8/23/2020

El Monte y el guía de Munietsus 43


El problema de la leche es que es un producto cuya durabilidad es muy corta y que no habiendo mercado donde venderla era muy pequeña la utilización que el campesino hacía de ella. La finalidad del ganado bovino, aparte de la pareja, era la reproductiva. Parían xatos y terneras que posteriormente podían vender en ferias y mercáus, algo muy importante pues era uno de los pocos ingresos monetarios de los que disponía el campesino de la época. Las vacas no se ordeñaban, para que reservaran toda su energía en un nuevo parto.
Pero en la economía arcaica, de subsistencia y autoabastecimiento no se desperdiciaba nada y cuando había mucha leche, relacionado con el nacimiento de un ternero, entonces si se las ordeñaba, obteniéndose una leche, "calostros", con un alto contenido en materia grasa. Con ella elaboraban productos de mayor durabilidad como los quesos y otros de consumo a corto plazo como la "manteiga" (mantequilla) y la "cuachada" , o bien consumirla directamente, sobre todo por la "gente menuda".
La cuajada era el derivado más antiguo, pues no se necesitaba nada en especial. Se conseguía por la acción de unos microorganismos presentes en la leche cuya multiplicación se aceleraba calentando esta y que acababan separándola en diversos componentes.
El queso se obtiene a partir de leche cuajada. El proceso se puede iniciar con la cuajada ácida, vista arriba, o añadiéndole a la leche "cuachu" (cuajo), una enzima presente en el cajuar de los animales rumiantes (quimosina) o en el estomago del gochu (pepsina). Este cuajo se conservaba secándolo al humo y salándolo.
También se puede cuajar leche para hacer queso, con productos vegetales, como la ortiga (urtica dioica), el latex del figo (ficus carica)... pero son los cardos del género cynara los más utilizados. Los inconvenientes son que el coágulo obtenido es más delicado a la hora de trabajar el queso y que con él se transmiten ciertos olores y sabores a la cuajada y al queso.
En esencia lo que se persigue es separar la parte líquida de la leche, el suero, de la materia grasa, de forma reposada y paso a paso. Eran quesos bastante toscos y en nuestra zona no se debieron de hacer de forma habitual, estando presentes sobre todo en el cordal de la Cantábrica. Se habla de un queso en Xinestosu y yo mismo vi otro en Corros.
También la manteiga necesitaba separar el líquido de la grasa y que en Tsaciana, Somiedo, Cangas, Degaña, Babia, Ibias...constaba de dos fases o etapas sucesivas.
Para la primera se necesitaba una olla de cerámica con el interior vitrificado. La "otsa" tenía un agujerillo en la parte baja que se podía cerrar con un palito envuelto en una tela. Tenía que estar en un lugar donde le rozara un curso de agua muy fría. Las "otseras" eran ese lugar, semienterrada en el suelo, con paredinas de piedra y cercana a alguna fuente.
Gracias al frío y de forma natural, la nata de la leche se iba agrupando en la superficie, la cual estaba cubierta por una tsousa para evitar que entrara suciedad. Pasado un tiempo, pongamos ocho o doce horas, se le quitaba el palito para que saliera el suero, que obviamente no se desperdiciaba ya que los gochos lo podían consumir.
Cuando se veía que ya había salido la "debura", por el cambio de color, se volvía a poner el palito y pasado otro tiempo se volvía a quitar y así hasta haber sacado la mayor parte del suero, unas 36 horas en total como máximo.
Siempre me ha llamado la atención la utilización de una otsa de cerámica, en una zona, la nuestra, que como la cunqueira (hacedores de cuencos de madera, de ahí el nombre) elaboraba casi todos sus instrumentos con madera local: "escudietsas" como platos, "cachus" para beber vino y barricas para fermentarlo y almacenarlo, envases para la miel..., todos ellos en contacto directo con sustancias más o menos líquidas. ¿Habrá habido en épocas pasadas otsas de madera?.
El alfar de Tsamas del Mouro es de creación reciente, como mucho de inicios del siglo XX y allí antes de su instalación también se trabajaba la madera. Para Tsaciana y las zonas del cordal de la Cordillera es lógico suponer que la utilización de cerámica pudiera estar relacionada con la subida de los pastores de merinas, con quienes el roce era habitual, que transitaban por zonas donde habría muchos alfares o incluso con los vaqueiros de alzada, en contacto con la costa asturiana, que era donde se concentraban los alfares de la región. ¿Pero para el resto, incluida nuestra zona?...
