7/30/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 112 Los robles ancianos. Guiando por Decutsada y el río.

Roblón de Fonculebrera por su parte de arriba. Foto Ástor. 29 julio 2.017.

 Seguro que el ojeador se vio tan maravillado observando aquellos colosos en declive como mis amigos del Cuelmu y yo cuando visitamos esta zona por primera vez a comienzos de los ochenta. Éramos tres, Chana, Candy y un servidor y la mala suerte con el tiempo jugó, en este caso, a nuestro favor.

Llovía a mares y ello nos hizo desistir de una excursión larga, pero para no desaprovechar el permiso que teníamos optamos por internarnos por Decutsada, metiéndonos por encima del chano del Teso Los Carboneros, monte a través, donde el suelo estaba más despejado y andar no resultaría tan incómodo. Y ¡claro!, acabamos topándonos con los ancianos quercus. Pensamos que estábamos alucinando pues nunca habíamos visto unas moles vivas como aquellas. Nos arrimamos a uno de ellos y entre el tronco y algunas ramas que aún tenía, amortiguaron el aguacero que caía sobre nuestras cabezas.

Continuamos y cuando veíamos otro gran roble, además de alegrarnos, corríamos y nos arremolinábamos en torno a él. A pesar del mal tiempo era muy agradable arrimarse a un ser vivo con semejante envergadura, rozarlo, tocarlo...Acabamos llegando a La Brañina y buscamos refugio, algo que solo conseguimos a medias pues las cabanas ya estaban derruidas, excepto una que los cazadores del Coto de Oubacho habían chapuceado algo. En todos nosotros quedaron aquellas imborrables imágenes de los enormes robles y de las sensaciones que nos hicieron experimentar.

Aún se lee el contenido de este cartel metálico. De cuando el Monte Oubachu era un coto privado de caza. Partes altas de Decutsada. 28 julio 2.018.

Con el tiempo seguí emocionándome cada vez que volvía a ver, en otros lugares del Monte o en otros montes, ejemplares semejantes. Incluso me dediqué durante un tiempo a buscar los más ancianos de Munietsus. Pero ocurrió algo que me impresionó sobremanera y que me hizo ver las cosas de otra manera.

Estaba con una excursión, cuando era Guía-Monitor, de un grupo asturiano de montaña que ya conocían Muniellos. Paramos junto al roblón de Fonculebrera y un grupo nos sentamos en el rellano que hay pegado a él por su parte de arriba. Uno de los veteranos cogió su bastón y ante la sorpresa de todos, incluido yo mismo, lo fue introduciendo sin esfuerzo alguno en el árbol, hasta hundirlo por completo. "Está podrido y hueco por dentro" nos dijo al ver nuestra cara de asombro. 

En uno de los grandes surcos del tronco, por debajo del paraguas, fue por donde se introdujo el bastón. 13 octubre 2.000

Yo no dije nada pero me llevó unos días asimilarlo. Era una auténtica puñalada trapera porque significaba que el roblón tenía los años contados. Tal fue el desengaño que cuando veía algún otro gran roble, en peor estado, apenas si le prestaba atención. Yo era joven entonces y prefería ver robles maduros en plena pujanza, desbordando energía por sus cuatro costados.

Pero ahora yo ya no cuento los años sumándolos si no que lo hago restándolos: "uno menos". Uno menos ¿para qué?. No se si conocéis una canción de Loquillo que se titula "no volveré a ser joven". Sí, ya se que Loquillo ya no es el que fue, aquel chicarrón que arrollaba en el escenario con una energía increíble. Marchó de Barcelona por su provinciana cultura y llegó al Madrid de entonces, abierto a cualquier innovación, donde el ambiente era más libre y creativo (Madrid, ¿quién te ha visto y quién te ve?). Creando algunas de las canciones y de los álbumes más logrados de nuestro rock. "El ritmo del garaje" (1983) con las guitarras y composiciones del gran Sabino Méndez es una auténtica obra maestra.

La chicha de esta canción se halla en la letra. La primera vez que la oí me sorprendió por su lirismo y hondo significado, no creía que Loquillo pudiera componer de esa forma. Luego me enteré que la letra no era de él. Es un poema de Jaime Gil de Biedma, malogrado poeta que falleció con solo 61 años.

