También la cabra y en menor medida la oveja y la vaca consumían tsande, si esta se ponía a su alcance. Creo que la cabaña ganadera antigua de nuestra zona no se corresponde con la que nosotros llegamos a conocer, o de la que oímos hablar en nuestra juventud. Dicen que el tiempo no pasa en balde y ello también es aplicable a la evolución de nuestros animales domésticos.
Munietsus y todo su entorno inmediato cuentan con unos montes con una vocación eminentemente forestal. Sus relativamente bajas altitudes hacían posible el desarrollo arbóreo incluso en sus partes más elevadas. Estas bajas altitudes, por debajo de los 1.700 metros, no permiten el desarrollo natural de praderas subalpinas y en el concejo de Cangas estas solo se dan en el cordal central de la Crodillera Cantábrica y algún que otro ramal alto. Ello, sin duda, tuvo que repercutir en la cabaña ganadera antigua.
Dicen los prehistoriadores que para hablar de domesticación, bien sea de animales o de vegetales, debemos hablar de cambios genéticos. No basta con recoger una especie salvaje y llevarla a vivir con nosotros.
La domesticación es un largo proceso en el que a partir de "selecciones", cruces, cuidados ... se consigue una nueva especie o una variedad de esta. Para la moderna ingeniería genética todo esto es coser y cantar, el descubrimiento de la secuencia genética, del ADN, les permite "jugar" con los genes de una especie y obtener variantes previamente diseñadas: conseguir árboles que crezcan más deprisa, vegetales y animales que desarrollen más determinadas partes y un largo etcétera de posibilidades mucho más complejas.
Pero nuestros antecesores, desde el principio del Neolítico, no disponían de esos medios y sin embargo fueron capaces de conseguir resultados algo parecidos: conseguir que un grano produjera decenas de ellos. siempre de mayor tamaño y más numerosos que los de sus parientes silvestres o que un bulbo aumentara notablemente su volumen o conseguir que un animal hembra produjera leche fuera de su periodo de maternidad.
El registro arqueológico muestra, en el caso de los animales, una primera etapa en la que su utilización giraría en torno a la obtención de carne y una segunda fase en la que empiezan a cobrar importancia productos derivados de esos mismos animales, del que acaso sea la leche el más importante.
De especies salvajes presentes en el Norte peninsular ibérico se fueron domesticando animales como los bovinos (vaca y buei o toro), el caprino (cabra y cabrón), caballos y burros, mientras que las ovejas parecen ser fruto de la difusión desde los satélites del Creciente Fértil.
En economías antiguas cada zona geográfica acaba desarrollando aquella ganadería que mejor partido saca de las características del terreno o que ayudara a solucionar otras necesidades.
Las vacas y los bueis fueron quizás los más presentes en amplios territorios y su presencia también está relacionada con la agricultura. En toda Asturias y zonas limítrofes, la célebre "pareja" de vacas xuncidas por un "xugo", constituían la fuente de energía para numerosas actividades: tirar del arado, de la grada, del carro... estando exentas de otras funciones, como parir o dar leche o minimizándolas mucho.
![]() |
Pareja de vacas disfrutando del frescor, al lado del río Mual. Panzaleichas, por debajo del Pozu´l Pinche. julio 2020. |
Aparte de la pareja el número de vacas estaría muy relacionado con la capacidad del terreno en la producción de pastos, ya que este es su alimento básico, aumentando notoriamente en el cordal central de la Cordillera Cantábrica y disminuyendo a medida que nos alejamos de él.
![]() |
Vacada en el puertu la Collada (Cutsada) o Puertu de Zarréu. Julio 2020 |
Pero los recursos naturales no lo explican todo ya que el acceso a ellos siempre estuvo muy restringido. Durante buena parte de nuestra historia el ganado bovino, como la mayor parte de la tierra, eran propiedad de la nobleza titulada (mayorazgo) e instituciones eclesiásticas, que mediante un contrato de aparcería, llamado "comuña" en Asturias, entregaban a los arrendatarios.
