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L´Era Farruco y a sus pies La Chanadona, en el teso que divide el esplendoroso vatse de Decutsada del agreste Vatse de Fonculebrera. Monte Oubachu. 28-julio-2018. |
La interpretación que en la actualidad hago de El Caleiru es bastante diferente a la que hice cuando lo conocí. El circo central y sus progresiones en llano constituyen una cantera de caliza donde con ayuda de cuñas, barras, picos y otros posibles medios, los lugareños arrancaron bloques de caliza, reducidos a menor tamaño a fuerza de mazazos.
El enorme peso de la materia prima, la caliza, desaconsejaba su traslado, algo que se da en la mayoría de los caleirus. Allí mismo se establecería el forno, forno que yo no supe ver porque entre otras cosas no lo busqué ya que las huellas halladas parecían apuntar en otra dirección. Lo lógico es que por allí estuviera el forno pues, como decimos, este y la cantera siempre están juntos o muy próximos el uno del otro.
Los hoyos que mencionamos tal vez se deban a perforaciones modernas hechas por Valentín u otros geólogos de empresas mineras que han llenado la Asturias Occidental y su entorno aurífero (León, Galicia...) de miles de perforaciones prospectoras. O tal vez sean los fornos de cocer la caliza, parcialmente colmatados por el paso del tiempo. El supuesto embalse puede ser un simple rellano natural ampliado por los arbetsones con funciones relacionadas con las transformaciones de la cal como más adelante veremos. Incluso los desmontes del terreno pendiente por debajo del circo central sean cortas de esta misma cantera, iniciadas con anterioridad.
Hasta hace muy poco tiempo no disponía de otros datos para fechar El Caleiru. El que la gente más anciana de Oubachu tuviera noticias de su existencia como tal parece que no lo hacen tan antiguo, pero una leyenda tan elaborada como la de La Pena L´Ancanta sí que sugiere una datación más arcaica. Las leyendas siempre tratan de responder a cosas de las que la gente ya no se acuerda, ni ellos ni sus antepasados recientes. Que la cal sacada se destinara "cuando se hizo el Monasterio de Courias" tampoco nos aporta una fecha clara. La remodelación del Monasterio San Juan Bautista de Courias, tras un incendio, fue en 1773, pero ya desde mucho antes, e incluso después, el monasterio demandó mucha cal con sus continuas reformas y ampliaciones. Tal vez El Caleiru tenga una larga historia, creado hacia el siglo XVII y reutilizado con posterioridad. Pero son todo conjeturas, hipótesis, porque además de este caleiru sospecho que en Oubachu pudo haber alguno más.
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Fachada actual del Convento de Courias, la que mira contra la Villa. El verde que asoma por encima del tejado era la joya botánica del lugar. 31-julio-2018. |
Cerca de El Caleiru hay otras interesantes huellas que apuntan en esa dirección. La Cabuerca, situada por encima y algo por debajo del camino-pista que sube de Oubachu al Catsadietsu, más cerca del caleiru que del collado. En su día lo consideré como una típica, aunque pequeña, corta a cielo abierto aurífera, en yacimiento primario, con la forma de una concha de erosión. A la misma conclusión llegaron los autores de la carta arqueológica del concejo de Cangas, aunque se confundieron con el topónimo adjudicándole el de El Caliru (supongo que alguien se haya comido la "e" que precede a la "i" y que sea caleiru y no caliru), sin duda influenciados por el nombre dado por Palencia-Suárez a la explotación catalogada en esta zona y que a su vez la habían tomado de los mapas cartográficos. No me cansaré de repetir la importancia que tiene darle a los lugares el auténtico nombre que tienen. En los mapas los nombres no tienen una localización concreta y eso cuando lo hacen en el entorno directo de un lugar cuyo nombre es realmente ese, bueno no es que sea exactamente el real porque todos están castellanizados pero eso ya lo sabemos todos. En ocasiones el lugar aparece muy alejado del real. En el mapa de 1953 y en los sucesivos del Instituto Geogáfico Nacional escala 1:50.000 aparece El Caleiro y no está mal colocado pero abarca una gran extensión de terreno propiciando las confusiones. Para solucionarlo hay que recurrir a las fuentes que nos quedan de la cultura tradicional, es decir a la gente de a pie que vive en esas zonas, que atesoran en su memoria los nombres reales de los lugares y que por desgracia están en vías de desaparición. No , no es El Caleiru el bien catalogado número 117, es La Cabuerca y creo que no es una explotación aurífera.