Dice el poema que canta Loquillo:

"Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde.

Como todos los jóvenes yo vine

a llevarme la vida por delante.


Dejar huella quería

y marcharme entre aplausos.

Envejecer, morir, eran tan solo

las dimensiones del teatro.


Pero ha pasado el tiempo

y la verdad desagradable asoma.

Envejecer, morir

es el único argumento de la obra.

Tal vez así se responda a la pregunta: "un año menos ¿para qué?

Ahora sigo prefiriendo ver árboles corpulentos y en plena exuberancia vital pero cuando me encuentro con alguno muy viejo y decrépito también le presento mis respetos y ya no los rehúyo. Al fin y al cabo no dejan de ser un espejo para mí.

En aquella lejana excursión también aparecieron robles más jóvenes pero casi centenarios y aparentemente muy sanos. Me llamó la atención el comportamiento de la chica, abrazándose sin pudor alguno a sus troncos. Ella debió de darse cuenta de mi extrañeza y me dijo que estaba recargando su energía porque el roble despedía energía positiva.

"Y la faya ¿también la desprende?" le pregunté yo. "no, la faya es negativa, por eso nunca crece al lado del roble". Me quedé extrañado y le dije "pues aquellos que hay allí son un roble y una faya, y bien juntitos que están". Pero ella se hizo la sueca y siguió metiéndole mano al roble. Para qué discutir, a mí cualquier árbol me transmitía energía positiva, daba igual que fuera un roble, una faya o un humilde xardón, claro que con este último era conveniente mantener las distancias.

Pero aquella efusión demostrada por la chica era digna de tener en cuenta y también acabé yo abrazándome a los árboles, tocándolos y acariciándolos, intercambiando nuestras energías y saliendo siempre beneficiado porque el árbol tiene tanta que siempre da más de la que recibe. 

Un servidor abrazándose a un carbatsu zamorano (Pias), al que no pude abarcar dado su enorme corpachón. Foto Ástor. 24 junio 2.018.


La cabeza apoyada en la verruga de este centenario sufreiru (alcornoque) del Aliste zamorano. Foto Ástor.

En esta opción de Decutsada yo siempre llevaba al personal hasta el Tesu´l Retén, un excelente mirador natural sobre Penas Negras. Era el bosque visto desde fuera, aunque lo de fuera no es correcto del todo pues aún estabas en él, en el bosque. Es para diferenciar los conceptos dentro del bosque, que es cuando el bosque te engulle, del de fuera del bosque, que es cuando tu ves el bosque desde lejos. Dos experiencias distintas pero complementarias que aquí podemos degustar al mismo tiempo, sin prisas, una tras otra.

Allí en el teso nos sentábamos como podíamos y estábamos un rato disfrutando del bello paisaje. Y si alguien se interesaba comentábamos algunos topónimos: estábamos en el inicio del Vatse Fonculebrera y justo enfrente el topónimo se repite, Vatsina Fonculebrera de Penas Negras, que desemboca en el Ríu Munietsus no como aparece en el mapa de colores hipsométrico, si no un poco por debajo de donde lo hace el Vatse. 

Desde el Tesu´l Retén, Vatsina Fonculebrera de Penas Negras en el centro. A la izda Pena el Castietsu y Pena La Lata. A la dcha Pena Cuelgaloscuras y Vatse Penas Negras. 26 julio 2.016.

Solíamos luego salir hasta un pelín por encima del mirador, desde donde ya se avistaba el Vatse Fonculebrera, indicándoles por donde continuaba la senda, en dura, muy dura ascensión, y el lugar donde se encontraba su fonte, entonces inhabilitada, y el gran roblón. Algunos, interesados en conocerlo, se atrevieron a hacer ese tramo antes de regresar y allá que íbamos, con numerosas paradinas, que aprovechábamos volviéndonos para ver otras perspectivas de Penas Negras, el inicio del Ríu Tixeirúa y el grandioso Sestu Gordu, el más emblemático teso de Munietsus.

