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Impresionante aspecto aún del roble cercano al Teso Los Carboneros con oquedad en la base. 27 julio 2.018. |
Suelos en apariencia gordos, como los que decíamos que había en Decutsada, no lo son en todos los casos. Nos lo dicen los árboles que son arrancados violentamente del suelo y a los que se les ve unas raíces ridículas comparadas con la corpulencia de su tronco. Raíces que no penetrarían mucho en el suelo por la sencilla razón de que este no existía más abajo.
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Raíces raquíticas en el roble desplomado, Decutsada alta. 28 julio 2.018. |
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Sorprende ver lo pequeñas que son las raíces de los robles desmontados por los vientos, incluso en suelos aparentemente buenos. Decutsada, avesiu en la senda. 27 julio 2.018. |
Hay quien opina que en los bosques las raíces de los árboles tienden a ser superficiales para aprovechar los nutrientes que las hojas y otros despojos proporcionan. Pero es una verdad a medias porque cuando las densidades de árboles son elevadas también es elevada la competencia entre sus raíces por acceder a esos espacios, teniendo también que crecer hacia abajo, no solo para anclarse al suelo si no para acceder a nuevos nutrientes. Pero si el "abajo" no existe o es muy escaso, llegará el "hambre" para los árboles.
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Con débiles suelos a esta faya no le quedó otra que emitir muchas raíces superficiales. Decutsada partes altas. 28 julio 2.018. |
Sin duda que algunos de los grandes robles que vemos secarse o entrar en decadencia aquí en Decutsada, sean rebrotes o nacidos de tsande (bellota), se debe a suelos poco profundos.
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Aquí la causa de que este roble se haya secado se debe a la sequedad y a la ausencia de suelos profundos. Decutsada por encima de la carretera del Counio. 28 julio 2018. |
Evidentemente Gautier no visitó todo el Monte Munietsus pero sus observaciones son muy interesantes para conocer el estado en que se encontraban muchas áreas de un bosque que aún era virgen. Aunque lo de virgen no sea para nada correcto, pues el pastoreo y todo lo que esto acarrea de destrucción y alteración del Medio Natural, llevaba muchos siglos afectando a este Monte.. Creo que nunca se ha valorado del todo el verdadero impacto de esta actividad sobre los bosques de Munietsus. Un impacto elevado, derivado de las numerosas brañas y camperas existentes dentro de el.
Junto a los mayoritarios suelos estrechos, también había dentro de Munietsus terrenos mejor favorecidos, con mejores suelos, donde los robles alcanzaron edades pluricentenarias. Lo demostraban sus abundantes restos, hoy ya menos visibles pues muchos han desaparecido, diseminados por todo el Monte. Es lógico suponer que estos robles estuvieran sanos hasta que iniciaron su decadencia y el grosor alcanzado es indicativo de la edad alcanzada en ese estado. Cuando se inicia la decadencia el grosor de los troncos apenas si aumenta e incluso comienza a disminuir. Abundaban los que tenían en torno a cinco metros de perímetro a 1,50 metros del suelo, por su parte de arriba si estaban en terreno pendiente. Con ese grosor ¿cuántos años tendrían?.
Como más tarde os contaré, también aquí en Decutsada había robles pluricentenarios. Pero sus herederos, los nacidos de cepa no llegarán nunca a esas edades, aunque la naturaleza es tan sorprendente que puede que alguno lo consiga. Los restantes, la inmensa mayoría, irán engordando los suelos. Nos esperan quince o veinte años, quizás más, viéndolos ahí en acelerada decadencia hasta que lo hagan.
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Rebrotes de albar con buena cicatrización. Partes bajas de Decutsada, pegado a la senda por su parte de arriba. 26 julio 2.016. |
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Copas del rebrote bien cicatrizado, con buen aspecto. ¿Llegarán a la edad de sus ancestros?. |
Solo algunos robles nacidos de tsande sobre buenos suelos tienen la oportunidad de ser tan longevos como sus abuelos, pero eso está por ver. Admiremos, mientras tanto, ese ejemplo de la vida que pugna por sobrevivir con todos los medios a su alcance y que ha contribuido a que el gran bosque siga cumpliendo con sus numerosas funciones y prodigando vida por todo su entorno. Seguro que el resto de seres vivos que componen el bosque les rendirán el homenaje que se merecen, dándose un auténtico festín con sus despojos.
Estas reflexiones sobre la decadencia de los rebrotes y el prematuro envejecimiento del arbolado debido a la pobreza de nutrientes por suelos estrechos, no me las planteaba yo el último año de Guía. Aún no me había dado cuenta de ello.
Con los visitantes que habían optado por conocer el bosque recorriendo Decutsada, aparte de cuestiones que ya hemos ido mencionando y siempre que hubiera tiempo e interés, se podía tratar el tema de por qué los árboles en Decutsada crecían de la forma en que lo hacían, alcanzando alturas de vértigo, la ausencia de estrato arbustivo y la competencia y selección natural que se veía por doquier. En definitiva, cuestiones que se veían y que cualquiera con dos dedos de frente podía comprender. Nada de cosas abstractas o teóricas si no cosas que se podían observar allí, en plena naturaleza, y viéndolas, como ocurre en todas las ramas del conocimiento, poder responder a casi todos los porqués.
