12/16/2019

El Monte y el guía de Munietsus 30

Creo que es la hoja, la tsande y la cúpula de un pyrenaica en León

En nuestra zona, más recientemente, había dos tipos de gachas: las papas y las pulientas. Las dos se hacían con farina, las papas con la de maíz y las pulientas con la de trigo; nunca oí que se hicieran con farina de centeno, esta servía para hacer el pan, de hecho a este otro cereal se le llamaba de ese modo: pan.
Creo que la mayoría de vosotros-as conocéis el proceso de elaboración, se ponía en una "pota" agua a cocer, en ocasiones en las papas se le echaba al agua, leche, a partes iguales. La farina se iba vertiendo, espolvoreándola y removiendo sin parar el contenido para evitar que se hicieran grumos y quedaran trozos sin cocer y también para evitar que se pegara al fondo. También había que echarles un poco de sal porque si no sabían sosas y algo amargas. Tenía que cocer durante un buen rato, nunca menos de veinte minutos porque si quedaban a medio cocer podían resultar muy indigestas. Luego había que dejarlas enfriar, ya echadas en cuencos o platos hondos.
Las papas quedaban muy espesas y criaban en su superficie algo de piel al ir enfriándose. Tal era su consistencia que se podían cortar y separar con un cuchillo. Las pulientas eran más sueltas y se usaban mucho menos que las papas.
Ya en la mesa, al plato de papas le acompañaba un buen tazón de "tseite" (leche). Con una cuchara se recogía un trozo de papas y se remojaba en la tseite, cogiendo también algo de esta y así hasta consumir ambos productos. Era un alimento completo y "fartaba" mucho y como algunos viejos decían "quitó mucha hambre".
A los niños y a algún adulto goloso, nos dejaban echarle miel a las papas, derramándola sobre su superficie o licuándola en las pulientas. Recuerdo haberlo comido, de niño, de todas las maneras e incluso hacerlo al día siguiente, cuando ya las papas estaban totalmente solidificadas, por lo que nos la diluían un poco añadiéndole leche y removiéndolo algo. Los adultos podían comerlo entonces como un alimento independiente.
Roble sin clasificar
Hojas y tsande del anterior