Desde el Tesu´l Retén, Vatse Fonculebrera. 26 julio 2.016

 

Desde el Tesu´l Retén mirando hacia el fondo de la Reserva, con el majestuoso Sextu Gordu en su centro. 14 octubre 2.000

Sabiendo que aquello solo era una parte de Munietsus, seguro que les parecería que la Reserva era interminable y que bien merecería la pena volver a visitarla. Luego, en torno al roblón, en la sombra, apagábamos la calentura experimentada en la subida, casi toda ella a la tiesta el sol. Bebíamos y echábamos un merecido "bocáu" para recuperar energías.

Pero la mayoría de los grupos no se atrevían a subir pues sabían que aún nos quedaba el tramo del río. Por allí ya habían tenido bastante.

Por el río la cosa iba más tranquila si cabe. Yo les daba menos el tostón, comentando cosas que nos iban saliendo al paso, la serrería, el canal de agua, el banzáu...,dejándoles claro que solo iríamos hasta donde ellos quisieran llegar.

Algunos grupos no llegaban ni hasta el Pozu´l Pielago, en donde, fiel a mi costumbre, con los que sí llegaban, bajábamos al río y metíamos los pies, solo los pies, en el agua. Todos se quejaban de lo fría que estaba, pero yo les animaba a que aguantaran todo lo que pudieran porque luego se sentirían como en la gloria. Y así era, tras tener un buen rato los pies sumergidos en el agua, o a intervalos ya que a veces no se aguantaba el intenso frío, al secarse los pies un bienestar comenzaba a extenderse por todas las "dedas" y por el pie entero. Aunque los tuvieras magullados y a punto de decir basta, tras volver a poner los calcetines, un calorcillo parecía recorrerlos y durante no menos de media hora desaparecían las molestias. Y si los pies estaban bien, tras el remojo estarían aún mejor.

Y si luego tras el placentero y pausado regreso te detenías serenamente a observar el río y te dejabas llevar por las calmosas aguas...El tramo del río era el colofón perfecto a un inolvidable paseo por el más emblemático bosque de Asturias y posiblemente de todo el Norte peninsular. 

El agua puede llevarse casi todo, incluso los pensamientos. posa tu mirada en ella y deja que te lleve de viaje. Ríu Mual al final de Prau Nuevo subiendo. 29 julio 2.020.

"Oye, ¿no sabes que fui a Muniellos?", "y qué, ¿subiste a Las Lagunas?", "no ¡Qué va!", "y entonces ¿qué hiciste?", "algo mucho mejor, conocer y aprender algo sobre sus bosques".

No me despedía siempre de mis temporales compañeros y compañeras en Las Tablizas. Algunas veces parábamos todos-as más abajo, al lado del Cortín de Cadenas, y luego un fuerte apretón de manos, un beso, un abrazo y un "¡hasta la próxima!".

Hoy, sin Guía, los visitantes de Muniellos suben todos como "borregos" a la primera laguna. Con prisas porque a las siete hay que estar en Las Tablizas de vuelta. Sin tiempo para saborear el encuentro con un gran roble, con una engalanada teixu hembra, con una altanera faya, sin tiempo para... Solo andar y andar. Y, al final muchos marcharán con la idea de no volver a realizar jamás una excursión como esta, por el esfuerzo tan grande que supone realizarla.

En Munietsus no puede haber nunca una meta, esta se halla en la entrada de la verja, nada más atravesarla. Ya has llegado, que tus pasos te lleven a disfrutarla y aprender algo de ella.

Ni que decir tiene que la alternativa que les planteé a los visitantes que habían solicitado un guía tuvo muy buena acogida y aunque quede mal que yo lo diga, los resultados fueron aún mejores. Las personas que la realizaron acababan la jornada encantados y dándome las gracias, "de nada, yo también he disfrutado". Y era cierto, yo disfrutaba enfocando la naturaleza desde otra perspectiva, con ejemplos palpables y con una nueva sensibilidad, buscando nuevas vías para acercarse, nuevos caminos para conocerla, amarla y disfrutarla, o por lo menos eso es lo que intentaba.

