¡Ah, que gran "familia" la de los robles!; en León he tenido la oportunidad de ver otra de sus especies, poco frecuente en Asturias, aunque hay algunos bosquetes por Somiedu y los Picos de Europa, el Quercus faginea (quejigo), presente en la vertiente más meridional de la Cordillera Cantábrica, en las partes más sureñas, pero muy afectado por las dichosas plantaciones de pinos que "ensucian" nuestros paisajes.
Ocupa un escalafón a medio camino entre el rebotsu sapiego y la encina, ya que resiste mayores temperaturas y sequedad que el primero, aunque menores que el segundo. De hojas con lóbulos más apuntados y de pequeño tamaño que perduran un tiempo en la rama después de que se sequen (hojas marcescentes), como las del rebotsu sapiego.
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Hojas de quejigo. León. Mayo 2018 |
Lo normal es ver ejemplares de pequeño tamaño, pero por fortuna aún es posible ver otros de buenas dimensiones, con una estampa similar a la de nuestros robles atlánticos.
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Porte majestuoso de quejigo. León. 2018 |
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Base de un grandioso quejigo.León. 2018 |
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Tronco del quejigo anterior |
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Parte superior del quejigo anterior |
Con buena tsande posee una particularidad diferenciadora, sus hojas, antes de secarse, adquieren unas tonalidades amarillentas, mucho más vivas y coloristas de las que ofrecen los tres robles de Munietsus y entorno y el robur, cuyo ocre apagado apenas si resalta en otoño. Otra es que esas mismas hojas son más lisas, casi coriáceas, sobre todo en el haz (anverso), mientras que el envés puede ser casi liso o con algo de pelusilla y la última es que tiene más ramillas en torno al tronco principal ya desde muy abajo y su tsande, como en el resto de robles de clima continentalizado y mediterráneo, fructifica a edades muy tempranas, viéndose ejemplares que, con la misma altura que una persona, están "preñados" de ellas. Medidas, todas ellas, desarrolladas para enfrentarse a climas más severos: mayores temperaturas y con mayor amplitud térmica y menores precipitaciones.
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Dorados otoñales del quejigo.Valle del Faéu de Ciñera (León). Noviembre. 2018 |
Y ¿que me decís del alcornoque?, el Quercus suber, ausente en Munietsus pero muy frecuente no muy lejos de él, en Ibias, Poula y toda la vertiente del río Navia, más amante de climas mediterráneos pero favorecido aquí por la influencia del Anticiclón de las Azores.
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Viejo trozo de corcho procedente de Ibias |
Sufreiral de Aliste. Junio 2019. FotoÁstor |
Base con las hojas y la piel original de un sufreiro.Aliste 2017 |
árbol con una corteza preciosa, el corcho, causante en muchos casos de su destino. Perviven, en la Península Ibérica, buenas manchas y ejemplares sueltos por el aprovechamiento que históricamente se ha hecho de su corteza; el árbol no muere porque se la quite y, pasados unos años, la vuelve a desarrollar.
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Tronco parcialmente descortezado.Aliste (Zamora). Junio 2019 |
Un ejemplo perfecto de la combinación entre un aprovechamiento humano, la obtención de corcho, y el mantenimiento del arbolado, ciertamente afeado pero que no por ello deja de cumplir las funciones propias de cualquier bosque (mantenimiento y refugio de la fauna salvaje. Atenuación de los rigores climáticos absorviendo grandes cantidades de dióxido de carbono, el gas causante del cambio climático actual. Retención y aprovisionamiento del agua,regulando su ciclo. Calmante de los agentes erosivos. Captor de partículas en suspensión. Proveedor de muchos recursos para las sociedades humanas. Creador de paisajes variopintos y espectaculares y de lugares de esparcimiento...y sobre todo protector de la vida) incluido el de su propia supervivencia y su posible expansión con solo dejarle en paz, no plantando en su área de colonización natural cercana, como se hace actualmente, masas de pinos que ahogan su crecimiento. Permitiendo, al mismo tiempo, que se siga utilizando el descortezado del corcho, una actividad que desafortunadamente se ha reducido o ha desaparecido en muchos lugares y que amenaza seriamente la propia supervivencia de los escasos alcornocales existentes en la Meseta Norte y el Norte peninsular.
Zona de expansión natural del sufreiro, amenazada por la plaga de los pinos. Aliste junio 2019 |
Sin su piel original el "sufreiro" presenta una lánguida imagen, un feo aspecto, con un color negro como el dejado por un incendio que se hubiera cebado con su tronco.
Aliste: junio 2019. Foto Ástor |
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Llatéu (Aliste). Diciembre 2017. Foto Ástor |
Con su corcho el árbol es otro, con unos blancos llenos de matices y una textura que invita a tocarlo, algo digno de ver aunque sean ejemplares jóvenes.