La segunda y última fase consistía en "mazar" la nata extraída de la otsa, para eliminar el líquido que pudiera quedar, y ello se obtenía introduciéndola en un odre de piel que había que hinchar soplando, cerrarlo y agitarlo para que la materia grasa, al ser golpeada contra las paredes interiores del odre, fuera agrupándose en una o varias bolas y librándose del último suero. Proceso que podía durar unos treinta minutos.
El odre sí era un utensilio típico de la zona, con una larga tradición a sus espaldas y utilizado en otras actividades como la vitivinícola para fermentar y sobre todo para transportar el vino.
La famosa "bota" de vino, tan utilizada por nuestros mineros, no deja de ser un odre de reducido tamaño.
El odre es la piel de una oveja o una cabra, extraída cuidadosamente y en la que las únicas aberturas que quedan (con bastante flequillo para que luego puedan ser atadas o cosidas) son las de las extremidades, el ano y el cuello, quedando el resto en una sola pieza. Se desollaba a "pellejo cerrado" y el cuerpo del animal se sacaba por el cuello, el hueco más grande de los existentes y que posteriormente será la boca del odre.
Luego se procedía a eliminarle los pelos de la piel exterior, aunque hay ejemplos de odres con ellos. Se metía varias veces y se mantenía durante un tiempo en agua caliente y ceniza para que los pelos ablandaran y se pudieran arrancar, algo que podía llevar varios días. Luego la piel tenía que secarse y había que cerrar la mayoría de los huecos.
Ya mazada se extraía la "bola" o "bolas" y en agua fría se amasaba para sacarle las últimas gotas de suero, que quedaban en el agua, y luego en un plato se le daba forma alargada y se la decoraba algo. Ya teníamos la manteiga, fresca y dulce podríamos decir, que había que consumir en dos o tres días, luego se ponía rancia y se estropeaba.
Si se producía más manteiga de la necesaria y sin posibilidad de darle salida, se cocía y se metía en vejigas y tripas para conservarla más tiempo y utilizarla exactamente igual que la manteiga de gocho, como sustituto del aceite de oliva.
El siglo XIX es la época de cambio en la cabaña ganadera. La demanda de las ciudades y zonas fabriles asturianas, propició la instalación, ya desde principios de siglo, de fábricas de manteca salada. Las fábricas compraban la mantequilla fresca a los campesinos y luego la transformaban. La ganadería bovina empezó a crecer: del 30% del total de la cabaña ganadera en 1850, pasó al 40% en 1.865 y al 71% en 1.891. Mientras que el lanar y el cabrío iban disminuyendo, en 1.891 sus porcentajes habrían bajado al 22% y 6,8% respectivamente.
En nuestra zona, afectada desde siempre por malas comunicaciones y más distante de esos núcleos de población en elevado crecimiento, los cambios se produjeron algo más tarde y parece que están más relacionados con lo ocurrido en tsaciana.
A través de la Escuela de Sierra Pambley, llegaron al Vatse de Tsaciana, máquinas que ya se utilizaban en otros países más "punteros", que hacían la mantequilla de forma mecánica y con mayor calidad. Se crearon cooperativas donde los ganaderos aportaban toda la leche que producían, repartiéndose luego los beneficios. Se abrieron comercios en Madrid, donde se vendía la famosa manteca de tsaciana en grandes cantidades.
Ello, sin duda, repercutió sobre la cabaña ganadera de la zona y el entorno, que podemos resumir en un aumento del bovino lechero y la disminución de las otras cabañas ganaderas. La caprina prácticamente acabó desapareciendo, disminuyendo también la ovina.
Los mismos efectos provocó al otro lado de la montaña, en la orla cantábrica asturiana y en concreto en la canguesa, cuya leche de vaca,  a través del puerto de Tseitariegos, iba a las lecherías de Tsaciana.
Pero incluso acabó afectando a zonas más alejadas, situadas en el entorno de Munietsus. Gracias a personas mayores sabemos que en Villardecendias se instaló una desnatadora a la que los vecinos podían llevar toda la leche que producían, anotándose en un cuaderno la cantidad aportada por cada uno de ellos para luego hacer las cuentas. La producción era recogida periódicamente por una lechería de Murias de Paredes o de Tsaciana. 
La fácil salida de un determinado producto, su comercialización, provoca un incremento de los ingresos económicos en "metálico", algo nuevo en aquella época de autarquía económica. En realidad ya no era tan nuevo porque a él se unía, en algunas zonas, la venta del "vuelo" de numerosos montes comunales, con espesos bosques, a compañías que los explotaban para hacer Duelas. Evidentemente bosques de robles ya que la madera de faya, bedul o cualquier otra especie no era apropiada para hacer barricas, que era el fin último de la duela.
Dos barricas de roble. La de abajo para fermentar y la de arriba para envasar. Proceden de Alguerdo (Ibias). Casa Regueras, Caguatses d´Abaxu. Agosto 2017.

