8/31/2024

La Ruta a Las Tsagunas 17 El roblón 2. Vistas del solano.

Detalle del roblón con su enorme corpachón pero falto ya del tronco mediano y superior, así como de su copa. 13 octubre 2.000.

Ya en los ochenta, aunque yo no lo supiera entonces, este coloso se encontraría en pleno declive. Si no lo habían apeado en las últimas cortas de los años cincuenta y sesenta, era por algo. Los que cortaban los árboles no eran tontos. Llevaban muchos años en el oficio y podían detectar defectos en los árboles antes de cortarlos. Aunque también se llevaban algún que otro chasco, como demuestran los restos de grandes rollas cortadas al lado de abajo de La Veiga Los Trabóis, por donde luego bajará la Ruta, que se dejaron allí por estar podridas por dentro.

Con las sierras de Las Tablizas se podía aprovechar más la madera. Algunos defectos en un árbol no le hacían inservible. Pero claro todo tiene un límite, que al final se resolvía en términos económicos, de rentabilidad: ¿era rentable cortar un árbol averiado, serrarlo en secciones y transportarlo a las sierras de Las Tablizas, para allí trabajarlo?. Si la respuesta era negativa, dicho árbol ni siquiera se cortaba pues era una perdida de tiempo y por lo tanto de dinero.

No cortar los árboles defectuosos, a la larga y en términos puramente económicos, tampoco era rentable pues el espacio que ocupaban no se podría utilizar con nuevos árboles. Pero si algo caracteriza la explotación de Munietsus y de todos nuestros bosques es la falta de visión. Era todo un puro saqueo, un beneficio inmediato. Resulta curioso que estos empresarios, burgueses de alto copé, practicaran lo que posteriormente gritarían los miembros del movimiento punk: "el futuro no existe". 

Vista del entorno del roblón (el está en el mismo medio), desde senda último repecho rocoso. 13 octubre 2.000.

No sé si el gran albar de Fonculebrera tenía ya algún defecto, pero el más importante que debió de sufrir fue la perdida de su copa. Esta no debía de ser un simple penacho. Debía de sobresalir por encima del resto de árboles y ser una preciosa copa. ¿Os imagináis cúal sería el aspecto, entonces, de nuestro coloso?. Y digo que lo imaginéis porque desgraciadamente ya no queda ningún otro para poder verlo en vivo. Quizás el de Las Varas, por la Ruta larga podría hacerlo, pero sospecho que la calamidad (como cantaba Victor Heredia en su sutil y preciosa "Estado de la situación") se haya ido acercando a él. De todas formas esa zona está prohibida y no podréis verlo.

Ya hemos hablado de lo que le ocurre a un árbol cuando es desmochado. Si el corte es muy bajo o en el intermedio de su tronco, el final del árbol está cercano. Pero si el corte es bastante arriba, todavía aguanta durante algunas decenas de años. El árbol reacciona rápidamente, desarrollando guías sustitutorias.

Esto último sería el caso de este roble. Desarrolló sus ramas laterales superiores e hizo brotar muchas otras para tratar de superar la perdida de su copa y también desarrolló el resto de sus ramas laterales, llegando hasta casi el mismo suelo.

Y parece ser que superó la amputación recibida ya que se encontraba algo separado del resto de robles y su acceso a la luz seguía estando asegurada. 

A este roble no se le veía ninguna herida inferior, no tenía ninguna oquedad o al menos yo nunca se las vi y parecía tener activas todas sus raíces, como testimoniaban los nervios por la parte de abajo del tronco. No se trataba de un rebrote, era pues un árbol, podríamos decir que originario, nacido de bellota de una generación antiquísima y tampoco debía tener problemas para obtener los nutrientes necesarios para mantenerse y seguir progresando.

Su estancamiento y posterior decaimiento no se debió a la elevada edad que se deduce que tenía pues seguramente podría haber vivido unas cuantas centurias más. No decayó de forma natural por el paso de los años. Lo hizo por la rotura de su copa, por un accidente, eso sí, de origen natural. 