Estos últimos, los campesinos, corrían con el mantenimiento y cuidado de los animales, que seguían siendo de sus propietarios, repartiéndose a medias las crías nacidas o el importe obtenido con su venta. Y no penséis que estoy hablando solo de la Edad Media. Todavía a principios del siglo XIX, pongamos 1.800, las cuatro quintas partes del ganado vacuno estaban dados en comuña.
De carácter semiestabulado producía leche y sus derivados como quesos y manteiga de vaca (mantequilla), así como terneras y "xatos" (ternero macho), susceptibles o no de aprovechamiento cárnico.
![]() |
Ternera con vacas adultas en un pascón al lado del curtinal d´Espina, Mual. Julio 2020 |
Cuando la vaca envejecía y daba poca leche o crías se la sacrificaba y se aprovechaba su carne. Pero en ocasiones había familias pudientes que se podían permitir el lujo de sacrificar una vaca aún más joven y proceder a la conservación de su carne. Y todavía era más frecuente y eso lo vi yo con mis propios ojos, que dos familias fueran a medias en la operación. Solía hacerse coincidir en las mismas fechas que el samartino del gochu porque la existencia de frío, con grandes heladas favorecía la conservación de la carne. Pero la vaca tenía mucha menos grasa y cecina en vez de Jamón.
![]() |
En un prau al pie de Vatsina Negra (Regueiru Calechu, Mual) en proceso de convertirse en pascón y muy mermado por la plantación de ocalitos. julio 2020. |
![]() |
En Caguatses d´Abaxu. Enero 2020. |
Las cabras producían leche, mucha leche, al menos durante los seis o siete meses que duraba su temporada de leche y eran el sustituto ideal, en este campo, de las vacas, allí donde estas eran poco numerosas. Eran además más manejables y baratas, lo que permitía que cualquiera las pudiera tener en propiedad, y encima medraban sobre peores suelos, por algo eran descendientes, eso sí domesticadas, de aquellas cabras salvajes que campeaban por los riscos.
![]() |
Cabras y dos mastines de guardianes en un prau de Caguatses d´Arriba. con su leche su propietario elabora unos excelentes quesos. Abril 2020 |
Y luego estaba su carne, por un lado la de cabrito que se podía consumir todo en algún festejo, dado que era muy tierno, o venderlo o intercambiarlo para el mismo fin y también la carne del chivo y la de la misma cabra.
Cuando un "cabrón", el macho semental, venía a menos en sus funciones o se veía que no era muy apto para ello, se le "capaba" (castraba) y se unía al resto de machos que ya lo habían sido, capados, siendo aún cabritos no destinados a ser sementales. Los "castrones", que así se les llamaba por nuestras tierras, continuaban formando parte del rebaño por la alta calidad de su carne. Podríamos decir que había un samartino específico para él y producía piezas tan codiciadas como la famosa cecina de chivo, proveniente de sus pata traseras y sometidas a un proceso de curación semejante al jamón del cerdo o la también cecina de las vacas.
En todo el entorno de Munietsus era frecuente matar una cabra adulta e incluso dos, cuando se celebraba la fiesta del pueblo. Se podía pasar "fame" el resto del año, pero la fiesta era sagrada. En aquellos tiempos los invitados eran numerosos y no había peor cosa que hacerles pasar hambre.
El ganado ovino, por su parte, estaba representado por la oveja, la hembra, y el borrego, el macho y ofrecían, sobre todo, tsana (lana) y carne. Las ouveitsas, uveas, ugüetsas, ovellas, de nuestra zona eran de "teto pequeno" y no producían leche, salvo el breve periodo en que tenían crías, y digo breve porque, como en el caso de las cabras, pronto las destetaban. Predominaban las de raza "xalda", de gran rusticidad y agilidad, perfectamente adaptadas a nuestro clima y a nuestros suelos y que pasan por ser autóctonas de Asturias, al menos desde la Edad del Hierro. Según Jovellanos (1782) están a medio camino entre las churras y las merinas.