Así fue como las cabras y las ovejas fueron menguando y desapareciendo de nuestros montes, en beneficio de la cabaña bovina. Después vino la recogida de la leche por las compañías, las centrales lecheras, algo que remató la faena.
Cuando en 1.986 estudié el Monte La Vilietsa, cuna junto a Tsaron de los Cabreirus, ya no había rebaños, ni de ovejas, ni de cabras. El poco ganáu que había era el bovino. Tampoco recuerdo de mi infancia en Mual ver rebaños de esos animales, que seguramente en épocas anteriores serían los más dominantes. Había vacas, también en declive, y algún vecino con un puñado de cabras, más por añoranza que por otra cosa.

Corral con cabana adosada. Foto Raul Puertas.

De la importancia que tenían las cabras y las ovejas, en tiempos pasados, dan fe la existencia, en poco número dada su antigüedad, de "corrales", "corros", "trousas", en nuestros montes. Eran unas construcciones relativamente amplias formadas por un recinto rodeado de altas paredes de piedra y al que se accedía por una puerta y que podía tener en su interior, adosada a la pared, una cabana para uso del pastor. En el se recogía al atardecer al "ganáu menudo" (cabras y ovejas) para protegerlo del "tsobu" o de cualquier otro depredador.

Corral en el Puertu La Madalena del lado de Murias. Agosto 2018.


En nuestra zona zona predominaban las comunales, que albergaban a todo el ganáu menudo del pueblo, aunque en zonas más alejadas las había individuales, como he podido comprobar en una reciente excursión por Aliste (Zamora) en la sierra de Abejera. Allí en Las Mayadicas, bastante alejado del pueblo, hay un auténtico "poblado" de "corralas", entre 20 y 30 construcciones en donde el ganáu predominante era el de ovejas

Corrala de Las Mayadicas. Sierra de Abejera (Aliste, Zamora). Foto Ástor. Junio 2019

Otra corrala donde se aprecia su planta circular, da pena ver el estado en que se encuentra. Junio 2019.

Interior de una corrala, con un tejado saledizo para evitar que entrara y saliera el temido tsobu y para proteger a las ovejas de las inclemencias meteorológicas. Foto Ástor.

Techumbre de madera y escobas en una corrala de uso familiar. Fijaros que el soporte de la viga era de piedra, aunque también los había de madera.

Lo que llama la atención es que están fuera del pueblo, más o menos alejadas de este. Algunas están en las mismas brañas del ganado bovino, como en el caso de La Vilietsa, o más cercanos al pueblo, como el que suponemos que había en Lus Currales, cerca de Moncou, en el cordal de la sierra que luego llega a La Veiga Moncou, su braña de bovino.
Casi nadie se acordaba de su utilización y estaban ya en ruinas. Todos afirmaban que las cabras y las ovejas regresaban todos los días al pueblo y ciertamente en las casas había tres cortes: una para las vacas, otra para las cabras y una tercera para las ovejas , pero eso no impediría ausencias estacionales similares a la de las vacas.
En la orla subalpina de la Cordillera estos corrales están mejor conservados y parece ser que albergaban mayoritariamente a ovejas, las cabras en esta zona no eran muy numerosas, aunque también las había. Ello hay que relacionarlo con la complementación que existe entre ambos animales, las vacas comen la yerba alta y las ovejas la más baja a la que no pueden acceder las primeras, las vacas pacen, las ovejas "rañan".
Subir el ganáu bovino y menudo a las brañas responde a varios motivos. En el entorno de Mual suponía no solo acceder a mejores y más tardíos pastos si no también librarse una temporada de ellos para poder centrarse en la otra actividad imprescindible para su supervivencia: la agricultura.

Epílogo para la tsande

Precioso interior de una cúpula de tsande (carrapietsu, cascabillo). Puro arte natural. Noviembre 2019 

En mis últimas visitas a Munietsus solía pernoctar en casa de mi hermano mayor que vive en Oubachu. Allí estaba unos tres días y aprovechaba para visitar otras zonas boscosas del entorno.
La estancia en Oubacho era, cuando menos, memorable. Es una gozada dormir en una "tsariega" readaptada en habitación pero con algún elemento de aquella y luego ver el paisaje a través de un balcón-galería acristalado, reconstruido por Carlinos, mi hermano.

Galería en casa de Carlos en Oubacho. El tiempo nublado impide ver las preciosas vistas que hay. Julio 2017

Vistas limpias desde la terraza exterior de casa Carlos en Oubacho. En primer término ladera derecha del Regueiro La Veicietsa. El pico del centro pelado es El Montecín que luego asciende y corona en el Picu Lus Currales ya en la sierra y en donde le siguen el Cimbo d´Asturias y el imponente y ancho El Cabrón. Julio 2018.

