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Detalle del roblón con su enorme corpachón pero falto ya del tronco mediano y superior, así como de su copa. 13 octubre 2.000. |
Ya en los ochenta, aunque yo no lo supiera entonces, este coloso se encontraría en pleno declive. Si no lo habían apeado en las últimas cortas de los años cincuenta y sesenta, era por algo. Los que cortaban los árboles no eran tontos. Llevaban muchos años en el oficio y podían detectar defectos en los árboles antes de cortarlos. Aunque también se llevaban algún que otro chasco, como demuestran los restos de grandes rollas cortadas al lado de abajo de La Veiga Los Trabóis, por donde luego bajará la Ruta, que se dejaron allí por estar podridas por dentro.
Con las sierras de Las Tablizas se podía aprovechar más la madera. Algunos defectos en un árbol no le hacían inservible. Pero claro todo tiene un límite, que al final se resolvía en términos económicos, de rentabilidad: ¿era rentable cortar un árbol averiado, serrarlo en secciones y transportarlo a las sierras de Las Tablizas, para allí trabajarlo?. Si la respuesta era negativa, dicho árbol ni siquiera se cortaba pues era una perdida de tiempo y por lo tanto de dinero.
No cortar los árboles defectuosos, a la larga y en términos puramente económicos, tampoco era rentable pues el espacio que ocupaban no se podría utilizar con nuevos árboles. Pero si algo caracteriza la explotación de Munietsus y de todos nuestros bosques es la falta de visión. Era todo un puro saqueo, un beneficio inmediato. Resulta curioso que estos empresarios, burgueses de alto copé, practicaran lo que posteriormente gritarían los miembros del movimiento punk: "el futuro no existe".
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Vista del entorno del roblón (el está en el mismo medio), desde senda último repecho rocoso. 13 octubre 2.000. |
No sé si el gran albar de Fonculebrera tenía ya algún defecto, pero el más importante que debió de sufrir fue la perdida de su copa. Esta no debía de ser un simple penacho. Debía de sobresalir por encima del resto de árboles y ser una preciosa copa. ¿Os imagináis cúal sería el aspecto, entonces, de nuestro coloso?. Y digo que lo imaginéis porque desgraciadamente ya no queda ningún otro para poder verlo en vivo. Quizás el de Las Varas, por la Ruta larga podría hacerlo, pero sospecho que la calamidad (como cantaba Victor Heredia en su sutil y preciosa "Estado de la situación") se haya ido acercando a él. De todas formas esa zona está prohibida y no podréis verlo.
Ya hemos hablado de lo que le ocurre a un árbol cuando es desmochado. Si el corte es muy bajo o en el intermedio de su tronco, el final del árbol está cercano. Pero si el corte es bastante arriba, todavía aguanta durante algunas decenas de años. El árbol reacciona rápidamente, desarrollando guías sustitutorias.
Esto último sería el caso de este roble. Desarrolló sus ramas laterales superiores e hizo brotar muchas otras para tratar de superar la perdida de su copa y también desarrolló el resto de sus ramas laterales, llegando hasta casi el mismo suelo.
Y parece ser que superó la amputación recibida ya que se encontraba algo separado del resto de robles y su acceso a la luz seguía estando asegurada.
A este roble no se le veía ninguna herida inferior, no tenía ninguna oquedad o al menos yo nunca se las vi y parecía tener activas todas sus raíces, como testimoniaban los nervios por la parte de abajo del tronco. No se trataba de un rebrote, era pues un árbol, podríamos decir que originario, nacido de bellota de una generación antiquísima y tampoco debía tener problemas para obtener los nutrientes necesarios para mantenerse y seguir progresando.
Su estancamiento y posterior decaimiento no se debió a la elevada edad que se deduce que tenía pues seguramente podría haber vivido unas cuantas centurias más. No decayó de forma natural por el paso de los años. Lo hizo por la rotura de su copa, por un accidente, eso sí, de origen natural.