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El número 117 de la Carta Arqueológica lleva el topónimo de El Caleiru, pero este no es el real, lo es La Cabuerca y creo que no es una explotación aurifera |
La Cabuerca es alargada, con un espacio circular y llano a sus pies. Se le notan los pequeños frentes de corta (tajos) laterales y el frontal. Por debajo del camino se repite el esquema, aunque más encajonado. Por encima del camino y paralelo a la corta baja un tajo profundo pero estrecho. Contribuyó a confundirme a mí el que por encima del frente de corta central llegaba un canal de agua, la Presa del Parragón que ya hemos mencionado antes y que lo hace como a través de sucesivos aterrazamientos y que interpreté como la reutilización de un canal mucho más antiguo, de época romana.
Un poco más allá, en dirección a Cutsadietsu, están Las Furacas, por encima de la pista, dos profundos tajos realizados sobre roca , con un repecho por el lado de abajo. Estas y La Cabuerca son, probablemente, huellas de canteras de caliza, pero como en el caso de El Caleiru desconocemos la ubicación del forno.
No parece ser "flor de un solo día" la existencia de los caleirus. A la demanda agrícola y la de las clases "folgazanas" se sumaría en épocas posteriores, aún sin delimitar claramente, la de las clases productoras. Las casas campesinas y algunos de sus anexos fueron cambiando. Se fueron abandonando los "teitus de patsa" por cubriciones líticas, tsousas de mucho mayor peso, lo que llevó aparejado que tuviera que aumentarse el grosor de las paredes, al tiempo que una mayor producción agraria, gracias a la expansión de nuevos cultivos como el maíz y la patata, hicieron necesario aumentar el tamaño de dichas construcciones. Ya no se podía seguir construyendo en seco, se hizo necesario utilizar una argamasa que las asegurase y para eso estaba la cal que conoció una mayor demanda y la proliferación de los caleirus.
La pervivencia de los caleirus hasta épocas bastante recientes parece algo evidente. En Oubachu entre 1935 y 1945 se construyó, primero la escuela y luego la casa del maestro-a. El coste de las obras corrió a cargo del pueblo. Algunos vecinos, cortos de numerario, aportaron su parte en productos necesarios para su construcción: piedras, losas, madera...y cal, lo que demuestra que todavía en ese momento había en el pueblo algún caleiro activo.
Lo que son las cosas, estando elaborando estas líneas recibí una llamada telefónica de mi hermano Naciu. Comentándole que estaba haciendo "algo" sobre El Caleiru de Oubachu me dijo que poseía un interesante dato que podía serme de utilidad y me remitió, vía informática, una fotografía de la página de un manuscrito, un libro eclesiástico de una de las dos iglesias de La Riela (Regla de Perandones) no acordándose de cual de ellas se trataba. En dicho libro se anotaban los gastos que tenía la iglesia. Os la reproduzco aquí junto a la transcripción hecha por el propio Naciu que hace más fácil su lectura. No tiene desperdicio.
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Fotografía de la hoja del manuscrito. |
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Transcripción y nota hecha por Naciu del texto original. |
Además de otros interesantes datos, como la compra de diez carros de cal en piedra a un paisano de Santiago de Peña (Santiagu)en la ladera del Coutu de la Sierra de Pena Ventana, que demuestra la existencia de un caleiru en dicho pueblo, en el libro se anota la llegada durante cuatro días de 17 carros de cal del "Calero de Obaio" y el coste de su transporte por 40 personas, Todo ello fechado en 1752.
La compra de tanta cal, y de tejas, remite a su utilización, probablemente, en la construcción de la iglesia parroquial dedicada a Santa María, realizada durante ese siglo XVIII, ya que la ermita dedicada a Ecce Homo es anterior, del siglo XVI.