Oubachu está a media ladera y desde allí las vistas son preciosas. Mirar desde aquel balcón me hacía recordar otras vistas, como las obtenidas cuando había estado unos días en el abandonado pueblo del Corralín, donde cada atardecer, en plena soledad, me sentaba delante de los restos de una casa y una protectora hoguerina.
El lugar estaba algo elevado sobre el fondo del valle y desde allí miraba la ladera de enfrente, el avesíu, y como se iba poblando de sombras que transfiguraban el paisaje. Hasta que la única luz que quedaba era la de la hoguera y la de una esplendorosa luna que empezaba a elevarse.
También me acordaba de las sensaciones obtenidas desde otro balcón, en el pueblo de Valdebóis, en amaneceres, observando también las laderas de enfrente, cuando la neblina empieza a moverse, mostrando un tamizado paisaje de fantasía que sugiere miles de formas y que luego al difuminarse esta muestra otro ya diáfano pero bello igualmente.
¡Ah qué bellas imágenes!, ¡qué bellas emociones!
Puede ser que este tipo de vistas y las sensaciones que provocan, esté muy enraizado dentro de mí, de cuando era un tierno infante. Mi madre, estos detalles son más propios del género femenino aunque en ella también tenía otra función, mandó construir, cuando se rehizo la casa, un ventanal acristalado que abarcara todo el frontal del salón-comedor. Ella necesitaba un espacio muy iluminado donde poder impartir las clases prácticas de costura a las que se dedicaba.
El ventanal estaba orientado hacia el sur y la casa estaba algo elevada sobre la vega aluvial de Mual, no mucho pero sí lo suficiente como para poder ver parte de esta con una mayor perspectiva. Era agradable, muy agradable, siendo aún un guaje, acercarse a la superficie acristalada y ver La Güerticona, La Veiga, la Casa Santiago, la del Capador, la de Farruco, La Chalga o El Paramio rematado por la imponente y entonces inalcanzable Pena Moncóu.
Vistas desde la carretera, encima de nuestra casa de Mual. Julio 2020

Quizás mirando desde lugares con tanta o mayor perspectiva me haga sentirme como entonces, un neno sin prejuicios, abierto a todo, lleno de ilusiones y alegría y con todo un futuro por delante. Mi infancia fue todo lo feliz que un niño puede desear y si algo me hace rememorar aquella época, es siempre muy reconfortante volver a sentirla.
Carlos se había agenciado un libro sobre la tsande y sus utilizaciones y decidió poner en práctica algunos de sus consejos. Para ello necesitaba, en primera instancia, bellotas. Hizo acopio de tsande, de quercus petraea, que de las existentes en la zona es la mejor, debido a su  mayor tamaño.
Pero a pesar de elegir, como hace el arrendajo, las que mejor aspecto presentaban, se encontró con un inconveniente. Muchas bellotas, tras recogerlas y tenerlas secando un tiempo, tenían dentro un gusano, lo que las hacía inservible para sus fines.
Optó entonces por congelarlas después de su recolección para evitar que surgieran aquellos parásitos.
El siguiente paso era desamargarlas, pero como estaban congeladas y no se les podía quitar la "paraza" (piel dura que las envuelve y protege) utilizó un doble proceso: primero las sumergió, metidas en un saco de tela, transpirable, en un balde lleno de agua y todos los días, durante cinco o seis de ellos, les fue cambiando el agua. Luego las dejó recudir un par de días más, les peló la piel y las horneó.
La tsande ya estaba casi lista, sin taninos. Las golpeo´para reducir su tamaño ya que no podían ser mayores que los granos de maíz y las llevó a moler al molino de Pepe en Veigapope, del que ya hemos hablado en otra parte.
Con la "farina" obtenida Carlos elaboró varios productos. Hizo pan de bellota, el denominado por mí como "pan de los ástures", aunque en un horno de estufa. Me dijo que no sabía mal pero que comerlo era algo especial porque al meterlo en la boca y masticarlo no hacía como el pan normal, que hace una especie de masa compacta si no que se deshacía fácilmente.
También hizo pan, mezclando la tsande con farina de centeno y algo de "furmientu", igualmente muy comestible. Incluso fue más lejos y elaboró algunos flanes y otros dulces en los que la base era la farina de tsande.
Creo sinceramente que si algún antepasado nuestro, un simple ástur, pudiera revivir y ver lo que Carlinos hacía le habría dado un abrazo y un fuerte apretón de manos. Podemos olvidarnos de muchas cosas, pero nunca de nuestros orígenes.
Si alguno de vosotros-as está interesado en el tema puede dirigir sus pasos a Oubachu y charlar con Carlos, quien lo ilustrara mejor de lo que he hecho yo.

