3/15/2022

El Monte y el guía de Munietsus 80

Pinar de Decutsada. Monte Munietsus. 27 julio 2018.


La finalidad del consorcio para la repoblación de Muniellos era conseguir una masa mixta de frondosas y resinosas, con una visión puramente productivista. La rápida adquisición, en febrero de 1973, del Monte por el ICONA anuló el consorcio y por tanto las plantaciones. Y luego, ¡por fin!, y gracias a la presión de la opinión pública, acabaron triunfando las ideas conservacionistas.

En el lapso de tiempo en que funcionó el consorcio solo dio tiempo a realizar la plantación de un pinar de pinus pinaster (pino gallego) en parte del teso existente entre Las Güérgolas y Porciles, en una extensa granda, tan amplia que no llegó a plantarse en su totalidad, sobre unos suelos bastante buenos, sobre todo si los comparamos con los más rocosos de Las Güérgolas. Lo que nos demuestra el fin productivista de la plantación ya que si fuera con fines proteccionistas los pinos se hubieran instalado sobre los peñascosos y pelados suelos de Las Güérgolas. 

Gran pinar dentro de la Reserva por debajo de La Pena de Las Güérgolas (señalada en rojo), con ejemplares sueltos por debajo, en una granda, contribuyendo a retener y mejorar el suelo. Foto Google.


Esquina del pinar (pinus pinaster) plantado en el teso que separa Vatsina Porciles de la primera vatsina de Las Güérgolas, por debajo de La Pena de Las Güérgolas. 27 julio 2018

Nuestros árboles autóctonos, en especial los rebotsus sapiegus (o los orocantabrica) no necesitan ayuda para colonizar esas áreas, como nos demuestra la evolución reciente de la zona, en donde los pyrenaica la están repoblando. Les llevará un tiempo ya que el suelo es muy malo y muy seco, y para lograrlo cuentan con la ayuda de bedules en zonas más húmedas y sombrías y de subarbustos como el ganzo, el toxo y la carqueixa, esperando el posterior asentamiento del Señor de la zona: el roble albar. Solo hay que dejarlos en paz y evitar incendios, que en estos débiles suelos pueden retardar enormemente el proceso y degradarlos aún más.

Esta plantación tiene dos zonas diferenciadas, una, la superior, cercana a la carretera del Counio es la típica de las plantaciones del Patrimonio, con una densidad (pies por hectárea) muy elevada, formando una abigarrada y compacta masa de pinos. Por debajo de ella y basculando algo contra Las Güérgolas los pinos están bastante raleados (posiblemente debido a algunos incendios) llegando algunos de ellos hasta la pista-senda de Decutsada que se encamina a Las Tsagunas e incluso un poco por debajo de ella.

Parte superior del pinar de Decutsada del Monte Munietsus. detrás de él la granda del Teso Porciles. 27 julio 2018.


El pinar bascula bastante del teso contra Las Güégolas. 27 julio 2018.


Parte inferior del pinar de Decutsada del Monte Munietsus. 27 julio 2018.
 

También le dio tiempo al Patrimonio para plantar numerosos abetos Douglas (pseudotsuga menziesii) en la zona de Bisnuevo, en las partes bajas de sus vatses y vatsinas, justo donde se habían realizado las últimas y voraces talas a matarrasa. Al no encontrar competencia en esas áreas, igual que los pinos en la granda, los abetos fueron creciendo y todavía se ven hoy día salpicando muchos trozos del bosque autóctono, que ha logrado recuperarse merced a  buenos suelos y una mayor presencia de humedad, sin olvidarnos de la presencia, por encima de la zona talada, de fuentes de semillas que aceleraron la regeneración (colonizar hacia abajo siempre es más sencillo, gracias a la ley de la gravedad que permite un mayor desplazamiento de tsande y fayucos) y el posible rebrote de algunos tocones.

