10/15/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 117 Los Borrachines

En el primer rellano del Teso L´Armadina esta el borrachín. Visto desde el lado de Bisnuevo. 14-agosto-2.022.

 Decutsada se me quedó corta para la despedida. Hoy no podría continuar, mi cuerpo no lo aguantaría y mi mente tampoco. Mi peculiar relación con la naturaleza me exige un grado de concentración tan elevado que solo puedo mantenerlo activo durante unas horas, no durante todo el día como me ocurría entonces. Perdida la concentración dejo de disfrutar y cualquier excursión deja de tener sentido.

Quería exprimir a fondo todas las horas de aquel día, así que me dirigí al avesíu de enfrente de Las Tablizas, a despedirme del faéu que lo habita y de un bonito madroño. Lo descubrí un día por pura casualidad mientras deambulaba por la zona cercana al Teso L´Armadina. No iba en aquel entonces a ningún sitio concreto, solo me guiaba la llamada del bosque, que me impelía a acercarme a aquel árbol o a aquel lugar con encanto especial y lleno de misterio y una vez allí, tras emborracharme y deleitarme con su presencia, volver  a sentir esa llamada que tiraba vehementemente de mí hacia más adentro del bosque. Una llamada a la que, disponiendo de tiempo, era imposible resistirme. Y yo estando de Monitor tenía mucho tiempo libre. Todas las tardes, que podían ser cinco o seis horas y que estando en plena forma física daban para mucho.

La verdad es que me sorprendió ver un madroño en pleno bosque de Munietsus y quizás por eso le cogí un cariño especial, visitándolo de cuando en cuando. Luego descubrí otro más joven en la pista de Decutsada y últimamente unos recien nacidos en dos lugares. Los primeros un poco por debajo del madroño adulto, en la pista de Decutsada y los segundos en la senda tras el Tesu´l Retén, en el inicio de la granda de Fonculebrera. Ambos grupitos aprovechan dos áreas con poca vegetación a su lado aunque el primero tiene robles adultos muy cerca. De forma natural es probable que pudieran progresar pero lo más probable es que acaben siendo pisoteados por las botas de algún visitante, que no los conozca o los ignore dado su diminuto tamaño, o bien tronchados cuando se desbroce la vía de acceso a Las Tsagunas. 

Ástor acerca su mano al borrachín adulto de Decutsada. Robles y pinos amenazan su futuro, él para defenderse crece lo más recto y alto posible. 29-julio-2.017.


Jóvenes borrachines, nacidos de semillas del adulto de Decutsada.


Infantes por encima del Tesu´l Retén, en el inicio de la grandina existente.

No estaría mal que fueran delimitados con unas delgadas y simples estacas (extraídas de robles caídos de la zona) hasta que crecieran lo suficiente y luego esperar a que la selección natural dictara su destino.

Antes de ser Guía-Monitor, en Mual charlando con mi abuela, "Mamina", me sorprendía la familiaridad con que me hablaba del "borrachín", nombre con el que se conocía al madroño por estos lares y de los "borrachines", sus frutos, que según ella acababan emborrachando a quien los consumiera, algo posible ya que contienen etanol.

Esa familiaridad se debía, sin duda, a que ella los conociera en primera persona, pero Mamina, salvo esporádicas salidas a Veiga y de segadora (de grano, supongo que de centeno o "pan" como ella llamaba a este cereal) a Monesteriu, nunca había salido del pueblo, aunque conocía bastante bien todo su monte.

Yo, entonces, no conocía ningún madroño en los montes de Mual. Pensaba que tal vez el clima de la zona fuera más cálido y seco en el cercano pasado, lo que facilitaría su presencia y que luego se volviera más húmedo, contribuyendo a su desaparición.

Pero en Mual todavía hay algún madroño. Recorriendo la vieja pista maderera me pareció ver uno en la Vatsina Entrambuscampos, por debajo del camino. Zona peñascosa que yo conocí muy pelada, pero en la que se está regenerando la vegetación. El difícil acceso a donde se encontraba me impidió acercarme a él. 

En el teso que precede a la Vatsina Entrambuscampus parece haber algunos madroños. 29-julio-2.018.

 Más a mano e imposible de no ver está el que hay en la nueva pista que desde Valmayor sube a los praus del Regueiru Lus Putseiros. Tras la segunda y última curva de la pista, pegada a esta por la parte de abajo, encontramos este madroño. Adulto aunque venido a menos por una reciente poda.

No es ningún jovenzuelo este borrachín. Ya es un ejemplar maduro. 14-julio-2.022.

 

Incluso tras la poda el borrachín presenta una espléndida imagen.

La poda se hizo para aprovechar las ramas del arbolito como leña, por algún vecino del pueblo que conocía su alto poder calorífico. Lo podado aún estaba allí cuando yo lo visite, en manojos fáciles de transportar, junto a trozos de ganzos, arbustos que se encienden pronto y bien e igualmente con gran poder calorífico. 

Leña obtenida tras la poda del borrachin y la de gruesos ganzos. Ambos resaltan por su color rojizo y su alta densidad.