 Fue después, durante mi juventud, cuando probé repetidamente unas papas ligeramente diferentes. Mi madre, Pilar, era modista, no solo se dedicaba a hacer ropa por encargo si no que también enseñaba a hacerla a chicas jóvenes que periódicamente iban pasando por nuestra casa. El acceso a ropa elaborada era entonces muy reducido, lo que explica estas "labores".
En una sociedad tan marcadamente machista como era la de aquella época, el sitio destinado para la mujer era la casa, y "con la pata quebrada" llegaban a decir los más brutos. El papel que se le reservaba era el de ser esposas, madres y ocuparse de todas las tareas del hogar. Satisfacer sexualmente al marido, parir hijos, cocinar y realizar una lista de actividades que esta hoja en la que escribo se quedaría corta si las enumerara una por una.
Estaba muy bien visto que la mujer supiera cocinar, pero esto bien que mal lo iban aprendiendo de su madre, ya desde pequeñas. Igualmente se valoraba la "costura", pero hacer ropa, por simple que fuera, resultaba una tarea más compleja que requería un aprendizaje con alguien que supiera. Mi madre sabía, y bastante pues lo había estudiado y practicado a fondo con otra modista, primero en Pousada y luego en cangas. Tomaba medidas, elaboraba patrones, primero en papel, compraba el género que entonces abundaba en las tiendas de textil de la Villa y que se compraba por metros y con él creaba prendas más o menos complejas.
Esta actividad le reportaba a mi madre unos pequeños pero nada desdeñables ingresos que, unidos a los obtenidos por mi padre, le permitían sacar adelante a los cinco lebreles, tres chicos y dos chicas, que conformábamos su familia, junto a nuestra entrañable "mamina".
Cuando bajamos a vivir a la Villa, mi madre continuó con esta actividad,con mozas que provenían mayormente de pueblos del entorno de Cangas. Además de una pequeña cantidad en metálico, en pago por las enseñanzas recibidas, era frecuente que los padres de las aprendices, con las que el trato recibido de mi madre era más que cordial, casi familiar, obsequiaran a Pilar con productos elaborados por ellos mismos o recogidos de sus tierras: mantequilla, pan, castañas, verduras y hortalizas, embutidos...
Estando estudiando en Uviéu, un fin de semana en Cangas mi madre me dijo: "Luisin, quiero que pruebes algo que me han regalado, ¿a ver qué te parece? "y me enseñó un "fardelín" de tela con algo en su interior: farina de maíz torrado. Aquella misma noche hicimos la prueba y sospecho que mi madre ya la había hecho con anterioridad y que gustándole esperaba a ver mi reacción. Tras esperar a que enfriara y con el tazón de leche, bueno eran dos tazones pues mi madre también había puesto una ración para ella, empezamos a degustar las papas. Estas, en pocas palabras, estaban buenísimas, tenían un sabor dulce del que carecían las papas de maíz normal.
Mi madre disfrutó viendo como yo hacía lo mismo con aquel manjar. "Estas que quedan en el fardel te las llevas para Oviedo y te las preparas tú mismo", me dijo mi madre. Ella era así, como mi abuela, siempre dispuestas a renunciar a lo que fuera con tal de beneficiar a sus hijos. ¡amor de madre!, algo que los varones por nuestra naturaleza no podemos sentir pero sí que podemos elogiar como se merece.
Hablando de lo dulce que estaban las papas mi madre me dijo que ello era debido a que el maíz estaba torrado; para ello cuando el maíz estaba seco en su panocha, se introducía esta, en compañía de otras, en el forno de hacer el pan, previamente calentado, y se tostaba suavemente, evitando quemaduras. Posteriormente se desgranaba y se llevaba al "mulin" (molino) para su molienda.
A aquella primera fardelina le sucedió alguna más con el paso del tiempo. Yo mientras había descubierto que aquella farina de maíz torrado, Más rugosa al tacto, se diluía mejor estando el agua y la leche frías, procediendo posteriormente a su cocción que era mucho más corta que la normal debido a la transformación experimentada por el maíz durante su tueste, con cinco minutos bastaba.
Otro roble sin clasificar
Hojas, tsande con cúpula del roble anterior

No se debe menospreciar el papel en la alimentación de las papas de maíz, os contaré algo que lo ilustra perfectamente. Durante las últimas cortas madereras en el vatse del Ríu Tixeirúa, los operarios pronto trabaron contacto con los pastores de la Braña La Boizuna. Los jóvenes pastores solían bajar hasta las cortas y compartir con los "leñadores" unos tragos de vino, ya que estos poseían una barrica con la que poder evadirse, al menos temporalmente, de su duro trabajo.
En Villar también había vino y además de cosecha propia, que poco tendría que envidiar a aquel, pero el ambiente que se creaba en el monte superaría con creces al que se daba en el pueblo con su consumo. ¿Sabéis qué pedían insistentemente los operarios a los jóvenes pastores?, pues nada más ni nada menos que farina de maíz con la que poder elaborar las añoradas papas.
No sé exactamente cuando se empezaría a utilizar la tsande para la elaboración más típica de este fruto, producto que he bautizado como "el pan de los Ástures".
Excepcional la cosecha de tsande de este año 2019. Quercus petraea con la suya, hoja y cúpula
Hojas y tsande, más en detalle, de roble albar