Visión global del roblón de Fonculebrera, desde abajo en la senda. 26 julio 2.016.

Por arriba comenzó la ruina de nuestro gigante. La herida a la intemperie fue haciendo desarrollarse la pudrición y esta iría bajando paulatinamente. En estos casos, cada poco el árbol va perdiendo una parte de su tronco. Pero él seguía haciendo brotar numerosas ramas por debajo de cada perdida. En el año 2.000 aún se le veían muchas ramas en la parte final de su tronco. 

Aquí ya se aprecia donde termina el gran tronco, que sigue siendo impresionante. Foto Ástor. 29 julio 2.019.

Su interior pronto se pudrió pero su carcasa seguía recibiendo todo lo necesario para seguir resistiendo allí, manteniéndose de pie, aunque perdiendo altura con el paso de los años. Seguía siendo un placer verlo. Un testimonio aún vivo de nuestro remoto pasado. Un aliado de tantos y tantos animales que se posaban entre sus ramas o se cobijaban bajo su andamiaje, alimentándose con las copiosas cosechas de tsande que anualmente depositaba sobre el suelo. Seguía siendo todo un prodigio.

En mi vuelta a Munietsus en 2.016, ya el Guarda de Las Tablizas, al que le pregunté por las novedades habidas durante mi larga ausencia, me dijo que al roblón se le había caído una gran rama de sus partes bajas. 

Lado de abajo con Ástor y del otro lado amputación sufrida con la caída de un gran ramal. 29 julio 2.017.

Volví a pararme a verlo y a saludarlo, rozando la yema de mis dedos sobre su piel y abrazándome a él. Todavía irradiaba vida y era reconfortante sentirlo allí. Ya se veía claramente donde finalizaba su altura y había comenzado la descamación de sus ramas laterales, a las que había llegado la pudrición. Pero aún seguía allí, de pie. 

Por aquí se rompió el gran ramal. Fijaros que la podredumbre ya se había apoderado de él. 29 julio 2.017.

Las primeras ramas laterales en quebrarse fueron las que salían muy horizontales, que no pudieron soportar ya el peso de la nieve y los vaivenes de los furiosos vendavales que parecen arreciar con el reciente cambio climático. En el 2.018 en mi última visita ya se apreciaba claramente la ruina en la que estaban casi todas, incluidas las más verticales, podridas y secas en muchos puntos. 

Fijaros como los finales de las ramas-guías están en las últimas. 27 julio 2.018.

Seguro que el gran roblón sigue allí cuando vosotros-as hagáis la Ruta. Puede que ya haya perdido la mayor parte de sus ramas laterales, perdurando solo las que le salen en la parte superior de un tronco que cada poco irá perdiendo altura. Deteneros y acercaos a él a presentarle vuestro respeto y admiración. Seguro que no servirá para superar lo irremediable, pero haciéndolo os sentiréis mejor. 

Última imagen que tengo del roblón, todavía con ramas vivas sustituyendo a la copa y con su tronco ya reducido. 27 julio 2.018.

Tras el roble ahuecado la senda que nos llevará a Las Tsagunas continua ascendiendo, aunque la pendiente es llevadera. Pronto llegaremos al Teso Los Sagraos, que atravesaremos un poco por debajo de la zona más allanada de este, donde estaría La Braña Los Sagraos del pueblo de Oubachu. 

A la derecha subida al roblón, a la izquierda senda Tsagunas, con una tablilla indicando la continuación de la ruta, colocada sobre el roble hueco. 26 julio 2.016.

Antes de llegar al teso, desde varios clarines, tenemos unas excelentes vistas de la ladera solana de Fonculebrera. Resaltan las moles más voluminosas de Las Penas de Fonculebrera, situadas a mayor altitud de donde nosotros estamos. Recostadas sobre el mismo Teso Decutsada y parte de esta ladera de solano, con grandes desniveles y ocupando una amplia superficie. 

Penas de Fonculebrera desde primer clarín que hay después del roblón. Fijaros como las hojas de sus árboles ya se están secando. 23 septiembre 2.000.

