1/15/2022

El Monte y el guía de Munietsus 76

Castañas frescas (crudas) y una pañadera. 2021.

Aprovechando el tema de la recolección visto en el anterior capítulo, me permitiréis hablaros de otra aún más importante en nuestra tierra y que se halla en vías de extinción. Al fruto y al árbol que lo produce le vamos a dedicar varios capítulos.

Hurgando en mi memoria, la imagen más antigua relacionada con las castañas me lleva, dulcemente, a mi infancia en Mual. Era la hora de la cena, mi abuela "Mamina" y mi madre habían estado un buen rato pelando castañas y luego las habían echado a cocer en una gran pota. Después de cocer lo suficiente las escurrieron y vertieron en una fuente. Ante cada uno de mis hermanos-as y de mí, excepto de Raquelina, mi hermana menor que era aún un bebé, había un gran tazón casi lleno de leche y una cuchara. 

Castañas "pulgadas" (peladas) y listas para echar a cocer en una pota. 2021.


El agua, tras la cocción, parece chocolate de lo oscura que se vuelve. 2021.

Con ayuda de Mamina que, infatigable, nos iba ayudando a todos a quitarles la piel interior de la castaña, íbamos llenando la taza y cuando estaba más o menos llena cogíamos la cuchara y ¡hala, a comer!. Muchas castañas estaban ya casi deshechas, otras en trozos y libres de la "paraza" y otras estaban enteras. De estas últimas, algunas al moverlas algo se iban separando fácilmente, y otras permanecían enteras y aún tersas.

Castañas ya cocidas, ya solo queda mondarles la piel interior para hincarles el diente. quedaron todas enteras porque ya estaban algo secas.

 

Castañas y mondas que las cubrían. 2021.

Como se trataba de llenar la taza, mis hermanos y yo solíamos coger las que estaban más sueltas, cuidando de no coger la piel, pero nuestra abuela nos decía que las que mejor sabían eran las tersas y nos enseñaba como pelarlas. Al estar cocidas la piel se separaba fácilmente, pero llevaba su tiempo, así que alternábamos, pero al comerlas comprobábamos que las deshechas no sabían tan bien como las tersas. Estas últimas tenían un sabor más dulce porque estaban menos enaguadas. Y si quedábamos con hambre no había problema, echábamos más leche en la taza y vuelta a empezar. La verdad es que era una cena que a todos nos gustaba. 

Castañas listas para comerlas, solas o con leche. 2021.

Otra forma de consumir castañas era en caldo, pero a mí esa forma no me gustaba y sospecho que a mi madre tampoco, pero a Mamina le encantaba y lo hacía de cuando en cuando. Era un caldo en el que los ingredientes se reducían casi a uno solo: castañas, con alguna berza por aquí y por allá. El caldo no se podía hacer con castañas tiernas, por culpa de la piel, que daría mal sabor al caldo y que luego molestaba al comerlo. Las castañas tenían que estar secas y entonces al estrujarlas la piel interior se deshacía fácilmente entre los dedos porque ya se había separado del fruto al ir este disminuyendo de tamaño. Eran las castañas "pelonas" ("mayucas" que dicen en otros lugares de Asturias) de un amarillo intenso y muy dulces que a mí me gustaban crudas cuando no estaban muy duras. Luego cuando endurecían mucho la única forma de hincarles el diente era cocerlas, pero ya no servían para comerlas con leche, solo para hacer caldo. Y era precisamente ese dulzor intenso que le dan al caldo el que a mí no me gustaba porque me empalagaba.

Por supuesto también comíamos, los guajes por nuestra cuenta, alguna castaña cruda, pero no muchas porque la piel interior era dificilísima de quitar y le restaba sabor, dándole un cierto amargor y saliéndote unos graninos en la lengua si abusabas de ellas.