![]() |
Ouguetsas en Caguatses d´Abaxu. Enero 2020. |
![]() |
Ídem anterior desde más cerca. |
Su fin primordial era la producción de tsana. Se las esquilaba periódicamente y con lo obtenido se elaboraban la mayor parte de las prendas de abrigo y la ropa de las comunidades campesinas, sin olvidarnos de los colchones de las camas, sobre todo de los ricos pues la mayoría de los campesinos usaban "Jergones" con hojas de maíz, más incómodos y que metían mucho ruido pero mucho más baratos. Para prendas más finas y para hacer sacos y otros productos, se utilizaba un tejido vegetal, también muy famoso, el tsino (lino) de compleja elaboración. Era precisamente la sencillez del proceso en todo el trabajo de la Tsana la que la hacía "universal", sobre todo en los ambiente rurales, donde era imprescindible.
![]() |
Curiosa la postura de algunas ovejas que se ponen de rodillas a la hora de pacer, tal vez para hacerlo más a fondo. Caguatses d´Abaxu. diciembre 2019. |
También estaban los corderos, crías entre un mes y un año de edad, como consumo cárnico.
![]() |
Cordero que no se separa de su madre. Fijaros en la bella galería que hay en la casa, puro arte popular. Caguatses d´Abaxu. diciembre 2019. |
Aún reconociendo un origen claramente prehistórico del ganado ovino para nuestra zona, su proliferación parece estar relacionada con la trashumancia. Esta es más antigua de lo que se cree, ya estaba muy desarrollada en la época de los visigodos (siglos VI y VII). La invasión musulmana la interrumpió pero con la reconquista y repoblación volvió a recuperarse, sobre todo tras la adquisición de la cuenca del Duero. Su importancia se constata en el hecho de que ya en el siglo X se utilizaba la oveja como moneda de cuenta en el reino astur-leonés.
El desarrollo posterior de La Mesta a partir del siglo XIII, una asociación de grandes propietarios de ovejas merinas que desde zonas bajas llevaban en verano sus rebaños a zonas de pastos altos, como los que se encontraban en el cordal de nuestra cordillera Cantábrica, no hizo si no aumentar su importancia y contribuyó a hacer a la economía de Castilla la hegemónica dentro de la Península Ibérica.
Pero al mismo tiempo también provocó un atraso de la economía peninsular respecto al resto de países de Europa Occidental.Estas ovejas, como las nuestras, solo proporcionaban tsana y corderos, pero esa lana era exportada en bruto, sin ningún proceso de transformación, a zonas como Flandes en donde era procesada, obteniendo productos textiles de alto valor añadido. Una característica de las economías "atrasadas", el termino histórico que mejor lo define es el de economías coloniales, es la de producir materias primas y exportarlas, mientras que las economías "avanzadas" o industriales lo que hacen es utilizar esa materia prima para obtener productos elaborados.
Primero con la lana y después con el algodón, países como Holanda y sobre todo Inglaterra se fueron tecnificando, situándose a la cabeza de la revolución industrial, mientras que otros, como los reinos ibéricos permanecían anclados en economías y por tanto sociedades, propias del Antiguo Régimen.
En Asturias a mediados del siglo XVIII, aún en plena sociedad de Antiguo Régimen, el ovino era el ganado que más cabezas poseía: 595.029, por las 353.307 del bovino o las 197.874 del cabrío (datos sacados del Catastro del Marques de la Ensenada, 1.750-54, a los que añade 278.844 cerdos y 28.111 caballerías)
También se utilizaba la piel de los animales anteriores, vacas, cabras y ovejas cuando se hacían mayores y menguaban sus funciones (parir o producir tseite o tsana) eran sacrificados para obtener carne y como no se desperdiciaba nada también se aprovechaba su piel, con la que tras un largo secado y diferentes procesos se obtenían cuero y una variada gama de productos: odres, prendas de vestir, partes o piezas de aperos... que en épocas más recientes se vendían a peleteros que recorrían los pueblos, para acabar en las industrias del ramo.
Los caballos tenían un menor desarrollo, pero era imprescindible tener, al menos uno para realizar los frecuentes desplazamientos entre el pueblo y las brañas, el mercáu... Su uso como animal de tiro era algo poco frecuente en nuestra zona donde la pareja de vacas, o de bueis si la carga era muy pesada, le ganaban la partida.
