9/15/2022

El Monte y el guía de Munietsus 91

Robles y fayas conviven entre si sin mayores problemas. Partes altas de Decutsada. 28 julio 2018.

Con la bolsa bandolera ceñida al cuerpo, con ropa y calzado flexible como mis inseparables chirucas, es increíble por donde puedes transitar. Eso sí lo que no puedes tener en estos casos son prisas, y cada poco parar, para escuchar, para ver, para oler, dejar que los sentidos campen a sus anchas y sentir, sintiéndote como una parte más, tan importante o insignificante como cualquier planta o animal de los que hay en el bosque.

Pero a pesar de que lo parezca, ya lo he dicho en otras ocasiones, sentir la naturaleza no es fácil, es algo que lleva su tiempo. Yo me daba perfectamente cuenta de ello pues alternaba periodos de intensa relación y contacto con ella, con otros de alejamiento. Cada vez que iniciaba una nueva campaña, me daba cuenta de que al principio no podía conectar con ella, de que algo nos separaba. Y el problema no es la naturaleza, pues ella siempre está ahí, el problema es nuestro, de los seres humanos. La vida que llevamos en esta absurda sociedad nos hace ser muy recelosos y desconfiados, nos llegamos a esconder tanto de los demás que a veces nos resulta difícil encontrarnos a nosotros mismos. Solo llegamos a sentir aprecio, cariño o amor hacia otra persona cuando el trato y el roce cotidiano nos permite ir abriendo ese caparazón que hemos construido para proteger nuestros sentimientos.

Con la naturaleza no puede ser de otra manera, solo el roce cotidiano te permite avanzar en la relación y así a medida que pasaba el tiempo te ibas abriendo más y más. Una relación muy intensa dada la enorme energía que atesora el bosque. Con el tiempo descubres que todo es más sencillo de lo que parece, solo tienes que dejarte ir, cada recodo del camino te invita a descubrir lo que hay tras él. Te pierdes en el bosque pero también te encuentras a ti. Lejos del bullicio social te descubres a ti mismo y entonces todo es más fácil. Un manantial te invita a que bebas su agua, una flor te muestra sin pudor toda su belleza, un árbol se engalana con toda su majestuosidad ante ti, una roca o un acantilado te muestra toda su crudeza. La naturaleza no se esconde, siempre se muestra tal cual es, solo necesitas abrir tus sentidos para percibirlo y así acabas rompiendo tu caparazón y acabas inmerso en una unidad que abarca mucho más que la de todo tu ser. Surge cierta complicidad entre tu y el bosque. Cada árbol es como un confidente en quien puedes confiar todas tus miserias y todos tus sueños. No necesitas hablar pues sería lago absurdo, solo necesitas sentir y sentir es ahora fácil. 

Hermano roble.


Hermana faya.

El hermano árbol o la hermana flor están ahí, a tu lado, sin necesidad de tocarlos los sientes, pero si los tocas los sientes en lo más profundo de ti. Son hermanos tuyos como también lo son el pájaro que canta una canción o el esquilo que de rama en rama se oculta de tu mirada. Te olvidas de todo y solo sientes que eres una parte más del bosque. Tienes una mente que puede atormentarte o liberarte pero en el fondo no eres más que un animal y como a cualquier animal te gusta explorar el territorio al que perteneces (el territorio no nos pertenece a nosotros, nosotros pertenecemos al territorio) y también puedes analizarlo dado que también posees una mente que puede hacerlo.

Cada zambullida en el bosque me permitía experimentar esa sensación y esta por La Regueira Las Tsagunas no podía ser menos y me permitió conocer unos saltos de agua espectaculares. Supongo que en primavera, tras el deshielo, lo serán aún más, aunque entonces la ruta a seguir tendría que apartarse más del cauce. 

Bestial cortado del curso de La Regueira Las Tsagunas. 27 julio 2018.

Resulta chocante que el topónimo o termino "veiga", en nuestra zona (y en otras muchas más) aluda a realidades físicas (geográficas) y económicas diferentes entre si. La Veiga y Veiconde de Mual o Veiga Rengos se refieren a vegas aluviales, muy llanas y cercanas al río. Lo mismo que en La Villa, La Veiguitina, margen derecho del Ríu Narcea desde donde desemboca el Ríu Tsuiña hasta el farallón de la Plaza La Oliva, enfrente de Los Nogales. O La Veiga (yo siempre he oído su versión castellanizada: La Vega) desde el farallón hasta El Corral. La estrechez del terreno llano explica el uso del diminutivo en el primer caso, pero La Vega era una gran llanada repleta de güertas donde posteriormente se instaló el cuartel de la Guardia Civil, la Casa de Socorro y el Instituto, donde yo y otros de mi edad, estudiamos Bachillerato y COU, y donde se celebraban las antiguas ferias a ambos lados de la carretera.

La Veiga Mual, importante curtinal de los papudos por sus fértiles suelos y por estar en medio del pueblo. 29 julio 2020.


Veiconde (La Vega del Conde). el curtinal se ha ido convirtiendo, con el paso del tiempo, en una zona de praus, con unos minúsculos estaxus cultivados. 29 julio 2020.