Su elaboración ya requeriría una evolución de las antiguas hogueras, se necesitaba ya  un "tsar", asentado no sobre el suelo directamente como hasta entonces si no que estaría aislado de este por una superficie refractaria que absorviera el calor y lo hiciera rebotar hacia arriba. En nuestra zona la superficie más utilizada con este fin era la "chousa" (losa) de pizarra, gruesas chousas horizontales, delimitadas en sus bordes por otras chousas hincadas verticalmente; pero también los podía haber de otras piedras, o combinadas con arcilla, hasta conseguir suelos más o menos planos y algo elevados sobre el suelo original. Con el tiempo pasaría a llamarse "tsariega", o sea la cocina con su fuego, tsar, y un espacio en su entorno cerrado al exterior y que en las construcciones más antiguas constituiría lo que podríamos llamar "casa".
Hojas, tsande y cúpulas en el suelo, un día lluvioso. rebotsu albar

Es difícil que este tsar ya existiera durante el Neolítico. Al principio de este, muchas comunidades, aún vivían en cuevas. El paso a hábitats abiertos y su desarrollo sería lento y las cabañas serían, presumiblemente, de madera.
El paso a cabañas con paredes de piedra se dará en etapas posteriores, estando atestiguado claramente su nacimiento en los inicios del primer milenio a.C. o dicho de otro modo entre finales de la Edad del Bronce e inicios de la Edad del hierro, que es cuando surgen los poblados castreños.
Es un error muy frecuente atribuir el fenómeno castreño a los celtas. Cuando aparece un castro todo el mundo habla de los celtas como sus moradores.
En realidad el fenómeno castreño no es algo exclusivo de nuestros ancestros. Un castro, en esencia, es un poblado fortificado y enclavado en un altozano que resalta su función defensiva.
Los poblados fortificados son característicos de todas las comunidades que alcanzan cierto grado de desarrollo social, refirman la distribución territorial de cada comunidad, una cierta forma de propiedad sobre el espacio físico, dotando a este de los elementos defensivos necesarios para su mantenimiento en caso de conflictos con otras comunidades y que adelantan las desigualdades no ya solo entre comunidades si no las existentes dentro de cada comunidad.
Esta función la encontramos en lugares muy diferentes y con diversas cronologías. Por ejemplo las acrópolis griegas y romanas son un ejemplo de ello. En la Península de piel de toro, la nuestra, también hubo poblados fortificados en zonas tempranamente desarrolladas como las culturas del Argar y de Los Millares, del sureste andaluz y El Algarve portugués.
Ya con el nombre de castros y en el marco cronológico señalado, final del Bronce  inicios del Hierro, también los tenemos en diferentes culturas. Desde un poco antes de inicios del primer milenio a.C. hay una serie de movimientos de población, desde centroeuropa hacia el Oeste, provocados por otros movimientos de población procedentes de Asia: son las migraciones Indoeuropeas, o mejor dicho los coletazos de estas migraciones, iniciadas con mucha anterioridad. En las migraciones participaron diferentes pueblos y los celtas solo constituían uno más. No se trataría de grandes contingentes pero donde se asentaron se impusieron a los indígenas y cambiaron las cosas gracias a su mayor desarrollo material y social.
En el valle del Ebro y en la Meseta Norte se construyeron grandes castros de filiación celta, con cabañas-casas grandes y ovaladas, casi rectangulares y con una distribución espacial geométrica bastante avanzada, delimitando calles.
Pero en Asturias y todo el Norte Peninsular Cantábrico no hay ningún testimonio arqueológico que constate la presencia de este pueblo. Las comunidades que habitaban este territorio eran los descendientes de aquellas comunidades mesolíticas y neolíticas asentadas con anterioridad que habían alcanzado un grado de evolución tal que les llevo a crear castros, ciertamente más pequeños que los celtas, con habitáculos más reducidos, con plantas circulares y sin planificación espacial interior del poblado.
En Asturias las débiles huellas de lo celta se pueden explicar por fenómenos de aculturación, derivadas de la llegada a nuestras tierras de gente de procedencia celta pero ya durante la romanización. En galicia el celtismo parece estar derivado de los contactos habidos con celtas atlánticos en los periodos en los que el cobre provocó contactos comerciales relativamente intensos.
Sin duda lo celta goza de un prestigio inmerecido a todas luces. La palabra "celta" dota a todo aquello de lo que se hable, de mayor consideración, de una aureola misteriosa y arcana. Incluso hay quienes se sienten como desilusionados cuando intentas disuadirlos de sus ideas celtistas, "¿si no venimos de los celtas, de quien venimos?" preguntan y como venimos diciendo nuestros ancestros de aquel entonces enlazan con raíces más profundas, más autóctonas, más propias de nuestra tierra, lo cual no significa que fueran mejores, pero tampoco peores que los celtas.
Otro detalle de la tsande y la hoja de un Quercus petraea
Parte de la culpa del prestigio de lo celta se debe al auge de un estilo de música que ha venido en denominarse celta, un folk muy utilizado en Asturias, Galicia, Irlanda, Bretaña... y que goza de una gran popularidad. Grupos como los gallegos Milladoiro figuran como representativos, dada su gran calidad, de este estilo, incluso a nivel internacional. Pero no os dejéis engañar, a mí me gusta el rock y no por eso soy norteamericano o ingles; la música es universal y muy dada a la aculturación, a la imitación. Instrumentos que pasan por ser celtas, no lo son, o no lo son en exclusiva; la gaita por ejemplo, de gran arraigo en nuestro terruño, no es exclusiva de lo celta, numerosas culturas europeas, incluyendo las dos orillas del "Mare Nostrum" (Mediterráneo) tienen una larga tradición con este instrumento y muchas de ellas nada tienen que ver con los celtas.
Hojas, tsande y cúpulas ya caídas, maduras de roble albar
Tsande en el roble albar aún creciendo en agosto