8/06/2020

El Monte y el guía de Munietsus 42


También la cabra y en menor medida la oveja y la vaca consumían tsande, si esta se ponía a su alcance. Creo que la cabaña ganadera antigua de nuestra zona no se corresponde con la que nosotros llegamos a conocer, o de la que oímos hablar en nuestra juventud. Dicen que el tiempo no pasa en balde y ello también es aplicable a la evolución de nuestros animales domésticos.
Munietsus y todo su entorno inmediato cuentan con unos montes con una vocación eminentemente forestal. Sus relativamente bajas altitudes hacían posible el desarrollo arbóreo incluso en sus partes más elevadas. Estas bajas altitudes, por debajo de los 1.700 metros, no permiten el desarrollo natural de praderas subalpinas y en el concejo de Cangas estas solo se dan en el cordal central de la Crodillera Cantábrica y algún que otro ramal alto. Ello, sin duda, tuvo que repercutir en la cabaña ganadera antigua.
Dicen los prehistoriadores que para hablar de domesticación, bien sea de animales o de vegetales, debemos hablar de cambios genéticos. No basta con recoger una especie salvaje y llevarla a vivir con nosotros.
La domesticación es un largo proceso en el que a partir de "selecciones", cruces, cuidados ... se consigue una nueva especie o una variedad de esta. Para la moderna ingeniería genética todo esto es coser y cantar, el descubrimiento de la secuencia genética, del ADN, les permite "jugar" con los genes de una especie y obtener variantes previamente diseñadas: conseguir árboles que crezcan más deprisa, vegetales y animales que desarrollen más determinadas partes y un largo etcétera de posibilidades mucho más complejas.
Pero nuestros antecesores, desde el principio del Neolítico, no disponían de esos medios y sin embargo fueron capaces de conseguir resultados algo parecidos: conseguir que un grano produjera decenas de ellos. siempre de mayor tamaño y más numerosos que los de sus parientes silvestres o que un bulbo aumentara notablemente su volumen o conseguir que un animal hembra produjera leche fuera de su periodo de maternidad.
El registro arqueológico muestra, en el caso de los animales, una primera etapa en la que su utilización giraría en torno a la obtención de carne y una segunda fase en la que empiezan a cobrar importancia productos derivados de esos mismos animales, del que acaso sea la leche el más importante.
De especies salvajes presentes en el Norte peninsular ibérico se fueron domesticando animales como los bovinos (vaca y buei o toro), el caprino (cabra y cabrón), caballos y burros, mientras que las ovejas parecen ser fruto de la difusión desde los satélites del Creciente Fértil.
En economías antiguas cada zona geográfica acaba desarrollando aquella ganadería que mejor partido saca de las características del terreno o que ayudara a solucionar otras necesidades.
Las vacas y los bueis fueron quizás los más presentes en amplios territorios y su presencia también está relacionada con la agricultura. En toda Asturias y zonas limítrofes, la célebre "pareja" de vacas xuncidas por un "xugo", constituían la fuente de energía para numerosas actividades: tirar del arado, de la grada, del carro... estando exentas de otras funciones, como parir o dar leche o minimizándolas mucho.
Pareja de vacas disfrutando del frescor, al lado del río Mual. Panzaleichas, por debajo del Pozu´l Pinche. julio 2020.

Aparte de la pareja el número de vacas estaría muy relacionado con la capacidad del terreno en la producción de pastos, ya que este es su alimento básico, aumentando notoriamente en el cordal central de la Cordillera Cantábrica y disminuyendo a medida que nos alejamos de él.
Vacada en el puertu la Collada (Cutsada) o Puertu de Zarréu. Julio 2020

Pero los recursos naturales no lo explican todo ya que el acceso a ellos siempre estuvo muy restringido. Durante buena parte de nuestra historia el ganado bovino, como la mayor parte de la tierra, eran propiedad de la nobleza titulada (mayorazgo) e instituciones eclesiásticas, que mediante un contrato de aparcería, llamado "comuña" en Asturias, entregaban a los arrendatarios.
Estos últimos, los campesinos, corrían con el mantenimiento y cuidado de los animales, que seguían siendo de sus propietarios, repartiéndose a medias las crías nacidas o el importe obtenido con su venta. Y no penséis que estoy hablando solo de la Edad Media. Todavía a principios del siglo XIX, pongamos 1.800, las cuatro quintas partes del ganado vacuno estaban dados en comuña.
De carácter semiestabulado producía leche y sus derivados como quesos y manteiga de vaca (mantequilla), así como terneras y "xatos" (ternero macho), susceptibles o no de aprovechamiento cárnico.
Ternera con vacas adultas en un pascón al lado del curtinal d´Espina, Mual. Julio 2020

Cuando la vaca envejecía y daba poca leche o crías se la sacrificaba y se aprovechaba su carne. Pero en ocasiones había familias pudientes que se podían permitir el lujo de sacrificar una vaca aún más joven y proceder a la conservación de su carne. Y todavía era más frecuente y eso lo vi yo con mis propios ojos, que dos familias fueran a medias en la operación. Solía hacerse coincidir en las mismas fechas que el samartino del gochu porque la existencia de frío, con grandes heladas favorecía la conservación de la carne. Pero la vaca tenía mucha menos grasa y cecina en vez de Jamón.
En un prau al pie de Vatsina Negra (Regueiru Calechu, Mual) en proceso de convertirse en pascón y muy mermado por la plantación de ocalitos. julio 2020.
En Caguatses d´Abaxu. Enero 2020.

