5/31/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 108 Saber ver el estado de un árbol. Decutsada de Oubachu 1. El mirador.

Mirador natural del Teso Decutsada. 28 julio 2.018.

Para conocer el estado real de un árbol, de forma puramente visual, hay que fijarse a fondo en dos de sus partes. Una es precisamente esa parte inferior del tronco y como decimos hay que hacerlo observando todo su perímetro, hasta una altura de uno o dos metros. Hay que comprobar que toda la corteza esté en perfecto estado, con especial atención en los numerosos recovecos que suele haber en la zona de contacto con las raíces y el suelo. Cualquier descortezamiento o abultamiento anómalo nos indicará la existencia de una herida que no ha conseguido cicatrizar correctamente. 

Si viéramos este gran roble albar solo desde el otro lado nos parecería que está perfectamente, por eso hay que circunvalarlo en su totalidad y fijarnos a fondo. Aquí la herida es muy visible. 28 julio 2.018.

La otra parte en que debemos fijarnos es en la copa. Aquí en Decutsada la densidad (número de árboles por superficie) es muy elevada, lo que hace que la copa sea muy pequeña, un simple penacho de ramas y hojas. En muchos casos la copa es difícil de ver pues queda muy alejada del suelo y puede estar ocultada por otras. Así que nos limitaremos a ver si las ramas de la copa tienen hojas y si estas son abundantes o escasas. La escasez de hojas o incluso su desaparición en algunas ramas es señal de que algo va mal, de que el árbol ha perdido vitalidad y que su fin será prematuro.

Copas muy estrechas de robles albares, pero con buen aspecto. Decutsada, partes bajas. Julio 2.016.

 

Algo va mal en este roble albar. Partes bajas de Decutsada, por debajo de la senda. julio 2.016.


Sin hojas en la copa, la muerte ya es una realidad. Teso Decutsada. Julio 2.016.


Fin inminente para este roble ya sin copa. Decutsada, senda donde el Teso Los Carboneros. 27 julio 2.016.

En 2.018 volví a visitar Munietsus. En esta ocasión contaba con otros dos días de añadido y pernocté en Oubachu, en casa de mi hermano Carlos. Planeé internarme por la senda de La Veiga´l Pumar, que algunos llamaban la Senda del Counio pero que nacía aquí, en este cutsáu.

En mis años mozos ya me había metido una vez por dicha senda o camino pues no tenía permiso para entrar en Munietsus por Las Tablizas. Acabé saliendo a El Escabón de Bisulaz y posteriormente, monte a través por un excelente bosque de robles con algunas enormes fayas, a la senda que sube a Las Tsagunas, por donde continué con la excursión. Supongo que volvería por el mismo recorrido pero ya no me acuerdo.

Ahora quería saber si la senda seguía transitable, recorrer espacios poco conocidos y si me daba tiempo localizar y ver las brañas de El Pradón de Bisulaz y la de Los Sagraos de las que no tenía datos y también conocer algo de Decutsada por encima de La Brañina. El previsible recorrido discurría en su totalidad por el Monte Oubachu, lo que me permitiría recorrerla con total tranquilidad. Me costó un poco entrar en la senda por unas abundantes matas de espinos. Las bordeé por debajo, procurando no tropezar ni rozar con las folgueiras y ganzos que estaban aún mojados por el orbayu que ya había empezado a disolverse. Al poco salí a una ancha senda, tan ancha que sin duda se trataba de un tramo de pista, llano y fácil de recorrer pues estaba relativamente despejada. Se ven pocos robles, aunque sin duda los hubo pero fueron talados, predominando los bedules, que tratan de colonizar algunos claros que se ven por encima de la pista.

Llegué a un cruce del que no me acordaba. La pista continuaba pero a la derecha había una senda que ascendía zigzagueando. Tampoco es que me importara el perderme, tenía todo el día por delante y estaba en bastante buena forma física pues me había entrenado en Caguatses subiendo y bajando por su empinada Devesa. Pero se me habían quedado en Tsaciana mis botas de montaña, las había acercado al coche pero entre meter en este la mochila y el bastón se me olvidaron, allí al lado del asiento del copiloto pero fuera del coche. Me di cuenta cuando llegué a Las Tablizas y quise cambiar el calzado. No las encontré y entonces fue cuando me di cuenta del descuido. Volver a por ellas supondría perderme no menos de dos preciosas horas.

El guarda de Las Tablizas me prestó su móvil pues con el mío no podía contactar. Llamé a mi mujer y le dije que recogiera las botas de la acera de la carretera. Total que tuve que realizar todas las caminatas con lo que llevaba puesto, unas deportivas resistentes y con goretex pero que tenían la planta muy desgastada, estando las suelas totalmente lisas. Y con ellas no me fue tan mal en Munietsus pues solo posé dos veces mis posaderas en el suelo tras sendos derrapes. Pero en Decutsada sería diferente ya que el suelo, monte a través, de hierba y lúzulas y las empinadas laderas me hacían resbalar continuamente y retardar los desplazamientos, haciéndolos mucho más cansinos. 

La pista no tardó en desaparecer, sustituida por una especie de sendina, sin duda creada por los cazadores cuando el Monte Oubachu fue coto de caza. La senda, tras bajar ladeada durante un rato, también acabó desapareciendo, pero seguí monte a través pues ya hacía un rato que robles y fayas, de buen tamaño aunque al principio bastante separados entre si, habían hecho acto de presencia. Pronto llegué a unas peñascas, en el borde del Teso Decutsada, que resultaron ser parte de las Penas de Fonculebrera.

Entre pequeños y desmadejados robles orocantábricos, instalados entre el roquedo, hallé un precioso "balcón", con impactantes vistas de toda la redondada. Desde estas altitudes, cercanas a los 1.200 m. las vistas varían mucho respecto a las obtenidas realizando la senda de Las Tsagunas por Fonculebrera. Merecía la pena hacer una parada en condiciones, sentarse y dejar que la vista se empapara con estas imágenes. Os reproduzco y comento algunas para ir abriendo boca. 