En rigor es un anacronismo llamar Ástures a aquellos iniciadores del poblamiento castreño; no sabemos como se llamaban, si es que se llamaban de alguna manera. El nombre es de origen romano. En su avance hacia el Norte Peninsular, los romanos se encontraron con una frontera natural, un gran río (con más caudal que el propio Duero del que es afluente), con tramos de escarpadas laderas, a la que llamaron Austura (Aust = camino, cauce, senda. ur-a = de agua) y por extensión llamaron Austures a los que vivían al otro lado del río y que se amplió a las poblaciones que fueron sojuzgando al ir avanzando hasta llegar al mar Cantábrico, separándolos de los Galaicos al Oeste y los Cántabros al Este. Todos ellos nombres romanos o por lo menos creados por ellos y que no tenían por qué reflejar las realidades existentes.
Los Ástures no formaban una nación, como algunos se empecinan en defender; su grado de cohesión era muy debil, los que vivían en Tsuarca no tenían relaciones con los que vivían, pongamos por caso, en Aliste (Zamora). Podían compartir rasgos culturales semejantes al encontrarse en estadios evolutivos parecidos y a compartir un ámbito geográfico, reducido a escala peninsular. Aunque los cismontanos estaban un peldaño por encima, en esa escala evolutiva, de los transmontanos, dada su cercanía e inevitable contacto con los Vetones, Vacceos... comunidades mucho más evolucionadas.
Lazos más estrechos de identidad común estarían reservados a comunidades con extensiones geográficas más pequeñas, en las que los lazos de sangre y el sistema gentilicio derivado de ellos era más evidente para ellos mismos, una especie de tribu, como podían ser los Pésicos, mencionados en documentos medievales y que ocupaban la zona donde se utilizara la ts (che vaqueira).
Es tentador hacer paralelismos como el anterior entre los Ástures anteriores y los posteriores a la Romanización, pero no conviene excederse pues a fin de cuentas la romanización arrasó con todo lo anterior; de la lengua usada por los Ástures nada sabemos. Se parte de un sistema nuevo y con el paso del tiempo las lenguas románicas son lenguas derivadas del latín vulgar, el hablado, romano y no se puede pretender que sus variantes respondan a realidades étnicas o culturales prerromanas. de todos es sabido que el pasado influye en el presente ya que es el que lo acaba conformando, pero el futuro no puede influir en el pasado.
La Debesa de Caguatses d´Abaxu, precioso bosque de roble albar de avesíu

