11/17/2019

El Monte y el guía de munietsus 28


Todos los parientes (especies) del género quercus comparten, entre otras muchas cosas, la producción de una semilla, la tsande o bellota y son árboles veceros, que significa que a un año de una gran "cosecha" le siguen varios, en torno a dos o tres, en los que esta se ve reducida. Ello, sin duda, responde a una elaborada estrategia defensiva.
El fin último de cualquier ser vivo, vegetal o animal, es el de perpetuarse en el tiempo. Variando la cantidad de semillas emitidas cada año, los robles se aseguran que el año de abundancia muchas de esas semillas consigan escapar de las fauces de sus consumidores, germinar y salir adelante en forma de nuevos árboles.
Los animales que consumen este apetecible fruto establecen su número en función de los recursos disponibles, pero no pueden responder proporcionalmente a esos vaivenes en la producción de tsande, aparte de que esta no está a su disposición durante todo el año; mantienen una población más o menos estable, lo que quiere decir, por ejemplo, que el número de xabariles sea el mismo un año de abundancia de tsande que otro de reducción de esta. Así el año de muchas bellotas los xabariles no son capaces de consumirlas todas.
Esta estrategia defensiva no es exclusiva de los quercus, es frecuente en casi todas las especies naturales que se reproducen mediante semillas grandes. Habrá que esperar a la domesticación de plantas, durante el proceso de neolitización, con selecciones, cruces controlados, injertos...para conseguir eliminar o reducir la vecería.
Decíamos, en otra parte, que había sido precisamente el tamaño y peso de la tsande, el causante de que el proceso de colonización natural de los robles en nuestros montes durante las primeras fases del Holoceno hubiera sido relativamente lento.
Pero lo que es una debilidad también supone, en este caso, una ventaja: la bellota es un fruto muy apetecible para muchos animales por su alto contenido energético, algunos de ellos las consumen sobre el propio terreno, a medida que van cayendo al suelo. Osos, xabariles e incluso algunos herbívoros lo hacen; pero otros optan por una estrategia más refinada.
En especial dos especies: el "glayu" o arrendajo (garrulus glandarius) y el "esquilo" o ardilla (sciurus vulgaris) contribuyeron a la expansión de los robles, demostrando las interrelaciones que existen entre todos los seres vivos.
El glayu es un ave de la familia de los córvidos, familia que posee un nivel de, podríamos llamarlo así, inteligencia por encima de lo normal en relación a otras aves. Por supuesto que consume bellotas cuando estas están disponibles, pero al mismo tiempo opta por ocultar algunas, las más sanas y grandes, para consumirlas posteriormente y para ello las entierra parcialmente para evitar que se resequen y se llenen de parásitos. Y lo hace fuera de la zona arbolada para que el jabalí, por ejemplo, no las pueda detectar con su fino olfato, ya que este solo las busca por debajo de los árboles y ocurre que algunos de estos escondrijos se le olvidan y en esos lugares, que constituyen un lugar idóneo, la tsande germina y produce un nuevo brote, un futuro árbol. Así el robledal va avanzando de una forma más rápida.
El esquilo también oculta muchas bellotas, así en el duro invierno que está a la vuelta de la esquina disponer de una buena despensa de la que poder surtirse. Es menos selectivo a la hora de elegir el escondrijo, pero también entierra alguna y se olvida luego de su lugar, contribuyendo al aumento del robledal.