![]() |
Preciosos caballos entre los dos Caguatses. Con el turismo rural se han desarrollado mucho. Enero 2020. |
![]() |
Caballos en Navatejera, al lado de León. Junio 2020. |
![]() |
Girando la piedra de un molino donde se tritura la aceituna para producir aceite. Llatéu (Zamora). Diciembre 2017. |
También estaban los burros para labores menores de tiro y acarreo.
![]() |
Pareja de burros en Navatejera, León. Agosto 2020. |
Pues bien, creo que la cabaña ganadera caprina, o sea las cabras, era mucho más numerosa e importante en nuestros montes a medida que retrocedamos en el tiempo histórico.
En Tsarón y La Vilietsa tenían un dicho muy popular:
"Viva Cangas, viva Cangas
y también el Ríu de Rengos
pero en pasando el Rañadoiro
la pintamos los cabreiros"
Por otra parte, el valle de Lartosa, afluente del Ríu del Couto y pegado al Monte munietsus y al de Valdebóis, siempre fue conocido en la zona como "Vatse Cabreiru". Y luego el deslinde serrano entre Munietsus, Moncóu, El pueblu (Rengos) y Mual se llamaba y se sigue llamando El Cabrón.
Lo mismo ocurre en otros sitios como "La Cabreira" leonesa o el "Cabrales" del oriente asturiano, que testimonian que hubo una época en la que este "ganáu" era el predominante.
También en la cultura oral popular de nuestra zona abundaban los cuentos con animales, siendo la cabra uno de los más abundantes, muy por delante de la vaca o la oveja
Solo el cordal subalpino de la Cordillera Cantábrica era el más propicio para la dominancia del bovino y tal era la calidad y abundancia de sus pastos que abastecía, no solo a la ganadería de la zona si no también a la estacional de los vaqueiros de alzada y las merinas extremeñas.
Montes con suelos débiles y en parte con rocas, con poco pasto, arbolado o semidesarbolado de robledales con sus apetitosos frutos. Ese era el "jardín del Edén" de nuestras cabras. Ellas fueron las que modelaron el paisaje del monte cercano a los pueblos, las encargadas de "limpiar" el monte, manteniendo el matorral a raya, no dejándole crecer al comer sus brotes tiernos, haciendo lo mismo con el arbolado que se salía de sus zonas más espesas.
Animal muy aventurero que cuando llegaba a donde un roble había depositado su cosecha, se olvidaba de mordisquear hojas y yerba y se metía un atracón de tsande de mucho cuidado.
Y esto nuestros tatarabuelos lo sabían muy bien y era otro de los motivos por los que velaban por la conservación de los robledales. Era frecuente prohibir la entrada del ganáu a robledales que por uso vecinal estaban en proceso de regeneración, ya que si entraban las cabras, estas se encaramaban sobre los jóvenes robles y los pelaban del todo. Es increíble la agilidad que poseen estos animales y los sitios a los que pueden acceder.
En realidad la degeneración o desaparición de nuestros bosques no está relacionada con causas achacables a la forma de vida tradicional en que se vivía, ya que el bosque brindaba importantísimos recursos como poco a poco vamos descubriendo.
Fueron intereses foráneos los causantes del desaguisado. A finales del siglo XVIII el Estado y numerosas empresas madereras posaron su vista y sus garras sobre nuestra zona, donde aún sobrevivían extensas superficies arboladas. En connivencia con los "señores" condes, que tenían participaciones o varas en bastantes montes comunales, fueron haciéndose con el derecho al vuelo, o sea los árboles, de muchas de esas áreas.
¿Sabíais que mucha de la madera que se atribuye a Munietsus, provenía en realidad de montes comunales de pueblos de su entorno y que en la mayoría de los casos los vecinos con participación en esos montes no se vieron recompensados por ello?
