Oubachu. Julio 2018

Como decimos el orocantábrica ocupa los peores suelos, los mejores le están vedados, no le deja el petraea. Pero no penséis que el roble albar es el "señorito" de la película, puede ser un roble muy esclavo y colonizar suelos muy malos, Penas Negras es un claro ejemplo de ello, pero tiene unas necesidades mínimas de humedad, algo que el orocantábrica parece ignorar o mitigar en gran medida.
En muchas ocasiones ambos robles cooperan entre si en la colonización. Primero, como pionero, se instala el orocantábrica, si es capaz de persistir, de prosperar y de mejorar el suelo, aunque sea mínimamente, pronto, si en el entorno hay albares, se atreve este. Pero suele ocurrir que tras una larga sequía los albares se sequen; pero los orocantábrica siguen allí, pueden perder algunas ramas y partes del tronco y sobrevivir a duras penas para rebrotar en cuanto aumente la humedad.
Orocantábrica y albares pugnan contra los malos suelos de Fonculebrera. Julio 2016

El proceso vuelve a repetirse numerosas veces, y en él aún se encuentran algunas zonas del Monte, y mientras, el suelo sigue mejorando y con el tiempo será capaz de retener más humedad, porque el problema de fondo de los solanos, en pendiente y con malos suelos, no es el de la falta de lluvias, que suelen ser abundantes en Munietsus, si no el de la retención de esa agua. Suelos con muy poca profundidad e inclinados no permiten la retención del agua de lluvia, esta se escabulle, se escapa y va rápidamente a los cauces fluviales.
Formar nuevo suelo, ensancharlo y conseguir que luego se empape de agua y logre mantener la humedad en la que puedan "beber" las sedientas raíces cada vez que llueva es una tares muy larga, se necesitan muchísimos años, centenas de ellos y mientras tanto ahí tenemos a nuestros "héroes" , los infatigables rebotsus orocantábrica iniciando el proceso, y los albares tratando de aumentarlo.
Albares y orocantábricas le ganan la partida al tseirón y al roquedo. Julio 2018

En estas zonas donde coexisten ambos robles es más que posible que se de otra forma de cooperación entre ellos; nos referimos al tema de los híbridos, del que pronto nos ocuparemos. Formando nuevos árboles, más resistentes a la sequedad y con mayor capacidad de crecimiento y que aún sin capacidad de perpetuarse pueden contribuir a mejorar estos ambientes tan hostiles.
Los orocantábrica también pueden colonizar el límite altitudinal del bosque, como queda patente en el solano del Ríu La Candanosa, la parte que linda con Valdebóis y algo de Oumente. Desde los altos de Los Tsagozos hasta La Penona se han instalado en las cimas de la sierra cuyas altitudes van de los 1.500 a los 1.570 m. sobre suelos muy pobres y muy rocosos, muy secos y donde la erosión eólica, del viento, es muy marcada.
Acostumbrados a la pura roca les está resultando relativamente fácil colonizar el tseirón de piedra fina de Las Leiras de Vatsina Bovia y su prolongación contra la Vatsina Bedulín. Lo tienen completamente rodeado y poco a poco se van adentrando en él.
En la Vatsina´l Garabeño y El Corno ocupan las partes inferiores o intermedias de las "grandas" que copan el terreno hasta la misma sierra, mientras que en Furmigueiros y su buqueta han cedido parte de su lugar a los albares beneficiados por suelos algo mejores. Una situación que adelanta lo que sucederá, eso sí a muchos años vista en la mayor parte de las vatsinas del Ríu Las Fayonas: la colonización hasta la misma sierra de los albares.
En todos los casos anteriores por debajo de los orocantábrica están los albares esperando que llegue su hora.
Asimismo hay otros núcleos dispersos por Munietsus, siempre sobre suelos malos o rocosos, en solano y por encima de los albares: Serrón de Las Berzas, Serrón del Níu L´Aigla, vertiente izquierda y alta de la Vatsina´l Cándanu.
También se podían ver algunos núcleos en el amplio lomo solano del Ganzal de Samartino en el entorno de la ruta larga, sobre todo por debajo de la senda.
Existen, por último, pies sueltos que pueden bajar hasta los 900 m, como en Fonculebrera, tanto por debajo como en las propias Penas, en las agrestes Hozquina y Hozcona y más contra Sestu Rapau y seguramente en otros muchos sitios y que debido a su escaso número pasan desapercibidos ya que están en compañía de albares con los que se pueden confundir.
Su número parece estar en claro aumento, como ocurre en general con el resto del arbolado y aunque algunas zonas que ocupa, castigadas por el pastoreo y por los incendios, las acabe abandonando, desalojado por el albar, en otras probablemente sea la vegetación definitiva.
No se puede pretender que un árbol tan esclavo presente ejemplares fornidos y esbeltos, eso queda reservado para el albar, el carbatsu, la faya y el sapiegu si se le deja en paz. Son siempre árboles de pequeño porte, arbolillos y los que tienen ya unos cuantos años siguen con esa estampa, mostrando las cicatrices y huellas de una vida extremadamente dura. Raro o imposible resulta ver enteros a estos adultos, su tronco grueso pronto desaparece y las ramas que le salen, unas están secas y otras consiguen mantenerse a duras penas. Pero ahí siguen, desafiando a las inclemencias y a unos suelos casi inexistentes. Son un monumento vivo a la resistencia y tenacidad, ¿de dónde sorben los nutrientes cuando salen en crestones rocosos en plena insolación?.
Orocantábrica adulto en el inicio de Fonculebrera. Julio 2017