Quercus Orocantábrico, el mejor árbol para colonizar las grietas y rellanos de roca que contengan algo de suelo. Esquina de las Penas de Fonculebrera. 28 julio 2.018.

De frente Penas Negras, con una vista completa que abarca hasta el Pico Tsuis. Mi pariente (topónimo) se ve perfectamente desde aquí, un pico saliente fuera de la sierra que bordea Munietsus, sierra que se ve a sus espaldas. 

Pico Tsuis, coronando Penas Negras. 28 julio 2.018.


Para que nadie se pierda os reproduzco el mapa con la toponimia de Penas Negras.

Penas Negras, con robles albares que parecen surgir de las propias penas, aunque en realidad estos surgen entre ellas, aprovechando los tseirones, las escamas más o menos gruesas que el clima ha ido robando del roquedo, depositándolas a sus pies y conformando algo de suelo. Al ir creciendo, las ramas y sus hojas se superponen al roquedo y nos engañan, pareciendo surgir de él mismo. Si viéramos Penas Negras cuando no hay hojas, los enhiestos "menhires" de puntiagudas rocas o los ingentes farallones rocosos, serían mucho más visibles y veríamos como los fustes de los árboles salen entre ellos, donde hay algo de suelo.

Farallones de la Pena de Cuelgaloscuras, flanqueado por el Vatse Penas Negras y la Vatsina Fonculebrera de Penas Negras.

 

Vatse Penas Negras con sus dos ramales, el más largo de Penas Negras ya que asciende hasta el Pico Tsuis.

Lo milagroso de Penas Negras no es que el robledal se haya instalado en las rocas, algo imposible para él, si no que se haya asentado en unos suelos tan pedregosos y someros como los que hay aquí.

Resulta aleccionador que el faéu de Las Tablizas no se hubiese desplazado y colonizado esta zona de avesíu. Lo arisco del terreno no significa ningún obstáculo ya que las fayas también ocupan lugares más escabrosos y es seguro que lo intentaran. 

Cuando la faya empezó a expandirse se encontró con la tenaz resistencia de los bosques de robles. Aquí fue capaz de instalarse enfrente de Las Tablizas, formando dos pequeños faéus separados entre si. Uno en la entrada misma de la Reserva, al lado y por encima de la central hidroeléctrica. El otro sobre la Vatsina La Central. Las recién llegadas se fueron internando entre los robles, aprovechando que en sus primeros años necesitan sombra y medrando porque también necesitan menos luz para hacerlo, y al final en estos buenos y frescos suelos utilizaron la fuerza del grupo para sepultar bajo sus copas a los robles existentes, privándoles de la luz. Esa penumbra creada por las fayas fue la que acabó con los robles, impidiendo su regeneración ya que estos para prosperar necesitan más luz de la entonces existente. 

Esquina inferior de Penas Negras con las vatsinas La Lata, Castietsu y Cuartel donde los robles no admiten rivales.


Zona avesía ocupada por el faéu de Las Tablizas, que solo llega hasta la mitad horizontal de la imagen.

Pero en Penas Negras las fayas no pudieron utilizar la fuerza del grupo y además los robles ya estaban allí desde hacía mucho tiempo, perfectamente aclimatados a las condiciones del lugar. En Penas Negras los robles y algún bedul están separados  los unos de los otros por los menguados nutrientes existentes y por suelos más secos. El granulado suelo de los tseirones y el mismo roquedo tienen menor capacidad para retener la humedad que los suelos más espesos (terrosos) y profundos como los existentes en las dos zonas de La Central. El agua de lluvia es rápidamente drenada ladera abajo y solo una pequeña cantidad es retenida. Esta agua y la atmosférica de las nieblas y del propio avesíu, sí permite que el robledal pueda establecerse y prosperar. Pero es más que probable que la faya para poder competir y expandirse necesitaría mayor humedad.

Seguro que muchos de los robles de Penas Negras fueron talados dada su cercanía a Las Tablizas, siendo arrastrados hacía abajo por los tseirones hasta acercarlos al curso del Ríu Munietsus, por donde transitaba la pista central. Se están regenerando rápidamente, una prueba más de que son los mejor adaptados al lugar.

Podría estar horas y horas contemplando desde allí y sintiendo la enorme energía que desprenden los ariscos robles de Penas Negras, capaces de desafiar y tutear a "menhires" enhiestos de roca, suelos pedregosos y farallones que dan vértigo. Una mezcla perfecta dotada además de inigualable belleza y un milagro más de una naturaleza tan pródiga en mostrárnoslos, aquí en Munietsus.

En el mirador natural, sentado frente a Penas Negras y gracias a la altitud en la que me encontraba, también se veían las partes que hay tras ellas, o al menos algunas de sus partes. Se intuía donde quedaba El Cutsáu, aunque para verlo necesitaría estar aún más alto, a mayor altitud, y detrás las partes superiores de las laderas que llegan hasta la sierra. Con el Pico La Crespona y El Cabrón delimitando el Regueiro Bisnuevo, valle en el que se veían algunas de las vatsinas de su vertiente derecha. 

Tras Pico Tsuis bajada a El Cutsáu y subida por La Crespona a su Pico, y a su derecha continuación de la sierra por Lus Pozos de Tsumbón.


El Cabrón (pico) y a su derecha el Vatse L´Infierno y los cutsáus de la sierra que cierran el Regueiro Bisnuevo: La Chunal, La Fulgueirina y la Vaguada Tsumbón.

Girando la cabeza algo hacia la izquierda se continuaba viendo parte del avesíu, ahora del Monte Mual: Lus Putseirus, Fontuteiru y hasta La Pena Moncóu con su alargada cresta. Y girando un poco más la salida del valle, con alguno de los pueblos de La Veiga Rengos situados por encima de Pousada. Y más a la izquierda parte del solano del valle de Mual, con sus numerosas grandas, el perfil de la carretera que sube al Counio, las agrestes Porciles y Güérgolas...Y hasta el Pico La Mesa, donde terminaban las vistas de fondo. 

Salida del valle del Ríu Mual, avesíu.


Salida del valle del Ríu Mual, solano.