La temprana presencia de los quercus en nuestro montes y su plena consagración durante el Óptimo climático del periodo Atlántico hacen que sea la tsande la estrella de nuestros frutos silvestres. Su importancia y preeminencia están fuera de toda duda; su rival más serio, los fayucos, la semilla de la fagus sylvatica, además de ser más tardíos en el tiempo, al menos los grandes faéus, son también más pequeños.
Tal es la importancia de la tsande que podríamos decir que nuestra fauna salvaje no sería la misma sin su presencia. Animales tan emblemáticos como el oso, tal vez no existirían sin este fruto; su ingesta, en grandes cantidades, es la que permite que nuestros plantígrados puedan hacer frente a los duros inviernos, cuando reducen su actividad vital a niveles mínimos, logrando sobrevivir gracias a las grasas y otros nutrientes que la tsande les proporciono en otoño, con esporádicas salidas de sus refugios (cuevas u oquedades más o menos profundas) para estirar las patas, beber agua y comer algo si se terciara.
Pero la importancia de la tsande desborda ampliamente el campo de las interrelaciones entre la flora y la fauna salvaje. Siendo un fruto tan abundante y energético pronto llamó la atención de nuestros ancestros remotos que tenían, más entonces que nosotros ahora, una dependencia total del medio en el que vivían y que aprovechaban todos los recursos naturales que había a su alcance.
Veréis, durante mi estancia en Madrid como cartero, trabajé en el que nosotros llamábamos "búnker" de Chamartín, una construcción faraónica de Correos por donde pasaba  la mayor parte de los envíos no solo de la capital si no de buena parte de España. El correo llegaba y salía en trenes y en Chamartín se clasificaba este y se encaminaba a su destino. Llegaba en sacas y en el búnker había un complejo sistema para recogerlos, transportarlos, abrirlos y clasificarlos. Pero cuando yo estuve todo eso ya casi no funcionaba, ni trenes y con muy pocas sacas , sustituidas por las más higiénicas y manejables cajas. Perduraban los gruesos muros y pilastras de hormigón armado que le daban el aspecto de un auténtico búnker.
Allí, salvo en dos ocasiones, nunca salí a repartir, solo clasificaba: cartas, impresos, paquetes, certificados...Pronto trabé contacto y amistad con otros carteros procedentes de muy diferentes lugares de nuestra piel de toro. Siempre me ha gustado de Madrid lo poco que se tiene en cuenta la procedencia geográfica de las personas; daba igual de donde fueras y entre nosotros los carteros y carteras más aún, ya que cada uno era de una "madre" diferente, se valoraba la persona, no si eras de aquí o de allá, en se sentido todos éramos iguales.
Un día invité a dos o tres compañeros a comer castañas que había llevado de mi "tierruca", de Mual, porque ni sabían lo que eran ni las habían probado nunca, algo que para mí era casi un pecado. Las comimos asadas y les gustaron , aunque sin más. El caso es que a los pocos días, uno de ellos me dijo que había conocido a otro cartero al que también le gustaban los "frutos raros".
Era extremeño y para desayunar no iba, como hacíamos los demás, a la cafetería que había dentro del área de Correos. Se quedaba dentro del búnker y comía castañas y bellotas que traía de su tierra. Las castañas no eran ninguna novedad para mí, pero las bellotas si que lo eran. Por supuesto que probé, con su permiso, ambos frutos y quedé encantado con el buen sabor de las bellotas, no eran amargas, eran tan dulces como lo podían ser las castañas, aunque con un sabor diferente, propio.
Impresionante encina (Quercus ilex ballota) "preñada" de tsande. Monte S. Isidro (León). 1979