Su perseverancia les lleva, a veces, a tener portes rastreros, formando como alfombrillas sobre suelos rocosos o de cantos. Gracias a ellos los tseirones se estabilizan y van mejorando con el continuo aporte de materia orgánica proveniente del mismo arbolillo. Los albares y sobre todo los sapiegos también pueden ser muy resistentes y adquirir formas achaparradas y hasta rastreras, pero son aprendices en esas labores comparados con él.
Orocantábrica alfombrando los tseirones.Julio 2016

Sin duda su labor de pionero del bosque albar fue también muy importante durante la primera fase de colonización del robledal durante el Holoceno, en la que los suelos eran aún peores que en la actualidad, por su cercanía en el tiempo a la actividad glaciar y periglaciar. En las partes más bajas del Monte diversas especies de robles (petraea, robur y pyrenaica) ya se habían instalado durante las fases climáticas del Preboreal y el Boreal, las primeras del Holoceno. Pero las partes medias y altas, a partir de los 900-1.000 m. solo lo estaban por bedules, ablanos y arbustos. Aprovechando las condiciones favorables del Atlántico los robles volvieron a la carga.
Probablemente sea en esa época cuando surja o, lo que es más seguro, cobre importancia la especie orocantábrica, basado en la necesidad que sintieron los otros robles de contar con un congénere capaz de asentarse en terrenos aún vedados para ellos. "Vete tú primero, que luego voy yo" le susurró el petraea y allá que fue nuestro pionero No creáis que lo que digo, excepto la sugerencia del albar, es una suposición gratuita, si no que se basa en la enorme plasticidad que posee el género quercus y que os contaré a continuación.
Los robles, como otras muchas especies vegetales, tienen dos formas de reproducirse naturalmente: la reproducción asexual o vegetativa y la reproducción sexual. Como de la primera ya hemos hablado cuando lo hacíamos del rebotsu sapiego, nos centraremos ahora en la segunda, la que para muchos es la más "normal" y por supuesto la más conocida y utilizada.
La reproducción sexual es la que se realiza mediante las flores que es donde están instalados los órganos reproductores. Los robles no tienen un género en exclusiva, a pesar de su nombre masculino y que yo se lo atribuya, más que nada para hacer alusión a las diferencias de género tan acusadas, y siempre en perjuicio de "ellas", que poseen las sociedades humanas y contra las que estoy frontalmente en desacuerdo, prefiriendo aquel dicho de "monta tanto, tanto monta".
El mismo árbol posee las flores masculinas y femeninas necesarias para esta función. Las flores masculinas, en una especie de racimos, poseen el polen y están muy a la vista para favorecer su dispersión; por su parte las flores femeninas están más protegidas y tienen los óvulos. Podríamos decir que la cópula, sin el "gustirrinín" que provoca en los animales, la produce el viento o algún insecto que transporta el polen al óvulo, donde fecunda y acaba produciendo una bellota o tsande que posteriormente al germinar alumbrará un nuevo árbol .
Podría pensarse que el roble no necesita compañía, que sería capaz de autoabastecerse él solo en estos menesteres (autofecundación), pero la naturaleza es muy sabia y para favorecer los intercambios genéticos ha dispuesto que la floración masculina y femenina en el mismo árbol no se produzca en el mismo tiempo, favoreciendo así los cruces entre diferentes árboles. Primero surgen las flores masculinas que liberan polen durante cuatro días como máximo, pero las femeninas surgen cinco o seis días más tarde, no pudiendo por tanto recibir ese polen.
Donde hay presentes más de una especie de robles puede ocurrir y de hecho ocurre, que el polen de una especie llegue al óvulo de otra especie y que no se produzca rechazo. La bellota resultante de esa fecundación dará lugar a un híbrido, un mesto que aúna caracteres de ambos congéneres y que pueden variar en función de cuál es la especie que aporta el polen, el "padre", y cuál la que aporta el óvulo, la "madre".