En esa parte de grandes paredes verticales decían los de Mual que había una cueva osera. Algo verosímil pues ya en la primavera del año 2.000 se avistó por esa zona una osa, con al menos una cría. 

Vistas desde el primer clarín de las partes altas de Las Penas de Fonculebrera. Las más voluminosas del roquedo. 27 julio 2.018.


Desde el siguiente clarín las vistas tienen más perspectiva. Recostado sobre el Teso Decutsada está el mirador al que salí en 2.018 desde la Veiga La Mesa. 27 julio 2.018.

También se veía la progresión, hacia abajo, de Las Penas donde los desniveles ya no son tan grandes, conformando los cerros y vaguadinas por donde nosotros habíamos ascendido. Incluso se ve hasta la alargada y estrecha granda que hay contra el Tesu´l Retén y el de Decutsada. 

Partes bajas de Las Penas de Fonculebrera. Visto de lado el arbolado parece más consistente de lo que es en realidad. Al fondo la granda. 27 julio 2.018.

Un mundo bastante desarbolado, donde el roquedo sigue siendo dominante. Las fotos mostradas están hechas de lado y dan la impresión de que hay un bosque denso asentándose sobre Las Penas, si no sobre las mayores sí al menos sobre las otras. Pero es una imagen engañosa, aparecen los árboles todos juntos, pero carecemos de profundidad. Desconocemos las distancias que los separan. No disponemos de la perspectiva necesaria para evaluarlo con objetividad.

Los que suban el solano pueden dar fe de ello: que la roca es la gran protagonista, que el arbolado está muy raleado...Nada que ver con un verdadero bosque.

Lo que nadie puede negar es que en solo 18 años, los que hay entre la foto del 2.000 y las del 2.018, las cosas han mejorado bastante. Por una parte el tiempo transcurrido ha permitido que muchos robles, tanto albares como orocantabricos, que no podían producir tsande con capacidad reproductora debido a su juventud, estén ya en condiciones de hacerlo y que muchas otras se vayan acercando a ello. Lógicamente al existir más semillas aumentan las posibilidades de expansión de estas especies.

A ello hay que añadir que el roquedo se halla completamente  rodeado por el arbolado, por arriba, por abajo y por los lados, no faltando algunos núcleos dentro de él. Colonizar hacia abajo o hacia los lados es siempre mucho más rápido que hacerlo solo desde abajo. La tsande pesa y su diseminación no es obra del viento. Algunos animales pueden hacerla subir en altura y algunas de ellas pueden germinar produciendo nuevos árboles. Luego pasados unos cuantos años, estos nuevos árboles producirán a su vez nueva tsande y así, poco a poco, el arbolado de robles irá subiendo en altitud.

Pero hacia abajo todo es más fácil. En terrenos pendientes como estos, la tsande puede "correr" ladera abajo, alejándose más de sus predecesores. Muchas bellotas, las caídas directamente o llevadas sobre la pura roca, acabarán muriendo al ir secándose o al ser devoradas por algún animal. Pero otras muchas irán a parar a algún huequecillo de suelo o de la propia roca. Allí germinará y desdoblara su actividad, una parte ascenderá a la búsqueda del padre sol y otra se hundirá buscando a la madre tierra. 

Y por último estaría el suelo. La ausencia de incendios, desde los años ochenta del pasado siglo y la callada labor de animales y de la flora inferior, a la que ha ido uniéndose la de los géneros leñosos (subarbustos, arbustos y árboles), ha ido aumentando el suelo preexistente.

Incluso la pura roca produce suelo, aunque mejor sería decir que produce arenilla ya que el suelo contiene miles y miles de microorganismos, que pululan entre esas arenas, restos de materia orgánica y otras muchas sustancias.

La lluvia, que cada poco nos visita desde los orígenes de nuestro planeta. El sol con sus cambios de temperatura. La acción erosiva del viento, la de él mismo y la causada por todo lo que el viento arrastra. El paso de los glaciares y de la erosión periglaciar...Han ido limando la roca, arrancando esa arenilla, que está en la base de cualquier suelo y que es rica en minerales.

A veces el suelo no se ve. Puede haberse ido depositando en los intersticios que las rocas poseen o puede estar tapado por bloques de piedra sueltas que los de por aquí llamamos tseirones.

El suelo, aunque eso sí solo una pequeñísima cantidad, también procede del cielo. Nos referimos al polvo atmosférico, pequeñas partículas en suspensión que el viento lleva de unos lugares a otros.

Sabíais que los bosques son las mejores "trampas" para capturar ese polvo. Los árboles dejan que el viento los atraviese pero sus hojas son una malla que retiene mucho de ese polvo. Luego la lluvia lava la hoja y lo arrastra hacia el suelo, quedando integrado en él. La roca no dispone de ese filtro para capturarlo, pero algo siempre recibe.

Nuestros vegetales necesitan un mínimo de suelo para poder nacer, crecer y multiplicarse. Sobre la roca desnuda solo los líquenes y el mofo (musgo) pueden hacerlo. Cuando vemos salir una ramilla de orocantabrico de una roca, o un albar o un abedul de un tseirón de cantos gruesos, es porque sus raíces han conseguido llegar a algo de suelo, al menos al imprescindible para ir tirando hacia delante.

Ciertamente estos delgados suelos solo les permiten vivir unos pocos años y además reducen mucho sus ciclos vitales. Si os fijáis a fondo en la foto del año 2.000 veréis como los robles instalados sobre y entre la Penas de Fonculebrera empiezan a secárseles las hojas ya en septiembre, cuando los que están sobre mejores suelos mantienen sus hojas completamente verdes. En las fotos del 2.018 aún están verdes, claro que también están hechas dos meses antes, en julio.

Ver robles con hojas moribundas antes de tiempo era muy frecuente percibirlas en todos los cerros, más o menos desarbolados, donde afloraba la roca, del Munietsus de después de las cortas. Algunos incluso se secaban del todo cuando los veranos venían muy secos y se alargaban en el tiempo.

Pero no todo era en balde, a aquella generación de corta vida le sucedía otra y luego otra y otra. Cada nueva generación se beneficiaba del suelo creado por la anterior, aumentando así su esperanza de vida y aumentando poco a poco la superficie arbolada.

Aún me acuerdo de algunas tormentas que me pillaron a veces haciendo la Ruta. Aquí en el solano de Fonculebrera y en esos cerros con malísimos suelos, el agua que caía copiosamente no se infiltraba en el suelo como hacía en otros lugares. Bueno, supongo que alguna si se infiltraría, pero la mayor parte corría por doquier, ladera abajo, hasta llegar a los cauces de vatses, vatsinas y vaguadas menores, hasta desaguar en el Ríu Munietsus, que experimentaba repentinamente una gran crecida.

Es lo que tienen los suelos estrechos, su incapacidad para retener el agua de lluvia (algo que es fundamental para la vida vegetal) por que luego, enseguida, esos suelos se secan. Si no fuera por las nieblas y neblinas que tan abundantemente empapan nuestro Monte, estos parcos suelos jamás prosperarían.

Así, con la callada labor de los vegetales inferiores y algunos atrevidos árboles, el suelo va mejorando, se va acolchando y aumentando de volumen, siendo capaz de retener más, y durante más tiempo, la humedad caída y la que flota.

Hoy Fonculebrera, su solano, y esos cerros tan expuestos a secarse rápidamente, han mejorado mucho. Ahí los árboles siguen adelantando la caída de sus hojas. Pero no tanto como hace unos decenios.

Es un proceso lento pero ya se está viendo su imparable avance y si visitáis Munietsus lo podéis comprobar en primera persona, siendo muy reconfortante comprobar como la naturaleza va restañando las heridas que le hemos infringido los seres humanos. 


8/13/2024

La Ruta a Las Tsagunas 16 El avesíu de Fonculebrera. La Fonte, el acebal y el roblón 1

El Guía en una rama lateral del roblón de Fonculebrera. 21 julio 2.000.

Lo cierto es que siempre hubo una fonte en el Vatse Fonculebrera, pegada al mismo curso fluvial que allí no bajaba agua excepto cuando llovía. Sin duda la Braña Los Sagraos, que está muy cerca de ella, la utilizara para saciar la sed de los pastores y de su ganáu. De ahí que fuera conocida, usada y poseyera un nombre propio: Fonculebrera.

El inconveniente para la Ruta es que la fonte, que nunca se secaba aunque vinieran años muy secos y seguidos, quedaba unos pocos metros por debajo de la senda. Quienes labraron la senda no pudieron hacerla coincidir con la fonte ya que el último cerro solo poseía un rellano, fácil de trabajar, justo por donde se hizo la senda. Bajar esta luego les pareció más incómodo para los visitantes, ya que la subida posterior sería más pindia y larga y además querían que desde la propia senda se pudiese ver el enorme roblón que aquí hay.

La senda llegaba en llano al curso fluvial y luego empezaba a subir. Hicieron un caminín desde la senda a la fonte pero muchos de los caminantes no lo localizaban o no le hacían caso. Quedándose con las ganas de probar un agua que venía de perlas tras la sofocante subida.

Los gestores de la Reserva mandaron buscar el manantial por encima de la senda y mediante un tubo llevar el agua hasta un embalse camuflado mediante rocas para salir a una roca alargada, plana y con una ranura a la larga, similar a las que existían en algunas fontes tradicionales de Mual. Situada casi pegada a la senda, por encima de ella y que no había manera de no verla por quienes hicieran la Ruta. Sin duda una buena labor, muy agradecida por todos los que andábamos por allí, fuéramos o no a Las Tsagunas. 

Fonte seca de Fonculebrera. Esta es reciente, la más vieja se ve detrás cubierta de mofo. 26 julio 2.016.

Pero en el año 2.000 la fonte estaba seca, la habían hecho dos o tres años antes y posiblemente no habían logrado dar con el buen mananttial ya que unos 100 metros, valle abajo, volvía a haber agua. Y encima, con las labores que se habían hecho, también se secó la antigua.

Se volvió a hacer una nueva fuente, tratando de captar mejor el manantial. El agua salía a la vera, un poco por debajo de la anterior. Una tubería de goma la llevaba hasta unas piedras planas, colocadas ex profeso pero sin el encanto de las antiguas. Además la tubería era perfectamente visible, afeándola en exceso, pero bueno...

Pero esta nueva fuente también se acabó secando, o al menos lo estaba en 2.016 cuando yo volví a pasar por este lugar.. Y de nuevo se restauró. En el mismo lugar, colocando un tronco tapándola por encima y saliendo el agua directamente por un tubo algo más estrecho. 

Fonte con agua. 27 julio 2.018.

Es delicado el tema de las fontes. Por eso comentaba yo que La Fonte Lus Cazadores, en la entrada de la Reserva, era preferible dejarla como estaba. Y no cabe duda que esta de Fonculebrera se podía haber hecho mejor. Con la de dinero que se gasta en cosas superfluas, pongamos por caso la pasarela para minusválidos, se descuiden otras más importantes. No es de recibo. Haciendo las cosas a tirones, sin planificación alguna. Parece que nuestros gestores no se han puesto aún las pilas.

No sé como estará la fonte cuando visitéis Munietsus y paséis por aquí. Tal vez se haya vuelto a secar. Quedáis avisados.

En el año 2.000 sobre un bedul majo, grande, había una tablilla de madera con el nombre del lugar. Sustituido posteriormente por otro más duradero pero también más feo. y otros dos señalando las direcciones: "A Tablizas" y "a las lagunas". Al que le interese le diré que estamos a 1.075 m. de altitud. 

La Fonte y los indicadores. 27 julio 2.018.

Ya unos metros antes de la fonte comienza el bosque. Unos buenos bedules hacen de pórtico. A la parte de arriba se veía un precioso fuste de roble, con su corteza estriada cubierta de líquenes. En el año 2.000 no se le notaba tanto pero ya tenía desarbolada la copa. Las nevadas de aquel año también le afectaron mucho y es casi seguro que no lleguéis a verlo, que haya pasado a engordar el suelo o esté todavía en ese proceso. 