Eran bellotas de encina (quercus ilex ballota), me dijo que en su tierra era muy frecuente comerlas asadas y que eran tan apreciadas como las castañas, todo ello, obviamente, en ambientes rurales.
Bellotas de Quercus ilex ballota: hojas,tsande y cúpula
Bellotas en la encina pero ya maduras
Bellota en la encina aún verde

Lo cierto es que me sorprendió bastante el agradable sabor de las bellotas de encina. Sabía que tenían fama de ser más dulces que las de roble, pero creía que su uso se reducía al del ganado, con ellas los gochos, comiéndolas cuando deambulaban al aire libre por sus dehesas, a medida que iban cayendo de las ramas de los árboles, acababan produciendo el famoso, y caro, jamón ibérico.También me llamó la atención el que disponiendo de castañas, las comunidades rurales consumieran ambos productos y además de la misma forma: asadas.
Pareja de bellotas de encina
Pequeñísima encina con abundante fruto

¿Habéis intentado comer una bellota de nuestros robles estando cruda y fresca, como se puede hacer con las castañas o incluso los fayucos?, y digo intentar porque es seguro que ninguno-a lo conseguiría. Yo, en mi juventud, en una de las múltiples excursiones por Munietsus decidí probar. No se si cogí la tsande del suelo o de la rama de un roble, a fin de cuentas eso no importa porque en ambos casos hay que sacarla de la débil cascara que la alberga y aunque la del suelo pueda estar más sucia y feúcha, su interior suele estar en perfecto estado, eso sí procurando que esté lo suficientemente madura.
Le pegue un mordisquillo, mastiqué y tuve que expulsarlo de la boca, el sabor era tan amargo que era imposible continuar. Probé con otra pero el resultado fue el mismo, era como intentar comer una patata cruda. Yo era muy obstinado así que tiempo después volví a intentarlo, pero la reacción fue la misma.
El motivo del intenso amargor se debe a que la tsande, además de carbohidratos y grasas, contiene altas cantidades de ácido tánico que le dan ese desagradable sabor y que además en altas dosis son tóxicos. Parece ser, pero no lo tengo comprobado personalmente que si se dejan secar, a medida que lo van haciendo, se van "avellanando", desapareciendo gran parte de ese sabor.
La primera utilización de la que hay constancia de la tsande como alimento humano data de tiempos muy antiguos, podríamos decir remotos,durante el Tardiglaciar: pegado a la costa cantábrica vasca, una zona refugio, se han encontrado en poblados humanos restos de bellotas carbonizadas, probablemente de quercus robur.
Para el periodo siguiente dicen los prehistoriadores que las poblaciones del Norte Peninsular, allá por el Mesolítico (9.500-6.700 a. C) y que se corresponde con las últimas sociedades de cazadores-recolectores (Aziliense y Asturiense en Asturias) vivían de la caza del ciervo, el corzo, el xabaril...y la recolección de bellotas, avellanas, manzanas silvestres...No se especifica la especie de quercus que se utilizaba, pero por el contexto vegetal existente es lógico suponer que la tsande pudiera proceder de nuestros robles blancos, petraea y robur, del rebotsu sapiego, del orocantábrica y de otros menos frecuentes como el quejigo, la encina o el alcornoque.
En la zona costera donde los asentamientos humanos eran más antiguos, desarrollados y están mejor estudiados, el aporte de recursos marinos era muy importante, de hecho el nombre de Asturiense se deriva de un tipo de útil, el pico Asturiense, relacionado con la extracción de moluscos.
Nuestra Asturias interior está menos estudiada pero es lógico suponer que por nuestros montes y valles deambularan miembros de estas comunidades, si no de forma permanente sí al menos de forma ocasional.
¿Cómo consumirían aquellas gentes la tsande?, ¿cómo harían para eliminar el tóxico y desagradable amargor de los taninos?. La forma más sencilla sería como hacía nuestro cartero extremeño: asándolas. Se dice, con razón, que uno de los mayores descubrimientos del hombre prehistórico fue el del fuego, primero aprovechando el producido de forma natural, por ejemplo un rayo que provoca un incendio, y pronto el producido por el propio hombre.
Normalmente infravaloramos los conocimientos que poseían nuestros antepasados sobre el medio que los rodeaba, pensando que eran poco menos que animales, pero incluso los animales poseen un conocimiento más profundo que nosotros respecto al medio natural.
La diferencia básica del ser humano respecto a los animales radica en su capacidad de producir cultura. Cualquier avance que se produzca, por pequeño que sea, queda grabado en las generaciones sucesivas. La industria humana se basa en la capacidad que poseemos de fabricar útiles con los cuales satisfacer nuestras necesidades. El medio más utilizado durante muchísimos miles de años fue el de transformación de la piedra, de ahí el nombre que se le ha dado a gran parte de la historia primitiva: Paleolítico, que significa piedra antigua, o el de Neolítico, piedra nueva.
Tantos años trabajando la piedra tuvo que provocar resultados diferentes a los esperados. Pronto descubrieron que frotando o percutiendo diferentes tipos de piedra podían producir chispas; sin duda lo descubrieron de forma accidental y dichas chispas provocaron un incendio, y fue ahí cuando nació la domesticación del fuego que, poco a poco, fueron aprendiendo y perfeccionando.
Se cree por evidencias fósiles que este invento surgió hace cerca de 800.000 años. En zonas cálidas es probable que la domesticación del fuego se perpetuase bajo la técnica del frotamiento de dos trozos de madera,pero en climas fríos y húmedos es más sensato pensar que se siguiera utilizando la técnica original.
El hombre del Mesolítico, o la mujer que tanto monta, monta tanto, hacía nacer el fuego percutiendo el siléx o pedernal, una piedra muy utilizada por su capacidad de romperse en lascas o láminas con bordes muy agudos, con una piedra con un alto contenido en hierro, como la pirita (el oro de los tontos) o la marcasita. Evidentemente ellos ignoraban estos nombres, simplemente sabían que funcionaba y para conseguir las primeras llamaradas colocaban debajo de las chispas un poco de yesca.
La yesca es cualquier vegetal, muy seco, con muchas hebras y desmenuzado. Descubrieron que la más apropiada provenía del hongo yesquero (polyporus fomentarius patovillard) muy reconocible por anidar en árboles en proceso de defunción y que posee la característica forma de un casco de caballo, del que utilizaban su parte inferior, una especie de esponja porosa y que previamente a su uso había que preparar:  se sumergía en agua, luego se troceaba en tiras y se machacaba estirando y separando las fibras. Cuando las chispas caían en la yesca y acababan produciendo algo de humo simplemente había que soplar hasta conseguir una llamarada, que había que alimentar con leña menuda o yerba seca y después con leños mayores.
Hongo yesquero visto desde arriba
Hongo yesquero sobre chopo, visto desde abajo con la parte que se utilizaba
Hongo yesquero ya no utilizable por estar muy lignificado
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...