 

La Veiguitina, a la izquierda de la imagen.

Ferias llenas de colorido en donde se vendía y compraba ganáu y en donde  se hacía lo mismo con numerosos aperos , utensilios y otros productos. Recuerdo a un paisano, ya mayor, del pueblo de Oubachu, que vendía largas varas de vareixar y al que mis amigos y yo le teníamos algo más que respeto porque se decía de él que bajaba pa la feria de Cangas y con el dinero que obtenía estaba seis o siete días sin aparecer por casa, obnubilado en una continua borrachera. Pero lo que más nos impresionaba era que, por lo visto, dormía tirado en cualquier sitio, sobre el duro y frío suelo, sin importarle lo más mínimo hacerlo sin utilizar, aparte de la ropa que llevaba puesta, nada para taparse. También había en Mual otro paisano, Mero de Casín, que hacía lo mismo, solo que por los montes de Mual y cercanías.

A mí que ya por entonces me atraía poderosamente el monte, me maravillaba que alguien pudiera hacer eso, admirando semejante capacidad. Dormir en el monte, sin más techo que las miles de estrellas que refulgen en el firmamento, recortadas por un dosel de ramas y hojas, era como ser un animal más, libre y sin obligaciones ni prejuicio alguno, solo abierto a las sensaciones. Esa posibilidad de sentir la naturaleza ya me atraía más que el simple hecho de verla y las personas capaces de hacerlo me parecían distintas y dotadas de algo mágico que el resto había perdido, una puerta abierta a una sensibilidad y a una forma de ver las cosas de otra manera.

Contaban en Mual que Mero, de corto entendimiento pero con un gran corpachón y persona muy dócil y sin maldad alguna, era utilizado como animal de carga cuando los "señoritos" del Monte Munietsus, los Velasco y sus amigotes, iban de caza. Lo mismo cargaba con las piezas abatidas que, usando sus hercúleos brazos, trasladaba a sus distinguidos patronos cuando había que atravesar un curso fluvial o una zona escabrosa, no fuera a ser que se mojaran o se lastimaran. Escenas de un tiempo, por fortuna, ya superado, aunque no olvidado. 

Durmiendo bajo una faya pocas son las estrellas que se pueden ver, su denso follaje apenas deja rendijas, claro que también te evitan el rocío. 28 julio 2018.

Estas veigas se utilizaban de dos maneras. En ellas había tierras de labrantío con un curtinal y güertas, que no se regaban pues la capa freática estaba casi a flor del suelo, y praus. Estos últimos sí se regaban para aumentar la producción de yerba, que constituía el principal forraje del ganáu durante el largo invierno o cuando permanecía estabulado en las cortes. 

Numerosos pueblos del Concejo llevan este termino aludiendo a su situación en una vega aluvial: Veigairréi y Veigaimiedru en la Parroquia se San Xulianu d´Arbas. La Veiga´l Tachu, Veigad´orru (yo diría Veigadorriu), Veigatsagar (no es ningún pueblo concreto, es el nombre de una Parroquia cuya iglesia. La Madalena, esta precisamente en una veiga) y Veiga (Vegaperpera), las cuatro en el Ríu del Coutu. Veigapope y La Veiga de Pinchés (o Robledor, pueblo desaparecido donde se ha instalado la Panadería-Cafetería Penlés), uno antes y otro después de La Riela. La veiguiella (será Veiguietsa), al lado de Onón en el Partíu de Sierra. Otros como Veigalcastro se sitúan en una vega aluvial secundaria, sobre el Regueiro La Chousa.

También relacionadas con la vega aluvial o, al menos con el río, están otro tipo de veigas. Tened en cuenta que las vegas aluviales de nuestra zona poco tienen que ver con las existentes en zonas más llanas. Nuestro relieve es montañoso y los regueiros y ríos son muy fieros provocando valles bastante estrechos que tienen vegas también estrechas, nada que ver con las anchas vegas de ríos más calmos y caudalosos. Aquí en León estas vegas tienen cientos de metros de anchura y en Asturias, aguas abajo de los grandes ríos también las hay. Cada uno llama a las cosas según lo que ve, de lo que tiene delante de sus ojos, y más en comunidades como las nuestras, aisladas o poco comunicadas que no tienen otros elementos de referencia con los que poder compararlos.

Estas otras veigas son de uso exclusivamente ganadero, sin posible uso agrícola debido a que están muy metidas en el monte. Son poco frecuentes pero abundan dentro de Munietsus donde hay, al menos, siete. La causa de su abundancia debemos buscarla en lo largos que son sus cursos fluviales y la inexistencia de núcleos habitados que demandaran otro usos. Vega y braña son aquí sinónimos y se llamaban así tanto en bable occidental como en gallego. Hay quien piensa, me refiero a personas que viven en el área central asturiana, que el bable occidental está muy galleguizado.