Cambié de posición sentándome ahora frente al corazón del Monte, frente al grandioso Sestu Gordu, que desde aquí no resalta tanto como visto desde más abajo. Me entretuve un rato fijándome detenidamente en la Vatsina la chada, en sus partes altas, cerca de El Chanu Sestu Gordu y del lugar donde había acampado con unos periodistas y donde todavía se ven los claros de su faéu provocados por entresacas madereras y posible uso ganadero. 

En el centro Sestu Gordu.


Vatsina La Chada.

Casi duele ver tanto bosque y tanto monte, tantos lugares por donde antaño me perdía y me olvidaba de todo y solo poder dedicarles ahora unas rápidas miradas. Es mucho lo que se ve del río de las veigas (Tixeirúa) y algo menos del Refuexu pero os dejo que vosotros lo interpretéis y lo disfrutéis. 

Ríu Tixeirúa, a la derecha del todo Pico Sestu Gordu sobre el Chanu Sestu Gordu 

Incluso se ven los altos serranos desde el Pico La Valladeira hasta un poco más allá de El Penón de Las Tsagunas, asomándose por encima del Teso Los Sagraos, teso que tapa la mayor parte de Refuexu y La Candanosa. 

En el centro Altu´l Refuexu y Pico Serrón del Níu L´Aigla y más a la derecha el Penón de Las Tsagunas.

Más a la derecha tenemos la progresión de Las Penas de Fonculebrera, ya que estamos en una de sus esquinas, que suben un poco por encima de la altitud a la que yo me encontraba. Por eso la senda que yo no seguí y que sería la idónea, ascendía, para salvar el obstáculo de estas penas y continuar por encima de ellas. Las penas son infranqueables y creo haber oído de boca de algún Guarda que en ellas había alguna cueva utilizada por los osos, que a pesar de su tamaño y aparente torpeza nos superan en capacidad para escalar y para trepar. Seguro que en ellas estarían a salvo, al menos de las personas, en especial de las armadas con rifles y escopetas y donde pudieran sestear y echar alguna cabezadina durante el largo y frío invierno. 

El borde en el que yo me encontraba pronto se desplomaba en vertical durante varios metros, imposible de superar sin la ayuda de material especializado. Por encima de las penas el suelo debía de mejorar ya que se ve mejor arboleda y entre las penas, que ocupan una buena superficie, por increíble que parezca también hay algo de arboleda. Ciertamente raquítica con algunos albares y sobre todo orocantábricos, con un color verde algo más claro que el de sus primos, desafiando el solano y unos suelos casi inexistentes. Los albares en las vaguadas existentes y los orocantábricos a su vera y en grietas y rellanos del propio roquedo. 

Buena vegetación sobre la Penas de Fonculebrera.

Crecer, secarse con las sequías, rebrotar y nacer de semilla, volver a crecer, morir... y poco a poco, ayudados por ganzos y carqueixas ir creando nuevos suelos donde perdurar durante más tiempo. El proceso, ya iniciado y que ha conseguido difuminar algo el roquedo, será largo, muy largo, con avances y retrocesos pero imparable a largo plazo. 

Ganzos, carqueixas...y hasta robles en los escasos suelos de las Penas de Fonculebrera.


Orocantábricos y albares colonizando el roquedo de las Penas de Fonculebrera.

No me importó haberme confundido de ruta. Las vistas merecían la pena y aún quedaban más. A mis pies las partes medias y bajas del Vatse de Fonculebrera que siguen siendo muy agrestes por debajo de las penas, aunque más tamizadas por la arboleda. Su vertiente derecha con mejores suelos y árboles, culminando en el Teso Los Sagraos y sus bellos rellanos cubiertos de excelente vegetación. O la progresión cerro abajo del Teso Decutsada por debajo de La Chanadona L´Era Farruco, donde se ve una granda que avanza ladera abajo hasta la senda que sube a Las Tsagunas. La granda está sobre suelos bastante buenos y no cabe duda que los excelentes robles que aquí hubo fueron arrasados por las cortas. Después los incendios retardaron la repoblación natural, incendios en Fonculebrera de los que ya se habla en fechas muy tempranas, al poco de iniciarse las talas. Pero que nadie se alarme porque la regeneración ya está en marcha y en unas decenas de años se volverá a poblar. 

Chanetos y Braña Los Sagraos, con una exuberante arboleda.


 L´Era Farruco a mis pies, la progresión de La Chanadona teso abajo y la granda. 


5/14/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 107 Alternativas guiadas: Decutsada. Huellas de talas e incendios.

Piel de roble y piel de faya. Decutsada 2.018.

 En Munietsus si hay alternativas a la ruta de Las Tsagunas y sin necesidad de andar tanto. Subir a la primera laguna exige mucho esfuerzo, tienes que estar todo el tiempo andando, excepto el rato de reláx comiendo y observando la laguna y su entorno, y esas prisas no te permitirán trabar contacto directo ni con los árboles ni con el bosque.

A mis visitantes podía ofertarles estas dos posibilidades: subir a Las Tsagunas o conocer más a fondo y en detalle el bosque, utilizando Decutsada y un tramo del río. Pero primero tenía que saber por qué venían a Munietsus, cuál era el motivo de su visita, ya que si su deseo era subir a Las Tsagunas, sobraba plantear otras opciones. Solo decidir por donde subir y por donde bajar.

A quienes llegaban a Muniellos sin saber muy bien qué hacer, siempre les explicaba lo que implicaba hacer la ruta de Las Tsagunas, las distancias y el esfuerzo que suponía. Solo cuando veía que surgían dudas les planteaba que existía otra alternativa y en qué consistía.

También me ayudó a ofertar esta segunda opción, la existencia de grupos con la presencia de niños-as que, por motivos obvios, descartaban la posibilidad de subir a Las Tsagunas. Aunque también tuve alguna sorpresa.