Las cabras producían leche, mucha leche, al menos durante los seis o siete meses que duraba su temporada de leche y eran el sustituto ideal, en este campo, de las vacas, allí donde estas eran poco numerosas. Eran además más manejables y baratas, lo que permitía que cualquiera las pudiera tener en propiedad, y encima medraban sobre peores suelos, por algo eran descendientes, eso sí domesticadas, de aquellas cabras salvajes que campeaban por los riscos.
Cabras y dos mastines de guardianes en un prau de Caguatses d´Arriba. con su leche su propietario elabora unos excelentes quesos. Abril 2020

Y luego estaba su carne, por un lado la de cabrito que se podía consumir todo en algún festejo, dado que era muy tierno, o venderlo o intercambiarlo para el mismo fin y también la carne del chivo y la de la misma cabra.
Cuando un "cabrón", el macho semental, venía a menos en sus funciones o se veía que no era muy apto para ello, se le "capaba" (castraba) y se unía al resto de machos que ya lo habían sido, capados, siendo aún cabritos no destinados a ser sementales. Los "castrones", que así se les llamaba por nuestras tierras, continuaban formando parte del rebaño por la alta calidad de su carne. Podríamos decir que había un samartino específico para él y producía piezas tan codiciadas como la famosa cecina de chivo, proveniente de sus pata traseras y sometidas a un proceso de curación semejante al jamón del cerdo o la también cecina de las vacas.
En todo el entorno de Munietsus era frecuente matar una cabra adulta e incluso dos, cuando se celebraba la fiesta del pueblo. Se podía pasar "fame" el resto del año, pero la fiesta era sagrada. En aquellos tiempos los invitados eran numerosos y no había peor cosa que hacerles pasar hambre.
El ganado ovino, por su parte, estaba representado por la oveja, la hembra, y el borrego, el macho y ofrecían, sobre todo, tsana (lana) y carne. Las ouveitsas, uveas, ugüetsas, ovellas, de nuestra zona eran de "teto pequeno" y no producían leche, salvo el breve periodo en que tenían crías, y digo breve porque, como en el caso de las cabras, pronto las destetaban. Predominaban las de raza "xalda", de gran rusticidad y agilidad, perfectamente adaptadas a nuestro clima y a nuestros suelos y que pasan por ser autóctonas  de Asturias, al menos desde la Edad del Hierro. Según Jovellanos (1782) están a medio camino entre las churras y las merinas. 
Ouguetsas en Caguatses d´Abaxu. Enero 2020.
 
Ídem anterior desde más cerca.

Su fin primordial era la producción de tsana. Se las esquilaba periódicamente y con lo obtenido se elaboraban la mayor parte de las prendas de abrigo y la ropa de las comunidades campesinas, sin olvidarnos de los colchones de las camas, sobre todo de los ricos pues la mayoría de los campesinos usaban "Jergones" con hojas de maíz, más incómodos y que metían mucho ruido pero mucho más baratos. Para prendas más finas y para hacer sacos y otros productos, se utilizaba un tejido vegetal, también muy famoso, el tsino (lino) de compleja elaboración. Era precisamente la sencillez del proceso en todo el trabajo de la Tsana la que la hacía "universal", sobre todo en los ambiente rurales, donde era imprescindible.
Curiosa la postura de algunas ovejas que se ponen de rodillas a la hora de pacer, tal vez para hacerlo más a fondo. Caguatses d´Abaxu. diciembre 2019.

También estaban los corderos, crías entre un mes y un año de edad, como consumo cárnico.
Cordero que no se separa de su madre. Fijaros en la bella galería que hay en la casa, puro arte popular. Caguatses d´Abaxu. diciembre 2019.