O sea que a mediados del siglo XVIII El Caleiru de Oubacho ya funcionaba a pleno rendimiento y que su cal era muy demandada, lo que refuerza la idea de que pocos años más tarde también se llevase a Courias.
Por el texto deducimos que este caleiro de Oubachu ya era bastante conocido. En el de Santiagu no se especifica nada de él ya que ni siquiera se menciona. Pero el de Oubachu sí aparece individualizado pues es El Calero de Obaio, no un caleiro más si no El Calero, un nombre propio que logró mantenerse a lo largo del tiempo, aunque lógicamente como El Caleiru que era como le llamaba el vulgo.
La producción del Caleiru se vendía a pie de obra y parece que la cal ya estaba elaborada y lista para ser usada. El texto no menciona, como sí lo hace en el de Santiagu, que la cal estuviera aún en forma de piedra y además dice que la tardanza en su traslado sería pernicioso "por el manifiesto peligro de perderse", algo que no se daría si estuviese en forma de piedra o polvo. Todo ello parece indicar cierta especialización y nos lleva a preguntarnos quién era su propietario. Si era de uno o de varios vecinos del pueblo o bien de una empresa dedicada a su producción y comercialización, preguntas que de momento no tienen respuestas.
En construcción "aquella" cal presentaba ciertos inconvenientes o incomodidades que es preciso tener en cuenta. No se podía utilizar cuando a uno le viniera en gana. Veréis, cuando la cal sale del caleiro se dice que está viva, siendo muy corrosiva al entrar en contacto con el agua o con cuerpos húmedos. Los que la manipulaban no disponían de la equipación necesaria para aislarlos de su contacto. Inhalaban su polvillo, la tocaban con sus manos desnudas...Tras una hornada y las labores de saca y vaciado del forno y el posterior almacenamiento de la cal, los participantes debían parecer "fantasmas", con un polvillo blanquecino cubriendo todo su cuerpo, igual que los antiguos mineros de carbón al salir de la bocamina, solo que estos estarían tiznados de negro. Su impacto sobre la salud debía de ser notoria y aparte de las heridas provocadas en la piel al entrar en contacto con el sudor y sobre todo en los ojos donde podía provocar lesiones oculares, su ingesta además de las molestias que provocaba seguro que reducía la calidad y la esperanza de vida, como hacía la silicosis con los mineros.
En este estado, cal en forma de piedra y estando resguardada en un lugar seco, podía durar una eternidad. Pero no solía utilizarse así, tras una tosca molienda, salvo si lo que se deseaba era esquilmar un bardal o algo que se le pareciese. Lo normal antes de su uso es que se matara la cal viva. Para matarla había que añadirle agua. Lo que se obtenía entonces variaba en función de la cantidad de líquido utilizado. Si se le añadía poca lo que salía era un polvo, ya que al contacto con el agua la piedra se fracturaba del todo. O sea se obtenía cal muerta en polvo y en este estado podía conservarse también durante mucho tiempo. El inconveniente en la construcción es que para que fuera realmente aglutinante y consistente había que añadirle más agua y dejar que la pasta, cubierta de agua, madurara durante un tiempo, que iba de uno a seis meses.
Si la cal viva, previamente triturada, se mezclaba con una cantidad mayor de agua, pongamos tres litros de agua por cada kilo de cal y se removía hasta su completa disolución, había que esperar a que se enfriara, porque como en el caso anterior en el proceso el agua y la cal alcanzaban altas temperaturas (hasta noventa grados centígrados). Por eso se hablaba de matar o apagar la cal porque después de la "calentura", al enfriarse, ya estaba muerta. En realidad no lo estaba del todo pero el cambio era sustancial.
El mejunje obtenido había que dejarlo reposar, no un día ni dos si no que hablamos de meses, las partes solidas se iban decantando y el agua lo hacía en sentido contrario y había que ir retirándola pero siempre dejándola unos centímetros, dos dedos, por encima, cubriendo la masa. Esto era de vital importancia porque la masa no se podía secar, si por algún motivo lo hacía la cal se fraguaba, quedando inservible para su uso. Como los buenos vinos cuanto más tiempo estuviera "madurando", mejor y ahora hablamos no de meses si no de años. Esta pasta se podía utilizar sola y hasta usarla para enyesar cubriendo paredes y techos, pero para ahorrarla se mezclaba con más agua y arena para conformar la argamasa de cal, la más usada en las construcciones.
