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Munietsus desde la Carretera que sube al Puerto del Counio. Julio 2017 |
La utilización de la tsande en la alimentación de los animales domésticos es muy posterior al de su consumo por nuestros ancestros y está ligado al largo proceso de neolitización.
A diferencia del cereal, muchos de los animales domesticados sí contaban con congéneres salvajes, repartidos por toda Europa y también por nuestra zona, que hicieron surgir una predomesticación autóctona, completada más tarde con la mezcla con animales provenientes de los primeros focos neolíticos, en una difusión lenta pero imparable.
Toda la cabaña ganadera (bovina, caprina, porcina...) consume tsande si la tiene a su alcance, como dice el refrán: "a nadie le amarga un dulce", pero sin duda es la porcina la que se lleva la palma.
La domesticación del xabaril se dió de forma autóctona en aquellos lugares donde existía y el proceso se reforzó al mezclarlos, más tarde, con gochos procedentes de los satélites del Creciente Fértil.
En la Península Ibérica su evolución dio lugar a dos grandes grupos: las denominadas razas celtas ocuparían el Norte y las Ibéricas el Sur. Las llamadas celtas destacan por sus orejas largas, caídas y dirigidas hacia delante y un rabo muy largo sin enroscar y se aplica al porco gallego, el gocho asturiano y a los cerdos Lermeño (Burgos), chato alavés (País Vasco) y Baztán (Navarra).
Esta división entre celtas e ibéricas es un reduccionismo simplista derivado de la interpretación tradicional , y falsa como ya hemos dicho en otra parte, de la composición étnica de las comunidades indígenas : íberos al Sur, celtas al Norte y celtíberos entre ambos. Como las comunidades más norteñas no son celtas lo más lógico sería, aplicándolo a los cerdos, hablar de raza norteña.
Las primeras imágenes conservadas de los cerdos en la Península sí pertenecen a un pueblo prerromano de origen celta, los vettones, asentados en la Meseta y desparramados por las actuales Zamora, Salamanca, Ávila, Segovía, Badajoz, Toledo y parte de Portugal, entrando en contacto por el Norte con comunidades ástures.
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Foto: photoAleph |
Hablamos de los "verracos", esculturas de piedra donde no solo se ven cerdos o jabalíes si no también toros e incluso parece ser que algún oso, con una antigüedad que va desde el siglo VI a. C. al I de nuestra era. En esta zona verraco hace referencia al cerdo macho reproductor, el equivalente a nuestro "gocho borrón", el único con sus atributos sexuales, ya que al resto, tanto machos como hembras excepto las destinadas a parir nuevos gochos, eran capáos. Por cierto los vettones también vivían en castros como los ástures aunque de mayores dimensiones y con un cierto protourbanismo.
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En la localidad abulense El Oso este verraco, un posible oso, está en el origen de su nombre. Foto: photoAleph |
Estas representaciones nos hablan del gran papel que los gochos desempeñaban en estas sociedades, algo que sería equiparable al que poseían en las comunidades más norteñas, las que denominamos ástures, amén de cántabros, galaicos, vascones...), importancia que en todos ellos se retrotrae al inicio de la neolitización, cuando la domesticación fue sustituyendo progresivamente a la caza.
En esas primeras etapas la alimentación de los gochos, sobre todo el tiempo de engorde acelerado previo a su matanza, se basaría en la tsande. Los fayucos tendrían poca presencia pues el gran desarrollo de las fayas es posterior, igual que el de las castañas, el otro fruto típico de su engorde, ya que a pesar de que existieran algunos bravos, el gran desarrollo del castaño domesticado es muy posterior, dándose a partir de la Plena Edad Media, siglos X y XI.
La tsande era pues el único, o el básico fruto "barato" y abundante de los existentes.
El gran desarrollo de este tipo de ganadería tiene mucho que ver con su forma de alimentarse. El gran antropólogo norteamericano Marvin Harris, defensor de una antropología materialista, sin nada que ver con la marxista, decía que el hábito musulmán de no comer carne de cerdo (galufo como ellos le llaman), animal prohibido por El Corán, tenía una explicación material: el gocho solo se desarrolla en ecosistemas donde su alimentación no entra en conflicto con la alimentación humana, alimentándose de desechos de esta última (lo que nosotros llamábamos "tsabaza") y sobre todo de abundantes recursos naturales no utilizados directamente por el ser humano y aunque la tsande era también utilizada por este como ya hemos visto, su abundancia era tal que daba para todos.