Quedan aún algunos otros árboles, también foráneos, plantados aquí en Muniellos. Su escaso número y el hallarse circunscritos al área de Las Tablizas parecen indicar que eran árboles ornamentales. Sería el caso del ailanthus altissima y del quercus rubra.

El primero es un exótico árbol de rápido crecimiento que como su nombre indica alcanza alturas de vértigo. Todavía quedan uno o dos junto a la verja de la entrada de la Reserva y otro justo donde se inicia la ruta por Decutsada a Las Tsagunas, en el atajo que sube a la antigua pista, a pocos metros de la casa del guarda. Son difíciles de identificar porque solo se les ve el tronco y pueden pasar por un roble más, pero si no tenemos prisa y nos fijamos más a fondo veremos que su piel es mucho más lisa, sin los típicos surcos de nuestros rebotsus. 

El tema de los ailanthus me hace pensar que en Las Tablizas llegó  a haber una especie de jardín. Los ailanthus al crecer tan rápido producen una madera de muy baja calidad, siendo su aprovechamiento forestal algo totalmente desaconsejable. Algunos lo llaman "árbol del cielo", por su rápido crecimiento hacia las alturas, y otros "árbol del infierno", por su facilidad para crecer en ambientes con suelos muy pobres, secos e incluso contaminados y que una vez instalados en un lugar son muy difíciles de erradicar, pues producen miles de semillas y además rebrotan una y otra vez tras ser talados. Encima segregan unas toxinas para evitar que en su entorno se instalen otros vegetales. Están considerados como "especie exótica invasora", estando prohibida su plantación y comercio en muchos lugares, como en el caso de España. Son oriundos de Asia y se expandieron a raíz de la "moda asiática" que se desarrolló en Europa y América del Norte desde finales del siglo XVIII. Era un árbol exótico y su plantación en jardines particulares daba a sus propietarios un estatus de distinción social, algo que ocurre con todos los árboles exóticos plantados por las clases pudientes como signo de ostentación y que aún perdura en la actualidad, ampliándose su clientela a las clases medias con aspiraciones burguesas.

La BOSNA Asturiana, los nuevos propietarios de Muniellos desde principios del siglo XX, construyeron dos casas en Las Tablizas, que perduraron hasta no hace mucho tiempo. Una fue derribada y enterrada y otra remodelada siendo la que aún perdura. Eran de estilo alpino, supongo que por presentar un tejado muy pendiente. Una era para el guarda y los obreros de la serrería y la otra para el administrador de la Empresa. Este último fue el que presumiblemente mandó habilitar una parte de Las Tablizas a modo de jardín, plantando los ailanthus cerca de su casa como símbolo de que no era un vulgar obrero. Además en esta casa también se hospedaban los hermanos Velasco, socios mayoritarios de la Empresa (más tarde Velasco Herrero) ricos banqueros y comerciantes gijoneses, cuando con sus selectos "amigotes" se desplazaban al Monte a realizar cacerías. Tan distinguidos personajes no se podían hospedar en cualquier sitio y la casa y el jardín de Las Tablizas no lo eran en absoluto.

Con el tiempo el jardín acabaría desapareciendo, al reanudarse las cortas madereras a gran escala, pero los ailanthus simplemente mudaron de lugar, estableciéndose en los bordes de una pista cada vez más transitada y resistiendo el polvo y los vertidos que otros árboles no podrían soportar. Pero los ailanthus no pudieron ir más lejos, los robles y otros árboles y arbustos del lugar no se lo permitieron. Y ahí están, en corto número, sin posibilidad de crear descendencia, como un elemento más de los que nos permiten conocer la historia de nuestra tierra.

El quercus rubra (roble americano) también es exótico pues a finales del otoño sus hojas adquieren vistosos tonos dorados que los hacen muy atractivos. Es un árbol plenamente maderable y de mucha calidad, pero tan escaso en Las Tablizas que su función parece ser más de ornamento que de un ensayo para valorar su aclimatación al terreno. Incluso hay un ejemplar aislado de platanus x hispanica, aunque aguas arriba de Las Tablizas, de gran belleza y colorido, especialmente durante todo el otoño.

