8/17/2021

El Monte y el guía de Munietsus 66

 

Detalle de una preciosa casa solitaria por debajo de Vitsacibrán, enfrente de Canáu. 29 julio 2019.

Estoy intrigado por unas "rozadas" que volando con Google se pueden ver, unas sobre Cornechal y otras sobre la Braña Lus Vatses y sobre otra brañina, en altitudes en torno a los 1700 m.s.m. Tal vez los aclarados estén relacionados con una repoblación forestal que se hizo en el Regueiro Terreiro hace pocos años con vistas a la posible recuperación del urogallo. Ya sabéis, rozar el terreno para que los árboles que se planten no tengan competencia durante un tiempo, pero las imágenes no permiten ver si están o no plantados.

Localización de las rozadas en Cornechal (en rojo) con una pista que va por Cacabiersu. La Braña Lus Vatses (en azul) y otra brañina, mi preferida (en negro). Foto Google.


Detalle de la rozada anterior. Ya hace años que no se siega la yerba y en la actualidad es una zona de pastos donde los subarbustos empiezan a volver a instalarse. Foto Google


Otra zona de rozadas en la sierra que divide Tsamera de Xinestosu. Foto Google.


Detalle de la rozada anterior. A la izquierda Braña Lus Vatses donde termina una pista. Foto Google.

Los árboles hace siglos que han desaparecido de estos terrenos serranos. Sin duda los hubo pues la altitud se lo podía permitir. En este piso biogeográfico las camperas no son permanentes pues las que sí lo son se dan a mayor altitud (prados alpinos). Ciertamente una vez creados, son más fáciles de mantener, pero la tendencia natural del terreno es la de mantener vegetales más exigentes y de mayor tamaño que la hierba, en unas series evolutivas de las que ya hemos hablado (dinámica forestal). Para detener esa dinámica había que rozar.

En las comunidades rurales las rozas tienen diferentes funciones. Solo hablaré de dos que crean paisajes semejantes a los aquí comentados. Una es la que acabamos de decir, rozar para mantener las camperas. La otra es una peculiar forma para la obtención de yerba y cuya antigüedad me es desconocida pero que se extendió con la llegada de los tractores y maquinaria moderna. En realidad es similar a la "cavada de borrones", pero no se utilizaba para semar centeno. Se rozaba con maquinaria los ganzos, escobas y demás subarbustos, que se quemaban para aprovechar las cenizas. Se abonaba, se araba y se semaba con semillas de hierba, la argana casera o incluso de compra. La peculiaridad es que esta hierba, ya crecida, se segaba y se almacenaba como la de los praus. Se hacía en terrenos comunales y su uso lo compartían varios vecinos, llegando a deslindarlos del terreno circundante cuando este se pastoreaba, para evitar que el ganáu entrara en él. 

Cavada de borrones.


Apero para arar las cavadas de borrones.

Yo vi usarse esta modalidad en Trescastru, junto a su braña de solano, tanto por debajo como por encima de la carretera que sube a El Puertu y el nombre que le daban era "pastizal" o su plural. Se abonaba sobre todo con mineral (supongo que más antiguamente se haría con cal) y solían utilizarse durante unos años y luego se dejaban como zona de pasto, seguramente para que el terreno se recuperase.

Pastizales de Trescastru. Foto Google.

Pero volvamos a la experiencia de "segador". Tras visitar el Monte´l Gatu y descansar unos días en Cangas, volví a Trescastru y con mi nuevo compa subimos pa Corros.

Allí sí éramos una auténtica cuadrilla. Seis o siete mozos, todos varones, de distintas zonas del concejo. Recuerdo que había dos de la zona de Las Montañas, algún portugués y uno o dos de pueblos cercanos, del L´Outeiru, ya algo maduros.

Pepe, para quien trabajábamos, estaba casi todo el día atareado con el ganado que tenía en las cortes y solo esporádicamente nos ayudaba. Era curioso verlo "engazar", abarcando mucho espacio con sus corpulentos brazos, pero dejando mucha yerba sin "apañar", pero claro como era el dueño nadie le decía nada.

La comida nos la hacía su hermana, casada con un tratante de ganáu de la zona de Cibea, que en verano se instalaba permanentemente en el pueblo para hacer de cocinera. Su marido subía de vez en cuando y se dedicaba a espiarnos para ver si cumplíamos con nuestro cometido, por lo que la mayor parte del tiempo estábamos solos.