Algo más de la mitad de los visitantes que yo guie se decidieron por esta alternativa. Solían ser grupos numerosos, aunque tampoco faltaron grupos reducidos, con un mínimo de dos personas.

El más numeroso fue el constituido por once personas de Lisboa, seis de Murcia, tres de Castellón, dos de Madrid y dos de Málaga, que sumados dan 24. Ya sabéis que solo se permitía la entrada de veinte visitantes al día, por lo que supongo que los portugueses fueron los últimos en solicitar el permiso y para no hacerles un feo se les permitió acceder a todos ellos. Algo completamente lógico, la normas se pueden romper cuando hay algo que lo justifique.

Estos portugueses, donde predominaban unos jubilados, cultos y muy interesantes, no habían solicitado guía pero se nos acoplaron en el inicio de Decutsada, en una parada donde yo estaba comentando algunas cosas. Les debió de gustar lo que se decía y al comenzar de nuevo a andar, uno de los mayores se acercó a mí y educadamente me preguntó si podían unirse al grupo. No tuve inconveniente alguno y además en los comentarios que yo hacía siempre enriquecían los diálogos que surgían, con aportaciones de su tierra, con un conocimiento cuajado de experiencia.

Porque mis comentarios no eran clases magistrales en las que uno habla y el resto escucha. Es cierto que yo hablaba mucho pero siempre dejaba abierta la puerta para que otros entraran, planteándose en ocasiones enfoques diferentes sobre cuestiones concretas..   


7/15/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 111 Suelos estrechos 2. La Magia de Decutsada. Decutsada a fines de los 80.

Impresionante aspecto aún del roble cercano al Teso Los Carboneros con oquedad en la base. 27 julio 2.018.

 Suelos en apariencia gordos, como los que decíamos que había en Decutsada, no lo son en todos los casos. Nos lo dicen los árboles que son arrancados violentamente del suelo y a los que se les ve unas raíces ridículas comparadas con la corpulencia de su tronco. Raíces que no penetrarían mucho en el suelo por la sencilla razón de que este no existía más abajo. 

Raíces raquíticas en el roble desplomado, Decutsada alta. 28 julio 2.018.


Sorprende ver lo pequeñas que son las raíces de los robles desmontados por los vientos, incluso en suelos aparentemente buenos. Decutsada, avesiu en la senda. 27 julio 2.018.

Hay quien opina que en los bosques las raíces de los árboles tienden a ser superficiales para aprovechar los nutrientes que las hojas y otros despojos proporcionan. Pero es una verdad a medias porque cuando las densidades de árboles son elevadas también es elevada la competencia entre sus raíces por acceder a esos espacios, teniendo también que crecer hacia abajo, no solo para anclarse al suelo si no para acceder a nuevos nutrientes. Pero si el "abajo" no existe o es muy escaso, llegará el "hambre" para los árboles. 

Con débiles suelos a esta faya no le quedó otra que emitir muchas raíces superficiales. Decutsada partes altas. 28 julio 2.018.

Sin duda que algunos de los grandes robles que vemos secarse o entrar en decadencia aquí en Decutsada, sean rebrotes o nacidos de tsande (bellota), se debe a suelos poco profundos. 

Aquí la causa de que este roble se haya secado se debe a la sequedad y a la ausencia de suelos profundos. Decutsada por encima de la carretera del Counio. 28 julio 2018.

Evidentemente Gautier no visitó todo el Monte Munietsus pero sus observaciones son muy interesantes para conocer el estado en que se encontraban muchas áreas de un bosque que aún era virgen. Aunque lo de virgen no sea para nada correcto, pues el pastoreo y todo lo que esto acarrea de destrucción y alteración del Medio Natural, llevaba muchos siglos afectando a este Monte.. Creo que nunca se ha valorado del todo el verdadero impacto de esta actividad sobre los bosques de Munietsus. Un impacto elevado, derivado de las numerosas brañas y camperas existentes dentro de el.