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Acariciando la piel del sufreiro.Llatéu. Diciembre 2017. Foto Ástor |
Pero si tenéis la fortuna de ver uno de grandes dimensiones, el árbol puede llegar a ser muy alto si crece en solitario y sin podas, el espectáculo merece realmente la pena, deambular a su alrededor y atreverse a sobar esa piel que le aísla del exterior pero que resulta tan atractiva, seguro que el sufreiro excusará nuestro atrevimiento.
Altísimo sufreiro con su piel natural.Llatéu (Aliste). Diciembre 2017 |
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Gigantesco sufreiro.Llatéu (Aliste):Diciembre 2017. Foto Ástor |
Tampoco hay en Munietsus encinas (Quercus ilex), el árbol del género Quercus que mejor ha sabido adaptarse a los diferentes climas de la Península Ibérica.
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A las encinas jóvenes o muy jóvenes en León les llaman xardon, tal vez por tener hojas perennes y con pinchos |
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Quercus ilex sbp ballota.Hojas y polen.León. Mayo.2018 |
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Típica imagen de una encina (ballota) talada y rebrotada en varios ramales. León 2018 |
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Bonita encina (ballota).Llatéu (Aliste) 2017 |
Resulta curioso que en Asturias donde predomina un clima oceánico, caracterizado por temperaturas suaves y altas precipitaciones, se den de forma natural las dos especies de la encina: Quercus ilex subespecie ilex y Quercus ilex subespecie ballota (o rotundifolia).
Algunos apuntan a que son vestigios de épocas interglaciares del Wurm donde hubo temperaturas superiores a las actuales, lo que facilitaría su colonización tan al Norte y que durante las fases frías de la glaciación se protegerían en los refugios de los que hablamos en otras páginas y que posteriormente durante el Holoceno comenzaron a expandirse fuera de ellos. Otros creen que se trata de migraciones, procedentes de la Meseta que penetraron en Asturias por collados o puertos de la Cordillera Cantábrica de moderada altitud.
Sea de una u otra forma, las encinas suelen ocupar laderas soleadas, de suelos predominantemente rocosos, sobre todo calizos, donde el agua se infiltra rápidamente en el subsuelo y está poco tiempo a disposición de las raíces de los árboles. En muchos crestones y paredes rocosas de Somiedu. y Picos de Europa, desalojar a las encinas que los colonizan resulta una tarea prácticamente imposible para cualquier especie de árbol autóctono pues no son tan competitivos como estas en ambientes tan severos. Tal sería el caso de la subespecie ballota.
Pero la llamada encina cantábrica está adaptada a un clima más húmedo y esta adaptación parece ser una respuesta de esta quercinea, otra más de las habituales de este género, a los cambios producidos durante el óptimo climático del Holoceno. En el periodo Atlántico la subida de las precipitaciones y de las temperaturas obligaron a la especie a adaptarse a ellos.
Algunas se refugiaron, manteniendo su identidad, en los mencionados crestones y zonas con poca humedad, pero otras fueron evolucionando hacia la subespecie ilex. No les quedaba otra si querían pervivir ante el imparable avance de sus primos los robur y pyrenaica.
Esta encina que presenta una hoja más lanceolada y con menos pinchos que la encina carrasca (ballota) aún pervive, pese a los cambios climáticos ocurridos tras el periodo Atlántico, en zonas bajas de muchos valles de Asturias, e incluso en la misma costa, como el afamado encinar de Primiango (Ribadedeva), donde además de protegerlo y plantar nuevos pies, se está procediendo a la eliminación de los dañinos y anodinos ocalitos, ¡olé al FAPAS y a otros grupos y personas promotoras de esta iniciativa!.
Los más cercanos a Munietsus probablemente sean los del río Narcea, por debajo de la térmica de Soto de la Barca, en su vertiente izquierda.
Durante mi época de estudiante universitario en Uviéu, realizaba numerosas veces el trayecto Cangas-Uviéu y viceversa. A veces el autobús iba por Tinéu, pero otras veces iba por el valle, pegado al río Narcea, desde Curniana (Cornellana) hasta la misma villa. Llamaba mi atención e interés un precioso encinar, cercano a Vitsanueva, en un tramo de la carretera donde había un pronunciado badén que si ibas algo mareado podía resultar fatal.
Esta zona cercana al desvío que existe hacia Belmonte y Somiedu, y después de él, es una zona muy interesante a nivel botánico. En sus encinares hay documentados olivos silvestres, acebuches, en la zona de Alava; en los márgenes de muchas fincas hay naranjos y limoneros y desde el embalse de Calabazos abundan los borrachines (madroños). Todas ellas especies más propias de un clima mediterráneo que de uno oceánico.
Y, como no, donde hay encinas de las dos especies también abundan sus híbridos, llamados Quercus X gracilis Lamge (los mestos siempre llevan intercalada una X para diferenciarlos de las especies).