Pepe tenía muchas vacas y a ellas se unían las que subía su cuñado, que lo hacía para engordarlas y luego venderlas a mejor precio. Creo que en aquella época aún vivían los padres de Pepe, pero ya eran muy ancianos. No lo recuerdo bien, puede que ya hubieran muerto porque yo ya había estado antes en casa de Pepe y volvería a estarlo más tarde.

Pepe era todo un personaje. Era enorme, muy corpulento, pero muy pacífico y hasta algo tímido, aunque como se enfadara podía ser algo tremendo. Recuerdo que una vez, durante otra de mis visitas a Corros, se enzarzó en una discusión con un nuevo vecino, alguien de fuera que había comprado una hacienda con todas sus tierras en el pueblo. La riña terminó cuando el otro le dijo: "¡bah, tócame los cojones!". Pepe abriendo sus enormes brazos le respondió "¿qui quei?, ¡ti lus arrancu!". Menos mal que estaban los de Trescastru y lograron sujetarlo porque si no creo que realmente se los habría arrancado.

Me contaban mis amigos que una vez había avistado un gatu montés subido en un árbol y como a él le gustaba mucho la caza y no teniendo a mano una escopeta, pacientemente había trepado por el árbol y cogido al animal por el pescuezo y sin importarle los arañazos del pequeño felino lo fue apretando hasta estrangularlo. Lo dicho, Pepe podía ser algo tremendo. 

En Corros para segar también había segadora, manejada precisamente por mi compa, y las gadañas se utilizaban muy poco porque Pepe solo trabajaba algunos praus, los mejores y más llanos, fueran suyos o no pues tenía permiso para hacerlo, respetando únicamente los del nuevo propietario. Sin más gente, lo que sobraba en Corros era yerba. Una hierba a medio camino entre la de Trescastru y la de El Puertu, no tan alta y gorda como la primera, ni tan pequeña como la segunda, pero sin duda excelente y "más fartona" que la del valle, como le habían dicho a mi padre en Rimolín.

En aquel tiempo ya no se apreciaban tierras de cultivo y eso parece darles la razón a los que creen que en estos altos pueblos, y Corros lo es porque está a 1270 m. s. m. ,no habría agricultura. Pero en el pueblo todavía se conservaba algún que otro orriu (hórreo) que como todos sabréis servían para guardar la carne, que aquí era abundante, si no también el cereal cosechado (hórreo viene del latín horreum que significa granero). Algo que se refuerza con la presencia de eras que demuestran la existencia, al menos, de centeno, nuestro cereal más esclavo.

Similar a Corros era Brañas.

Texto de Las Brañas de Krüger de 1944 donde describe Brañas d´Arriba.

La producción agrícola de Corros por supuesto que no era tan abundante como la de Trescastru, por poner una comparación, ya que este último es aún un pueblo de vega. Corros, a pesar de estar en el avesíu del valle de Naviegu, goza de una situación bastante soleada al situarse en un saliente de la vertiente de su vatse que mira al sur. Por su altitud, el ciclo vital de los vegetales cultivados es muy reducido, solo el verano, pero sí lo suficiente para cultivar centeno, fabas, patacas y hasta algún producto hortícola, no pudiendo faltar las famosas berzas, ingrediente básico del popular caldo o potaje.

Corros, en un saliente de la ladera de su valle. Julio 2020.

También en El Puertu, a 1525 m.s.m., ya hemos dicho que había restos de antiguos huertos y tierras cultivadas, en menor número que los de Corros. En realidad solo he conocido algún pueblo donde la agricultura era insignificante, como los pueblos altos del vecino Somiedu. En El Vatse (Valle del Lago) las huertas existentes son de tamaño liliputiense, pudiendo atravesarlas de un salto, con una docena de lechugas y un "puñáu"de patacas. Claro que esta es una visión actualizada, quizás retrocediendo en el tiempo las cosas fueran diferentes, aunque es significativo que los "teitos" (tejados) fueran de escobas y no de "patsa", como lo eran en ambas brañas y en Corros, amén de los situados más abajo. 

Un precioso ejemplo de teitu patsa, con un texto de Krüger hablando del tema.


Otro ejemplo de teitu patsa, combinado con gruesas tsousas en un anexo posterior.

Con todo Corros era eminentemente un pueblo ganadero y su origen, como el de Brañas d´Arriba y Brañas d´Abaxu, posiblemente sea el de una braña, donde habría recintos de piedra para congregar al ganáu, y pequeños cabanos circulares para el pastor, de ahí el nombre de Corros, donde la presencia de cabras y ovejas sería significativa.