Junto a los mayoritarios suelos estrechos, también había dentro de Munietsus terrenos mejor favorecidos, con mejores suelos, donde los robles alcanzaron edades pluricentenarias. Lo demostraban sus abundantes restos, hoy ya menos visibles pues muchos han desaparecido, diseminados por todo el Monte. Es lógico suponer que estos robles estuvieran sanos hasta que iniciaron su decadencia y el grosor alcanzado es indicativo de la edad alcanzada en ese estado. Cuando se inicia la decadencia el grosor de los troncos apenas si aumenta e incluso comienza a disminuir. Abundaban los que tenían en torno a cinco metros de perímetro a 1,50 metros del suelo, por su parte de arriba si estaban en terreno pendiente. Con ese grosor ¿cuántos años tendrían?.

Como más tarde os contaré, también aquí en Decutsada había robles pluricentenarios. Pero sus herederos, los nacidos de cepa no llegarán nunca a esas edades, aunque la naturaleza es tan sorprendente que puede que alguno lo consiga. Los restantes, la inmensa mayoría, irán engordando los suelos. Nos esperan quince o veinte años, quizás más, viéndolos ahí en acelerada decadencia hasta que lo hagan.

Rebrotes de albar con buena cicatrización. Partes bajas de Decutsada, pegado a la senda por su parte de arriba. 26 julio 2.016.

 

Copas del rebrote bien cicatrizado, con buen aspecto. ¿Llegarán a la edad de sus ancestros?.

Solo algunos robles nacidos de tsande sobre buenos suelos tienen la oportunidad de ser tan longevos como sus abuelos, pero eso está por ver. Admiremos, mientras tanto, ese ejemplo de la vida que pugna por sobrevivir con todos los medios a su alcance y que ha contribuido a que el gran bosque siga cumpliendo con sus numerosas funciones y prodigando vida por todo su entorno. Seguro que el resto de seres vivos que componen el bosque les rendirán el homenaje que se merecen, dándose un auténtico festín con sus despojos.

Estas reflexiones sobre la decadencia de los rebrotes y el prematuro envejecimiento del arbolado debido a la pobreza de nutrientes por suelos estrechos, no me las planteaba yo el último año de Guía. Aún no me había dado cuenta de ello.

Con los visitantes que habían optado por conocer el bosque recorriendo Decutsada, aparte de cuestiones que ya hemos ido mencionando y siempre que hubiera tiempo e interés, se podía tratar el tema de por qué los árboles en Decutsada crecían de la forma en que lo hacían, alcanzando alturas de vértigo, la ausencia de estrato arbustivo y la competencia y selección natural que se veía por doquier. En definitiva, cuestiones que se veían y que cualquiera con dos dedos de frente podía comprender. Nada de cosas abstractas o teóricas si no cosas que se podían observar allí, en plena naturaleza, y viéndolas, como ocurre en todas las ramas del conocimiento, poder responder a casi todos los porqués.

Y no creáis que todos los visitantes eran profanos en la materia, he tenido grupos de biólogos, que seguían atentamente lo que yo les comentaba. Si veía interés en las personas con mis comentarios, cada poco los reunía y profundizábamos en ellas o comentaba otras cosas que nos salieran al paso.

Pero había momentos en los que lo mejor era callarse y centrar todos los sentidos en aquello que nos rodeaba. Entrar en Decutsada es ver y sentir el bosque por dentro. Una experiencia que pocos bosques comparten a causa de su juventud. Árboles gigantescos en altura que con sus copas impiden ver el cielo, con haces de luz que se cuelan entre ellas y se posan fugazmente en los líquenes que cubren las cortezas, en donde el blanco es predominante y que hacen rebotar la luz creando unos ambientes de extraordinaria claridad. Claridad que se acentúa porque al no haber ramas con hojas en las partes bajas y medias solo se ven fustes brillantes y al fondo de ellos, en la ladera de enfrente, nuevos fustes y suelos alfombrados no con subarbustos si no con las verdes lúzulas. Paisajes de ensueño que nos demuestran que la magia existe y que en Decutsada está a flor de piel, al alcance de quien quiera verla y sentirla.

Una vez que entres en Decutsada es como si el bosque te acabara engullendo, pero la sensación es deliciosa y reconfortante. 26 julio 2.016.


