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Dos formas distintas de aprovechar la yerba de un prau: pastarla, en este caso por ovejas, y recogerla tras haberla segado y dejado secarse. Caguatses d´Abaxu. Verano 2020. |
Mi primera experiencia como "pañador de yerba" fue del todo negativa. Mi padre me encontró el trabajo pues un excompañero suyo de la mina tenía vacas y yerba y acepto cogerme para que le ayudara. Fue en Tsamera, un pueblo que yo no conocía.
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Tsamera. 5-1-2019. |
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Tsamera. 30-7-2020. |
Para llegar a Tsamera, el último pueblo del Arroyo de la Serrantina (afluente del Ríu Cibea), había primero que ir a Sorrodiles, donde confluyen los ríus de Xinestosu y de Tsamera. Por fortuna en aquella época aún había una línea de bus de ALSA que te dejaba al lado de un bar. Allí para no tener que retroceder al puente que cruzaba el rio y cuya pista ya se metía para La Serrantina, me aconsejaron atajar por el foso de La Torre, un castro y luego torre medieval, por un camino que salía a dicha pista. Luego había que andar un rato y al llegar a una bifurcación coger el ramal izquierdo, el más estrecho. El otro, más ancho y que se acabaría asfaltando, llevaba a Sonande desde donde ascendía a Vatsáu y luego salía a La Chabola donde conectaba con la carretera de El Puertu (Tseitariegus).
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Foto de Sonande de Krüger. Fijaros que las cubriciones son variadas: teitus de patsa, tsousas finas de pizarra y tejas, todos de producción local o de las cercanías. |
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Casa de teitu en Sonande. Foto Krüger. |
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La misma casa desde otra perspectiva. Fijaros en el gochu, suelto por el pueblo. Foto Krüger. |
Desde el cruce todavía quedaba otro rato andando y en el pueblo buscar la casa a la que iba, cercana a la entrada de este pequeño pueblo.
En Tsamera el trabajo era duro, pero peor fue el resto de la experiencia. El paisano era una persona muy bruta y a la antigua usanza. Era como un pater patronus. Decir que era machista es decir poco. Trataba muy mal a su mujer, a la que tenía como una esclava y sin posibilidad de decidir en tema alguno. A la menor contrariedad allá que se liaba a darle golpes e insultos. Sus hijos, que tenía varios, no corrían mejor suerte ante aquel tirano que no dudaba en propinarles auténticas palizas, ¡horrible!.
Lo único bello que vi en aquel pueblo, aparte de la arquitectura tradicional, que entonces no me atraía de manera especial, era el grandioso paisaje que se podía observar desde él. Un enorme valle que se dirige hacia la Cordillera, pegado al del Puertu, con innumerables vatses y vatsinas, surcado en su avesíu por el precioso bosque del Monte´l Sil.
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Gran Vatse de La Serrantina, flanqueado por los de Xinestosu y El Puertu. Foto Google. |
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El avesíu del Vatse La Serrantina, surcado por el imponente Monte´l Sil, un BOSQUE con mayusculas y por numerosas brañas y camperas. En primer termino la Braña de Tsamera. Foto Google |
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El Monte´l Sil en enero, el día 5 de 2019. |
Lo tuve enfrente mismo cuando estuvimos segando y pañando la yerba de unos praus de La Braña, en donde había no grandes si no grandísimas cabañas. Tanto que parecían auténticas casas. La que poseía el paisano, que fue la única que pude ver en detalle, me sorprendió sobremanera, con un enorme parreiro en la parte superior cuya entrada quedaba por encima de la jamba horizontal que presidía la puerta de entrada a la parte inferior. En esta parte el interior estaba dividido en diferentes espacios, unos para uso humano y otros para uso animal: cocina-comedor, cuarto para dormir y cortes. Nunca había visto en Mual y su entorno algo parecido.
El bosque estaba bordeado por sus partes bajas, cerca del curso de agua principal, por numerosos praus, donde muchos de ellos ya parecían estar abandonados. Lo que daría yo entonces por perderme por aquel amplio bosque, donde me dijeron que había enormes fayas, y deleitarme con una presencia más agradable y pacífica que la que brindaba aquel hombre del Paleolítico Inferior.