Fue en los comienzos de la actividad de Guía y entonces yo no tenía tan pensado lo de la opción. Estaba con tres o cuatro grupos, integrado cada uno de ellos por dos personas, todas adultas excepto una de padre e hijo. El hijo era lo que se puede llamar un chaval, tal vez demasiado joven. Estuvimos viendo el roblón de Fonculebrera donde los reuní y les pregunté qué querían: seguir o dar la vuelta, porque a lo mejor el chaval no resistía tanta caminata. Tras decirles lo que nos quedaba por delante en caso de continuar, el padre lo consultó con su hijo. "Mi hijo está acostumbrado a andar y no tiene inconveniente en continuar", fue lo que nos dijo. "Bueno, pues a buen ritmo que se hace tarde". Y era cierto porque nos habíamos demorado con numerosas paradas. A partir de allí no las repetiríamos. Fuimos a la primera tsaguna y "pa bajo" y al final el chaval parecía ser el más fresco de todos ellos.

Entonces yo no tenía dificultades en entretener y motivar a un grupo de personas interesadas. Ninguna para enseñarles cosas del bosque que no vienen en los manuales pero que cualquiera puede ver y entender. Todo dependía del nivel de relación del grupo con este ecosistema, con el bosque.

Algo muy socorrido es el de saber diferenciar los árboles, no solo por su hoja si no también por su piel, algo más al alcance de la mano, nunca mejor dicho porque de paso se puede acariciar al árbol que seguro que no se molestará por ello y a nosotros nos servirá para apreciarlos y quererlos un poco más. Y no es algo baladí porque dentro del bosque la mayoría de los árboles tienen las hojas tan alejadas del suelo que a simple vista cuesta diferenciarlas.

El único árbol de Munietsus que tiene la corteza rugosa y formada por estrías longitudinales, como pequeños surcos que lo recorren de arriba a abajo, es precisamente el señor de la zona, el rebotsu albar (quercus petraea) y si acaso sus parientes el rebotsu sapiegu y el orocantábrico, el primero ausente en el interior del Monte Munietsus y el segundo recluido a zonas concretas. Eso sí, hay que esperar a que el roble abandone la pubertad ya que al principio también tiene la piel lisa, algo que aquí en Munietsus no supone ningún obstáculo pues predominan los robles adultos. El bedul, la faya, el pládanu... tienen la piel lisa. Solo el freinu tiene la piel rugosa, pero solo a partir de un grosor determinado y además está restringido a ambientes húmedos, algo que comparte la tsamera (ulmus glabra) que es muy poco frecuente. Al bedul pronto lo delata su piel blanquecina, dudosa a veces en la base pero muy visible un poco por encima. y al pládanu su color anaranjado y sus escamas en la piel, aparte de ocupar terrenos más húmedos. El acebo con sus punzantes hojas también se hace notar a simple vista. Y si hay dudas pues bueno, para eso está el guía.

Piel rugosa, con estrías, la de nuestros albares. Entorno del Teso de Sesto Rapáu. 2.016.

 

Piel de faya. Decutsada 2.018.

Cosecha de la casa, de un servidor, era enseñarles algunos sencillos trucos (no tan sencillos porque a mí me llevó un tiempo descubrirlos) para saber cuando un bosque ha sido talado. Lo que daba pie para entender el pasado, el presente y el futuro de Muniellos.

Las huellas de las talas están ahí, presentes en Munietsus, solo hay que aprender a verlas. Cuando en un área determinada, de mayor o menor tamaño, los árboles tienen el mismo aspecto, tanto en el grosor de sus fustes como en las alturas alcanzadas, significa que todos tienen la misma edad. Para visualizar claramente lo que trato de explicar no hay más que fijarse en alguna de las llamadas repoblaciones con pinos y otras coníferas, que infestan nuestras tierras y que podemos ver por doquier. En estas plantaciones todos los árboles son iguales. Lo veis ¿no?.

De forma natural esto es algo que no suele darse, aunque siempre puede haber alguna excepción, provocada por fenómenos naturales de extraordinaria virulencia como los causados por furiosos vendavales que arrasan con todo lo que se ponga a su alcance. Lo normal es que haya, como en el resto de comunidades de seres vivos, representantes de todas las edades, desde los más viejos a los más jóvenes, pasando por los de mediana edad. Cumplido su ciclo vital, un árbol muere y cede su lugar a otros.

En un bosque natural, suponemos que haya representantes de todas las edades dentro de cada especie. De ello depende su propia supervivencia: sin hijos no hay futuro y sin padres tampoco habrá descendencia.

Pero no deja de ser una suposición, pues lamentablemente no queda ningún bosque virgen, al menos en Europa, que nos lo pueda testimoniar. He oído hablar de un bosque de Polonia que lleva doscientos o trescientos años sin ser talado, pero que con anterioridad si lo fue.

Que todos los árboles tengan la misma edad no deja de ser un problema pues teóricamente todos morirán al mismo tiempo. Afortunadamente la naturaleza es muy dinámica y con el paso del tiempo esta "homogeneización", como yo la denomino, se va diversificando. Muchos de esos árboles no llegarán a cumplir todo su ciclo vital, morirán antes de tiempo, tronchados o arrancados por los vientos, desmochados por el peso de la nieve, afectados por sequías largas o heladas persistentes...y al morir, su espacio será ocupado por jóvenes sucesores.

Pero estos procesos suelen ser largos, al menos para el cómputo en el que nos movemos los seres humanos. Aquí en Munietsus todavía deberán pasar muchos años para que culminen y a día de hoy aún son perfectamente visibles, con muchas zonas donde predomina la homogeneización.

Si esos árboles tienen la misma edad es porque nacieron al mismo tiempo. Justo después de que una matarrasa o entresacas repetitivas se llevaran a sus antepasados Ellos nacerían de semillas enterradas en el suelo que germinarían al desaparecer el estrato que los cubría. Algunos rebrotarían de las raíces de los troncos apeados y puede que otros fueran plantados por manos humanas pues sabemos que en Las Tablizas y parte de la vega del Ríu Munietsus hubo viveros..