Aún reconociendo un origen claramente prehistórico del ganado ovino para nuestra zona, su proliferación parece estar relacionada con la trashumancia. Esta es más antigua de lo que se cree, ya estaba muy desarrollada en la época de los visigodos (siglos VI y VII). La invasión musulmana la interrumpió pero con la reconquista y repoblación volvió a recuperarse, sobre todo tras la adquisición de la cuenca del Duero. Su importancia se constata en el hecho de que ya en el siglo X se utilizaba la oveja como moneda de cuenta en el reino astur-leonés.
El desarrollo posterior de La Mesta a partir del siglo XIII, una asociación de grandes propietarios de ovejas merinas que desde zonas bajas llevaban en verano sus rebaños a zonas de pastos altos, como los que se encontraban en el cordal de nuestra cordillera Cantábrica, no hizo si no aumentar su importancia y contribuyó a hacer a la economía de Castilla la hegemónica dentro de la Península Ibérica.
Pero al mismo tiempo también provocó un atraso de la economía peninsular respecto al resto de países de Europa Occidental.Estas ovejas, como las nuestras, solo proporcionaban tsana y corderos, pero esa lana era exportada en bruto, sin ningún proceso de transformación, a zonas como Flandes en donde era procesada, obteniendo productos textiles de alto valor añadido. Una característica de las economías "atrasadas", el termino histórico que mejor lo define es el de economías coloniales, es la de producir materias primas y exportarlas, mientras que las economías "avanzadas" o industriales lo que hacen es utilizar esa materia prima para obtener productos elaborados.
Primero con la lana y después con el algodón, países como Holanda y sobre todo Inglaterra se fueron tecnificando, situándose a la cabeza de la revolución industrial, mientras que otros, como los reinos ibéricos permanecían anclados en economías y por tanto sociedades, propias del Antiguo Régimen.
En Asturias a mediados del siglo XVIII, aún en plena sociedad de Antiguo Régimen, el ovino era el ganado que más cabezas poseía: 595.029, por las 353.307 del bovino o las 197.874 del cabrío (datos sacados del Catastro del Marques de la Ensenada, 1.750-54, a los que añade 278.844 cerdos y 28.111 caballerías)
También se utilizaba la piel de los animales anteriores, vacas, cabras y ovejas cuando se hacían mayores y menguaban sus funciones (parir o producir tseite o tsana) eran sacrificados para obtener carne y como no se desperdiciaba nada también se aprovechaba su piel, con la que tras un largo secado y diferentes procesos se obtenían cuero y una variada gama de productos: odres, prendas de vestir, partes o piezas de aperos... que en épocas más recientes se vendían a peleteros que recorrían los pueblos, para acabar en las industrias del ramo.
Los caballos tenían un menor desarrollo, pero era imprescindible tener, al menos uno para realizar los frecuentes desplazamientos entre el pueblo y las brañas, el mercáu... Su uso como animal de tiro era algo poco frecuente en nuestra zona donde la pareja de vacas, o de bueis si la carga era muy pesada, le ganaban la partida.
Preciosos caballos entre los dos Caguatses. Con el turismo rural se han desarrollado mucho. Enero 2020.
Caballos en Navatejera, al lado de León. Junio 2020.
 
Girando la piedra de un molino donde se tritura la aceituna para producir aceite. Llatéu (Zamora). Diciembre 2017.
También estaban los burros para labores menores de tiro y acarreo.
Pareja de burros en Navatejera, León. Agosto 2020.