Alimentar un gocho en los ecosistemas donde originalmente surgió el Islám, Península Arábiga, con un clima y unos ambientes casi desérticos, era un lujo que no se podían permitir dada la escasez de recursos naturales. Habría que alimentarlos con productos vegetales previamente cultivados y teniendo en cuenta que para producir un gramo de proteína animal se necesitaban cerca de diez gramos de proteína vegetal, las cuentas no cuadraban. Era más sensato consumir directamente los productos vegetales, prescindiendo de tan costoso intermediario.
En nuestros valles y montes los gochos siempre han encontrado muchos recursos alimenticios a su alcance. ¿Habéis visto alguna vez un gocho pastando?, yo no guardo ningún recuerdo infantil en el pueblo de Mual con esta imagen. Me tocó nacer en una época de grandes cambios, donde las actividades tradicionales estaban agonizando y algunas ya habían desaparecido. Hacía mucho tiempo que la ganadería porcina estaba estabulada, los gochos ya no salían prácticamente nunca del "currietsu". Yo no había visto nunca un gocho pastar en libertad.
Sería más tarde, cuando desde León, con mi compi y unos amigos, organizamos una excursión. Nos trasladamos en autobús hasta La Uña, un pueblo que queda en el valle de Acebedo, un desvío al Oeste por encima de Riaño. Fuimos andando hasta el valle de Valdosín, donde establecimos el campo base en una cabaña, utilizada solo por los montañeros.
Era temprano y aún quedaban muchas horas de luz, así que decidimos acercarnos al puerto de Ventaniella, cogiendo la pista de tierra sobre la que se proyectó hacer una carretera asfaltada, que pasara a Sobrefoz y Beleño y que afortunadamente nunca se realizó. La niebla empezó a cubrirlo todo y fue una pena porque las vistas desde el puerto del valle de Sobrefoz tenían que ser espectaculares, con grandes bosques de robles y fayas y riscos y majadas, y...
De pronto de entre la niebla, en sentido contrario al nuestro, surgió un caballo al galope, su jinete al vernos le hizo detenerse. Era el brañeiro de Ventaniella, un mozarrón que iba a La Uña en busca de diversión y de compañía. Nos recomendó que no siguiéramos porque no se veía nada y que no nos separáramos mucho de la pista si no queríamos perdernos del todo.
Ya de vuelta a la cabaña aún tuvimos tiempo para visitar un espectacular acebal, muy compacto y con gruesos ejemplares, tan grandes que decían en la zona que en su frescor se guarecía el ganado cuando el sol apretaba en los largos días de verano.
Supongo que ya sabréis la interrelación existente entre zonas sometidas a un pastoreo intensivo y la existencia de manchas de acebales. Obviamente lo primero que tiene que darse es la potencialidad de la zona para albergar de forma natural acebos, algo que prácticamente se da en toda la Cordillera Cantábrica y en sus ramales, en altitudes medias y sobre todo en las altas.
El avance del terreno de pastoreo y la reducción del arbolado sería el segundo paso. El ramoneo del ganado de los arbolillos recientes impide la repoblación de antiguos robledales, faéus y abedulares. Pero el ganado no se atreve con las punzantes hojas del acebo y de esta forma este puede crecer y expandirse, formando, a veces, espectaculares bosquetes como el de Valdosín
En la zona de Cangas, aparte de los xardonales del Ríu La Candanosa de Munietsus y los del Monte´l Gatu, solo conocí uno similar, aunque los xardones no eran tan grandes. Pegado a la Sierra del Pando, en el nacimiento del Regueiro Rucueva en la Fonte Las Andolinas, no muy lejos de San Tsuis del Monte.
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Xardonales con masas muy tupidas en las últimas vatsinas (Bedulín, Bovia...) del Ríu La candanosa, cercanas a la Veiga os Trabóis. Julio 2017 |
¡Ah, qué recuerdos tan emotivos guardo de San Tsuis!. En el pequeño vallecillo, cerca de los grandes cortados existentes en la vertiente derecha entre Ventanueva y La Pescal, con espectaculares cascadas como la de Aguas Blancas y otra más pequeña y cercana a La Venta, había una ermita dedicada a un santo que curiosamente se llamaba como yo.