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Visión global del roblón de Fonculebrera, desde abajo en la senda. 26 julio 2.016. |
Por arriba comenzó la ruina de nuestro gigante. La herida a la intemperie fue haciendo desarrollarse la pudrición y esta iría bajando paulatinamente. En estos casos, cada poco el árbol va perdiendo una parte de su tronco. Pero él seguía haciendo brotar numerosas ramas por debajo de cada perdida. En el año 2.000 aún se le veían muchas ramas en la parte final de su tronco.
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Aquí ya se aprecia donde termina el gran tronco, que sigue siendo impresionante. Foto Ástor. 29 julio 2.019. |
Su interior pronto se pudrió pero su carcasa seguía recibiendo todo lo necesario para seguir resistiendo allí, manteniéndose de pie, aunque perdiendo altura con el paso de los años. Seguía siendo un placer verlo. Un testimonio aún vivo de nuestro remoto pasado. Un aliado de tantos y tantos animales que se posaban entre sus ramas o se cobijaban bajo su andamiaje, alimentándose con las copiosas cosechas de tsande que anualmente depositaba sobre el suelo. Seguía siendo todo un prodigio.
En mi vuelta a Munietsus en 2.016, ya el Guarda de Las Tablizas, al que le pregunté por las novedades habidas durante mi larga ausencia, me dijo que al roblón se le había caído una gran rama de sus partes bajas.
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Lado de abajo con Ástor y del otro lado amputación sufrida con la caída de un gran ramal. 29 julio 2.017. |
Volví a pararme a verlo y a saludarlo, rozando la yema de mis dedos sobre su piel y abrazándome a él. Todavía irradiaba vida y era reconfortante sentirlo allí. Ya se veía claramente donde finalizaba su altura y había comenzado la descamación de sus ramas laterales, a las que había llegado la pudrición. Pero aún seguía allí, de pie.
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Por aquí se rompió el gran ramal. Fijaros que la podredumbre ya se había apoderado de él. 29 julio 2.017. |
Las primeras ramas laterales en quebrarse fueron las que salían muy horizontales, que no pudieron soportar ya el peso de la nieve y los vaivenes de los furiosos vendavales que parecen arreciar con el reciente cambio climático. En el 2.018 en mi última visita ya se apreciaba claramente la ruina en la que estaban casi todas, incluidas las más verticales, podridas y secas en muchos puntos.
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Fijaros como los finales de las ramas-guías están en las últimas. 27 julio 2.018. |
Seguro que el gran roblón sigue allí cuando vosotros-as hagáis la Ruta. Puede que ya haya perdido la mayor parte de sus ramas laterales, perdurando solo las que le salen en la parte superior de un tronco que cada poco irá perdiendo altura. Deteneros y acercaos a él a presentarle vuestro respeto y admiración. Seguro que no servirá para superar lo irremediable, pero haciéndolo os sentiréis mejor.
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Última imagen que tengo del roblón, todavía con ramas vivas sustituyendo a la copa y con su tronco ya reducido. 27 julio 2.018. |
Tras el roble ahuecado la senda que nos llevará a Las Tsagunas continua ascendiendo, aunque la pendiente es llevadera. Pronto llegaremos al Teso Los Sagraos, que atravesaremos un poco por debajo de la zona más allanada de este, donde estaría La Braña Los Sagraos del pueblo de Oubachu.
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A la derecha subida al roblón, a la izquierda senda Tsagunas, con una tablilla indicando la continuación de la ruta, colocada sobre el roble hueco. 26 julio 2.016. |
Antes de llegar al teso, desde varios clarines, tenemos unas excelentes vistas de la ladera solana de Fonculebrera. Resaltan las moles más voluminosas de Las Penas de Fonculebrera, situadas a mayor altitud de donde nosotros estamos. Recostadas sobre el mismo Teso Decutsada y parte de esta ladera de solano, con grandes desniveles y ocupando una amplia superficie.