Y no creáis que todos los visitantes eran profanos en la materia, he tenido grupos de biólogos, que seguían atentamente lo que yo les comentaba. Si veía interés en las personas con mis comentarios, cada poco los reunía y profundizábamos en ellas o comentaba otras cosas que nos salieran al paso.
Pero había momentos en los que lo mejor era callarse y centrar todos los sentidos en aquello que nos rodeaba. Entrar en Decutsada es ver y sentir el bosque por dentro. Una experiencia que pocos bosques comparten a causa de su juventud. Árboles gigantescos en altura que con sus copas impiden ver el cielo, con haces de luz que se cuelan entre ellas y se posan fugazmente en los líquenes que cubren las cortezas, en donde el blanco es predominante y que hacen rebotar la luz creando unos ambientes de extraordinaria claridad. Claridad que se acentúa porque al no haber ramas con hojas en las partes bajas y medias solo se ven fustes brillantes y al fondo de ellos, en la ladera de enfrente, nuevos fustes y suelos alfombrados no con subarbustos si no con las verdes lúzulas. Paisajes de ensueño que nos demuestran que la magia existe y que en Decutsada está a flor de piel, al alcance de quien quiera verla y sentirla.
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Una vez que entres en Decutsada es como si el bosque te acabara engullendo, pero la sensación es deliciosa y reconfortante. 26 julio 2.016. |
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Pese a ser un día gris la claridad del bosque es asombrosa. Decutsada abajo del todo. |
Contemplar luego esos altos fustes, que despiden luz y energía, tocarlos, sentarse a su vera. Acercarse al regueiro y probar sus limpias aguas, oír la canción del riachuelo, cruzarlo y pasar a otro ambiente, más húmedo y sombrío donde ya aparecen las fayas entre los robles y permiten contrastarlos, las bellas fayas, con su piel lisa y con ramas desde mucho más abajo. Lo que hay en Decutsada se puede describir pero no se puede hacer lo mismo con la magia que atesora ni con las sensaciones que nos hace sentir.
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Solano y avesíu en torno al Regueiru Decutsada. Magia en estado puro. 26 julio 2.016 |
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Faya emitiendo sus hojas desde muy abajo. Decutsada. 28 julio 2.018. |
Decutsada es un tesoro, algo deslumbrante dentro de Munietsus. La "selva de Munietsus", incluyendo Sestu Gordu, la supera, pero queda muy lejos y además está cerrada a las visitas. De lo abierto el mejor bosque con el que te puedes encontrar, el mejor robledal (también hay algún faéu puro y ciertamente espectacular, pero fuera de la senda) está aquí, a la entrada misma de la Reserva, a pocos metros de Las Tablizas. Lo que aumenta su valor ya que cualquiera, eso sí con permiso, lo puede recorrer y extasiarse haciéndolo, sin prisas, sin mayores esfuerzos. Todo un lujo que conviene resaltar.
La primera vez que lo recorrí, por cierto de estrangis, usando la senda, quedé deslumbrado con su belleza y encanto. Luego, ya de Guía-Monitor, lo visité infinidad de veces en mis ratos libres. Llegaba hasta el cerro que lo deslinda del valle general, el Tesu Decutsada, y media vuelta.
Allí, en el tesu, por encima de la senda pero sin ser visto desde ella, descubrí un pequeño habitáculo, construido por los guardas que patrullaban el Monte, para refugiarse en él cuando el tiempo se metía en agua. Nada del otro mundo pero donde te podías sentar cómodamente sin que te tocara una sola gota, aunque fuera diluviara. Piedras y troncos colocados con mano maestra.
No me importaba si llovía para recorrer Decutsada, un paraguas, botas de goma, un chubasquero y una larga parada en el refugio oyendo la furia de los vendavales, que en los cerros pueden llegar a ser hasta pavorosos, y viendo caer y caer la revitalizante lluvia. Un aguacero proverbial, en plena primavera, me hizo permanecer en él no menos de dos o tres horas. Esperé hasta que amainara pues me encontraba muy a gusto allí, en medio del diluvio pero calentito y completamente seco.
En el refugio nunca coincidí con sus usuarios habituales. Conocía algún que otro refugio en otros lugares del Monte e incluso sorprendí a los guardas alguna vez utilizándolos para echar una "cabezadina". Pero nunca les importuné, bastante tenían con lo que hacían a diario.
Creo que fue durante mi primer año como Guía-Monitor cuando me avisaron desde la Consejería que tenía que acompañar a una visita "importante". Se trataba de un ojeador de una empresa de turismo internacional. La empresa se dedicaba a programar excursiones a lugares relevantes, con personas también importantes y querían saber, de primera mano, si Muniellos reunía las condiciones necesarias para interesar a tan selectos personajes.