Con todo parece que algunas tribus se confederaron entre ellas e incluso con otras cántabras para hacer frente al ejercito romano invasor.
Roma siguió utilizando estos nombres de Ástures y sus derivados para reflejar una unidad administrativa con capital en Astúrica Augusta, actual Astorga. La "senda de agua" de los romanos se corresponde, para el que no lo sepa, con el río Esla, cuyo nombre fue evolucionando durante la Edad Media hasta quedar conformado tal y como hoy lo conocemos: Ástura - Éstora - Éstola -Estla - Esla.
Es pues una licencia la que utilizó para denominar Ástures a las comunidades existentes a inicios de la Edad del Hierro.
Rama de petraea con la tsande soldada a ella, detrás un borrachín (madroño)


12/02/2019

El Monte y el guía de Munietsus 29


Gracias al fuego nuestros paisanos-as del Mesolítico podían tostar la tsande y lo hacían usándola completamente madura y seca, utilizando las cenizas de las hogueras, en donde las temperaturas son menores que en las brasas encendidas y permitiendo que la bellota se tueste pero sin quemarse, ya que si se quema se producen sustancias cancerígenas y se estropea su sabor. Una vez "torrada" la tsande ya está lista para ser utilizada pues ha perdido la mayor parte de su amargor.
Rebotsus sapiegos. Monte San Isidro (León).Octubre 2019
Quercus pyrenaica, pequeño pero con buena tsande
Detalle del anterior
Rama cuajada de bellotas
Detalle de hojas y tsande
Tsande algo más alargada

También utilizarían otra forma de desamargar la tsande: tras quitarles la cascara se sumergían, metidas en algún tipo de receptáculo transpirable, en el agua de un río o regueiro. Los taninos son hidrosolubles (se deshacen o diluyen en el agua) y pasados tres o cuatro días el agua corriente del curso fluvial se los ha llevado. Este fruto se podía comer directamente o podía dejarse secar y luego machacarlo y obtener una especie de farina (harina) con la que hacer rudimentarias tortas. Como no disponían ni de hornos ni de recipientes capaces de soportar el fuego se tendrían que conformar con hacerlas sobre piedras planas previamente calentadas en las hogueras.
Tsande, cupula y hoja de rebotsu sapiego
Idem anterior
Idem