Los robles son muy propensos a hibridarse entre ellos, algo que forma parte de la estrategia de estas especies para colonizar el máximo terreno posible y hacer frente a las diferencias de clima, de suelos, de ambientes...que este posee.
Mediante ensayos llevados a cabo en lugares habilitados al efecto se ha comprobado como los robles blancos pueden hibridarse entre si, tal sería el caso entre el robur y el petraea, en donde el cruce más frecuente es el que se da actuando como madre el carbatsu, siendo el albar el que aporta el polen,
Lo más llamativo del caso es que se dice que los híbridos surgidos de esos robles blancos son fértiles, o sea que pueden reproducirse, con lo cual el concepto de especie entra en discusión, pasando los robles blancos a ser una "multiespecie" o un "complejo de especies"-
¿Sería el orocantábrica un híbrido más de los robles blancos?, no parece ser el caso porque ni robur ni petraea poseen su alto grado de especialización colonizadora y por mucho que se hibriden nunca podrán alumbrar algo parecido,son una línea diferente, pero también pueden cruzarse con los robles blancos, con el quercus pyrenaica,con el quejigo...Algo que igualmente pueden hacer los robles blancos.Pero en estos casos no está demostrado que los híbridos surgidos sean fértiles y lo más probable es que no puedan reproducirse, al menos sexualmente; pueden llegar a producir tsande, pero esta es vana y no puede germinar, finalizando el "experimento" con su muerte, pero con su actividad habrán contribuido a mejorar el terreno encontrado.
En otro orden de cosas es esa estrategia de "mezclarse" la que hace, a veces, muy difícil diferenciar una especie de otra. Los simples aficionados como yo, cogemos u observamos una hoja para determinar la especie que tenemos delante. Unas veces es sencillo averiguarlo pues sus características coinciden con las que vienen en los Manuales al uso o las que hemos desarrollado nosotros mismos. Pero en muchas ocasiones las dudas nos asaltan, con hojas que parecen estar a medio camino de todo.
Para complicar aún más el tema las diferencias entre las hojas se dan muchas veces en el mismo ejemplar, pues en él puede haber hojas de sol y hojas de sombra, propio de árboles con grandes copas. Hojas surgidas de brotes de cepa que conviven con las del tronco principal. Hojas de brotes estivales, surgidas cuando una helada tardía elimina parte de la brotación inicial surgida en primavera, viéndose el árbol obligado a emitir una segunda brotación que se da ya a principios del verano. Hojas de brotes epicórmicos, que nacen de yemas dormidas durante más de una generación. Todas ellas diferentes a las hojas normales surgidas en primavera en las ramas de la copa.
Incluso en Munietsus nos surgen estas dudas; la base típica de la hoja de un rebotsu albar, el roble que predomina, es en forma de cuña, estrechándose hacia el peciolo y hay muchos casos en los que se cumple, pero hay otros en que no es así, la base tiene orejuelas o al menos tendencia hacia ellas. No siempre se puede acudir a otros caracteres más determinantes como los de la tsande y su disposición y nos quedamos con la duda.
El carácter de la pelusilla es, en ocasiones, también "peliaguda", valga la redundancia. Es fácil detectarla y sentirla en un rebotsu sapiego, pero no lo es tanto en un albar, al menos no en todos.
Pero no os desaniméis si os ocurre lo mismo, en el fondo la profundización en el estudio de los árboles no es un fin en si mismo, al menos para mí no lo es. Los estudiamos y analizamos para comprenderlos mejor , pero sobre todo para amarlos más. Podemos olvidarnos de las dudas con aquello de "sí, seguro que es un híbrido" y luego deleitarnos con su presencia, presencia que sin duda alguna es lo realmente importante.

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...