El encinar, si se le deja, vuelve a ocupar sus antiguas zonas. Zamora. Agosto 2018. Foto Ástor |
El tema de los híbridos o mestos de los quercus es muy interesante, hay quien dice que la mayor parte de los árboles que hay en nuestros montes lo son. Es además un tema complejo y algunos de los que los conocen no excluyen la posibilidad de que se puedan reproducir, pero excepto en el caso de los robles blancos eso no está claro pues la definición más aceptada de especie dice que se trata de organismos naturales que pueden entrecruzarse entre si y producir descendientes fértiles. Hablamos de reproducción sexual o sea por semillas, por tsande, ya que la reproducción vegetativa o multiplicación es consustancial a los quercus, dándose tanto en las especies como en los híbridos.
Todas las quercíneas (los quercus) pueden hibridarse entre si, dando como resultado un número elevado de mestos diferentes. En condiciones naturales solo se hibridan, o solo salen adelante, en determinadas zonas, en aquellas en que como resultado de la combinación son más competitivos que las propias especies. Pero como las condiciones naturales están muy alteradas a veces se dan en cualquier zona, siempre y cuando estén presentes, o lo hayan estado en un pasado no muy lejano, ejemplares de diferentes especies.
Determinar que un quercus es un híbrido es tarea de especialistas y no está al alcance de simples aficionados como yo, por eso cuando mi amigo Ástor me propuso ir a ver uno, no lo dudé. Además programó una estupenda excursión por Aliste (Zamora) con diferentes actividades: ver un castro y un alcornocal cercano, ver un negrillo (Ulmus minor) centenario, ver unas "corralas" o refugios de ovejas y un bosque de quejigos que al final resultaron ser Quercus pyrenaica, pero que mereció la pena pues nunca había visto rebotsus sapiegos con tanta pujanza y esbeltez. Y además lo hicimos todo en un mismo día.
La localización del mesto la obtuvo de un amigo suyo, un biólogo zamorano que se dedica a hacer visitas guiadas a enclaves naturales singulares. Según él es un híbrido entre una encina ballota y un alcornoque.
El árbol llama la atención por su corpulencia, en torno a un punto central en el suelo, salen potentes troncos que acaban conformando una esplendorosa copa. Decimos árbol porque es probable que los troncos existentes procedan todos de un anterior y gigantesco tronco talado. En ese caso el árbol existente sería algo realmente descomunal.
Ya desde lejos el mesto destaca por su tamaño. Foto Ástor |
Foto Ástor |
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Exuberancia de un ramal |
Mas de lo mismo.Foto Ástor |
En todo nos pareció una encina, su poderosa y preciosa piel rugosa, sus pequeñas hojas, su porte...No le veíamos ninguna característica física del alcornoque.
Desplazándonos en torno a las numerosas guías fuimos constatando la existencia de dos tipos de hojas: la típica y diminuta hoja de la encina y otra, en las partes más internas de la enorme y ancha copa, de mayor tamaño.
Nunca habíamos visto una encina con esta dualidad. Tal vez allí estuviera la clave del mesto, pero resulta que no; comentándolo con su amigo posteriormente, este le dijo a Ástor que esa variabilidad en la hoja era algo propio de la encina, pero solo se veía en grandes y añosos ejemplares y que estaba relacionado con la luz solar: para recibir mayor radiación, las hojas del interior de la copa, relativamente tapadas por las más exteriores, aumentan su superficie. Una lógica aplastante que me hizo pensar que el gran tamaño que a veces se les ve a las hojas de los petraea o pyrenaica tal vez esté relacionado con esta respuesta, Ya sabéis hojas de sol y hojas de sombra.
En el entorno, estábamos en una loma llaneada de la Meseta, un páramo, por encima de los vallecillos, había algunas encinas jóvenes y medianas, un ejemplo de como se va regenerando la vegetación propia de cada lugar, aunque aquí en Zamora, como en el resto de Castilla y León, nuestros gestores públicos siguen obsesionados con los pinos, que nos los encontramos hasta en la sopa, siempre en detrimento de la vegetación autóctona, muy esquilmada y reducida a pequeños o pequeñísimos reductos.
Nos llamó la atención no ver ningún alcornoque en los alrededores, cuya presencia debió ser necesaria para que se produjera el híbrido, lo que nos reforzaba en la idea que nos habíamos hecho sobre su antigüedad, el árbol talado y rebrotado, ya que los paisajes y sus componentes van cambiando con el paso de los años y más en lugares como este, tan antropizados, con una agricultura extensiva al menos desde época romana.
En el centro del rebrote. Foto Astor |
Al final parte del misterio se resolvió, en el suelo encontramos tsande del año anterior, pero una tsande diminuta, unas bellotas perfectamente conformadas pero enanas, vanas, sin poder germinativo. Algo que testificaba que el árbol no era una encina pues este posee bellotas grandes, y más un ejemplar de esta edad, similares a las del roble albar, y que nos encontrábamos ante un mesto.