Soy de la opinión que la importancia de la recolección y consumo de la tsande, un producto que las comunidades asentadas en el Norte peninsular tenían como quien dice "a la puerta de su casa", se mantendría en la siguiente etapa histórica: el Neolítico, aunque sería mejor hablar de neolitización, un largo y complejo proceso que culminó en unas sociedades con una economía productora, asentadas permanentemente en un mismo lugar, con innovaciones técnicas y culturales que acabaron repercutiendo en las relaciones sociales dentro de las propias comunidades.
Alguien ha hablado de "revolución neolítica" para remarcar su importancia y que junto a la "revolución industrial" constituyen las dos etapas de mayor transformación e importancia de las protagonizadas por las sociedades humanas a lo largo de su historia.
Con el paso del tiempo las relaciones sociales en el seno de las comunidades humanas productoras se fueron transformando y empezaron a surgir desigualdades, nació la propiedad privada que provocó el surgimiento de diferentes clases sociales. La situación se perpetuó con la evolución de las jefaturas y el nacimiento del Estado y de las llamadas "civilizaciones".
La evolución pudo ser diferente pero no lo fue, el individuo fue perdiendo paulatinamente la libertad que le era inherente en las anteriores comunidades colectivistas, pasando a convertirse en un eslabón más de una cadena en la que las decisiones ya le venían impuestas, al tiempo que la explotación del hombre por el hombre pasó a ser lo habitual. Esa es realmente la herencia más importante dejada por el proceso de neolitización.
El proceso de domesticación de animales y plantas parece ser que se originó en el Próximo Oriente, en el llamado "creciente fértil" y de manera independiente en lugares más alejados como China, el Indo y Sureste asiático y más tardíamente en la América andina y central.
El cambio, más que deberse a una evolución natural de la capacidad intelectual humana y tendente a un progreso continuado, parece deberse más a una necesidad. Cambios climáticos derivados del final de las glaciaciones y el aumento demográfico humano vinculado a ese clima más benigno del Holoceno, provocaron la reducción de los recursos naturales; mucha de la fauna y la flora anteriores tuvieron que emigrar más al Norte. A los seres humanos no les quedó otra que cambiar, se trataba de una obligación, si querían sobrevivir y mantener a una población cada vez más numerosa era necesario que produjeran sus propios alimentos.
En un proceso de difusión transcultural (entre diferentes culturas) y de migraciones humanas de esas numerosas poblaciones "inventoras", las innovaciones fueron extendiéndose por todo su entorno. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en los cereales, la base más importante de la agricultura europea. Veréis, los ancestros silvestres de los cereales que se extienden por toda Europa, solo se dan en esa zona nuclear del creciente fértil y acaso, con dudas, en el Sureste europeo. No había ni en la península Ibérica, ni en el Centro, Norte y Occidente de Europa cereales silvestres; si acabaron apareciendo fue porque se trajeron.
Pero el proceso es mucho más complejo, paralelo a esa difusión también se producen en esas áreas aún depredadoras cambios propios en dirección a la producción de alimentos; propiciados por el llamado "efecto 8.2 Ka cal. B.P.", que podríamos traducir a un lenguaje comprensible como: el evento ocurrido hace 8.200 años y cuya cronología se ha obtenido mediante dataciones calibradas; algún día os hablaré algo de las dataciones.
¿Quién no ha oído hablar del Diluvio Universal?, los cuarenta días lloviendo día y noche, que acabaron anegando las tierras emergidas y al que solo sobrevivieron, utilizando la famosa "arca", Noé, su familia y representantes de especies animales y vegetales que posteriormente repoblaron el mundo.
Seguramente se trate de un mito, recogido en la Biblia, pero los mitos, en ocasiones, tienen un trasfondo real, siempre modificado y con un fin moralizante.
Dos mitos me han interesado desde hace tiempo, más que nada porque creo que he descubierto su significado; son este del Diluvio y el de la famosa Torre de Babel
Nabucodonosor II (630-562 a.C.), rey del Imperio Neobabilónico,conquistó el reino de Judá, destruyó el templo judío de Jerusalén y deportó a Babilonia, capital del imperio, a muchos de los líderes judíos. En Babilonia los judíos pudieron contemplar el zigurat Etemenanki, construido por Hammurabi (1792-1750 a.C.) durante el Imperio Babilónico o incluso antes de este y restaurado y ampliado por Nabucodonosor dentro de su programa de restauración y embellecimiento de la ciudad, entre los que destacarían los Jardines colgantes, una de las siete maravillas de la antigüedad.
El zigurat era una pirámide escalonada construida para glorificar a sus dioses y debió impresionar a los judíos con los noventa y un metros de cada lado de su base cuadrada y otros tantos de altura. Desde abajo, a la cima coronada por un templo solo tenían acceso los sacerdotes, el zigurat imponía y parecía alcanzar el cielo.
La tradición  oral hizo pervivir los hechos, pero transformados y mitificados. El zigurat pasó a ser la Torre de Babel, una obra impía con la que los hombres trataban de llegar al cielo. Yahve, el Dios judío, castigó aquel atrevimiento e hizo que los obreros y constructores no se entendieran entre si al hablar diferentes idiomas, por lo que la obra fue abandonada. Con el mito los judíos se vengaban de sus odiosos enemigos, presentándolos como los malos de la película y extrayendo un fin moralizante: nunca desafiar al único Dios verdadero.