Incluso la existencia, entre esa masa homogeneizada, de ancianos árboles, confirma la existencia de las talas porque esos árboles ya no eran maderables. Había algunos que parecían presentar un buen aspecto, como el roblón de Fonculebrera, pero los "segadores" de árboles, casi todos santanderinos, llevaban muchos años en el oficio y enseguida descubrían, examinándolos detenidamente o haciendo alguna prueba, si valía la pena o no cortarlos. Cuando los dejaban sin cortar era porque su interior estaba hueco o dominado por la podredumbre y que por lo tanto no proporcionaría madera, ni buena ni mala.

Como veis no hace falta ver tocones en el suelo para saber que hubo una tala. En Munietsus aún se ven tocones, o sus restos, por casi todo el Monte, e incluso árboles cortados como en el entorno de A veiga dos Trabóis que, por los motivos que fueran, no fueron llevados a las sierras de Las Tablizas. Es increíble lo que dura la madera de roble cortada y expuesta a las inclemencias meteorológicas. La parte externa que mi padre llamaba "sagamo" (albura) se pudre pronto. A la de dentro le llamaba "cierno" y esa dura la intemerata. Los tocones también duraban muchísimo tiempo, pero acababan desapareciendo en el suelo, formando, junto a sus raíces, parte de él.

Tocón aún visible. Inicio del Tesu L´Armadina. 14 agosto 2.022.


Otro tocón del Tesu.


En el 2.000 ya existía, desde hacía unos años, este encete en este roble caído accidentalmente, que en 2.016 aún persistía y que lo hará durante unos años más.

Pero no todos los tocones de roble y sus raíces morían, algunos conseguían rebrotar. Descubrir alguno de ellos suponía todo un reto para los visitantes y les obligaba a aguzar la vista y fijarse en pequeños o grandes detalles a los que en situaciones normales no les prestarían atención alguna. Tender un puente para entablar una primera relación con el bosque, algo necesario para cualquier principiante. Para despertar el espíritu inquieto y "preguntón" que todos llevamos dentro. Como ya he hablado de los rebrotes (clones) en otra parte del blog, me abstendré aquí de repetir lo ya dicho. Solo recordar que ellos también son un indicador de antiguas talas.

En Decutsada, en su ladera izquierda por donde asciende la senda (por su vertiente derecha, el avesíu, la senda va casi en llano, con una ligera inclinación) se pueden ver huellas de antiguos incendios. Incendios de hace ochenta o noventa años de los que prácticamente nadie se ha dado cuenta y que a su vez están relacionados con talas madereras. 

El bosque es espectacular en Decutsada, pero si os fijáis veréis numerosas heridas en la base que arruinan la madera de los árboles y condenan a estos a una muerte adelantada. Avesiu tras regueiro. Julio 2.016.

En nuestra zona los incendios siempre han estado vinculados a la ganadería. Se quemaba el monte para obtener pasto para el ganáu y sus orígenes se remontan al Neolítico. Antiguamente los montes estaban muy domesticados y predominaban en ellos, junto a masas boscosas imprescindibles para la economía campesina, zonas clareadas donde el ganáu pudiera pastar. Entonces no había incendios y los matorrales (subarbustos de los que tanto hemos hablado) de las grandas estaban muy limitados pues el ramoneo de vacas, ovejas, cabras...no les dejaban medrar. Pero el aumento de la estabulación del ganáu, dejó libres esas grandas que pronto, siguiendo los dictados de la naturaleza, empezaron a evolucionar. Para mantener las grandas a raya se volvió a utilizar el fuego. La mayoría de ellas no se utilizaban pero la mentalidad ganadera del campesinado les llevaba a impedir que el monte se volviera "bravo", por si acaso.

Aquí en Decutsada había una braña, La Brañina, que posiblemente había sido de Mual pero que ya desde hacía mucho tiempo era de Oubacho. La braña extendía su campo de acción a la extensa granda que había entre Las Güérgolas y Porciles. Cuando esta granda empezó a ponerse brava también le prendieron fuego. El fuego la arrasó y se extendió hacia arriba, contra Porciles y hacia abajo.

Si el bosque estuviera desarrollado como en otros tiempos el fuego no habría llegado tan abajo. Pero esta zona tan cercana a la entrada del Monte facilitaría la extracción de las rollas allí cortadas y sería de las primeras en ser taladas, con continuas entresacas y matarrasas. Cuando el fuego llegó allí la arboleda era joven y estaba en proceso de regeneración. Muchos árboles no quemaron pero el fuego sí los lamió y les provocó heridas que podemos observar hoy.

La herida está por la parte de abajo, en el tronco no muy lejos del suelo. El árbol trató de cicatrizarla pero no lo consiguió. Predominan las de forma redonda pero también las hay alargadas o de otra forma. De más de un palmo de anchura. Sin corteza que la tape y proteja. Perfectamente visibles, siempre que giremos en torno al tronco hasta poder observarlas. Si solo miramos desde arriba, desde la senda, no las veremos y el tronco nos parecerá totalmente sano.

Herida en la base del gran albar de la derecha. Partes bajas de Decutsada. 28 julio 2.017.


Horrorosa herida en este albar, marcado de por vida y con un fin prematuro. Partes bajas de Decutsada. Julio 2.016.


Herida en la base de un gran albar por donde le entrará la pudrición. Teso Los Carboneros. 27 julio 2.018.

En otros árboles, estos para defenderse hicieron crecer mucho la madera (sus tejidos) en la zona afectada para tratar de aislar o tapar la herida, consiguiéndolo a medias, pero sin poder evitar, como la otra herida, que el mal le entrara dentro, pudriéndole las entrañas. A estos últimos se les ve un abultamiento notorio en la parte afectada. 

Abultamiento en el albar de la derecha. Decutsada partes bajas. Julio 2.016.

Como digo, al pasar andando a los árboles no se les ve la herida, solo se les ve, fijándose uno mucho, en algunos de los que quedan por encima de la senda. Y no se trata de tres o cuatro árboles, la herida está presente en muchos de ellos. Una pena porque sin verles la herida algunos tienen una estampa espectacular. 

Base sospechosa a simple vista y abultamiento en el tronco de otro albar. Avesíu Decutsada, senda. Julio 2.016.


Herida en el de la derecha y abultamiento en el de la izquierda en las bases de estos dos robles condenados. Decutsada partes bajas. Julio 2.016.