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Penas de Fonculebrera desde primer clarín que hay después del roblón. Fijaros como las hojas de sus árboles ya se están secando. 23 septiembre 2.000. |
En esa parte de grandes paredes verticales decían los de Mual que había una cueva osera. Algo verosímil pues ya en la primavera del año 2.000 se avistó por esa zona una osa, con al menos una cría.
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Vistas desde el primer clarín de las partes altas de Las Penas de Fonculebrera. Las más voluminosas del roquedo. 27 julio 2.018. |
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Desde el siguiente clarín las vistas tienen más perspectiva. Recostado sobre el Teso Decutsada está el mirador al que salí en 2.018 desde la Veiga La Mesa. 27 julio 2.018. |
También se veía la progresión, hacia abajo, de Las Penas donde los desniveles ya no son tan grandes, conformando los cerros y vaguadinas por donde nosotros habíamos ascendido. Incluso se ve hasta la alargada y estrecha granda que hay contra el Tesu´l Retén y el de Decutsada.
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Partes bajas de Las Penas de Fonculebrera. Visto de lado el arbolado parece más consistente de lo que es en realidad. Al fondo la granda. 27 julio 2.018. |
Un mundo bastante desarbolado, donde el roquedo sigue siendo dominante. Las fotos mostradas están hechas de lado y dan la impresión de que hay un bosque denso asentándose sobre Las Penas, si no sobre las mayores sí al menos sobre las otras. Pero es una imagen engañosa, aparecen los árboles todos juntos, pero carecemos de profundidad. Desconocemos las distancias que los separan. No disponemos de la perspectiva necesaria para evaluarlo con objetividad.
Los que suban el solano pueden dar fe de ello: que la roca es la gran protagonista, que el arbolado está muy raleado...Nada que ver con un verdadero bosque.
Lo que nadie puede negar es que en solo 18 años, los que hay entre la foto del 2.000 y las del 2.018, las cosas han mejorado bastante. Por una parte el tiempo transcurrido ha permitido que muchos robles, tanto albares como orocantabricos, que no podían producir tsande con capacidad reproductora debido a su juventud, estén ya en condiciones de hacerlo y que muchas otras se vayan acercando a ello. Lógicamente al existir más semillas aumentan las posibilidades de expansión de estas especies.
A ello hay que añadir que el roquedo se halla completamente rodeado por el arbolado, por arriba, por abajo y por los lados, no faltando algunos núcleos dentro de él. Colonizar hacia abajo o hacia los lados es siempre mucho más rápido que hacerlo solo desde abajo. La tsande pesa y su diseminación no es obra del viento. Algunos animales pueden hacerla subir en altura y algunas de ellas pueden germinar produciendo nuevos árboles. Luego pasados unos cuantos años, estos nuevos árboles producirán a su vez nueva tsande y así, poco a poco, el arbolado de robles irá subiendo en altitud.
Pero hacia abajo todo es más fácil. En terrenos pendientes como estos, la tsande puede "correr" ladera abajo, alejándose más de sus predecesores. Muchas bellotas, las caídas directamente o llevadas sobre la pura roca, acabarán muriendo al ir secándose o al ser devoradas por algún animal. Pero otras muchas irán a parar a algún huequecillo de suelo o de la propia roca. Allí germinará y desdoblara su actividad, una parte ascenderá a la búsqueda del padre sol y otra se hundirá buscando a la madre tierra.
Y por último estaría el suelo. La ausencia de incendios, desde los años ochenta del pasado siglo y la callada labor de animales y de la flora inferior, a la que ha ido uniéndose la de los géneros leñosos (subarbustos, arbustos y árboles), ha ido aumentando el suelo preexistente.
Incluso la pura roca produce suelo, aunque mejor sería decir que produce arenilla ya que el suelo contiene miles y miles de microorganismos, que pululan entre esas arenas, restos de materia orgánica y otras muchas sustancias.