Pese a la existencia de grandes y preciosas camperas, bastante restringidas a los antiguos nativos de la zona aunque con acceso a algunas de ellas, el problema más que de pastos para el ganáu era el acopio de la suficiente yerba con que afrontar el largo invierno, con seis meses de nieve y el ganado metido en las cortes. Ello implicaba la existencia de muchos praus, a lo que ayudaba el regueiro que hay en el vatse de Corros, que nace en las tsagunas cercanas a la cumbre. Pegado al regueiro y desde muy abajo (por encima de una especie de cascada) y hasta bastante por encima del pueblo, los había de regadío y luego cerca del pueblo los había de secano, ambos bien abonados pues tanto ganáu producía mucho cuitu.

En Corros no había alpacadora así que recogíamos la yerba suelta y la llevábamos en el tractor a tres o cuatro parreiros diseminados por el pueblo, situados encima de las cortes que Pepe utilizaba. Había que meterlas por unas entradas bastante estrechas y era una actividad realmente cansina. A forcadáus uno echaba la yerba desde el tractor al suelo donde otros la iban metiendo y luego dentro del parreiro había uno o dos más para esparcirla y retacarla. Y menos mal que la boca del parreiro estaba casi al nivel del suelo y no había apenas que levantarla. 

En Corros, como en Brañas, las casas se adaptaban al terreno y al estar este inclinado, la entrada al parreiro, que suele estar en la segunda planta, se hacía a nivel del suelo. Debajo de él, también sobre el suelo estaba la corte.


Aquí se aprecia claramente como el desnivel del suelo propiciaba dos plantas en altura de la casa o construcción.


Las casas de Corros ya tenían otro tejado pero en esencia seguían siendo las mismas, con una entrada muy estrecha al parreiro.

Hubo un día que se metió a llover y parecía que lo iba a hacer durante varios más. Todos los segadores marcharon, muchos tenían los coches aparcados en Brañas d´Arriba desde donde salía un camino que en nada bajaba a Vitsar y luego ascendía por el bosque del Monte´l Gatu hasta la ladera izquierda del regueiru de Corros en el que salía a descubierto y en otro suspiro llegar al pueblo. Mi compa de Trescastru y yo nos demoramos algo más porque Pepe tenía problemas con una goma y la cañería que abastecía de agua la casa y le estuvimos ayudando. A la tarde bajamos, andando igual que habíamos subido, pa Trescastru, donde pernocté pensando que al día siguiente tendría que bajar para Cangas hasta que el tiempo mejorara.

Me habían contado que algunos años agosto, el mes de la yerba en Corros, venía muy malo, teniendo que postergar la recogida hasta septiembre, un mal mes porque hay menos horas de sol y hace menos calor, tardando la hierba más tiempo en secar. El principal enemigo de la yerba es el agua, se puede segar aunque esté lloviendo, eso no la estropea siempre que a continuación vengan unos cuantos días de sol y calor.

Resulta que al día siguiente amaneció radiante, la tormenta había sido pasajera y allá que volvimos a subir a Corros y unirnos al resto de la cuadrilla, cuyos integrantes fueron paulatinamente reincorporándose.

La jornada en Corros era agotadora, al menos para mí.  Nos levantábamos antes de que amaneciera, tomábamos un cafetín con una galleta y al tajo. Luego hacía las nueve de la mañana ya desayunábamos una comida en toda regla, con tortilla y embutidos. La comida del mediodía y otra vez al tajo hasta que oscurecía. Cenábamos ya de noche y a la cama, que encima había que compartir con otro porque no había suficientes. Algo engorroso por la falta de espacio y el incómodo calor que despide un cuerpo a tu lado en aquellas calurosas noches

Aunque eso no importaba mucho porque era apoyar la cabeza en la almohada y quedarte frito y al poco oír la ya familiar voz de Pepe que en alto decía: "¡venga chavales, a levantarse!". ¿Cómo era posible, si parecía que hacía un minuto que nos habíamos acostado?. ¡Y pensar que había alguno que no dormía en toda la noche!. En concreto el paisano de L´Outeiru se escabullía muchas noches para ir a verbenas de pueblos cercanos y luego lo veías al día siguiente como si tal cosa, ¿cómo haría para mantener aquel ritmo?.