Quien sube a Las Tsagunas por Fonculebrera, atraviesa Decutsada como una exhalación. Es el inicio de la ruta y las fuerzas están intactas y sabedores de que hay que andar mucho, apenas si se fijarán en lo que sus ojos pueden ver. Si notarán como el bosque los va engullendo, pero a las siete de la tarde hay que estar abajo, de vuelta, y no tienen tiempo para los detalles.

Yo, Decutsada, fuera o no a Las Tsagunas, siempre lo he recorrido despacio, disfrutando a tope y fijándome en detalles que continuamente reclamaban mi atención. Sintiéndome dentro de ese espacio interior que, como decíamos antes, posee el bosque, he visto los fustes que sujetan las bóvedas numerosas veces y desde numerosos puntos de vista: desde la senda, monte a través discurriendo entre ellos, circunvalando el perímetro de muchos de ellos, sentado a su lado...Fijándome a fondo en todo lo que veía, tratando de descifrar lo que significaba, por qué aparecía y que consecuencias podía acarrear. Así fue como acabé dándome cuenta de esas heridas.

La herida acaba suponiendo que la madera (totalmente lignificada y casi muerta porque sus células están inactivas y en continua contracción por la presión hacia dentro que ejercen las partes vivas que la envuelven) entren en contacto directo con el oxígeno. Con la corteza y las partes vivas que hay bajo ella, la madera nunca establece ese contacto. El contacto produce una oxidación o para que lo entendáis mejor una fermentación que ira produciendo la pudrición y descomposición de la madera y que no hará si no expandirse en todas direcciones. A lo que ayuda la penetración de microorganismos descomponedores.

Es un proceso adelantado que en el árbol solo se daría en su ancianidad, pero forma parte de la ley natural: la transformación de la materia orgánica en sustancias asimilables por otros seres vivos, el reciclaje que posee la naturaleza. La carcasa del árbol sigue durante un tiempo ahí, pues está viva, incluso en ocasiones con buen aspecto. Pero la madera se irá pudriendo hasta desaparecer por completo, aunque es probable que todo el andamiaje, sin el poder de sustentación de la madera, se acabe viniendo abajo antes de tiempo. 

Sin su madera interna el viento tiene muy fácil desmontarlos. Avesíu Decutsada, senda. 27 julio 2.018.

Os dejo con más ejemplos de heridas provocadas por incendios, en este caso en La Devesa de Caguatses d´Abaxu. Esta zona baja yo nunca la he visto arder pero las heridas hablan por si solas .

El roble intento cerrar esta herida pero no lo consiguió. 24 diciembre 2.017.


23 julio 2018


23 julio 2.018.


24 diciembre 2.017.

 

Roble ahuecado derivado de una herida de fuego. 24 diciembre 2.017.

  

5/01/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 106 Inspeccionando: el calzado. Munietsus, el bosque.

Dentro y fuera del bosque. Avesíu de Decutsada desde el solano. 26 julio 2.016.

 A mi amigo Manuel no le importaba cargar con pesadas mochilas, decía que estaba acostumbrado. Me contaba que tenía mucho trato con unos montañeros vascos y que todos los años venían a Picos y con él hacían grandes rutas. Largas travesías subiendo a picos a los que se podía acceder andando, pues ellos nunca se "colgaban" por paredes verticales y que incluso pasaban de un macizo a otro (en Picos hay tres macizos, separados por ríos como el Cares y el Deva), bajando y subiendo por angostos caminos. Y me decía Manuel que para prepararse y coger el fondo físico que necesitaría para poder hacerlo, un tiempo antes de esas citas, llenaba otra mochila que tenía, más vieja y gastada, de piedras y que cargaba con ella en rutas más o menos largas. ¡Ahí es nada como se las gastaba mi amigo Manuel!.

Pero Muniellos no es como Picos. En Picos hay picos, valga la redundancia, que superan los 2.600 metros de altitud, casi 1.000 m. más que en Muniellos y otros muy cercanos a ellos. En esas altitudes no hay, ni puede haber, árboles. Lo que hay es pura roca, casi siempre pelada, un auténtico desierto de altura. Solo por debajo de los 1.500-1.600 metros aparecen los majestuosos bosques de Sajambre y Valdeón. En Muniellos el relieve es quebrado, pero ni punto de comparación con el de Picos y además en casi todo él hay árboles. Quizás ese sea el motivo por el que nunca sentí vértigo en Muniellos.

Pero aquella gallega de la excursión por Muniellos sí que lo padeció. Llegó un momento que hasta por sitios con una senda más o menos llana, cualquier repecho o inclinación hacia abajo la hacían temblar de miedo. 

Ya cerca de Las Tablizas cualquier desnivel de la senda afectaba a la gallega. Decutsada por encima mismo de la Vatsina Güérgolas. 26 julio 2.016.

Volver por Fonculebrera, con el duro y fuerte desnivel por debajo de la Fonte no es aconsejable, padezcas vértigo o no, para terminar una excursión a Las Tsagunas, cuando las fuerzas ya empiezan a flaquear. La vuelta se debe hacer por el río, en donde aunque vayas cansado tienes cuatro o cinco kilómetros más o menos en llano, siguiendo el cauce del río y con algo de inclinación a tu favor, dejando que el sosegado fluir de sus aguas acompañe el último tramo del recorrido.

 Esta y otras caminatas negativas por Munietsus, me hicieron ser más cauto. Tenía que prestar más atención al supuesto estado físico de los visitantes. Y digo supuesto porque viéndolos a simple vista o charlando con ellos no lo sabes a ciencia cierta. Tal vez su indumentaria nos diera alguna pista.

Lo primero que hacía, antes incluso de presentarnos, era examinar lo que llevaban puesto, con especial atención al calzado. Andar por Munietsus supone estar continuamente pisando piedras, unas más gordas que otras, que para evitar que te molesten las plantas de los pies exigen cierto grosor en la planta del calzado. Eso es fundamental, si al andar notas las protuberancias del suelo es probable que acabes con los pies destrozados y que cada paso te cueste Dios y ayuda.