Lo que no recuerdo es haberlas comido asadas y es difícil que la memoria me engañe porque desde el momento en que probé esta forma de prepararlas pasó a ser mi forma preferida de consumirlas. Creo que la primera vez que las probé fue en mi etapa de estudiante en Uviéu. Siempre me ha chocado esta cuestión, ¿por qué en el pueblo no comí nunca castañas asadas?  y más teniendo en cuenta que en aquella época en nuestra casa ya disponíamos de una "cocina económica" que tenía adosado un horno donde sería muy fácil asarlas. 

Mi abuela mamina o no sabía o no quería saber nada de esta forma de elaborarlas, para ella las castañas se comían o con leche o en caldo. Pero por otra parte esta técnica era conocida no solo en Mual, si no en toda la redondada y en muchas casas aún se conservaban "tambores", un mecanismo muy parecido al tambor de una lavadora (creo haber visto algún tambor de lavadora readaptado a tambor de castañas). Tenía adosadas unas patas metálicas para poder ponerla sobre la lumbre, antiguamente una "tsariega", y tenía una trampilla para poder meter y luego sacar las castañas, así como toda su superficie surcada de agujeros. También disponía de una manivela que permitía hacer girar el tambor para que las castañas se movieran y cambiaran de posición, asándose por todos los lados. Previamente a las castañas había que cortarles una esquina para que no explotaran al ir calentándose.

El tambor era la forma tradicional de asar castañas, la cocina económica fue un invento más reciente que acabó desplazando a la tsariega, el lar tradicional, asentado sobre el mismo suelo o sobre gruesas tsousas de pizarra y bordeada por un refuerzo de piedra para evitar que el fuego se saliese. Por su parte el "fornu" de cocer el pan no era muy adecuado por qué las castañas tienen que ser removidas cada poco.

El horno de la cocina económica, de leña o carbón, el de las cocinas de gas o los más recientes y modernos eléctricos, también son apropiados para asar. Solo hay que tener una bandeja desgastada, vieja, que no se utilice para otra cosa o en su defecto un recipiente ancho también en desuso. Cada poco se abre la puerta y con un objeto se remueven las castañas para que se asen por todos los lados. Antes de sacarlas hay que comprobar que están en su punto. So coge una y se prueba y así hasta que estén a nuestro gusto. Incluso se puede utilizar una sartén vieja sobre cualquier superficie de calor, es más fácil de remover pero las castañas salen más secas aunque se le ponga una tapa.

Cuando bajamos para Cangas aún comíamos alguna vez castañas con leche, que venían de Mual o que alguien le regalaba a mi madre. Mi madre, como ya os he contado, era modista y tenía aprendices. Antes, cuando la sociedad era tan machista, el puesto de la mujer era la casa, el que trabajaba fuera era el hombre, aunque en los pueblos, si eran campesinos, la mujer también arrimaba el hombro en prácticamente todas las labores y además tenía que llevar la casa, saber cocinar, saber coser...y si tenía hijos, atenderlos. Como decía mi madre tenía aprendices que iban a aprender lo básico: coser, zurcir, diseñar patrones para hacer alguna prenda...y algunas eran de pueblos cercanos a Cangas y de vez en cuando sus padres nos hacían llegar algunas cosas, siendo las castañas una de las más frecuentes.

Yo también intentaba conseguir por mi cuenta alguna castaña. Pegado a la viña de la mesa cuadrada de la que ya os he hablado, pero mirando para La Cortina, a la entrada o salida de Cangas, según como se mire, había un trozo cubierto de castaños en un terreno muy pindio y sombrío para tener vides, y estaba como estas abandonado. Allí siempre conseguía algunas. En torno a Cangas había infinidad de castañaléus pero la mayoría tenían dueños y no dejaban que nadie cogiese las castañas pues las recogían ellos para el ganáu, "pa lus gochus". 

Castaños en el borde de la viña, mirando hacia La Cortina. 1 agosto 2019.


Cangas, rodeada toda ella por excelentes castañaléus. 1 agosto 2019.


Más castaños en el entorno de Cangas. 5 agosto 2017.