El valle del Ríu Munietsus presentaba entonces una imagen muy diferente a la que presenta en la actualidad y que salvo en las cercanías de los pueblos, las zonas serranas y bastantes aclarados necesarios, estaba surcado por imponentes robledales y faéus, que poco a poco fueron talados y posteriormente afectados por incendios que acabaron creando las enormes grandas existentes a día de hoy.
Los condes agregaron a Munietsus varias zonas del Monte Mual, robledales, para las primeras cortas con destino al Arsenal del Ferrol. Sabemos por ejemplo, que entre 1.772 y 1.773 se cortaron 1.600 robles procedentes de dos áreas diferentes: Vatsina Tsonga en el Regueiru Calechu, en el solano donde deslindan los montes de Mual y Oubachu, y Reiduz en sus laderas más orientadas al sur, que las tiene a pesar de que predomine en él el avesíu y el faéu.
El mismo destino correrían más tarde excelentes robledales con exuberantes ejemplares, como el que en su día hubo en Valmayor que afortunadamente se esta recuperando, o el del resto de vatsinas del solano, pobladas actualmente por extensas grandas, en donde la regeneración, posible por la ausencia de incendios (¡crucemos los dedos!) y actividades dañinas, va a ser lentísima.
Como en los bosques de Munietsus, incluso más por su cercanía a los pueblos, estos bosques conjugaban su propia realidad forestal con un aprovechamiento pastoril de sus pastos y sus frutos. Bosques en los que el ganáu podía refrescarse, ramonear y pacer la yerba que abundaba en sus muchas zonas de arbolado raleado, y en otoño "fartarse" de tsande.
Todavía en épocas recientes, se les echaba unos puñados de bellotas a las cabras cuando estaban en la corte y no podían acceder a ellas bien por el mal tiempo o porque ya no fuera su época y no sería descabellado pensar que parte de la tsande recolectada tuviera esa finalidad en otros tiempos. Era tal su gusto por la tsande que tanto ovejas como cabras se comían la totalidad de la tsande, incluida su cascara, esa piel que recubre la semilla y que se va separando y haciéndose más dura a medida que ambas partes se van secando, y otro tanto hacían con las castañas. Y fijaos lo que son las cosas, los gochos, por el contrario, solo comen el fruto dejando de lado la cascara. Ya lo decía mi tía Nieves: "¡las gochas son muy señoritas!".
Las cosas fueron cambiando a medida que el crecimiento demográfico de villas y ciudades fue influyendo en esas comunidades donde se consumía casi todo lo que se producía (autoabastecimiento) y en donde los intercambios eran muy reducidos, limitados a alguna feria o mercáu.
Poco a poco se iba creando un mercado para determinados productos de las comunidades colindantes ya que en villas y ciudades un sector importante de su población ya se había desvinculado de las actividades primarias (agrícolas y ganaderas) a las que se unieron las clases más pudientes, que es donde solían vivir y que estaban exentos de realizar actividades productivas ya que vivían del sudor ajeno pues eran los propietarios no solo de la tierra si no también del ganáu bovino que arrendaban a los campesinos. Ambos grupos demandaban productos que la propia villa no podía abastecer.
Sirva como ejemplo el caso de la manteiga de vaca. La mantequilla es un caro producto que no se podía permitir el campesino o ganadero. Algunos la hacían, pero no para consumirla ellos mismos si no para venderla en la Villa (Cangas). Incluso de lugares tan lejanos, relativamente, como el valle Cunqueiru o Tixileiro como ellos mismos lo llaman (Trabáu,El Corralín, Astierna e Il Bau) llegaba esta manteca de manos de un "manteigueiru" que previamente la había recogido en los pueblos de la zona y que las clases acomodadas consumían con sumo gusto. ¡Y quién no!, la mantequilla fresca, envuelta en hojas de berza, es un auténtico manjar.
Y dando un salto en el tiempo, todavía recuerdo que cuando bajamos a vivir a Cangas, todos los días un paisano o su hijo, de Currietsus un pueblo cercano a la Villa, bajaba a surtirnos de la leche que consumíamos los más pequeños. Y no éramos sus únicos clientes.