Os contaré una anécdota que ilustra la auténtica realidad de esta cuestión. Yo oí las dos versiones de ello. Una me la contaron en Mual y me la repitió mi padre, la otra me la contaron en Valdebóis. Cuando se construyó la carretera del Counio había dos cuadrillas, reclutadas entre mozos y paisanos de los pueblos cercanos, que a pico y pala iban abriendo la caja de la carretera y construyendo los muros sustentadores que esta necesitaba. Una cuadrilla provenía de Ibias y se iba acercando, poco a poco, al puerto. La otra provenía de Mual y del Ríu Rengos (Narcea), que tras superar La Veiga La Mesa, también se acercaba al puerto. Cuando ambas cuadrillas llegaron a verse o sentirse, y ello ocurrió durante bastantes días antes de conectar, uno de la cuadrilla del Narcea decía a sus compañeros: "atsí vienen lus gatsegos", mientras que otro de la cuadrilla de Ibias lo que decía a los suyos era "allí vienen los asturianos" (o como se diga en ibiense, a mí me lo contaron así). 

La carretera del Counio (Couño para los de Valdebóis) en 2018.

No había ningún matiz peyorativo en el uso de "gatsegos" y "asturianos" en quienes lo decían o los que lo oían, simplemente reflejaban dos realidades lingüísticas distintas. Nadie era más bueno, guapo, alto o mejor por falar gatsego o asturiano. Que ambas falas compartan algunas palabras no debe sorprender a nadie, al fin y al cabo las dos proceden del Latín vulgar, del hablado, y la cercanía geográfica haría el resto.

Falar de forma distinta tampoco suponía un obstáculo a la hora de las relaciones y los intercambios. Numerosos matrimonios y emparejamientos eran mixtos y funcionaban tan bien o tan mal como cualquier otro. Además entre ellos se entendían. Un asturiano podía seguir una fala entre dos gatsegos y viceversa y en un diálogo entre ambos, cada uno se expresaba a su modo y el otro, salvo algún giro inusual, lo entendía sin necesidad de traductor alguno. Mi abuela Mamina sabía refranes y cuentos tanto en gatsego como en asturiano, aunque lógicamente estos últimos eran mayoritarios, (también los sabía en castellano) y los recitaba tal y como los había oído, entendiendo perfectamente lo que decían.

Incluso yo, que si me hicieran un examen de bable occidental no pasaría del muy deficiente, podía seguir el significado general de una fala entre gatsegos. Cuando visité la comuna de O Foxo-Vilar, en la vecina Lugo, en una Semana Santa de principios de los ochenta y pasé conviviendo con ellos-as los días que esta duraba (eran vacaciones en la universidad), fue cuando me percaté de este detalle. En Vilar había personas de muy distinta procedencia pero abundaban los que venían de Galicia. También había un chico joven del pueblo de enfrente, Negueira de Muñiz, que vivía allí como un comunero más. Estaba enrollado con una chica de Madrid y estando yo allí la vino a visitar un hermano para saber como se encontraba. A la tarde en torno a un gratificante fuego estuvimos de cháchara, algo que se repetía todos los días, juntándose en una casa la mayoría de quienes vivían en el pueblo. Ya caldeado el ambiente los gallegos se empezaron a soltar y a falar en gallego.

No ocurre con los gallegos lo que pasa con la mayoría de los asturianos que no conocemos nuestra tsingua, todos falan gallego porque este se mantuvo como una lengua viva, utilizándose no solo en los pueblos si no también en las ciudades, logrando expresarse mejor y de forma más natural cuando la usan. El chico de Negueira no tenía ningún problema en seguir la conversación y participar en ella. su gallego no era igual al del resto de los gallegos pues ya sabréis que hay cuatro o cinco variedades dialectales y la de Negueira de Muñiz, como la ibiense, enclavada en la fala del Eo-Navia, es solo una de ellas, lo que no le impide compartir con el resto de gallegos unas características comunes o semejantes. Yo conseguía seguir el hilo de la conversación y palabras o giros que no conocía los deducía por el contexto en que se decían, pero el chico de Madrid se perdió. Todos nos acabamos dando cuenta de ello y entonces, ya en castellano estuvimos hablando de ello. Palabras que a mí me resultaban conocidas o familiares, a el le resultaban extrañas y al no entenderlas, pronto se perdía y todo le sonaba a chino.

Gatsegos de Ibias y asturianos del Ríu Rengos eran vecinos y respetuosos los unos con los otros y los enfrentamientos eran los derivados de la típica rivalidad que siempre hubo entre los pueblos, fueran estos pueblos de Ibias, pueblos del Narcea o de ambos. El habla, no servía para separar ya que en el resto de cosas eran similares. Ambos vivían en zonas parecidas, tenían vacas, cabras, ovejas, gochos, tierras de cultivo en las que se semaba lo mismo, cortines o curtios para la miel, corripas pa las castañas...e incluso vides y parras como las que en su tiempo hubo en el Alto Narcea y que debido a la climatología (y seguramente a alguna plaga) no perduraron en el tiempo. Vivían de la misma forma y de las mismas cosas y dado que la cultura (costumbres, ritos, tradiciones...)se deriva de las cosas materiales, las dos comunidades compartían una misma cultura, con la salvedad del apartado lingüístico. 

Parra en Veiga Rengos, en recuerdo de las antiguas existentes. 28 julio 2017.

  

 

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