Tras el Diluvio también hay un poso de realidad. En los inicios del periodo climático Atlántico ocurrió un hecho, un evento, que tuvo una gran repercusión en el clima. En realidad ya había pasado lo mismo durante el Tardiglaciar, provocando el enfriamiento del clima, el último antes de la llegada del Holoceno, aunque sus efectos fueron mayores y de mayor duración, sobre un milenio.
En el nuevo evento Atlántico el agua dulce y fría del deshielo de los casquetes polares americano-groenlandés se vertió sobre el Atlántico Norte. Hay quienes dicen que esas aguas habían sido retenidas en dos grandes lagos y que estos se rompieron, desparramando violentamente su contenido, pero no hay pruebas geológicas sobre su existencia. Lo único cierto es que este flujo, procedente del deshielo provocado por el aumento de las temperaturas, en crecimiento desde inicios del Holoceno, aumentó mucho su caudal y fue tal su impacto que alteró las condiciones normales de circulación marina en el océano Atlántico, por ejemplo la Corriente del Golfo, que lleva agua caliente desde el Golfo de Méjico hacia latitudes más altas y frías del Atlántico Norte y que le dan a la Europa que bañan sus aguas un clima templado.
Las repercusiones fueron planetarias provocando una disminución de las temperaturas, por encima de los dos grados centígrados, y una redución de las precipitaciones, al tiempo que un aumento notable del nivel del mar. En el Mediterráneo el aumento provocó la rotura del delgado istmo que lo separaba del Mar Negro, un mar interior de agua dulce, provocando una irrupción masiva de agua salada. En la época de máxima inundación esto era visible por cualquier afectado ya que el nivel del agua ascendía 14 cm, cada día. Muchos poblados y sus campos de cultivo, porque ya poseían agricultura y ganadería propiciados por su cercanía al Creciente Fértil, fueron cubiertos por las aguas. Fue una hecatombe.
Los hechos fueron recordados durante mucho tiempo y acabaron mitificándose, no solo en la literatura judía, si no incluso en la mesopotámica y como el suceso tuvo repercusiones a escala planetaria el tema del diluvio está recogido en numerosas culturas repartidas por todo el mundo.
Los efectos del evento, iniciado en el 6.450 a.C. y finalizado en el 6.050 a.C. tuvieron un fuerte impacto ambiental. El clima se volvió frío y árido y provocó una cierta deforestación, que afectó particularmente a los robles. Las comunidades humanas se dieron cuenta de que los recursos naturales no bastaban para mantener su supervivencia. De nuevo la necesidad propició un gradual cambio hacia una economía productora.
Surgió así un nuevo impulso y un nuevo foco de neolitización en toda Europa Central, nórdica y Occidental y además hizo que sus comunidades fuesen más receptivas a las novedades que les venían de los primeros focos agroganaderos y de sus "satélites". Confluyen así dos impulsos, los propios y los foráneos, haciendo muy complejo el proceso de cambio.
A pesar de la vuelta a un clima húmedo y con temperaturas en aumento, típicas del óptimo climático Atlántico, el proceso era imparable. Ciertamente los cambios fueron muy lentos, al menos en nuestra zona, que respecto al resto de Europa era una zona muy periférica, un borde, sin continuidad, alejada del resto. Las novedades nos vendrían de la actual Galicia, que a pesar de ser más "borde" que Asturias mantenía mayores contactos con el Sur, con la zona portuguesa, que a su vez los tenía con la zona andaluza y el Mediterráneo. También de La Meseta y sobre todo del corredor litoral cantábrico. De hecho en esas zonas la agricultura y la ganadería surgen mucho antes que en Asturias-Cantabria.
Aquí aparece en la primera mitad del V milenio a.C., pongamos 4.700 a.C. por poner una fecha, en la zona costera para la agricultura con presencia de cereales y algo anterior para la ganadería. El cereal viene de fuera pero la ganadería contaría con una fase previa autóctona de predomesticación de especies salvajes propias de la zona. El gocho viene sin duda de la domesticación del xabaril, la cabra de cabras salvajes, el caballo...
Lo que empezó siendo una señal de prestigio fue poco a poco asentándose y expandiéndose y ya a finales del milenio se empezaron a recoger los frutos. El inicio de la construcción de dólmenes  y túmulos a partir del 4.300/4.000 a.C. significa que las comunidades producían más de lo que consumían y ese excedente les permitía poder realizar esas obras, que requerían tiempo y mano de obra abundante, en un momento, además, en el que los intercambios "comerciales" entre comunidades eran muy poco significativos.
Con todo la recolección y utilización de la tsande como alimento humano no debió de sufrir menoscabo alguno. La hora del cereal, pese a su conocimiento, aún no había llegado por que a fin de cuentas la tsande era un fruto que resultaba muy barato en comparación con los productos agrícolas que requerían más tiempo y esfuerzos, la tsande solo había que recogerla en los extensos robledales que entonces cubrían nuestros valles y montes.
El dolmen de Pradias (a Hucha da Serra), el de Seroiro (Chao da Leda) y otro, creo que en Andeo pueden ser pruebas de la existencia de comunidades neolíticas en el entorno ibiense de Munietsus.
El de Pradias posee en su "chousa" horizontal unas curiosas cazoletas cuya finalidad es incierta, aunque algunos opinan que pueden estar relacionadas con rituales funerarios ya que los dólmenes eran lugares de enterramiento. Son construcciones de pequeñas dimensiones, propias de comunidades pequeñas y con poco poder productivo.
Dolmen de Pradias del Blog Turismo de Asturias
Idem
Detalle de las cazoletas 
Dolmen de Seroiro Foto de Ramiro Álvarez de Biodiversidad Virtual