Pero el mercado local, en nuestra zona era antiguamente muy reducido y fue el mercado de fuera el que mayor incidencia tuvo. En 1.886 se creó en Vitsablino (Tsaciana) la Escuela de Sierra Pambley, cuyos integrantes, auténticos ilustrados liberales, tanto hicieron por traer algo de progreso a la zona. Promovieron la creación de cooperativas de campesinos ganaderos y modernizaron los derivados de la leche.
En Tsarón y La Vilietsa tenían un dicho muy popular:
"Viva Cangas, viva Cangas
y también el Ríu de Rengos
pero en pasando el Rañadoiro
la pintamos los cabreiros"
Por otra parte, el valle de Lartosa, afluente del Ríu del Couto y pegado al Monte munietsus y al de Valdebóis, siempre fue conocido en la zona como "Vatse Cabreiru". Y luego el deslinde serrano entre Munietsus, Moncóu, El pueblu (Rengos) y Mual se llamaba y se sigue llamando El Cabrón.
Lo mismo ocurre en otros sitios como "La Cabreira" leonesa o el "Cabrales" del oriente asturiano, que testimonian que hubo una época en la que este "ganáu" era el predominante.
También en la cultura oral popular de nuestra zona abundaban los cuentos con animales, siendo la cabra uno de los más abundantes, muy por delante de la vaca o la oveja
Solo el cordal subalpino de la Cordillera Cantábrica era el más propicio para la dominancia del bovino y tal era la calidad y abundancia de sus pastos que abastecía, no solo a la ganadería de la zona si no también a la estacional de los vaqueiros de alzada y las merinas extremeñas.
Montes con suelos débiles y en parte con rocas, con poco pasto, arbolado o semidesarbolado de robledales con sus apetitosos frutos. Ese era el "jardín del Edén" de nuestras cabras. Ellas fueron las que modelaron el paisaje del monte cercano a los pueblos, las encargadas de "limpiar" el monte, manteniendo el matorral a raya, no dejándole crecer al comer sus brotes tiernos, haciendo lo mismo con el arbolado que se salía de sus zonas más espesas.
Animal muy aventurero que cuando llegaba a donde un roble había depositado su cosecha, se olvidaba de mordisquear hojas y yerba y se metía un atracón de tsande de mucho cuidado.
Y esto nuestros tatarabuelos lo sabían muy bien y era otro de los motivos por los que velaban por la conservación de los robledales. Era frecuente prohibir la entrada del ganáu a robledales que por uso vecinal estaban en proceso de regeneración, ya que si entraban las cabras, estas se encaramaban sobre los jóvenes robles y los pelaban del todo. Es increíble la agilidad que poseen estos animales y los sitios a los que pueden acceder.
En realidad la degeneración o desaparición de nuestros bosques no está relacionada con causas achacables a la forma de vida tradicional en que se vivía, ya que el bosque brindaba importantísimos recursos como poco a poco vamos descubriendo.
Fueron intereses foráneos los causantes del desaguisado. A finales del siglo XVIII el Estado y numerosas empresas madereras posaron su vista y sus garras sobre nuestra zona, donde aún sobrevivían extensas superficies arboladas. En connivencia con los "señores" condes, que tenían participaciones o varas en bastantes montes comunales, fueron haciéndose con el derecho al vuelo, o sea los árboles, de muchas de esas áreas.
¿Sabíais que mucha de la madera que se atribuye a Munietsus, provenía en realidad de montes comunales de pueblos de su entorno y que en la mayoría de los casos los vecinos con participación en esos montes no se vieron recompensados por ello?
El valle del Ríu Munietsus presentaba entonces una imagen muy diferente a la que presenta en la actualidad y que salvo en las cercanías de los pueblos, las zonas serranas y bastantes aclarados necesarios, estaba surcado por imponentes robledales y faéus, que poco a poco fueron talados y posteriormente afectados por incendios que acabaron creando las enormes grandas existentes a día de hoy.