Pues bien, creo que la cabaña ganadera caprina, o sea las cabras, era mucho más numerosa e importante en nuestros montes a medida que retrocedamos en el tiempo histórico.
En Tsarón y La Vilietsa tenían un dicho muy popular:
"Viva Cangas, viva Cangas
y también el Ríu de Rengos
pero en pasando el Rañadoiro
la pintamos los cabreiros"
Por otra parte, el valle de Lartosa, afluente del Ríu del Couto y pegado al Monte munietsus y al de Valdebóis, siempre fue conocido en la zona como "Vatse Cabreiru". Y luego el deslinde serrano entre Munietsus, Moncóu, El pueblu (Rengos) y Mual se llamaba y se sigue llamando El Cabrón.
Lo mismo ocurre en otros sitios como "La Cabreira" leonesa o el "Cabrales" del oriente asturiano, que testimonian que hubo una época en la que este "ganáu" era el predominante.
También en la cultura oral popular de nuestra zona abundaban los cuentos con animales, siendo la cabra uno de los más abundantes, muy por delante de la vaca o la oveja
Solo el cordal subalpino de la Cordillera Cantábrica era el más propicio para la dominancia del bovino y tal era la calidad y abundancia de sus pastos que abastecía, no solo a la ganadería de la zona si no también a la estacional de los vaqueiros de alzada y las merinas extremeñas.
Montes con suelos débiles y en parte con rocas, con poco pasto, arbolado o semidesarbolado de robledales con sus apetitosos frutos. Ese era el "jardín del Edén" de nuestras cabras. Ellas fueron las que modelaron el paisaje del monte cercano a los pueblos, las encargadas de "limpiar" el monte, manteniendo el matorral a raya, no dejándole crecer al comer sus brotes tiernos, haciendo lo mismo con el arbolado que se salía de sus zonas más espesas.
Animal muy aventurero que cuando llegaba a donde un roble había depositado su cosecha, se olvidaba de mordisquear hojas y yerba y se metía un atracón de tsande de mucho cuidado.
Y esto nuestros tatarabuelos lo sabían muy bien y era otro de los motivos por los que velaban por la conservación de los robledales. Era frecuente prohibir la entrada del ganáu a robledales que por uso vecinal estaban en proceso de regeneración, ya que si entraban las cabras, estas se encaramaban sobre los jóvenes robles y los pelaban del todo. Es increíble la agilidad que poseen estos animales y los sitios a los que pueden acceder.
En realidad la degeneración o desaparición de nuestros bosques no está relacionada con causas achacables a la forma de vida tradicional en que se vivía, ya que el bosque brindaba importantísimos recursos como poco a poco vamos descubriendo.
Fueron intereses foráneos los causantes del desaguisado. A finales del siglo XVIII el Estado y numerosas empresas madereras posaron su vista y sus garras sobre nuestra zona, donde aún sobrevivían extensas superficies arboladas. En connivencia con los "señores" condes, que tenían participaciones o varas en bastantes montes comunales, fueron haciéndose con el derecho al vuelo, o sea los árboles, de muchas de esas áreas.
¿Sabíais que mucha de la madera que se atribuye a Munietsus, provenía en realidad de montes comunales de pueblos de su entorno y que en la mayoría de los casos los vecinos con participación en esos montes no se vieron recompensados por ello?
El valle del Ríu Munietsus presentaba entonces una imagen muy diferente a la que presenta en la actualidad y que salvo en las cercanías de los pueblos, las zonas serranas y bastantes aclarados necesarios, estaba surcado por imponentes robledales y faéus, que poco a poco fueron talados y posteriormente afectados por incendios que acabaron creando las enormes grandas existentes a día de hoy.
Los condes agregaron a Munietsus varias zonas del Monte Mual, robledales, para las primeras cortas con destino al Arsenal del Ferrol. Sabemos por ejemplo, que entre 1.772 y 1.773 se cortaron 1.600 robles procedentes de dos áreas diferentes: Vatsina Tsonga en el Regueiru Calechu, en el solano donde deslindan los montes de Mual y Oubachu, y Reiduz en sus laderas más orientadas al sur, que las tiene a pesar de que predomine en él el avesíu y el faéu.
El mismo destino correrían más tarde excelentes robledales con exuberantes ejemplares, como el que en su día hubo en Valmayor que afortunadamente se esta recuperando, o el del resto de vatsinas del solano, pobladas actualmente por extensas grandas, en donde la regeneración, posible por la ausencia de incendios (¡crucemos los dedos!) y actividades dañinas, va a ser lentísima.
Como en los bosques de Munietsus, incluso más por su cercanía a los pueblos, estos bosques conjugaban su propia realidad forestal con un aprovechamiento pastoril de sus pastos y sus frutos. Bosques en los que el ganáu podía refrescarse, ramonear y pacer la yerba que abundaba en sus muchas zonas de arbolado raleado, y en otoño "fartarse" de tsande.
Todavía en épocas recientes, se les echaba unos puñados de bellotas a las cabras cuando estaban en la corte y no podían acceder a ellas bien por el mal tiempo o porque ya no fuera su época y no sería descabellado pensar que parte de la tsande recolectada tuviera esa finalidad en otros tiempos. Era tal su gusto por la tsande que tanto ovejas como cabras se comían la totalidad de la tsande, incluida su cascara, esa piel que recubre la semilla y que se va separando y haciéndose más dura a medida que ambas partes se van secando, y otro tanto hacían con las castañas. Y fijaos lo que son las cosas, los gochos, por el contrario, solo comen el fruto dejando de lado la cascara. Ya lo decía mi tía Nieves: "¡las gochas son muy señoritas!".
Las cosas fueron cambiando a medida que el crecimiento demográfico de villas y ciudades fue influyendo en esas comunidades donde se consumía casi todo lo que se producía (autoabastecimiento) y en donde los intercambios eran muy reducidos, limitados a alguna feria o mercáu.
Poco a poco se iba creando un mercado para determinados productos de las comunidades colindantes ya que en villas y ciudades un sector importante de su población ya se había desvinculado de las actividades primarias (agrícolas y ganaderas) a las que se unieron las clases más pudientes, que es donde solían vivir y que estaban exentos de realizar actividades productivas ya  que vivían del sudor ajeno pues eran los propietarios no solo de la tierra si no también del ganáu bovino que arrendaban a los campesinos. Ambos grupos demandaban productos que la propia villa no podía abastecer.
Sirva como ejemplo el caso de la manteiga de vaca. La mantequilla es un caro producto que no se podía permitir el campesino o ganadero. Algunos la hacían, pero no para consumirla ellos mismos si no para venderla en la Villa (Cangas). Incluso de lugares tan lejanos, relativamente, como el valle Cunqueiru o Tixileiro como ellos mismos lo llaman (Trabáu,El Corralín, Astierna e Il Bau) llegaba esta manteca de manos de un "manteigueiru" que previamente la había recogido en los pueblos de la zona y que las clases acomodadas consumían con sumo gusto. ¡Y quién no!, la mantequilla fresca, envuelta en hojas de berza, es un auténtico manjar.
Y dando un salto en el tiempo, todavía recuerdo que cuando bajamos a vivir a Cangas, todos los días un paisano o su hijo, de Currietsus un pueblo cercano a la Villa, bajaba a surtirnos de la leche que consumíamos los más pequeños. Y no éramos sus únicos clientes.
Pero el mercado local, en nuestra zona era antiguamente muy reducido y fue el mercado de fuera el que mayor incidencia tuvo. En 1.886 se creó en Vitsablino (Tsaciana) la Escuela de Sierra Pambley, cuyos integrantes, auténticos ilustrados liberales, tanto hicieron por traer algo de progreso a la zona. Promovieron la creación de cooperativas de campesinos ganaderos y modernizaron los derivados de la leche.

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...