Entonces la Reserva todavía no estaba reconocida en su justa medida, ni a nivel regional, ni nacional, ni a escala global y en la Consejería querían que se le reconociera su auténtica valía, lo que llevaría parejo, supongo, un mayor reconocimiento a sus gestores y una mayor afluencia de dinero, procedente sobre todo de Fondos Europeos. Europa, debido a su temprana industrialización, había arrasado con la mayor parte de sus espacios naturales y deseaba preservar los pocos que quedaban en los países satélites de la Unión, aportando sumas de dinero que se camuflaban con formas variadas a través de "programas", "convenios"...La política de los países centrales respecto a los secundarios, destinados a ser lugares turísticos para solaz de los primeros, pero eso es otra historia.
Lo que no buscaba la Consejería era abrir Muniellos al turismo masivo, si no dar a conocer el tesoro que tenía. La apertura de la Reserva al Itinerario de la Naturaleza, es posible que respondiera a la misma motivación. No es desdeñable el impacto, sobre todo a nivel regional, provocado por la visita a Muniellos de cientos de jóvenes que divulgarían al resto de la población la existencia y el valor de este enclave.
Curiosamente cuando se consiguió ese reconocimiento la política de la Consejería, otra vez mediatizada por los auténticos centros de poder, cambió. Ahora la protección pasaba por mantener oculto ese tesoro, sin darle publicidad alguna. Ecologismo de sillón y corbata, pero eso es también otra historia.
Los de la Consejería me pidieron que lo llevara a un lugar que le causara buena impresión al ojeador y que no estuviera lejos de Las Tablizas porque no querían andar mucho. Tuve claro desde un principio cuál sería ese lugar.
El día convenido se presentó el ojeador, un chico joven y menudo, acompañado de su novia y de un Guía de una empresa particular de la zona de Picos de Europa, o de sus aledaños, ya no me acuerdo bien. Por supuesto llevaban el pertinente permiso, pues si no dudo que Jaminón, que sabía de tal visita, les permitiera el paso.
Tuvimos suerte porque nada más internarnos por Decutsada, desde la misma senda, estuvimos observando durante un buen rato a una gineta, con su alargado y esbelto cuerpo y su esplendida piel llena de colorido, con unos preciosos grises y naranjas y sus motas oscuras. Me sorprendió que ella ni nos viera ni nos detectara, estaba muy centrada en su actividad. Estaba de caza, olisqueaba y se metía en todas las oquedades que encontraba a su paso, con una rapidez y plasticidad envidiable, hasta que desapareció de nuestra vista. Buen comienzo para una excursión.
El Guía, una persona ya madura, intentaba mediatizar entre el chico y yo, a pesar de que este hablaba un perfecto castellano, y a mí la verdad es que no me importaba porque de alguna forma debía ganarse el jornal que cobraba. Incluso le dejé explayarse a su gusto cuando nos explicó, a la pareja y a mí, el supuesto lugar utilizado por un osu para dormir, un rellano con algo de oquedad contra la roca, de esos que hay ciento y la madre en entornos donde aflora la roca.
Los llevé hasta donde la senda se acerca al Regueiro Decutsada, pero no cruzamos, seguimos ascendiendo por la vieja pista que llevaba a La Brañina y antes de llegar a esta, ya que pertenece al Monte Oubachu, nos metimos contra el avesíu, atravesando el Regueiro. A pesar de haber ganado bastante altura, todavía quería ganar alguna más ascendiendo monte a través. El Guía se me acercó y en voz baja me comentó que si el recorrido no podía ser más suave ya que la chica no estaba acostumbrada a andar.
El chico, creo que para impresionarme, me había enseñado una fotografía que aparecía en la portada de una revista extranjera dedicada a lugares salvajes. "esta fotografía la hice en un bosque de Checoslovaquia". De ese país o de otro del entorno, tampoco me acuerdo bien. La foto era realmente espectacular. Estaba hecha desde un árbol y en la base, en el suelo, aparecía una jauría de lobos aullando ferozmente, a mandíbula batiente con sus puntiagudos colmillos, al que hacía la foto.
¡Extraña pareja!, pensé cuando el Guía me hizo el comentario, pero ¡allá cada cuál!. Haríamos lo que tenía pensado hacer: un poco por encima de donde estábamos, llanear, tirar recto en dirección al Teso Decutsada, atravesando todo el avesíu y antes de llegar al cerro descender hasta conectar con la senda y luego por esta descender en un plis plas hasta Las Tablizas.
Al poco de empezar a llanear comenzaron a aparecer los grandes, grandísimos robles ancianos que los cántabros habían respetado, más que nada porque ya no aportarían madera alguna debido a la descomposición de su interior. El ojeador se vio sorprendido e impresionado por su tamaño y más cuando yo le dije que abundaban por toda aquella zona.
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Sospechosa oquedad en el roble de la portada, debajo de la senda. |
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