En una de mis últimas visitas a Munietsus me acerqué a ver un roble americano que había al comienzo de la ruta larga a Las Tsagunas, detrás del "suteitu" para escolares, al poco de iniciarse la vieja pista a Bisnuevo. Pero me quedé con las ganas, del rubra no había resto alguno excepto un tocón bastante reciente. Hay quien opina que habría que eliminar todos los árboles foráneos que se han plantado en Munietsus, que ensucian el paisaje de nuestro robledal, ¿qué opináis vosotros?.

Yo he sido el primero que, en caliente, ha pateado, pisoteado y tratado de arrancar jóvenes e indefensos pinos que se habían plantado en zonas que no les pertenecían. Pero pensándolo detenidamente, los pinos no tienen ninguna culpa, son sencillamente un árbol más y hacen lo que es propio de cualquier ser vivo: crecer y tratar de multiplicar su especie. ¿Acaso hay alguien que se meta con el teixu porque todas sus partes (excepto el arilo de sabor empalagoso por su tremendo dulzor que envuelve la semilla) sean tóxicas?. Hace poco se conoció el caso de una joven que había fallecido en el monte por haber ingerido una infusión con sus hojas. ¿habría que talar todos los teixus para evitar tales sucesos?.

No, la culpa no la tienen los pinos, o los tiexus en el caso que mencionábamos. La culpa es de los seres humanos que los utilizan en función de sus intereses. Los pinos, en sus lugares de origen, ocupan y protegen los suelos más desfavorecidos y contribuyen a mantener y expandir formas de vida vegetal y animal y cuando crecen lo suficiente también forman interesantes y bellos paisajes. No tenéis más que visitar el Pinar de Lillo, reducto de pinares autóctonos (pinus sylvestris), que conviven con robles y sobre todo fayas en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica o los inmensos bosques de pinos de la misma especie en el Sistema Central, tanto en la vertiente norteña (Segovia..) como en la más orientada al sur (Madrid...).

¿Habéis visitado algún jardín botánico?. yo conozco dos, el de Madrid y el de Las Palmas de Gran Canarias y no he visitado más por falta de tiempo. En ellos se pueden ver y admirar ejemplares botánicos de muy diversa procedencia. No soy excluyente con nada y menos con los árboles, no solo me atraen los que he tenido la suerte de ver y conocer desde pequeño. Cuando un árbol, sea de donde sea, muestra toda la potencialidad que es capaz de adquirir, no puedo más que rendirme ante su belleza y majestuosidad. Los grandes árboles son como un santuario natural en donde podemos pararnos y reflexionar sobre nuestra propia vida, un lugar donde hermanarnos con nuestros parientes, tengan estos raíces en la tierra o se desplacen sobre ella y con otros más pequeños que apenas si podemos percibir. Todos hijos e hijas de una misma madre. Y si el árbol es aún pequeño no tenemos más que dejarlo crecer.

Seguro que muchos de vosotros-as conozcáis o hayáis oído hablar del Parque de San Francisco, un remanso de paz y verdor en medio de la urbe Carbayona. Durante mi etapa de estudiante en la Universidad d´Uviéu, muchas fueron las veces que lo recorrí de "cabo a rabo", disfrutando de su frescor y de los buenos ejemplares arbóreos que atesora. Visitas que se acentuaron a raíz de un hecho ocurrido motivado por la elección de Uviéu como uno de los campos de fútbol donde se celebró la copa mundial del 82. Alguien tuvo la feliz idea de colocar al pie de algunos árboles un letrerillo con los nombres (el vulgar y el científico) del sujeto en cuestión. Era hasta pedagógico admirar un bello árbol y saber de que especie se trataba, haciendo así que el recorrido fuera más entretenido. Si lo recorréis a ver si os topáis con una bella y esbelta faya que entonces existía en lo más frondoso del parque. 