Los condes agregaron a Munietsus varias zonas del Monte Mual, robledales, para las primeras cortas con destino al Arsenal del Ferrol. Sabemos por ejemplo, que entre 1.772 y 1.773 se cortaron 1.600 robles procedentes de dos áreas diferentes: Vatsina Tsonga en el Regueiru Calechu, en el solano donde deslindan los montes de Mual y Oubachu, y Reiduz en sus laderas más orientadas al sur, que las tiene a pesar de que predomine en él el avesíu y el faéu.
El mismo destino correrían más tarde excelentes robledales con exuberantes ejemplares, como el que en su día hubo en Valmayor que afortunadamente se esta recuperando, o el del resto de vatsinas del solano, pobladas actualmente por extensas grandas, en donde la regeneración, posible por la ausencia de incendios (¡crucemos los dedos!) y actividades dañinas, va a ser lentísima.
Como en los bosques de Munietsus, incluso más por su cercanía a los pueblos, estos bosques conjugaban su propia realidad forestal con un aprovechamiento pastoril de sus pastos y sus frutos. Bosques en los que el ganáu podía refrescarse, ramonear y pacer la yerba que abundaba en sus muchas zonas de arbolado raleado, y en otoño "fartarse" de tsande.
Todavía en épocas recientes, se les echaba unos puñados de bellotas a las cabras cuando estaban en la corte y no podían acceder a ellas bien por el mal tiempo o porque ya no fuera su época y no sería descabellado pensar que parte de la tsande recolectada tuviera esa finalidad en otros tiempos. Era tal su gusto por la tsande que tanto ovejas como cabras se comían la totalidad de la tsande, incluida su cascara, esa piel que recubre la semilla y que se va separando y haciéndose más dura a medida que ambas partes se van secando, y otro tanto hacían con las castañas. Y fijaos lo que son las cosas, los gochos, por el contrario, solo comen el fruto dejando de lado la cascara. Ya lo decía mi tía Nieves: "¡las gochas son muy señoritas!".
Las cosas fueron cambiando a medida que el crecimiento demográfico de villas y ciudades fue influyendo en esas comunidades donde se consumía casi todo lo que se producía (autoabastecimiento) y en donde los intercambios eran muy reducidos, limitados a alguna feria o mercáu.
Poco a poco se iba creando un mercado para determinados productos de las comunidades colindantes ya que en villas y ciudades un sector importante de su población ya se había desvinculado de las actividades primarias (agrícolas y ganaderas) a las que se unieron las clases más pudientes, que es donde solían vivir y que estaban exentos de realizar actividades productivas ya que vivían del sudor ajeno pues eran los propietarios no solo de la tierra si no también del ganáu bovino que arrendaban a los campesinos. Ambos grupos demandaban productos que la propia villa no podía abastecer.
Sirva como ejemplo el caso de la manteiga de vaca. La mantequilla es un caro producto que no se podía permitir el campesino o ganadero. Algunos la hacían, pero no para consumirla ellos mismos si no para venderla en la Villa (Cangas). Incluso de lugares tan lejanos, relativamente, como el valle Cunqueiru o Tixileiro como ellos mismos lo llaman (Trabáu,El Corralín, Astierna e Il Bau) llegaba esta manteca de manos de un "manteigueiru" que previamente la había recogido en los pueblos de la zona y que las clases acomodadas consumían con sumo gusto. ¡Y quién no!, la mantequilla fresca, envuelta en hojas de berza, es un auténtico manjar.
Y dando un salto en el tiempo, todavía recuerdo que cuando bajamos a vivir a Cangas, todos los días un paisano o su hijo, de Currietsus un pueblo cercano a la Villa, bajaba a surtirnos de la leche que consumíamos los más pequeños. Y no éramos sus únicos clientes.
Pero el mercado local, en nuestra zona era antiguamente muy reducido y fue el mercado de fuera el que mayor incidencia tuvo. En 1.886 se creó en Vitsablino (Tsaciana) la Escuela de Sierra Pambley, cuyos integrantes, auténticos ilustrados liberales, tanto hicieron por traer algo de progreso a la zona. Promovieron la creación de cooperativas de campesinos ganaderos y modernizaron los derivados de la leche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario