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El Guía en una rama lateral del roblón de Fonculebrera. 21 julio 2.000. |
Lo cierto es que siempre hubo una fonte en el Vatse Fonculebrera, pegada al mismo curso fluvial que allí no bajaba agua excepto cuando llovía. Sin duda la Braña Los Sagraos, que está muy cerca de ella, la utilizara para saciar la sed de los pastores y de su ganáu. De ahí que fuera conocida, usada y poseyera un nombre propio: Fonculebrera.
El inconveniente para la Ruta es que la fonte, que nunca se secaba aunque vinieran años muy secos y seguidos, quedaba unos pocos metros por debajo de la senda. Quienes labraron la senda no pudieron hacerla coincidir con la fonte ya que el último cerro solo poseía un rellano, fácil de trabajar, justo por donde se hizo la senda. Bajar esta luego les pareció más incómodo para los visitantes, ya que la subida posterior sería más pindia y larga y además querían que desde la propia senda se pudiese ver el enorme roblón que aquí hay.
La senda llegaba en llano al curso fluvial y luego empezaba a subir. Hicieron un caminín desde la senda a la fonte pero muchos de los caminantes no lo localizaban o no le hacían caso. Quedándose con las ganas de probar un agua que venía de perlas tras la sofocante subida.
Los gestores de la Reserva mandaron buscar el manantial por encima de la senda y mediante un tubo llevar el agua hasta un embalse camuflado mediante rocas para salir a una roca alargada, plana y con una ranura a la larga, similar a las que existían en algunas fontes tradicionales de Mual. Situada casi pegada a la senda, por encima de ella y que no había manera de no verla por quienes hicieran la Ruta. Sin duda una buena labor, muy agradecida por todos los que andábamos por allí, fuéramos o no a Las Tsagunas.
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Fonte seca de Fonculebrera. Esta es reciente, la más vieja se ve detrás cubierta de mofo. 26 julio 2.016. |
Pero en el año 2.000 la fonte estaba seca, la habían hecho dos o tres años antes y posiblemente no habían logrado dar con el buen mananttial ya que unos 100 metros, valle abajo, volvía a haber agua. Y encima, con las labores que se habían hecho, también se secó la antigua.
Se volvió a hacer una nueva fuente, tratando de captar mejor el manantial. El agua salía a la vera, un poco por debajo de la anterior. Una tubería de goma la llevaba hasta unas piedras planas, colocadas ex profeso pero sin el encanto de las antiguas. Además la tubería era perfectamente visible, afeándola en exceso, pero bueno...
Pero esta nueva fuente también se acabó secando, o al menos lo estaba en 2.016 cuando yo volví a pasar por este lugar.. Y de nuevo se restauró. En el mismo lugar, colocando un tronco tapándola por encima y saliendo el agua directamente por un tubo algo más estrecho.
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Fonte con agua. 27 julio 2.018. |
Es delicado el tema de las fontes. Por eso comentaba yo que La Fonte Lus Cazadores, en la entrada de la Reserva, era preferible dejarla como estaba. Y no cabe duda que esta de Fonculebrera se podía haber hecho mejor. Con la de dinero que se gasta en cosas superfluas, pongamos por caso la pasarela para minusválidos, se descuiden otras más importantes. No es de recibo. Haciendo las cosas a tirones, sin planificación alguna. Parece que nuestros gestores no se han puesto aún las pilas.
No sé como estará la fonte cuando visitéis Munietsus y paséis por aquí. Tal vez se haya vuelto a secar. Quedáis avisados.
En el año 2.000 sobre un bedul majo, grande, había una tablilla de madera con el nombre del lugar. Sustituido posteriormente por otro más duradero pero también más feo. y otros dos señalando las direcciones: "A Tablizas" y "a las lagunas". Al que le interese le diré que estamos a 1.075 m. de altitud.
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La Fonte y los indicadores. 27 julio 2.018. |
Ya unos metros antes de la fonte comienza el bosque. Unos buenos bedules hacen de pórtico. A la parte de arriba se veía un precioso fuste de roble, con su corteza estriada cubierta de líquenes. En el año 2.000 no se le notaba tanto pero ya tenía desarbolada la copa. Las nevadas de aquel año también le afectaron mucho y es casi seguro que no lleguéis a verlo, que haya pasado a engordar el suelo o esté todavía en ese proceso.
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Entrada en el avesíu flanqueada por grandes bedules. 26 julio 2.016. |
Pasada la fonte y del lado de abajo de la senda hay un pequeño acebal, con algunos xardones de buenas dimensiones. Hay uno pegado a la senda que sobrepasaba el metro de perímetro en el año 2.000.
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Grandes acebos en el acebal que precede al roblón. 26 julio 2.016. |
Como todos-as sabréis el acebal crea un ambiente sombrío, oscuro donde no penetra la luz directamente. Al ser un arbusto, un pequeño arbolito prefiero llamarle yo, deja que en sus cercanías se instalen árboles más corpulentos, dándole igual que sean robles, bedules o fayas.
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Acebo y acebal vistos desde la Fonte fonculebrera, con su sombrío ambiente. 13 octubre 2.000. |
No suele ser excluyente con nadie, pero en ocasiones y debido sobre todo a influencias antrópicas como el uso abusivo del pastoreo, forma matas, de mayor o menor extensión, monoespecíficas, donde él es el dominante o único habitante. A esas matas les llamamos acebales o xardonales. En el entorno directo de Mual al ilex aquifolium suelen llamarle xardón, aunque nadie desconoce el nombre de acebo, utilizado en la zona galega de Ibias y en otros pueblos del concejo de Cangas.
Este pequeño acebal siempre me recordaba un pequeño cuento que yo había oído durante mi infancia-juventud pero que no recuerdo en boca de quien. Quien me embelesaba con cuentos era Mamina, mi abuela. Su imaginación y su cálido narrar eran ambrosía para mí y para mis hermanos y hermanas.. Con su dulzura nos hacía volar a todos con los ojos abiertos, sabiendo que con ella, que nos quería a raudales, nada malo nos podía pasar. Todo lo que salía de su boca resultaba creíble y ella no conocía en primera persona lo mezquino, la envidia, el odio y demás calamidades que impregnan la sociedad en que vivimos. Solo nos hablaba de las cosas realmente importantes: el amor, la ternura, la solidaridad, la fantasía...Pero creo que no fue ella quien me lo contó.
Las hojas del acebo son duras, coriáceas y sus ramas son flexibles pero muy resistentes. Cuando nieva hay xardonales en los que su interior queda libre de ella. Al alcanzar alturas relativamente bajas, sus ramas se inclinan y se entrelazan entre si por el peso de la nieve y sus hojas evitan que esta se cuele dentro. En estos "iglús" naturales se refugian muchos animales para no quedar sepultados o atrapados por la ventisca.
Dice el cuento que en cierta ocasión en uno de estos xardonales quedaron atrapados o buscaron refugio dos animales muy diferentes. Uno era un esquilo, que es como aquí llaman a la ardilla. El otro ya no recuerdo bien si era un tsobu (lobo) o un raposu (zorro) así que elegiré este último. El esquilo se desplazaba por las partes altas de la bóveda, evitando bajar al suelo donde el raposu esperaba impaciente a que lo hiciera para poder hincarle el diente.
Pasaron varios días y la nieve y la nevada no amainaban. El esquilo se alimentaba con las bayas rojas, totalmente maduras, que emiten los xardones hembra, y con las hojas que en las partes altas ya no tienen espinas, que sin formar parte mayoritaria de su dieta sí le permitieron al menos sobrevivir. Sin embargo el raposu solo podía masticar de cuando en cuando la nieve y alguna baya que estuviera a tiro. Se fue debilitando y no sobrevivió para contarlo
Los cuentos populares son siempre pedagógicos. Aparte de despertar el interés del oyente, normalmente niños y niñas, siempre procuraban enseñar algo de aquello que nos rodeaba. El fin moralizante, también muy frecuente en los cuentos, no está tan claro y marcado en este, pero ¡qué bello es enseñar con imaginación!.
En esta primera parte del avesíu el bosque es muy compacto, con una gran densidad arbórea. Luego, tras el acebal, los árboles están más espaciados entre si, lo que provoca un mayor desarrollo del sotobosque, con bastantes folgueras, y de los arbustos, sobre todo del avellano.
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Tras el acebal vuelve la luz. 26 julio 2.016. |
La senda va sobre mejores suelos, al menos más terrosos, pero vuelve de nuevo a empinarse, aunque no tanto como en el solano por el que hemos transitado.
Dejamos atrás por encima de la senda un gran roble que ya en el 2.000 estaba desmochado, por lo que es probable que vosotros-as solo veáis sus restos. Llegamos a la vera de otro, también por encima de la senda, aún mayor y con una gran oquedad en el tronco, en su parte inferior, que parece haber sido quemado.
Estas huellas de huecos en grandes árboles con restos de fuego que abundan por todo el Monte no son debidos a antiguos incendios. Los furtivos o incluso los mismos Guardas forestales, se veían a veces sorprendidos por rabiosas tormentas, refugiándose en lo que tenían más a mano. Las grandes oquedades de algunos árboles eran un buen lugar para ello y si hacía frío o mucho frío podían hacer una hoguerina para combatirlo. Las llamas de ese fuego lamerían el interior de la oquedad, pero solo quemando su superficie sin llegar a devorarlo por completo, bien porque la savia del propio árbol se lo impidiera o porque los usuarios momentáneos del refugio no lo dejaran prosperar, para poder volver a usarlo en otra ocasión en caso de necesidad.
Esta oquedad no es lo suficientemente grande para meterse dentro de ella, pero sí lo suficiente para poder hacer un fuego y calentarse con él en días de intenso frío, cuando se hacía una parada para descansar o echar un bocáu.
Si no habéis visto el roblón, o lo que quede de él, desde la misma senda antes de este roble con hueco, prestad atención. Os voy a reproducir íntegramente lo que tenía escrito de él en el 2.000-2.001:
"Aquí (al lado del roble hueco) se nota algo de sendina en dirección hacia arriba. Si ascendemos por ella pronto veremos un grandioso roble, que bien merece acercarse a saludarlo y adorarlo.
Se ve bien desde la misma senda, un poco antes de llegar al ahuecado, lo que pasa es que muchos caminantes como van asfixiados de la fuerte subida anterior (recordad que entonces la fonte estaba seca) y llevan la vista clavada en el suelo, debido a la irregularidad de la senda, no suelen verlo y pasan de largo. Perdiéndose el mejor árbol de toda la Ruta.
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Roblón de Fonculebrera visto desde la senda. 13 octubre 2.000. |
Está a unos 20-30 m. de la senda y a medida que nos vamos acercando a él va aumentando de tamaño.
¡Ojo!, el ascenso es muy pindio y hay alguna piedra suelta que alguien que vaya primero puede, sin querer, hacer rodar, pudiendo impactar con alguien que venga detrás. Tampoco es raro la posibilidad de resbalar y caerse, aunque rodar ya es más difícil.
Es frecuente comprobar como el tamaño de los árboles engaña desde lejos, incluso a alguien experimentado. Suelen parecer más pequeños de lo que en realidad son. Por eso es conveniente que cuando veamos uno que destaca bastante de los otros, nos acerquemos a verlo, ya que en ocasiones se sorprende uno.
Por la parte de abajo el roblón posee unos grandes nervios antes de hundirse en la tierra, esa zona tan difícil de clasificar como tronco o como raíz.
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Roblón de Fonculebrera de cerca, visto desde abajo. El tamaño de quienes deambulan entre él nos indica su tamaño real. ¡Colosal!. 13 octubre 2.000. |
Ascenderemos por uno de sus lados y nos situaremos por encima de él, donde el terreno es más llano (al sujetar mucho terreno, la parte de arriba es más llana). Allí nos sentaremos a admirar a este Dios vegetal y tras dejar que el sudor se seque, podremos beber y comer algún fruto seco o chocolate, o sea haremos una parada en condiciones.
El roble es un quercus petraea que posiblemente ronde los 1.000 años de vida, con un potentísimo tronco totalmente recto hacia arriba, del que muy pronto le salen potentes ramas laterales. Sobresale una hacia su lado izquierdo (mirando desde arriba), en dirección al centro del vatse, que se mantiene muy viva y completa. El resto de ramas salen unos metros y acaban rotas (por el viento, la nieve...).
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Roblón de Fonculebrera visto de lado. Con rama potente. 23 octubre 2.000. |
Desde aquí no se aprecia muy bien pero tiene la copa rota. La altura que posee en la actualidad es en torno a los 22 m. Hemos medido su perímetro a 1,50 m. del suelo por la parte de arriba, justo por encima de la gran rama lateral, y nos da unos 5,50 m. más o menos. Por debajo de la rama es considerablemente más gordo. Y ese perímetro se mantiene hacia arriba, disminuyendo muy poco hasta los 10-12 m. de altura. Luego ya mengua más.
Obviamente al estar desmochado el roble está en su ancianeidad, en la étapa final de su larga vida y a pesar de que a simple vista la parte baja del tronco parece intacta la realidad es distinta. Hacia la mitad del perímetro por arriba, en donde hay una capa de musgo, hay como dos nervios paralelos hacia arriba y abajo. Si metemos un cayáu o un palo duro por entre ellos, veremos que se hunde hacia dentro. O sea está podrido por dentro.
Esa pudrición es la razón por la que el roble siga ahí y no haya sido talado. Los madederos, cuando se encontraban con un roble así al no producir madera no perdían el tiempo talándolo, lo dejaban tal cual estaba.
Esto lo hemos podido ver muchísimas veces no solo en Munietsus si no en infinidad de bosques que padecieron talas. O sea no lo dejaban como recuerdo si no porque no les producía madera. A pesar de todo lo dicho aún le queda al roble mucha vida por delante.
En su entorno inmediato (20 m.) no hay ningún otro árbol, hay avellanos y no muchos y ello se debe a que cuando el árbol estaba completo tenía una copa y unas ramas laterales impresionantes".
En aquel lejano 2.000 seguía siendo especial arrimarse y sentarse al lado de aquel gigante en declive. Cuando yo lo conocí, casi 20 años atrás, las ramas que salían de él impedían verle la copa. La enorme columna que formaba su tronco se elevaba y elevaba sin verle su final, parecía inabarcable, como si no tuviera fin e irradiaba una poderosa energía, o al menos eso me parecía a mí. Parecía un inmortal, un ser vivo que siempre estaría allí, para disfrute de quien se acercase a él.
Sentarse a su lado, cuando lo hacía en solitario, y observarlo era un instante de sosiego que me permitía adentrarme dentro de mi propio yo. Era como un medium para encontrarme a mi mismo y para aceptarme tal cual soy, con mis defectos y mis virtudes (si es que tengo alguna) pero procurando siempre no hacer daño a nada ni a nadie. Mamina nos contaba un refrán de hondo significado que refleja esta inocencia primigenia. Son dos personas, una pregunta y la otra contesta: "¿Robachi?", "non". "¿Matachi?", "non". "¿Fixiste mal a daquien", "non". "Sei que fixiste ben". No se si la grafía es la correcta, yo la recuerdo así, lo que si está claro es su contenido.
La naturaleza, madre de todas las cosas, es el medio más poderoso para buscarnos y para encontrarnos a nosotros mismos. Es muy bella y puede hacernos volar despiertos o sumirnos en delicadas ensoñaciones. Hacernos sentir, despertando todos nuestros sentidos, aletargados por la insulsa vida que llevamos. Ayudarnos a ser más libres y solidarios con todo lo que nos rodea y también y no menos importante un camino que nos lleva a nosotros mismos y a tratar de alcanzar cierta paz interior, una poca porque ya sabemos que la absoluta no existe.
Puede que os suene a chino esto que os cuento, o puede que no. Pero se que algunos-as lo entenderán, porque también lo sienten.
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