Entrada en el avesíu flanqueada por grandes bedules. 26 julio 2.016.

Pasada la fonte y del lado de abajo de la senda hay un pequeño acebal, con algunos xardones de buenas dimensiones. Hay uno pegado a la senda que sobrepasaba el metro de perímetro en el año 2.000. 

Grandes acebos en el acebal que precede al roblón. 26 julio 2.016.

Como todos-as sabréis el acebal crea un ambiente sombrío, oscuro donde no penetra la luz directamente. Al ser un arbusto, un pequeño arbolito prefiero llamarle yo, deja que en sus cercanías se instalen árboles más corpulentos, dándole igual que sean robles, bedules o fayas. 

Acebo y acebal vistos desde la Fonte fonculebrera, con su sombrío ambiente. 13 octubre 2.000.

No suele ser excluyente con nadie, pero en ocasiones y debido sobre todo a influencias antrópicas como el uso abusivo del pastoreo, forma matas, de mayor o menor extensión, monoespecíficas, donde él es el dominante o único habitante. A esas matas les llamamos acebales o xardonales. En el entorno directo de Mual al ilex aquifolium suelen llamarle xardón, aunque nadie desconoce el nombre de acebo, utilizado en la zona galega de Ibias y en otros pueblos del concejo de Cangas.

Este pequeño acebal siempre me recordaba un pequeño cuento que yo había oído durante mi infancia-juventud pero que no recuerdo en boca de quien. Quien me embelesaba con cuentos era Mamina, mi abuela. Su imaginación y su cálido narrar eran ambrosía para mí y para mis hermanos y hermanas.. Con su dulzura nos hacía volar a todos con los ojos abiertos, sabiendo que con ella, que nos quería a raudales, nada malo nos podía pasar. Todo lo que salía de su boca resultaba creíble y ella no conocía en primera persona lo mezquino, la envidia, el odio y demás calamidades que impregnan la sociedad en que vivimos. Solo nos hablaba de las cosas realmente importantes: el amor, la ternura, la solidaridad, la fantasía...Pero creo que no fue ella quien me lo contó.

Las hojas del acebo son duras, coriáceas y sus ramas son flexibles pero muy resistentes. Cuando nieva hay xardonales en los que su interior queda libre de ella. Al alcanzar alturas relativamente bajas, sus ramas se inclinan y se entrelazan entre si por el peso de la nieve y sus hojas evitan que esta se cuele dentro. En estos "iglús" naturales se refugian muchos animales para no quedar sepultados o atrapados por la ventisca.

Dice el cuento que en cierta ocasión en uno de estos xardonales quedaron atrapados o buscaron refugio dos animales muy diferentes. Uno era un esquilo, que es como aquí llaman a la ardilla. El otro ya no recuerdo bien si era un tsobu (lobo) o un raposu (zorro) así que elegiré este último. El esquilo se desplazaba por las partes altas de la bóveda, evitando bajar al suelo donde el raposu esperaba impaciente a que lo hiciera para poder hincarle el diente.

Pasaron varios días y la nieve y la nevada no amainaban. El esquilo se alimentaba con las bayas rojas, totalmente maduras, que emiten los xardones hembra, y con las hojas que en las partes altas ya no tienen espinas, que sin formar parte mayoritaria de su dieta sí le permitieron al menos sobrevivir. Sin embargo el raposu solo podía masticar de cuando en cuando la nieve y alguna baya que estuviera a tiro. Se fue debilitando y no sobrevivió para contarlo

Los cuentos populares son siempre pedagógicos. Aparte de despertar el interés del oyente, normalmente niños y niñas, siempre procuraban enseñar algo de aquello que nos rodeaba. El fin moralizante, también muy frecuente en los cuentos, no está tan claro y marcado en este, pero ¡qué bello es enseñar con imaginación!.