Yo, sin embargo, calzaba unas Chirucas que no se caracterizan precisamente por tener unas suelas godas y las primeras que gasté, y ya mucho antes de ello, tenían estas tan gastadas que si notaba los bultos del suelo. Pero yo andaba mucho y mis pies parecían estar inmunizados y además siempre les metía unas suelas interiores que las acolchaban algo.

Chirucas de la marca Chiruca, las mejores del mercado. Solo la parte de marrón más claro era de tela, el resto era cuero, muy fino pero que recubierto con grasa de caballo se volvía impermeable.


Estas son las segundas Chirucas que yo utilicé y que aún conservo. Con una de las suelas que yo les metía dentro. Las prefería al resto del calzado por su liviano peso.

 Las botas de montaña parecían ser el mejor calzado, de ahí su nombre. Que se ajustaran bien a tu pie, sin apretarlo, que sujetaran tus tobillos y que evitaran que el pie se moviera dentro de ellas. Eran preferibles las botas flexibles a las rígidas, pues estas siempre te provocan roces, que pueden evolucionar a ampollas y dolorosas heridas. Yo lo sabía por experiencia propia. 

Botas de montaña de piel vuelta y flexibles. Con grasa de caballo conseguí impermeabilizarlas. Solo las utilizaba cuando nevaba y cuando llovía a mares, por eso están tan nuevas. Lo malo es que pesaban mucho. Fueron mis primeras buenas botas.

En mi primera excursión a La Peña, Picos de Europa (que nadie piense como mi dulce abuela Mamina, que cuando alguien del pueblo le preguntaba "Rosabra, ¿por donde anda Luis?", ella contestaba: "nun sei, ta pur Europa, pur unus picus"), yo iba desastrosamente equipado. Con unas botas rígidas que me había comprado yo mismo en una zapatería de barrio en Uviéu, donde estaban muy baratas. Me llegaban justo por encima de los tobillos y para ablandarlas cogí un taro que yo creí que era grasa de caballo y que al final resultó ser de cera.

Soporté relativamente bien las botas en la ida. Iba con mi Guía de Picos, con Manuel quien al ser mi primer contacto con la peña, tuvo compasión de mí. Realizábamos muy despacio las caminatas y el me engañaba con las distancias, diciéndome que aún quedaba mucho, cuando en realidad ya estábamos casi acabando. Así yo me preparaba para seguir aguantando y luego me llevaba una alegría al ver que ya habíamos terminado la ascensión.

Yo al acabar cada jornada untaba las botas con el contenido de aquel tarrín que había llevado conmigo. En Bulnes estando haciéndolo Manuel me pregunto: "¿qué le estás echando a las botas?", "grasa de caballo", "¡ah, eso es bueno!, las ablanda y protege". "Pues siguen estando tan duras como el primer día". Manuel se acercó más "déjame ver". Cogió el tarrín, olió su contenido y unto sus dedos y tras frotarlos dijo "¡coño, esto no es grasa de caballo, es cera!" "¡me cago en la puta!, ¿cómo que es cera?", "como lo oyes", "y esto es bueno para las botas", "me temo que no, puede nutrir algo la piel pero dudo que la ablande. Yo también uso grasa de caballo pero la tengo en casa, se la echo allí a las botas antes de realizar excursiones, con antelación, para que le dé tiempo a penetrar y suavizar el calzado".

A la vuelta tuvimos que realizar el tramo Poncebos-Cabrales a toda pastilla para coger a tiempo el bus a Cangas de Onís. Si lo perdíamos tendríamos que esperar al del día siguiente. Ya me habían empezado a molestar los pies en la bajada de la garganta de Bulnes. Los pies iban algo sueltos dentro de las botas y al moverse iban rozando algunas de sus partes que al estar tan duras acababan provocando bojas o ampollas, que al seguir rozando provocaban un fuerte dolor y que al seguir rozando acababan explotando, dejando una herida. El roce con la carne viva era aún más dolorosa. La zona por encima del talón, justo donde terminaba la bota y "las dedas" de los pies, sobre todo su parte superior así como los bordes, eran las partes más afectadas.

Eso es lo que me pasó en los cuatro kilómetros y pico que hay entre Poncebos y Cabrales. Cada paso que daba era como una puñalada punzante y dolorosa. Pero no le dije nada a mi amigo y lo soporté estoicamente, como mejor pude. Una horrorosa tortura que duró cerca de una hora. Si se lo hubiera dicho a Manuel seguramente hubiéramos parado, olvidándonos del dichoso autobús y viendo como podíamos aliviar aquella situación. Pero éramos jóvenes y muy echados palante y entonces seguramente me avergonzaría reconocer que no podía seguir caminando. No, no sería un quejica, había que continuar como fuera.

Esa noche, ya en Uviéu, no me atreví a quitarme los calcetines, estaban pegados a la piel, llenos de sangre que ya se había secado, con solo rozarlos ya me transmitían oleadas de dolor. Me dormí casi sin darme cuenta. Entre el dolor padecido y el esfuerzo físico estaba exhausto, falto de energía y apesadumbrado. Lo único que me parecía positivo es que no había mostrado debilidad alguna. Qué tontería ¿no?, lo que es la loca juventud.

Al día siguiente cuando desperté, al tocar los calcetines se encendió otra vez la señal de dolor. Pero tenía que quitármelos y lavar a fondo todas las heridas. Puse primero un pie a remojo, no recuerdo si en una palangana o en otra parte y esperé un rato pues la sensación era agradable. Luego con sumo cuidado fui despegando y quitando el calcetín.

El pie estaba horrible, medio desollado y con alguna herida de cierta profundidad. No tuve que recortar ninguna ampolla pues la piel había desaparecido. Froté con mucha suavidad por todas partes para diluir la sangre resecada, saqué el pie y esperé que se secara por si mismo. Otra sensación agradable. Luego repetí la operación con el otro pie. Debí pasar unos días con cierta incomodidad pero lo cierto es que ya no me acuerdo de ello. A esas edades la capacidad de regeneración del organismo es admirable.