Pese a ser un día gris la claridad del bosque es asombrosa. Decutsada abajo del todo. 

Contemplar luego esos altos fustes, que despiden luz y energía, tocarlos, sentarse a su vera. Acercarse al regueiro y probar sus limpias aguas, oír la canción del riachuelo, cruzarlo y pasar a otro ambiente, más húmedo y sombrío donde ya aparecen las fayas entre los robles y permiten contrastarlos, las bellas fayas, con su piel lisa y con ramas desde mucho más abajo. Lo que hay en Decutsada se puede describir pero no se puede hacer lo mismo con la magia que atesora ni con las sensaciones que nos hace sentir. 

Solano y avesíu en torno al Regueiru Decutsada. Magia en estado puro. 26 julio 2.016


Faya emitiendo sus hojas desde muy abajo. Decutsada. 28 julio 2.018.

Decutsada es un tesoro, algo deslumbrante dentro de Munietsus. La "selva de Munietsus", incluyendo Sestu Gordu, la supera, pero queda muy lejos y además está cerrada a las visitas. De lo abierto el mejor bosque con el que te puedes encontrar, el mejor robledal (también hay algún faéu puro y ciertamente espectacular, pero fuera de la senda) está aquí, a la entrada misma de la Reserva, a pocos metros de Las Tablizas. Lo que aumenta su valor ya que cualquiera, eso sí con permiso, lo puede recorrer y extasiarse haciéndolo, sin prisas, sin mayores esfuerzos. Todo un lujo que conviene resaltar.

La primera vez que lo recorrí, por cierto de estrangis, usando la senda, quedé deslumbrado con su belleza y encanto. Luego, ya de Guía-Monitor, lo visité infinidad de veces en mis ratos libres. Llegaba hasta el cerro que lo deslinda del valle general, el Tesu Decutsada, y media vuelta.

Allí, en el tesu, por encima de la senda pero sin ser visto desde ella, descubrí un pequeño habitáculo, construido por los guardas que patrullaban el Monte, para refugiarse en él cuando el tiempo se metía en agua. Nada del otro mundo pero donde te podías sentar cómodamente sin que te tocara una sola gota, aunque fuera diluviara. Piedras y troncos colocados con mano maestra.

No me importaba si llovía para recorrer Decutsada, un paraguas, botas de goma, un chubasquero y una larga parada en el refugio oyendo la furia de los vendavales, que en los cerros pueden llegar a ser hasta pavorosos, y viendo caer y caer la revitalizante lluvia. Un aguacero proverbial, en plena primavera, me hizo permanecer en él no menos de dos o tres horas. Esperé hasta que amainara pues me encontraba muy a gusto allí, en medio del diluvio pero calentito y completamente seco.

En el refugio nunca coincidí con sus usuarios habituales. Conocía algún que otro refugio en otros lugares del Monte e incluso sorprendí a los guardas alguna vez utilizándolos para echar una "cabezadina". Pero nunca les importuné, bastante tenían con lo que hacían a diario.

Creo que fue durante mi primer año como Guía-Monitor cuando me avisaron desde la Consejería que tenía que acompañar a una visita "importante". Se trataba de un ojeador de una empresa de turismo internacional. La empresa se dedicaba a programar excursiones a lugares relevantes, con personas también importantes y querían saber, de primera mano, si Muniellos reunía las condiciones necesarias para interesar a tan selectos personajes. 

Entonces la Reserva todavía no estaba reconocida en su justa medida, ni a nivel regional, ni nacional, ni a escala global y en la Consejería querían que se le reconociera su auténtica valía, lo que llevaría parejo, supongo, un mayor reconocimiento a sus gestores y una mayor afluencia de dinero, procedente sobre todo de Fondos Europeos. Europa, debido a su temprana industrialización, había arrasado con la mayor parte de sus espacios naturales y deseaba preservar los pocos que quedaban en los países satélites de la Unión, aportando sumas de dinero que se camuflaban con formas variadas a través de "programas", "convenios"...La política de los países centrales respecto a los secundarios, destinados a ser lugares turísticos para solaz de los primeros, pero eso es otra historia.