El Caleiru d´Oubachu es posible que fabricara todas las variantes: cal en polvo o piedra, viva, cal en polvo muerta y cal en pasta (hidratada). Cada paso en la elaboración de los diferentes tipos de cal encarecía el producto, de cara a su comercialización y El Caleiru d´Oubachu, aparte de la dedicada al consumo local de Oubachu y algún pueblo cercano pues el resto de la vega de Rengos también contaban con caleiros, parece que se dedicaba a ello.
El lugar donde se obtenían las diferentes formas de la cal era L´Era Colás. La acepción más corriente de una "era" es la de un sitio llano, empedrado o enlosado, donde se procedía a separar el grano de la patsa, antiguamente de forma manual utilizando los "menales" y luego aventando lo resultante al aire para que este se llevara los restos vegetales más menudos, como la cascarilla que envuelve al grano. Más recientemente todas las operaciones las realizaba, en la misma era o en otro lugar, una maquina, la "matsadora", propiedad de un vecino que periódicamente (por Santamarina, julio, la foucina decía el refrán) alquilaba sus servicios por los pueblos de la redondada para sufragar el coste de la máquina. Me acuerdo de pequeno en Mual verlas en acción y luego en Cangas supe de un vecino de Tsumés (Limés) que tenía una y que recorría muchos pueblos del concejo. Las eras siempre estaban en el entorno de la casa de su propietario o propietarios, ya que las había comunales.
Los topónimos pueden parecernos, en alguna ocasión, engañosos. Es lo que ocurre con los que hemos denominado como topónimos comparativos o de semejanza cuyo significado no se corresponde con la acepción más conocida del topónimo con el que se compara. Se les llama de igual manera porque comparten con este topónimo alguna semejanza. Para que lo veáis más claramente os pondré un ejemplo, relacionado directamente con lo que estamos tratando. En el vatse de Munietsus, aunque pertenece al Monte Oubachu, hacia el medio del Tesu Decutsada y colonizado por un esplendido robledal, con fayas del lado de Decutsada, tenemos La Chanadona L´Era Farruco, un pronunciado rellano en la pendiente del teso. Aquí L´Era Farruco (la Era de Farruco) es imposible que se trate de una era de matsar grano. Por mucho que hayan podido cambiar las cosas la zona es eminentemente forestal. ¿Por qué entonces el nombre de "era"?, sin duda por el parecido en la forma con la "era" agrícola, un sitio que resalta en su entorno por ser llano, con un lugar, la propia L´Era Farruco, que hasta tiene algo de repecho por su parte inferior y con un substrato rocoso comparable al enlosado de la "era" agraria.
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La Chanadona L´Era Farruco vista desde arriba, en la esquina de las Penas de Fonculebrera. Enclavada en el Tesu Decutsada, lejos de todo. Pertenece al Monte Oubachu. 28-julio-2018. |
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L´Era Farruco una zona llana con una progresión teso abajo muy poco tendida. |
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Inicio de L´Era Farruco con restos de una posible cantera, algo difícil de admitir dada su lejanía de cualquier vía de comunicación. |
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Inicio, bajando, de L´Era Farruco. |
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L´Era Farruco también puede hacer referencia a su parecido con una era agrícola siendo en este caso un topónimo comparativo o de semejanza. |
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La Chanadona L´Era Farruco. |
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La Chanadona, detrás Las penas de Fonculebrera y al fondo Chanetos otra enorme llanada. |
Pero "era" también tiene otro significado: lugar donde se prepara la argamasa de cal y este es el que mejor cuadra con el de L´Era Colás. Tal vez el significado de embalse de agua que yo le había asignado en una primera interpretación no se hallara tan lejos de su función en este nuevo contexto: una balsa de maduración de la pasta de cal, cubierta de agua para evitar su desecación. No ocuparía rodo el rellano pues en él también se realizarían los otros procesos y no estaría en él todo el tiempo que se desease porque la llegada del mal tiempo y del feroz invierno la podían estropear, pero sí el suficiente para que la pasta adquiriera cierta consistencia, completándose el proceso en el lugar de destino con un nuevo periodo de reposo.