Cuando veía en algún visitante botas muy nuevas, le preguntaba a quien las portaba si ya las había usado con anterioridad. Es conveniente que en excursiones largas como la de Las Tsagunas, el pie esté acostumbrado a la bota que calza, que exista entre ellos cierta complicidad. En definitiva, que la bota se haya adaptado al pie que la calza.

Lo cierto es que el mercado del calzado ha evolucionado mucho y se pueden conseguir botas con goretex u otras láminas que las hacen impermeables, siendo al mismo tiempo flexibles y cómodas. Pero sigue siendo recomendable probarlas unas cuantas veces en trayectos cortos. Algo aplicable a cualquier calzado nuevo que vayas a usar, excepto las modernas deportivas, tan acolchadas que es imposible que te hagan una boja.

Botas con goretex muy nuevas porque las he utilizado poco. Es increíble lo poco que pesan.


El interior de las botas está muy acolchado pero es preferible probarlas antes de un uso intensivo.

 

Deportivas con goretex de la marca Chiruca que uso cuando el tiempo está algo revuelto pero sin excesos. Pesan más de lo que aparentan.


Deportivas ligeras como una pluma y muy acolchadas. Las usaré cuando el calor apriete aquí en León.

Cuando yo cambié mis viejas Chirucas por unas nuevas, el primer día que las usé, al quitármelas vi encima del talón una zona enrojecida, la señal previa, aún sin dolor, a la aparición de una boja.

Nunca vi yo en Munietsus ninguna chica o mujer que calzara zapatos con tacón. Pero una vez que aterrizó un helicóptero de salvamento en Las Tablizas tras rescatar a un visitante que se había dislocado un tobillo yendo para Las Tsagunas, estuvimos un rato de cháchara con su tripulación y nos contaban que en muchos rescates realizados en la Ruta del Cares no era la primera vez que la accidentada calzara de esta manera. Hoy en día cuando un rescate es por negligencia del afectado, por no llevar por ejemplo el calzado adecuado, el coste que supone desplazar un helicóptero, correrá a su cargo. Obviamente los zapatos, sean masculinos o femeninos, tampoco son recomendables, igual que los zuecos, las sandalias...

Yo me fijaba mucho en el calzado que portaban mis visitantes y no me importaba parecer hasta indiscreto, "pero qué narices mira con tanta insistencia este Guía", no me importaba que alguien pensara eso, porque si la excursión era a Las Lagunas tenía que extremar todas las precauciones.

Nunca he creído que la excursión a Las Lagunas sea lo más interesante que pueda ofrecer Munietsus. Ni siquiera teniendo en cuenta que es la única ruta abierta a los visitantes. Parece que sea obligado que quien vaya a Muniellos tenga que subir a Las Tsagunas. Mal empezamos si en nuestro contacto con la naturaleza tenemos que imponernos obligaciones de ese tipo. Quien ame la naturaleza y quiera disfrutarla hará bien en desterrar el espíritu competitivo que impregna nuestra absurda sociedad. No hace falta ser un atleta para degustar su compañía. 

Lo más importante de Munietsus es su bosque. Un bosque conformado por muchos bosques pero dominado por el roble albar, un roble que no es solo capaz de tutearnos si no de hacernos sentir insignificantes cuando estamos a su lado, obviamente me refiero a los tamaños, aunque...El tamaño de los robles no es solo lo que miden de alto y de ancho, que no dejan de ser frías cifras, es sobre todo la imagen de fuerza y energía que desprenden cuando los contemplas, cuando te fijas en su enorme corpachón. Un corpachón que aunque no late, sabes que está vivo y con el que puedes acabar intimando.

El recorrido desde Mual a Las Tablizas, si lo haces andando, es bello, pero nada más entrar en La Reserva todo cambia. Lo bello da paso a lo sublime. Cada roble es como una columna engalanada y viva. En el 2.000 los robles solo eran un poco más pequeños que ahora y además había, y hay, un magnífico bosque de ellos allí mismo, metiéndote por Decutsada. Y río arriba hay un paseo inolvidable, surcando suavemente el Ríu Munietsus, con un bosque de ribera donde el roble sigue presente pero en donde ya aparecen bedules, fayas y otros árboles amantes de la humedad.

Decía Bruno Zevi, arquitecto y crítico de las formas artísticas en su libro "saber ver la arquitectura", allá por 1.948, que lo que realmente diferenciaba la arquitectura de las demás artes era la creación de un espacio interior y como este se articulaba en torno a quien lo recorría. No minusvaloraba las otras formas artísticas, solo resaltaba las diferencias. En un mundo como el actual en el que predomina la imagen, el bosque nos permite descubrir otro espacio interior, con el añadido de que este está vivito y coleando.

Un árbol solitario es como una escultura viva, que podemos saborear desplazándonos en torno a él. Puede ser bello e impresionarnos con su imagen. Pero el bosque es más que la suma de muchos árboles. Lo que lo diferencia es ese espacio que crea y que nos envuelve si tenemos la dicha y la decisión de recorrerlo, los ambientes que logra crear, sin olvidarnos de las sensaciones que nos hará sentir. 

En última instancia el bosque es el ambiente que crea en torno a él. Ambiente cálido y diáfano del solano. Decutsada. 26 julio 2.016.

El bosque solo se ve a medias desde fuera, para verlo y sentirlo a fondo hay que dejarse engullir por él. Su interior puede ser cálido y protector o frío y amenazante. Depende de nuestro estado de ánimo, de la climatología y de nuestro grado de relación con la naturaleza. Pero a nadie deja indiferente un paseo por sus interioridades. 

Ambiente espacioso y transparente desde dentro del bosque, casi mágico. Avesíu de Decutsada. 26 julio 2.016.


Ambiente umbroso dentro del bosque. Decutsada partes altas. 28 julio 2.018.



La Ruta a Las Tsagunas 36 El bosque mixto 2. Los Tsagozos.

Ladera derecha de Los Tsagozos, un bosque mixto en donde hasta parece que hay alguna faya. 27 julio 2.018. Nos preguntábamos en el capítulo ...