Cuando fui para Uviéu no me quedó otra que aprender a cocinar, aunque en realidad lo que yo hacía tenía poco que ver con dicho verbo, a lo sumo freír unas patacas, unos huevos, hacer un arroz o unos macarrones y calentar botes de algo ya hecho. También hacía papas de maíz y algunas veces pulientas con farina de trigo.

Una vez llevé de Cangas una bolsina de castañas, las "pulgué" que así se llamaba a quitarles la cáscara o piel exterior y las eche en agua hirviendo, dejándolas cocer hasta que me pareció que ya estaban listas, pues algunas ya se deshacían. Les escurrí el agua y las eché en un plato. Cogí una castaña a medio pelar, le quité la monda y al comerla me llevé una desagradable sorpresa, nada que ver con el sabor de las que hacía mi madre. Pensé que era una castaña mala, pues a veces alguna de estas se echaba a cocer por descuido con las buenas (normalmente al pulgarlas ya se veía si la castaña estaba bien o mal). Cogí entonces una entera, le quite toda la monda y...nada, sabía igual de mal, muy amarga sin el dulzor característico de las castañas. Probé algunas más, pero todas igual. No recuerdo si a pesar de todo las comí o las tiré directamente a la basura, pensaba, evidentemente que el problema era de las castañas.

Al fin de semana siguiente, ya en Cangas, le comenté a mi madre que había hecho las castañas y ella me preguntó que qué tal y yo le respondí que muy mal, que debían ser malas castañas porque sabían fatal. Ella se quedó un rato mirándome, luego rio y dijo: "¡ya sé!, ¿les echaste sal?". Quedé sorprendido "¡sal!, ¿pero qué sal?" y ella me contestó "sí, ya sé que parece raro, pero para que las castañas sepan dulces hay que echarles sal mientras cuecen".

Durante mis frecuentes visitas a Mual, un otoño decidí recoger algunas castañas, pensando en un pinar que tenía mi padre en La Cutsada, al que fui muchas veces desde pequeño con él y con Carlos mi hermano mayor, a rozarlo para que los pinos crecieran más. En sus bordes y contra el Regueiru Carcaladráu, la mayor parte del tiempo seco, había algunos castaños. Allí fui, no había muchas castañas a mano, había un gran bardal y muchas estaban en él, pero era imposible cogerlas. Me contenté con recoger las que había en el curso del regueiru que estaba más despejado. Fui ascendiendo por él hasta que llegué a un sitio donde las castañas eran mucho más grandes de lo normal. También me fijé que los castaños que las producían tenían un aspecto diferente, eran castaños más altos, con mejor fuste y más jóvenes. Cogí todas las que me cogieron en la bolsa que llevaba.

Ya en el pueblo me encontré con mi tío Gonzalo que tras saludarnos me preguntó: "¿que llevas en esa bolsa?" y yo, orgulloso le contesté "¡castañas!" y abriendo la bolsa se las mostré. "¿Pero adónde vas con esas castañas Bravas?". "¿Bravas?" respondí. "Sí, ¿no ves lo grande y redondas que son?, si quieres buenas castañas ven con nosotros mañana, nos ayudas a pañarlas y luego coges las que quieras y dame esas a ver si las comen los gochos".

A la mañana siguiente, temprano como me había dicho Gonzalo, me acerqué a Casa Nieves. Ya lo tenían todo preparado: una cesta grande, tres cestas pequeñas con agarradera, varios sacos y varias pañaderas, una especie de pinzas anchas hechas con una tira de avellano o castaño. Salude a mi tía Nieves. "¿Ya almorzaste?" me preguntó. "Sí, lo hice con Mamina". "¿A donde vamos?" pregunté. "A Reiduz, hay allí un souto de castaños. No es nuestro pero lo llevo yo", contesto Gonzalo. Y partimos andando los tres, Nieves, Gonzalo y yo. Era una buena mañana, fría pero seca y serían las ocho. 