La lluvia, que cada poco nos visita desde los orígenes de nuestro planeta. El sol con sus cambios de temperatura. La acción erosiva del viento, la de él mismo y la causada por todo lo que el viento arrastra. El paso de los glaciares y de la erosión periglaciar...Han ido limando la roca, arrancando esa arenilla, que está en la base de cualquier suelo y que es rica en minerales.
A veces el suelo no se ve. Puede haberse ido depositando en los intersticios que las rocas poseen o puede estar tapado por bloques de piedra sueltas que los de por aquí llamamos tseirones.
El suelo, aunque eso sí solo una pequeñísima cantidad, también procede del cielo. Nos referimos al polvo atmosférico, pequeñas partículas en suspensión que el viento lleva de unos lugares a otros.
Sabíais que los bosques son las mejores "trampas" para capturar ese polvo. Los árboles dejan que el viento los atraviese pero sus hojas son una malla que retiene mucho de ese polvo. Luego la lluvia lava la hoja y lo arrastra hacia el suelo, quedando integrado en él. La roca no dispone de ese filtro para capturarlo, pero algo siempre recibe.
Nuestros vegetales necesitan un mínimo de suelo para poder nacer, crecer y multiplicarse. Sobre la roca desnuda solo los líquenes y el mofo (musgo) pueden hacerlo. Cuando vemos salir una ramilla de orocantabrico de una roca, o un albar o un abedul de un tseirón de cantos gruesos, es porque sus raíces han conseguido llegar a algo de suelo, al menos al imprescindible para ir tirando hacia delante.
Ciertamente estos delgados suelos solo les permiten vivir unos pocos años y además reducen mucho sus ciclos vitales. Si os fijáis a fondo en la foto del año 2.000 veréis como los robles instalados sobre y entre la Penas de Fonculebrera empiezan a secárseles las hojas ya en septiembre, cuando los que están sobre mejores suelos mantienen sus hojas completamente verdes. En las fotos del 2.018 aún están verdes, claro que también están hechas dos meses antes, en julio.
Ver robles con hojas moribundas antes de tiempo era muy frecuente percibirlas en todos los cerros, más o menos desarbolados, donde afloraba la roca, del Munietsus de después de las cortas. Algunos incluso se secaban del todo cuando los veranos venían muy secos y se alargaban en el tiempo.
Pero no todo era en balde, a aquella generación de corta vida le sucedía otra y luego otra y otra. Cada nueva generación se beneficiaba del suelo creado por la anterior, aumentando así su esperanza de vida y aumentando poco a poco la superficie arbolada.
Aún me acuerdo de algunas tormentas que me pillaron a veces haciendo la Ruta. Aquí en el solano de Fonculebrera y en esos cerros con malísimos suelos, el agua que caía copiosamente no se infiltraba en el suelo como hacía en otros lugares. Bueno, supongo que alguna si se infiltraría, pero la mayor parte corría por doquier, ladera abajo, hasta llegar a los cauces de vatses, vatsinas y vaguadas menores, hasta desaguar en el Ríu Munietsus, que experimentaba repentinamente una gran crecida.
Es lo que tienen los suelos estrechos, su incapacidad para retener el agua de lluvia (algo que es fundamental para la vida vegetal) por que luego, enseguida, esos suelos se secan. Si no fuera por las nieblas y neblinas que tan abundantemente empapan nuestro Monte, estos parcos suelos jamás prosperarían.
Así, con la callada labor de los vegetales inferiores y algunos atrevidos árboles, el suelo va mejorando, se va acolchando y aumentando de volumen, siendo capaz de retener más, y durante más tiempo, la humedad caída y la que flota.
Hoy Fonculebrera, su solano, y esos cerros tan expuestos a secarse rápidamente, han mejorado mucho. Ahí los árboles siguen adelantando la caída de sus hojas. Pero no tanto como hace unos decenios.
Es un proceso lento pero ya se está viendo su imparable avance y si visitáis Munietsus lo podéis comprobar en primera persona, siendo muy reconfortante comprobar como la naturaleza va restañando las heridas que le hemos infringido los seres humanos.