Encantadora y coqueta ermita de San Tsuis. Afortunadamente se ha restaurado y la romería se ha revitalizado en los últimos tiempos. Foto Wikiloc |
Esta ermita, como casi todas las de su género. está un tanto alejada de cualquier núcleo de población y era muy popular en toda la zona del "Ríu Rengos", aunque también era visitada por personas del Naviegu.
Supongo que a todos os suene el tema de las romerías (reunión de peregrinos o romeros, de ahí el nombre). La gente solía hacer promesas de peregrinar a la ermita de un santo-a si salían bien de un trance propio o familiar por el que estaban pasando. Si la Divina providencia se hacía eco de sus plegarias y el asunto terminaba bien, el personal cumplía con su promesa.
El trance podía ser de tal envergadura que algunos prometían ir andando e incluso, en casos extremos, de rodillas. Pero por lo general estas romerías eran una jornada festiva, un punto de encuentro y de socialización de comunidades normalmente distantes físicamente pero de alguna forma hermanadas. Se comían alimentos que se llevaban preparados, aunque originalmente supongo que se harían allí de forma comunal, se intercambiaban estos invitándose los unos a los otros...
Yo solo fui una vez a San Tsuis, vivíamos todavía en Mual y mi madre, una persona muy creyente, había prometido llevarme a ver el santo si se me curaba una infección de oídos que padecía yo. Y fuimos, mi padre, mi madre, mi hermano Naciu y yo. Alguien nos sacó una foto mientras comíamos, foto que afortunadamente aún conservamos.
San Tsuis, Pilar, mi madre, compartiendo la comida con una vecina de Mual. ¡Qué jóvenes éramos todos! |
En ella aparece un angelical Naciu, comiendo como un bendito y al fondo yo, terriblemente "enfurruñado". El motivo es que durante la dura ascensión a la ermita a Naciu, como era el más pequeño, lo habían montado en un caballo, mientras que yo tuve que hacer a pata todo el trayecto y además soportando el "chincha rabiña" que mi hermano cada poco me repetía. Ya sabéis, ¡cosas de nenos!.
Ya en la Villa fuimos a otras romerías: a Santana y a otra de esa sierra cuyo nombre ya ni recuerdo y ¡cómo no! a la más famosa de todo el concejo, la del Acebo, a la que subí andando numerosas veces, aunque casi siempre fuera de temporada porque ya entonces me interesaban más las grandiosas vistas que había desde allí y los caminos y atajos que había que recorrer.
Tampoco fui en temporada a las numerosas ermitas que jalonan la Sierra del Pando, pero sí las vi durante las varias veces que recorrí esta sierra, a la búsqueda de huellas antiguas.
La del Acebo, como la de Carrasconte (Babia-Tsaciana) o la más afamada de Asturias, la de Covadonga, han perdido el encanto que en su día tuvieron y del que yo solo vi sus últimos estertores. Son anodinas, sin personalidad propia. Hay puestos de cachivaches como los que hay en cualquier feria, rastro o mercadillo actual. ya casi no hay comida campestre, ni confraternización grupal, sustituido todo ello por mercado y restaurantes al aire libre.
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Carrasconte 15-08-2017. Los negrillos del fondo, la joya botánica de la zona y sin duda lo más interesante del actual Carrasconte |
Volviendo a Valdosín, al día siguiente, por interés de mis amigos, ascendimos al pico de Peña Ten, un impresionante risco de 2.142 m.de altitud. Luego nuestros amigos volvieron para León pero mi compañera y yo teníamos otros planes
Tras conocer el nacimiento del río Ástura (Esla) planeábamos visitar el Monte Peloño al que ya habíamos intentado ir desde Uviéu cuando estudiábamos allí, pero que desde Beleño nos quedaba muy lejos, porque habíamos gastado el poco tiempo del que disponíamos entonces en saborear los espléndidos bosques y montes de Sobrefoz.
Atravesamos la Cordillera Cantábrica y desembocamos en las majadas de Arcenorio (las majadas son terrenos donde predominan las praderas naturales). En la primer majada que encontramos bajando, había ganado y pastores y allí cerca de unas vacas, había un gran gocho pastando. al principio no lo identifiqué, pensando que se trataba de una ternera más, pero luego tras mirarlo más detenidamente y consultarlo con mi compañera, me cercioré de ello. Era un ejemplar adulto y pastaba con tal determinación que manifestaba que no se trataba de una actividad aislada o excepcional en su forma de vida.. No "fozaba" el suelo sino que pastaba la yerba, igual que hacían las vacas.