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El Monte´l Sil, cubetas glaciares, camperas, grandas y un deslumbrante bosque. 5-1-2019. |
Hurgando en la memoria he descubierto que al año siguiente volví de nuevo a Tsamera. Lo he recordado por el tema de unas alpacas. Al final de mi primera estancia habíamos llevado varios tractores de yerba suelta y como no cabía en el parreiro o era muy difícultoso meterla, hicimos una gran "facina" en "la era" de la casa, donde antiguamente, como ya vimos en otra parte, se separaba el grano de cereal de la patsa, y que ya no se utilizaba. La yerba no estaba seca del todo, pero la llegada de lluvias nos obligó a hacerlo así.
Luego el tiempo mejoró y el paisano decidió alpacar aquella yerba, con la alpacadora de un vecino al que solía contratar para toda su producción. Me tocó a mí subir a la facina porque su gran tamaño impedía apearla desde abajo y desde allí ir desmontándola a forcadáus, mientras que otros, abajo, la acercaban a la máquina. Tenía los pies achicharrados por el calor que despedía la facina y muchas capas de yerba ya estaban enmohecidas, pero el patrón decidió alpacarla toda, algo que le costó hasta a la máquina que cada poco se paraba.
Para meter las alpacas en el parreiro nos vino a ayudar un chaval del pueblo, más joven que yo pero que se ufanaba de su gran fuerza. Según él era capaz de coger una alpaca con cada mano y lanzarlas por el aire. Cuando vio que yo cogía una alpaca y que tenía dificultades para desplazarla, triunfante decidió hacerme una demostración. Pero al coger una alpaca con una sola mano fue incapaz de levantarla "hostia, pero si esto pesa como un morrillo" (un morrillo es un canto rodado grande y muy pesado). Ya mermada su chulería volvió a coger una y trasladarla, también con problemas. Las alpacas pesaban una exageración y las cuerdas casi te cortaban las manos aunque utilizaras guantes.
Aquel peso no era frecuente, para que os hagáis una idea del peso de una alpaca normal, pensad que cuando se cargaban en el tractor para llevarlas del prau a casa, las que iban en las partes más altas se pinchaban con el forcáu para levantarlas y "apurrirlas" mejor al que las iba colocando. El mundo de las alpacas ha evolucionado mucho desde aquél entonces, ligado a una ganadería cada vez más tecnificada y a mayor escala. Os mostraré algunas imágenes con sus respectivas notas para que lo entendáis mejor.
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Alpaca tradicional, cerca de Los Bayos, León. Dimensiones: 83 X 35 X 44 cm. |
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Alpaca tradicional en detalle. |
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Rolo de hierba seca, de mucho mayor tamaño. Navatejera, León. 12-8-2020. |
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Otros fardos de yerba seca circular. |
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Alpacones, como las alpacas pero mucho más grandes, solían ser de paja. Navatejera, León. 30-6-2020. |
Intrigado por el destino de aquellas alpacas, el segundo verano en Tsamera le pregunté al dueño. "Tuve que tirarlas todas, no sirvieron ni para "mutsir" la corte" fue lo que me dijo.
Por aquel entonces, creo que fue en 1979, ya solo un vecino del pueblo recogía la hierba de forma tradicional. Era todo un espectáculo y un gusto para la vista ver a aquella persona, ya mayor, ataviada de una forma peculiar, con chaleco y unos gruesos calcetos (calcetines) de lana, muy visibles porque las perneras del pantalón estaban metidas por dentro, y para rematar calzando unas madreñas. Yo me preguntaba como haría para soportar el intenso calor existente. Iba delante de una pareja de buéis xuncidos a un carru, cargado hasta los topes de yerba. Caminaba con parsimonia y sin prisas y los buéis seguían mansamente aquel ritmo. Luego me enteré que el señor en cuestión era de una de las familias más ricas del pueblo y que tenía contratados a dos mozos que eran los que realizaban las tareas más duras, en especial la siega, que al igual que en la casa donde yo estaba, todavía se hacía con gadaña, y cargar y descargar el carro, metiendo la yerba suelta en el parreiro.
Este segundo verano estuve menos tiempo en Tsamera pues vino muy buen tiempo, tanto que cuando volvimos a La Braña, un prau con poco riego tenía la yerba completamente seca. El paisano intentó segarla pero la gadaña resbalaba sobre ella y exigía mucho esfuerzo. ¿Sabéis lo que decidió?, pues nada más y nada menos que prenderle fuego. La yerba desapareció en un plis-plas, pero no creo que fuera la mejor opción, a lo que se unía el peligro que suponía que el fuego se extendiese por el monte, en una ladera de solano totalmente desarbolada y en donde Tsamera tenía alguna braña más pero a donde ya no se subía el ganáu y en donde como mucho se segaban y recogían algunos de sus praus.