En Las Brañuetas, tras la cuesta, estaba el souto, un trozo bastante amplio con grandes y viejas castañales diseminadas por él, en terreno algo pendiente. Cerca del camino a la vera de un anciano castaño que apenas si tenía ramas, Gonzalo estableció el campamento base. Colocó la cesta grande en un rellano por detrás del castaño. sacó los sacos que puso a la vera y nos dio una cestina a cada uno.

La Cuesta Las Brañuetas, una suave ascensión. 31 julio 2020.


Anciana "castañal" en Las Brañuetas. 31 julio 2020.


Las ancianas "castañales" han emitido más ramas que cuando yo las conocí. Creo que fue tras esta donde Gonzalo plantó el campo base. 31 julio 2020.

 

Prau, bordeando por debajo el actual e inmenso castañaléu de Las Brañuetas. 31 julio 2020.


Precioso el camino, utilizado por la Ruta, que bordea el castañaléu. 31 julio 2020.

 Cogió unas pañaderas y me dijo: "¿sabes que es esto?". Yo nunca las había usado pero me lo imaginé. "Supongo que para coger las castañas". "Sí y para abrir los arizos (erizos)" y me hizo una demostración. "Bueno el arizo también lo puedes abrir pisándolo, pero las castañas que tenga procura cogerlas con la pañadera, para no pincharte". Había abierto un arizo pisándolo, estaba muy maduro y se abrió fácil. "Fíjate, de estas tres castañas que tiene hay una que no vale, ¿la ves?". "¡Sí!, esa que es más delgada". "Exacto esa no tiene fruto, el resto al cesto. Tu cógelas luego en casa ya seleccionamos las que quieras llevarte. Cuando llenes el cestín, vienes y lo basculas en la cesta". 

Castañas que no sirven pues no tienen fruto. 31 diciembre 2021.

Pañar castañas no tiene mucha ciencia, muchas de ellas están sueltas y solo los arizos entretienen algo más, pero es cansado porque tienes que estar agachándote cada poco. Al principio usé poco las pañaderas, solo después de pincharme varias veces al intentar coger las castañas de arizos abiertos, las empecé a utilizar de forma continua (estos pinchazos en los bordes del arizo son realmente dolorosos). Además con ellas podías acceder a lugares que con la mano no podrías al haber espinos, aunque me llamó la atención que el suelo estuviese bastante limpio. Gonzalo me explicaría más tarde que estaba así porque todos los años lo rozaba concienzudamente. 

Arizos semideshechos pero aún con sus punzantes pinchos. 31 diciembre 2021.

Las pañaderas también servían para remover la hojarasca. Al principio fue accidentalmente, al desplazar sin querer una hoja descubrí tres castañas excelentes y a partir de entonces no solo miraba si no que también removía.

Pañadera. Fijaros como en la punta por su parte interior se le hacían unos surcos para que la castaña no se escurriese al ser cogida. Diciembre 2021.


Basta con apretar la pañadera para que esta sujete firmemente cada castaña que nos salga al paso, aunque esté húmeda y escurridiza.


Detalle de la punta de la pañadera con una bella decoración incisa por el exterior y los surcos interiores para pañar bien.

 

Esta pañadera creo que es de castaño.

 Pronto se llenó la cesta y entonces lo que hicimos fue pasar las castañas a los sacos. Hacíamos pequeñas paradinas, que aprovechábamos para charlar. "Y para qué queréis tantas castañas" les pregunté. "Estas que ves no son nada, ya es la tercera vez que venimos y habrá que venir otra cuando se acaben de caer las que aún quedan y esa es la más pesada porque habrá muchas hojas en el suelo y hay que rebuscar más" dijo Gonzalo y Nieves añadió "las queremos pa los gochos. En vez de darles piensos, como hacen otros, nosotros los cebamos con castaños, ¡y bien gordos que se ponen!". "¿Y las comen así, crudas?". "Al principio sí pero luego se las cuezo con algo de verdura, se las pelo y todo y fíjate si son listas las gochas que después de comerlas cocidas varias veces ya no las quieren crudas. ¡Son muy señoritas!".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...