En esta primera parte del avesíu el bosque es muy compacto, con una gran densidad arbórea. Luego, tras el acebal, los árboles están más espaciados entre si, lo que provoca un mayor desarrollo del sotobosque, con bastantes folgueras, y de los arbustos, sobre todo del avellano. 

Tras el acebal vuelve la luz. 26 julio 2.016.

La senda va sobre mejores suelos, al menos más terrosos, pero vuelve de nuevo a empinarse, aunque no tanto como en el solano por el que hemos transitado.

Dejamos atrás por encima de la senda un gran roble que ya en el 2.000 estaba desmochado, por lo que es probable que vosotros-as solo veáis sus restos. Llegamos a la vera de otro, también por encima de la senda, aún mayor y con una gran oquedad en el tronco, en su parte inferior, que parece haber sido quemado.

Estas huellas de huecos en grandes árboles con restos de fuego que abundan por todo el Monte no son debidos a antiguos incendios. Los furtivos o incluso los mismos Guardas forestales, se veían a veces sorprendidos por rabiosas tormentas, refugiándose en lo que tenían más a mano. Las grandes oquedades de algunos árboles eran un buen lugar para ello y si hacía frío o mucho frío podían hacer una hoguerina para combatirlo. Las llamas de ese fuego lamerían el interior de la oquedad, pero solo quemando su superficie sin llegar a devorarlo por completo, bien porque la savia del propio árbol se lo impidiera o porque los usuarios momentáneos del refugio no lo dejaran prosperar, para poder volver a usarlo en otra ocasión en caso de necesidad.

Esta oquedad no es lo suficientemente grande para meterse dentro de ella, pero sí lo suficiente para poder hacer un fuego y calentarse con él en días de intenso frío, cuando se hacía una parada para descansar o echar un bocáu.

Si no habéis visto el roblón, o lo que quede de él, desde la misma senda antes de este roble con hueco, prestad atención. Os voy a reproducir íntegramente lo que tenía escrito de él en el 2.000-2.001:

"Aquí (al lado del roble hueco) se nota algo de sendina en dirección hacia arriba. Si ascendemos por ella pronto veremos un grandioso roble, que bien merece acercarse a saludarlo y adorarlo.

Se ve bien desde la misma senda, un poco antes de llegar al ahuecado, lo que pasa es que muchos caminantes como van asfixiados de la fuerte subida anterior (recordad que entonces la fonte estaba seca) y llevan la vista clavada en el suelo, debido a la irregularidad de la senda, no suelen verlo y pasan de largo. Perdiéndose el mejor árbol de toda la Ruta. 

Roblón de Fonculebrera visto desde la senda. 13 octubre 2.000.

Está a unos 20-30 m. de la senda y a medida que nos vamos acercando a él va aumentando de tamaño.

¡Ojo!, el ascenso es muy pindio y hay alguna piedra suelta que alguien que vaya primero puede, sin querer, hacer rodar, pudiendo impactar con alguien que venga detrás. Tampoco es raro la posibilidad de resbalar y caerse, aunque rodar ya es más difícil.

Es frecuente comprobar como el tamaño de los árboles engaña desde lejos, incluso a alguien experimentado. Suelen parecer más pequeños de lo que en realidad son. Por eso es conveniente que cuando veamos uno que destaca bastante de los otros, nos acerquemos a verlo, ya que en ocasiones se sorprende uno.

Por la parte de abajo el roblón posee unos grandes nervios antes de hundirse en la tierra, esa zona tan difícil de clasificar como tronco o como raíz. 

Roblón de Fonculebrera de cerca, visto desde abajo. El tamaño de quienes deambulan entre él nos indica su tamaño real. ¡Colosal!. 13 octubre 2.000.

Ascenderemos por uno de sus lados y nos situaremos por encima de él, donde el terreno es más llano (al sujetar mucho terreno, la parte de arriba es más llana).  Allí nos sentaremos a admirar a este Dios vegetal y tras dejar que el sudor se seque, podremos beber y comer algún fruto seco o chocolate, o sea haremos una parada en condiciones.