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Las brañas de Tsamera están en el solano del valle y hay tres por lo menos. La primera está detrás del primer teso y se ven sus prados. Le llaman La Braña de Tsamera, sin más. 5-1-2019. |
El último día de mi estancia también asistí a una escena muy triste. Aparecieron por la casa dos portugueses, uno joven que trabajaba en las minas de Tsaciana y otro ya muy maduro, venido recientemente de Portugal esperando encontrar trabajo en las minas. Pero los tiempos habían cambiado, La crisis del carbón ya se había iniciado y ya no había puestos de trabajo. Y allí, en casa de aquel "bárbaro" quedó aquel hombre con la esperanza, al menos, de poder comer, pero sin nada más porque el dueño era muy tacaño y no prometía un sueldo. A mí, por ejemplo, fue una miseria lo que me pagó cada temporada.
Ya no me daba tiempo para coger en Sorrodiles el último bus del día. Pero tenía tantas ganas de salir de aquella casa que decidí no esperar al del día siguiente. Me puse en marcha, sin importarme tener que bajar andando hasta Cangas, a pesar de los muchos kilómetros de distancia y la incomodidad de cargar con la ropa que había subido. Tuve suerte y al poco un coche se detuvo y me bajó.
Mejor pagado y mejor experiencia en general tuve en mi tercera temporada. Fue de nuevo mi padre quien me encontró el sitio mientras yo estudiaba, esta vez en El Puertu de Tseitariegos.
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El Puertu una gran veiga repleta de praus. 11-8 2020. |
En El Puertu toda la yerba se segaba con segadora, salvo alguna orilla, y se alpacaba. No hacían falta segadores y el útil más utilizado, aparte de las propias manos, era el forcáu. Aquí la yerba, a diferencia de la de Tsamera, era muy fina y menos alta y no había necesidad de arramarla ni de darle la vuelta más que en algún punto concreto, por lo que se secaba muchísimo antes. También cambiaba la fecha pues al estar a mayor altitud, la yerba maduraba más tardíamente, segándose a finales de julio y durante agosto. Y eso como pronto pues como decían en el pueblo antes se segaba aún más tarde.
Éramos una pequeña cuadrilla: la máquina, la segadora, la manejaba un chico de Brañas d´Arriba, propietario de ella y contratado con esa finalidad y al que conocía porque habíamos coincidido en el Instituto de Cangas. Había dos o tres mozos más, de otros sitios y el encargado de la hacienda y su familia, que no eran los propietarios de ella. Solo trabajaba con nosotros el hijo del propietario, un chico algo más joven que yo.
En aquella época yo estaba estudiando Geografía e Historia en la Universidad d´Uviéu y aprovechaba el periodo vacacional para trabajar y sacar unas pelillas, algo que ya había hecho anteriormente durante los estudios en el Instituto, aunque en aquella época lo hice de camarero en distintos bares de Cangas. Mi padre, sabiamente, lo había decidido así para que pudiera comprobar de primera mano lo que costaba ganarse la vida y no olvidar que era hijo de obreros.
La vida del estudiante es particular, Trabajas mucho con la vertiente, dejémosla en intelectual, pero muy poco, en realidad nada, con la física. Aspecto que se incrementaba a finales de curso, en mayo y junio, en que apenas salías de casa y estabas doce o catorce horas estudiando, sentado delante de una mesa e incluso tumbado. Y luego haciendo los exámenes finales.
Sabiendo a lo que me iba a enfrentar, jornadas de sol a sol, o sea desde que amanecía hasta que oscurecía, solo interrumpido por las comidas y un breve descanso al mediodía para evitar el momento en el que el sol apretaba más, me empecé a preparar algo durante ese final de curso. A principios de mayo comencé a hacer footing, correr, pero no a toda pastilla si no manteniendo un ritmo sostenido durante un tiempo determinado, corto al principio pero en aumento cada día que pasaba, hasta llegar a un pico de dos horas corriendo sin parar.
Salía una veces solo y otras con mi hermano Carlos que estaba entonces en Uviéu, donde llevaba el bar de Biológicas y que se animó a hacer algo de deporte. Como las calles de Uviéu estaban muy contaminadas por el intenso tráfico que soportaban y eso de correr aún no estaba bien visto, siempre nos dirigíamos a las afueras. Es increíble lo que llega uno a recorrer corriendo suavemente, creo que acabamos circunvalando Oviedo en todo su perímetro, un día por un lado y al siguiente por otro. Recuerdo que una vez nos salió un perro y viendo que nos daba caza, salté a una pared de piedra y cogí un buen pedrusco. El perro al verme parar se asustó y pegó la vuelta de inmediato y no volvió a aparecer. También subíamos a un centro deportivo abierto y dábamos vueltas y vueltas a un campo de fútbol. Al acabar una ducha en agua fría y otra vez a estudiar.