La relativa distancia a la que se encuentra El Caleiru del pueblo de Oubachu haría imprescindible la existencia de una infraestructura constructiva. Se necesitaba un lugar para poder almacenar y guardar el combustible, ya seco, que se iba a utilizar. Otro para guardar la cal, ya fuera en piedra o triturada, viva o apagada, donde la lluvia no le afectara y otro enlosado donde triturar la roca calcinada, y un último para recoger los útiles de trabajo. De ellos no ha quedado resto alguno, serían de madera y el tiempo se ha encargado de borrarlos. Y posiblemente la balsa de decantación y maduración contara con algún sistema de cubrición que la aislara algo de la climatología tan adversa que suele haber en estas altitudes, aunque las labores se hicieran entre primavera y otoño, permaneciendo inactivas durante el crudo invierno.
En el proceso de su transporte era donde la pasta de cal corría mayor peligro. Ya hemos dicho que no podía secarse y este era el momento en que más se exponía a ello. El citado texto parece también aludir a este "peligro de perderse" pues no se me ocurre pensar en otro tipo de cal que lo pudiese padecer.
El traslado tenía que ser muy rápido y para ello El Caleiru d´Oubacho contaba con otra ventaja. Su salida hacia el "corazón económico del Concejo", la villa de Cangas, en este caso La Riela y posteriormente el Monasterio de Courias, se haría por la misma Sierra de Pena Ventana, por donde existiría, ya desde tiempos muy antiguos, uno o varios caminos carreteros que unían los pueblos de todo su entorno con tan importante fuente de recursos como los que la sierra poseía. Pastos débiles pero con jugosos brotes en las partes altas, causa y efecto de una temprana ganadería caprina y ovina, preponderante hasta tiempos no tan lejanos. Tsombus, chanus y zonas no muy pindias, por debajo de los 1.000 metros de altitud o en esa cota, donde se acabó desarrollando una potente agricultura cerealícola y extensos patacales, estos últimos mucho más recientes en el tiempo. Aquí no había veigas tan llanas como en Mual, las que así se llamaban eran bastante pendientes, y no les quedó más remedio que colonizar esas zonas para mitigar la "fame" que les amenazaba. Todas esas actividades necesitaban importantes vías de comunicación para el transporte de productos y la sierra estaba llena de ellos. Esta salida era mucho más rápida y corta que la que utilizara el camino Real de Oubachu. Primero había que llegar al Cutsadietsu, bajar al pueblo y luego a Mual, donde por La Chalga salir a La Venta y enfrentarse al desfiladero que hay hasta La Casilla, para continuar valle abajo por la veiga del Ríu Rengos (Narcea). un camino que además presentaba un deficiente estado. Por la sierra el camino era casi recto, con tramos muy llanos ya que se evitaban las continuas subidas y bajadas del cordal serrano, con un tramo final, antes de La Riela, algo más pendiente.
Esta ventaja del camino de la sierra se vería mitigada posteriormente por una mejora del camino que transitaba por la vega del Narcea, relacionado directamente con las explotaciones madereras que se empezaron a dar en las cabeceras de los afluentes de Ríu Rengos. La salida de grandes rollas del vatse de Mual y de El Pueblo hicieron inevitable esta mejora pues toda la producción se bajaba hasta el Arenal y Los Nogales de la villa de Cangas, desde donde mediante balsas se llevaban por el rio hasta San Esteban de Pravia. En 1860 unos franceses de la empresa Crédito Mobiliario Barcelonés, coarrendatarios de las explotaciones madereras de Muniellos (y de Rengos) intentaron bajar la madera en chalanas desde La Venta pero fue un rotundo fracaso teniendo que seguir utilizando el camino, que no debía de estar tan mal pues se habla que para bajar una enorme rolla se empalmaron tres carros de cuatro ruedas cada uno, tirados por mulas, algo que un mal camino hubiera impedido.
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