Parque de San Francisco a principios del siglo XX, de propiedad pública desde las desamortizaciones del XIX. Tarjeta postal. 


El pasado del parque como jardín botánico nos permite disfrutar de su gran arboleda. Tarjeta postal de principios del siglo XX

También aquí en León, donde vivo, hay buenos parques (igualmente con los interesantes letrerillos): Quevedo, La Granja, Papalaguinda, El Cid... y dos que podríamos calificar de excepcionales. 

Añoso, bien se podría decir que centenario, olivo (el mayor de los que conozco en León) que por si solo merece la pena visitar el Parque del Cid. detrás de palacio de Botines de Gaudí, otra joya en este caso arquitectónica. 11 febrero 2019.


Otra joya del Parque del Cid, un achaparrado teixu macho, en pleno centro de León capital. 11 febrero 2019.


Parque de La Granja, para solaz del populoso barrio del Polígono 10 de León, un amplio espacio de verdor con numerosas calles arboladas. 9 octubre 2019.

El Parque de La Candamia es bastante amplio y cuenta con una ampliación hacia el monte, todo en las afueras, en el borde Este de León. 

Enormes chopos en la parte llana del parque, al lado del Río Torío. 10 octubre 2019.

El Pinar de La Candamia o Los Pinos como aquí le llaman es, como su nombre indica, un pinar, con tres o cuatro masas de diferentes especies. También hay esbeltos abetos e impresionantes cipreses y alguna que otra especie autóctona, predominando las encinas.

Preciosos pinares de La Candamia. 12 julio 2018.


Panel sobre el pino gallego en La Candamia.

 

Los pinos ayudan a sujetar los pendientes cantiles terrosos erosionados por el Río Torío, evitando su corrimiento. La Candamia. 12 julio 2018.


Grandioso pino albar en la base del monte de La Candamia. 16 noviembre 2018.


Panel explicativo de los árboles de La Candamia.


Cipreses en penumbra debido a la corpulencia de sus grandes copas. 15 julio 2018.


Encinas en La Candamia, pugnando por recuperar sus antiguos hogares. 12 julio 2018.

La zona está protegida y libre de las mortíferas talas. Era una plantación destinada a ese fin pero ahora ya no, algo que desafortunadamente no comparte todo su entorno. Da gusto pasear por debajo de esa abigarrada masa de pinos que se alzan como velas, con los fustes totalmente rectos y limpios hacia el cielo, sabiendo que mañana seguirán ahí, o ver como progresa, lentamente, su descendencia de forma natural y como las encinas o los robles quejigos renacen, reclamando al menos una parte de sus antiguos dominios.

Interior de un pinar de La Candamia. 18 noviembre 2017.


Panel explicativo de los árboles existentes en La Candamia. 12 julio 2018.


Joven sapiegu saliendo en los suelos del pinar de La Candamia. 16 noviembre 2017.


Jovencísimo quercus faginea creciendo sobre un suelo mejorado y retenido por los pinos de La Candamia. 18 noviembre 2017.


Ulmus minor, negrillo, adulto, sobreviviendo de momento los ataques de la grafiosis. 29 julio 2019.


Milagroso que este negrillo aún sobreviva cuando otros a su lado han perecido, pero no me hago muchas ilusiones porque la grafiosis sigue ahí amenazándolo. 5 marzo 2019.


Hojas de tsamera en mi mano que atestiguan su presencia en La Candamia. 15 octubre 2019

 

Una sorpresa, un castaño en La Candamia. 18 noviembre 2017.

Más interesante aún es el otro parque, de más reciente creación, en las afueras de Eras de Renueva y antes de Carbajal, al oeste de León está el Monte de San Isidro. En realidad el Parque solo ocupa una parte de este monte, una pena porque en todo él sigue habiendo un bonito espacio arbolado (no me atrevo a llamarlo bosque porque salvo algún núcleo aislado en el resto hay abundantes intrusiones humanas). 