Pero con los dólmenes hay que tener mucha precaución, a falta de dataciones fiables su cronología es discutible ya que sabemos que su construcción, y no digamos su reutilización, perduró mucho en el tiempo, hasta la Edad del Bronce e incluso más acá.
Resulta sugerente la recreación gráfica del enterramiento de Fáfila, hijo de Don Pelayo, primeros monarcas del Reino de Asturias, en el célebre dolmen de Cangas de Onís sobre el que se levantaría posteriormente la Iglesia de la Santa Cruz, obra de Gaspar Meana (el Hárold Foster asturiano) en su magna obra "La crónica de Leodegundo".
Página entera del cómic en la edición en castellano
Detalle de una viñeta
Detalle de otra viñeta

Una obra recomendable no solo para los aficionados al cómic si no para cualquier persona interesada en la historia, la cultura, el arte...de la Alta Edad Media (abarca desde el 711 hasta el 960) centrada en el Reino de Asturias pero con amplias conexiones con todo el entorno del "Mare Nostrum", desde nuestra Península hasta el Oriente Medio musulmán, pasando por la Galia franca de Carlomagno, la Roma papal o Bizancio. Un archivo de imágenes fidedignas y vivas realmente enciclopédico y con un guión entretenido de leer. Publicada en Bable Central esta siendo ahora reeditada en castellano, la lengua en que Gaspar la había creado, por la Universidad de las Islas Baleares, que ha sabido ver lo que otros, en su propia tierra, ignoran: una OBRA MAESTRA, así en mayúsculas y hecha además sin ningún tipo de apoyo y creada solo por el placer de crear. Mis respetos y admiración.
Dibujo con un simple bolígrafo y dedicatoria que me realizo Gaspar en la solapa de un número de la edición en bable central

Con el desarrollo de recipientes capaces de soportar el fuego y cocer en su interior alimentos, surgirá una nueva forma de utilización de la tsande en la alimentación humana. Primero fueron los de cerámica, ya en tiempos neolíticos y posteriormente los de metal: cobre durante el Calcolítico (3.200 a 2.200 a.C.), bronce, durante la Edad del Bronce (2.200 a 900 a.C.) y finalmente de hierro, durante la Edad del Hierro (900 a 200 a.C.).
En los nuevos recipientes la bellota, desamargada, seca y molida podía utilizarse para hacer gachas y diferentes potajes o caldos, mezclada con otros productos.

La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

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