El footing me venía muy bien para adquirir un buen fondo físico pero no me sirvió para mitigar los efectos del roce continuado en mis manos de un objeto, el forcáu, pesado o muy pesado por la yerba que manipulaba. Al acabar el primer día de trabajo en El Puertu, y a pesar de utilizar guantes, tenía las manos desolladas, cubiertas de bojas (ampollas) y con bastantes molestias. Cuando me las vio el hijo del dueño, que también estaba estudiando como yo, me dijo: ¡uff!, no se si mañana podrás trabajar así" y me recomendó que primero tenía que pinchar y sacar el líquido y parte de la piel de cada boja y luego frotar a fondo esas partes con vinagre, pero que era muy doloroso.
Me ayudó en la tarea la hija de los encargados, pues dudo que yo solo fuera capaz de hacerlo y ciertamente el vinagre quemaba entre mis manos como si fuera alcohol puro. Los efectos fueron increíbles, las heridas quedaron como cauterizadas y con algo de cuidado pude seguir trabajando los días siguientes y pronto en lugar de bojas me salieron duros callos en los que el roce ya no me causaba daño.
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El prau de encima del coche fue donde me estrené en El Puertu. |
Otra cosa con la que había que tener cuidado, mucho cuidado, era con el sol. Tras la dura experiencia en Tsamera, en la que el sol pegaba de pleno y que me provocó desde quemaduras hasta la sensación, en algunos momentos, de ausencia de energía, decidí tomar alguna precaución: llevar una gorra con visera o mejor aún un sombrero para evitar que el sol calentara en exceso la auténtica "sala de control" de todo el organismo, el sembrao de la azotea que cantaba Potato en su célebre canción "Paco pecao", y procurar también proteger la piel de tan peligroso elemento. Para ello alternaba el uso de diferentes prendas de vestir, usando manga larga para las horas centrales del día y otras de manga corta o tirantes para las menos calurosas.
El El Puertu me llevé la agradable sorpresa de no sentir el calor agobiante que había sentido en Tsamera. Siempre circulaba una ligera y refrescante brisa, pero la piel se podía quemar (enrojecer) más rápidamente y casi sin darte cuenta. Que la piel se queme es algo muy peligroso que incluso puede provocar cáncer de piel. Lo ideal es comenzar tomando el sol de forma suave, cuando menos calienta, y de forma progresiva. Pero, claro, "apañando" yerba esto es una quimera, te pagaban para que trabajaras no para que tomaras el sol.
El uso de cremas solares, aparte de su engorroso uso, era algo totalmente desconocido en el mundo rural y había que apechugar con lo que el tiempo tuviera a bien de brindarnos. Se te ponía roja la piel y a continuación esta se caía, se te volvía a poner roja y volvías a pelar, hasta que la piel, ya morena, resistía y en vez de pelar se ponía cada vez más negra.
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Huellas de las cortas mineras de carbón justo en el límite entre Cangas y Tsaciana, con las odiosas repoblaciones de resinosas. Las zonas de pasto del monte se han perdido para siempre. |
Estuve unos quince días en El Puertu y yo no me percaté del cambio, pero fijaros, cuando volví a Cangas, toque el timbre de mi casa y me abrió Mari, mi hermana mayor. "¿si?", me dijo y me iba a decir que no, que no iban a comprar nada, pensando que yo era un vendedor a domicilio al ver tantas bolsas a mi alrededor. Luego se quedó mirándome fijamente durante un rato, como dudando y al final exclamó: ¡coño, pero si es Luisín, ya pensábamos que te ibas a quedar a vivir en El Puerto!". Tan moreno estaba yo que le llevó un tiempo reconocerme.
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Praus de El Puertu regados y en pendiente, por encima de Sucuetu. |
En El Puertu había amaneceres y atardeceres espectaculares, con un colorido cambiante y vibrante que no percibías tan claramente desde el valle. Eran dos mundos diferentes. El valle era más caluroso, más pesado, más húmedo y denso. En El Puertu todo era más ligero, espacioso, volátil y sin decir ninguna mentira, hasta más elevado.
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Praus a los pies del imponente Cuetu d´Arbas, la cota más alta del concejo. |
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