Vista parcial del Parque y de la vega del Río Bernesga. 4 octubre 2019.


Borde del Parque contra Carbajal donde sigue habiendo arboleda entre algunas urbanizaciones. 7 octubre 2019.

En él son los árboles autóctonos los que campan a sus anchas. Es joven aún pero es una gozada recorrerlo, es amplio y lleva su tiempo hacerlo, rodeado de rebotsus sapiegos (quercus pyrenaica), quejigos (quercus faginea), encinas (quercus ilex ballota) y uno o varios "mestos" (híbridos) de entre los diferentes quercus existentes. ¡Olé! al que tuvo la genial idea de preservar este espacio y librarlo de la rapiña y voracidad de las urbanizaciones del entorno. Salvo un penacho de su parte más elevada, pegada a la carretera de Asturias, donde hay alguna masa de pinos, el resto de su espacio, ligeramente inclinado al ocupar una ladera, está ocupado por los quercus, distribuyéndose estos de acuerdo a sus necesidades.

La increíble producción de tsande por la quercíneas provoca una bestial reproducción, que alguien procura mantener a raya. 4 octubre 2019.


Joven aún este parque pero con un futuro prometedor. 4 octubre 2019.

 

Algunos árboles ya son de medianas dimensiones. 4 octubre 2019.


Apenas si hay claros en el Parque del Monte de San Isidro. 4 octubre 2019.


El otoño ya dora los bellos faginea. 7 octubre 2019.


Un faginea de mediano tamaño que destaca entre su parentela aún muy joven. 7 octubre 2019.


Una encina solitaria sobresaliendo entre los quejigos. 8 octubre 2019.


Zona superior cercana a la carretera de Asturias con restos de plantaciones de pinos como la que se ve al fondo. 4 octubre 2019.

Así, en la parte más llana y cercana a la vega del Bernesga son los pyrenaica los preponderantes, con una gran masa a la entrada del parque. Luego al ir elevándose la ladera son los quejigos los que empiezan a dominar el espacio, salpicados en las partes más secas por algunas encinas, un pequeño resto de las masas de encinas que dominarían las partes más altas, cambiadas por simples pinos. Perdura todavía, aunque fuera ya del parque, un grupo de monumentales ejemplares, bordeando el Hospital del Monte de San Isidro.

Zona llana, a la entrada del parque, donde predominan los sapiegos. 7 octubre 2019.

 

Entre los sapiegus de la zona llana hay una exposición permanente de esculturas, algunas tan atractivas como la de la foto. 8 octubre 2019.


Zonas medias del parque con un aspecto más naturalizado. 7 octubre 2019.


Aspecto boscoso en algunas partes del parque. 7 octubre 2019.


Arriba en el hospital del Monte San Isidro, fuera del parque, hay monumentales encinas. 4 octubre 2019.


Pistas y pistas, demasiado grandes para mi gusto, bordeadas de quercineas. 4 octubre 2019.

Podría hablar igualmente de avenidas o incluso de jardines privados donde existen bellos árboles, dando igual de donde procedan. Los árboles siempre alegran la vista, los demás sentidos y también el espíritu. Ciertamente estas plantaciones son, en el mejor de los casos, un sucedáneo de un bosque auténtico, pero con su presencia hacen que el hábitat urbano sea más habitable y como decía Joaquín Araujo, no solo se trata de preservar los espacios naturales, si no también de acercar la naturaleza a esos hábitats urbanos.

Pero hay que tener cuidado a la hora de plantar árboles, sobre todo en espacios abiertos, evitando aquellas especies que puedan contagiar algunas enfermedades a los propios de cada lugar y evitar especialmente a los considerados "especies exóticas invasoras", que se adaptan a la nueva zona y que incluso pueden reproducirse y acabar destruyendo la vegetación autóctona de cada lugar, con las repercusiones que eso pueda tener en el resto de los seres vivos.

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