El roble es un quercus petraea que posiblemente ronde los 1.000 años de vida, con un potentísimo tronco totalmente recto hacia arriba, del que muy pronto le salen potentes ramas laterales. Sobresale una hacia su lado izquierdo (mirando desde arriba), en dirección al centro del vatse, que se mantiene muy viva y completa. El resto de ramas salen unos metros y acaban rotas (por el viento, la nieve...). 

Roblón de Fonculebrera visto de lado. Con rama potente. 23 octubre 2.000.

Desde aquí no se aprecia muy bien pero tiene la copa rota. La altura que posee en la actualidad es en torno a los 22 m. Hemos medido su perímetro a 1,50 m. del suelo por la parte de arriba, justo por encima de la gran rama lateral, y nos da unos 5,50 m. más o menos. Por debajo de la rama es considerablemente más gordo. Y ese perímetro se mantiene hacia arriba, disminuyendo muy poco hasta los 10-12 m. de altura. Luego ya mengua más. 

Obviamente al estar desmochado el roble está en su ancianeidad, en la étapa final de su larga vida y a pesar de que a simple vista la parte baja del tronco parece intacta la realidad es distinta. Hacia la mitad del perímetro por arriba, en donde hay una capa de musgo, hay como dos nervios paralelos hacia arriba y abajo. Si metemos un cayáu o un palo duro por entre ellos, veremos que se hunde hacia dentro. O sea está podrido por dentro.

Esa pudrición es la razón por la que el roble siga ahí y no haya sido talado. Los madederos, cuando se encontraban con un roble así al no producir madera no perdían el tiempo talándolo, lo dejaban tal cual estaba.

Esto lo hemos podido ver muchísimas veces no solo en Munietsus si no en infinidad de bosques que padecieron talas. O sea no lo dejaban como recuerdo si no porque no les producía madera. A pesar de todo lo dicho aún le queda al roble mucha vida por delante.

En su entorno inmediato (20 m.) no hay ningún otro árbol, hay avellanos y no muchos y ello se debe a que cuando el árbol estaba completo tenía una copa y unas ramas laterales impresionantes".

En aquel lejano 2.000 seguía siendo especial arrimarse y sentarse al lado de aquel gigante en declive. Cuando yo lo conocí, casi 20 años atrás, las ramas que salían de él impedían verle la copa. La enorme columna que formaba su tronco se elevaba y elevaba sin verle su final, parecía inabarcable, como si no tuviera fin e irradiaba una poderosa energía, o al menos eso me parecía a mí. Parecía un inmortal, un ser vivo que siempre estaría allí, para disfrute de quien se acercase a él.

Sentarse a su lado, cuando lo hacía en solitario, y observarlo era un instante de sosiego que me permitía adentrarme dentro de mi propio yo. Era como un medium para encontrarme a mi mismo y para aceptarme tal cual soy, con mis defectos y mis virtudes (si es que tengo alguna) pero procurando siempre no hacer daño a nada ni a nadie. Mamina nos contaba un refrán de hondo significado que refleja esta inocencia primigenia. Son dos personas, una pregunta y la otra contesta: "¿Robachi?", "non". "¿Matachi?", "non". "¿Fixiste mal a daquien", "non". "Sei que fixiste ben". No se si la grafía es la correcta, yo la recuerdo así, lo que si está claro es su contenido.

La naturaleza, madre de todas las cosas, es el medio más poderoso para buscarnos y para encontrarnos a nosotros mismos. Es muy bella y puede hacernos volar despiertos o sumirnos en delicadas ensoñaciones. Hacernos sentir, despertando todos nuestros sentidos, aletargados por la insulsa vida que llevamos. Ayudarnos a ser más libres y solidarios con todo lo que nos rodea y también y no menos importante un camino que nos lleva a nosotros mismos y a tratar de alcanzar cierta paz interior, una poca porque ya sabemos que la absoluta no existe.

Puede que os suene a chino esto que os cuento, o puede que no. Pero se que algunos-as lo entenderán, porque también lo sienten.

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...