Era una persona muy conversadora si le dabas la oportunidad de serlo. Con él me enteré de lo que era "la parva", el peculiar desayuno de aquella zona y que antaño debía de ser generalizada en toda la región. Allí todavía se usaba y era similar al que hacíamos en Corros y consistía en una copa de orujo acompañada de unas galletas para engañar al estómago y ¡a rular!.

Cuando disponías de algún rato libre podías relajarte y disfrutar con las vistas y las sensaciones que estas producían: la imponente mole del Cuetu, la parte del Monte ´l Gatu que vierte contra el regueiru de Corros...Miraras adonde miraras podías flotar un rato sobre aquel valle, el más ancho de todo el concejo. Era una pena no poder disfrutar a fondo de aquellos caleidoscópicos atardeceres y amaneceres que solo de reojo llegabas a ver y del olor que entonces se elevaba del campo como un suave perfume.

En general las personas que vivían en las zonas altas del Naviegu tenían más contactos con los que vivían del otro lado de la cordillera que con los que lo hacían en las partes bajas del valle. La villa era otro mundo para estas sencillas gentes y solo bajaban a ella por necesidad, en casos de papeleo o cuestiones similares. Viviendo en un mundo tan aislado y alejado eran muy independientes y autosuficientes entre otras cosas porque no les quedaba otra que serlo. Nos comentaba el padre de Pepe que una vez se había roto una pierna, el médico estaba muy lejos, así que tuvo que arreglárselas por su cuenta. Él mismo se la entablilló, de forma muy rudimentaria: dos simples tablas, una a cada lado, sujetadas por unas cuerdas. "tiró palante" hasta que la rotura se soldó por si sola.

Para estas gentes la Cordillera solo era el monte más alto y no suponía ningún obstáculo o límite. En ella entraban em contacto y se relacionaban con sus vecinos de Tsaciana y era con estos con los que mantenían más intercambios. Esa convivencia cotidiana es la que explica las conexiones tan profundas, a todos los niveles, entre ambas zonas, nunca zonas de frontera si no de comunicación e intercambio mutuo.

Pero, como venimos repitiendo, la riqueza natural de la zona (Corros y pueblos altos del Naviegu-Cibea) con sus amplias camperas y lugares de pasto, no eran disfrutadas plenamente por sus habitantes. Muchas de las espléndidas brañas existentes no eran de su propiedad. Salvo algunas que eran parroquiales y otras que con el tiempo fueron comprando, la mayoría estaban en propiedad de antiguos señoríos que los alquilaban a La Mesta o a los Vaqueiros de Alzada. Ello explica que en estas zonas, tan aptas para la ganadería bovina, la cabaña ganadera de los autóctonos también fuera variada, contando con numerosas cabras y ovejas, como todavía lo recordaban Pepe y sobre todo su padre. Cuestiones estas que no se suelen tener en cuenta cuando se analiza el cordal de la cordillera, un mundo muy rico pero muy desigualmente repartido.

La importancia de cabras y ovejas queda atestiguada en esta corte, muy común en nuestra zona, con tres estancias, una para el bovino, otra para las cabras y una tercera para las ovejas.

A finales de los ochenta realicé una excursión por la zona de Xinestosu, en la alta cabecera del Cibea como ya hemos visto. Una zona a la que solo me había desplazado tres o cuatro veces, por estar muy apartada, por su difícil acceso y porque los autobuses, mi único medio de transporte, que solo llegaban hasta Sorrodiles, hacía tiempo que ya no realizaban esta ruta. Aproveché que mi amigo Jose estaba realizando un trabajo de fontanería en este pueblo. De común acuerdo, Carmen su mujer y yo decidimos aprovechar uno de los viajes. Dejamos al "pobre" Jose atareado con sus tuberías y salimos al monte, en dirección a los cutsáus que dan a los largos vatses de Tsaciana o al vecino Somiedu.

A media mañana y aprovechando una elevación para tumbarnos un rato al sol, quisimos fumar tranquilamente un pito pero resulta que se nos había olvidado el fuego. Nos acordamos entonces de un pastor que habíamos visto hacía poco y decidimos buscarlo, dando con él poco después. Como era de esperar al pastor no se le había olvidado el fuego y tras prender un cigarro estuvimos charlando un rato con él. No era de la zona, era de Extremadura y estaba al cuidado de un enorme rebaño de ovejas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Ruta a Las Tsagunas 39 Estrés hídrico. Vistas desde el final del Ríu Las Fayonas.

  Vistas desde granda en teso Furmigueiros-Los Tsagozos, desde la senda. 23 septiembre 2.000. La estación meteorológica de Las Tablizas está...