Lo que no buscaba la Consejería era abrir Muniellos al turismo masivo, si no dar a conocer el tesoro que tenía. La apertura de la Reserva al Itinerario de la Naturaleza, es posible que respondiera a la misma motivación. No es desdeñable el impacto, sobre todo a nivel regional, provocado por la visita a Muniellos de cientos de jóvenes que divulgarían al resto de la población la existencia y el valor de este enclave.

Curiosamente cuando se consiguió ese reconocimiento la política de la Consejería, otra vez mediatizada por los auténticos centros de poder, cambió. Ahora la protección pasaba por mantener oculto ese tesoro, sin darle publicidad alguna. Ecologismo de sillón y corbata, pero eso es también otra historia.

Los de la Consejería me pidieron que lo llevara a un lugar que le causara buena impresión al ojeador y que no estuviera lejos de Las Tablizas porque no querían andar mucho. Tuve claro desde un principio cuál sería ese lugar.

El día convenido se presentó el ojeador, un chico joven y menudo, acompañado de su novia y de un Guía de una empresa particular de la zona de Picos de Europa, o de sus aledaños, ya no me acuerdo bien. Por supuesto llevaban el pertinente permiso, pues si no dudo que Jaminón, que sabía de tal visita, les permitiera el paso.

Tuvimos suerte porque nada más internarnos por Decutsada, desde la misma senda, estuvimos observando durante un buen rato a una gineta, con su alargado y esbelto cuerpo y su esplendida piel llena de colorido, con unos preciosos grises y naranjas y sus motas oscuras. Me sorprendió que ella ni nos viera ni nos detectara, estaba muy centrada en su actividad. Estaba de caza, olisqueaba y se metía en todas las oquedades que encontraba a su paso, con una rapidez y plasticidad envidiable, hasta que desapareció de nuestra vista. Buen comienzo para una excursión.

El Guía, una persona ya madura, intentaba mediatizar entre el chico y yo, a pesar de que este hablaba un perfecto castellano, y a mí la verdad es que no me importaba porque de alguna forma debía ganarse el jornal que cobraba. Incluso le dejé explayarse a su gusto cuando nos explicó, a la pareja y a mí, el supuesto lugar utilizado por un osu para dormir, un rellano con algo de oquedad contra la roca, de esos que hay ciento y la madre en entornos donde aflora la roca.

Los llevé hasta donde la senda se acerca al Regueiro Decutsada, pero no cruzamos, seguimos ascendiendo por la vieja pista que llevaba a La Brañina y antes de llegar a esta, ya que pertenece al Monte Oubachu, nos metimos contra el avesíu, atravesando el Regueiro. A pesar de haber ganado bastante altura, todavía quería ganar alguna más ascendiendo monte a través. El Guía se me acercó y en voz baja me comentó que si el recorrido no podía ser más suave ya que la chica no estaba acostumbrada a andar.

El chico, creo que para impresionarme, me había enseñado una fotografía que aparecía en la portada de una revista extranjera dedicada a lugares salvajes. "esta fotografía la hice en un bosque de Checoslovaquia". De ese país o de otro del entorno, tampoco me acuerdo bien. La foto era realmente espectacular. Estaba hecha desde un árbol y en la base, en el suelo, aparecía una jauría de lobos aullando ferozmente, a mandíbula batiente con sus puntiagudos colmillos, al que hacía la foto.

¡Extraña pareja!, pensé cuando el Guía me hizo el comentario, pero ¡allá cada cuál!. Haríamos lo que tenía pensado hacer: un poco por encima de donde estábamos, llanear, tirar recto en dirección al Teso Decutsada, atravesando todo el avesíu y antes de llegar al cerro descender hasta conectar con la senda y luego por esta descender en un plis plas hasta Las Tablizas.

Al poco de empezar a llanear comenzaron a aparecer los grandes, grandísimos robles ancianos que los cántabros habían respetado, más que nada porque ya no aportarían madera alguna debido a la descomposición de su interior. El ojeador se vio sorprendido e impresionado por su tamaño y más cuando yo le dije que abundaban por toda aquella zona.  

Sospechosa oquedad en el roble de la portada, debajo de la senda.



La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...