Pronto establecimos contacto con los pastores y su particular fala ("per iquí, per allí") propia ya del bable oriental. En aquella época debían de ser pocos los visitantes foráneos por aquellos lares y los pastores nos recibieron, bien se podía decir, con los brazos abiertos. Nos ofrecieron un vaso de vino, producto del que estaban bien provistos y charlamos un buen rato. Incluso nos ofrecieron, y nosotros aceptamos, dormir en una cabana que no estaba ocupada en aquellos momentos.
El contraste con la tienda de campaña que habitualmente utilizábamos para dormir en el monte, era de tal calibre que aquello era como disfrutar de la comodidad de un hotel de cinco estrellas, ¡Mejor aún!, era todo de tanta naturalidad y sencillez que mi compañera y yo nos enamoramos de las cabanas de las brañas y siempre que podíamos, además de admirarlas, nos encantaba poder usarlas.
Como aquella vez que partiendo de Valdeón y antes de llegar a Vegabaño (Sajambre) nos cruzamos con un grupo de personas a caballo, turistas guiados por un lugareño, propietario de los caballos y que tenía una cabana en la majada mencionada. tras charlar un rato con él, conseguimos que accediera a dejarnos utilizarla. Nos dijo donde encontrar la llave de la puerta, que siempre se dejaba fuera de la cabana en algún hueco de ella y nos rogó encarecidamente que la volviéramos a dejar en el mismo sitio.
Que gusto daba cerrar la puerta de la cabana y transportarte a otra dimensión entre aquellas cuatro y simples paredes o cuando al día siguiente la abrías y oteabas como la niebla, el "nuberu", se iba disolviendo entre las fayas, conformando paisajes de ensueño. Y había otras cosas en aquella espaciosa intimidad, que estando presentes un hombre y una mujer son fáciles de deducir. Ya lo cantaba Eric Burdon en uno de sus esplendorosos discos de su etapa sicódelica en California: "man, woman, love, desire". Era todo tan sencillo, tan natural, tan mágico.
Nosotros procurábamos dejar las cosas tal y como estaban antes de nuestra llegada. En esa misma excursión iniciada en Valdosín, en una cabana del entorno del Peloño que utilizamos, ya que los pastores nos habían dicho que las podíamos usar y donde solían estar la llaves, encontramos un queso de Los Beyos, ese quesín tan delicioso que hacen por estas tierras. Decidimos comérnoslo aunque estaba bastante reseco y antes de cerrar con llave la puerta al marcharnos, en el mismo lugar donde estaba el queso dejamos el dinero en que más o menos estimamos su valor.
Los mismos pastores, que eran de algún pueblo cercano cuyo nombre ya no recuerdo, además de informarnos sobre algunas cuestiones del Monte Peloño, sobre los gochos nos dijeron que antiguamente se solían subir a muchos de ellos a los puertos, aunque era preciso tenerlos más en las zonas boscosas que en las propias majadas ya que en estas estaba prohibido, pues podían fozar los pastos, estropeándolos.
Los recogían todos los días por la tarde y los metían en los corrales, esos cercados de piedra anexos a las cabanas. En las "duernas", similares a los bacitos que utilizaban en Mual con la diferencia de que los primeros eran de piedra y los segundos de madera (grandes piezas y pesadas para que el gocho no pudiera voltearlo, con la cara superior más o menos excavada para contener algo), les echaban la comida: leche o sus derivados como el suero sobrante cuando se elaboraba Manteiga (mantequilla) o quesos, junto con productos silvestres, ortigas (urtica dioica), gamuetos (asphodelus subsp.) y diversos tubérculos y les dejaban pastar pero vigilando que no fozaran.
Cuando se acababa el verano ya los metían entre el arbolado pues ya había tsande y fayucos a su disposición y era entonces cuando los gochos perdían el tipo y empezaban a engordar.
También nos contaron que más cerca de los pueblos, donde había castaños, se solían soltar, sobre todo a las hembras, para que comiesen las castañas y de paso ver si alguna "empreñaba del xabaril", algo que también era frecuente en los puertos. El resultado de estos cruces eran los "raxaos", fuertes y hoscos cerdos muy apreciados por su carne.
Estas prácticas de soltar los gochos entre el arbolado y subirlos a los puertos, eran habituales no solo en Ponga si no en todos los concejos de la zona: Tsena, Sajambre, Valdeón, Cabrales ...