A pesar de todo la poda no fue tan criminal como pueda parecer. Se le extirparon los brazos que daban contra la pista, medida necesaria para que esta siga siendo practicable, ya que el Pradón de L´Armadina y el de debajo de este aún son utilizados por sus propietarios. Todavía le quedan buenos brazos por el otro lado y es seguro que la poda no haya acabado con él. 

La pista provocó su poda pero también le asegura el acceso a la luz por ese lado. Por debajo el robledal ya se lo está negando.

Otro contratiempo para él es que el robledal del entorno, antes más raleado y pequeño, se está recuperando a buen ritmo y pronto le robara parte de la radiación solar que venía recibiendo, aunque seguro que durante unos años siga produciendo semillas, que talvez aniden en zonas todavía desarboladas o a medio camino de ello.

Ya de Guía-Monitor y leyendo información de las empresas propietarias de Munietsus me enteré de que la presencia de madroños en el Monte había sido bastante frecuente. Se hablaba de desbrozar de madroños y de arbustos algunas grandas para repoblarlas con robles, de cara a su futura explotación.

Aunque puede que las variaciones climáticas hayan podido influir en la reducción de los madroños, la causa principal parece que hay que relacionarla con la recuperación de los bosques.

La tala de los bosques propició su expansión por las grandas que se fueron formando, aprovechándose de la ausencia de vegetación superior capaz de robarle la luz del sol. Luego los recurrentes incendios que asolaban nuestras grandas, también le favorecieron.

El cambio de dinámica, con la reforestación natural que se está produciendo y la ausencia de incendios seguro que no le beneficia lo más mínimo. El bosque de frondosas o planocaducifolio de Munietsus no hace buenas migas con el borrachín. Al superarlo en altura le acaba robando la mayor parte de la luz y acaba comprometiendo, primero su descendencia y después su propia existencia.

El madroño del avesíu de Las Tablizas, estaba y aún está en el Teso L´Armadina, en el primer rellano que este posee. La zona al estar tan cerca de las sierras de Las Tablizas, fue objeto de continuadas cortas. Allí encontró el borrachín un lugar apto para su desarrollo. Cuando los robles, aquí solo crecen robles ya que las fayas están algo más metidas hacia el avesíu (y por debajo donde el terreno es más húmedo y umbrío), comenzaron a crecer y a amenazar su futuro, estos volvían a ser cortados para su aprovechamiento. Al borrachín le llegaba la luz desde todos los lados ya que estaba en un teso, donde además los suelos eran lo suficientemente secos como para facilitar su desarrollo y eliminarle otros posibles competidores. Cuando cesaron las cortas madereras, en 1970, los robles pudieron crecer a sus anchas, pero les surgió un nuevo contratiempo que retardó su instalación.

Cuando yo fui a despedirme del borrachín, me encontré con multitud de robles arrancados del suelo por los furiosos temporales que se habían dado con anterioridad. Una imagen similar a la del Teso Decutsada. Toda la zona cercana al teso había sido arrasada. Los robles que sobresalían fueron fácil presa de los vientos huracanados que en los tesos campan a sus anchas. Las laderas que vierten a Bisnuevo habían sido taladas a matarrasa a finales de los sesenta y la regeneración natural y los abetos plantados aún no ofrecían protección desde ese lado. El borrachín al ser más bajo y denso solo había perdido algunas ramas y seguro que rejuvenecería al poder recibir mayor radiación.

En la actualidad el crecimiento es más acompasado en ambas vertientes y ya no hay robles que sobresalgan tanto y al estar más compactados ofrecen menos resquicios por los que poder introducirse esas ventoleras tan destructivas. El viento sigue arrancando algún que otro roble, aunque sin comparación con los de antes. La unión hace la fuerza, decía un eslogan de las izquierdas sociales y el bosque que es, entre otras muchas cosas, la unión de muchos árboles, parece darle la razón. Los vientos arrancan muchas ramas pero no tantos árboles.

He vuelto, recientemente, a despedirme de mi querido borrachín, seguramente sea la última vez que lo haga y allí seguía, con una imagen algo más deshilachada de la que yo recordaba. La sombra que lo envuelve no es su mejor compañía. Aún se le ven algunos frutos creciendo, pero su parco número dan fe de su debilitamiento, su estancamiento y su lenta agonía. Seguro que tiene tantos años como yo y es probable que yo desaparezca antes que él, pero cuando él lo haga nadie de su estirpe quedará allí para despedirle y sustituirle. A su lado ya hay mucha vegetación arbórea que no será tan fácil de borrar, ni por vientos ni por huracanes y que harán imposible que puedan nacer nuevos borrachines. El bosque ha vuelto a cubrir sus antiguos dominios y en ellos no habrá sitio para los borrachines.

El gran grosor de su tronco nos insinúa su edad. 14-agosto-2.022.


Pese a intentarlo el madroño nunca alcanzara la altura de sus vecinos los robles.


El madroño casi sepultado por las continuas ramas que se le vienen encima  arrancadas por el viento.

 

Es solo cuestión de tiempo que al borrachín se le deniegue totalmente el acceso a la luz.


Pocos borrachines emite ya nuestro borrachín.

Desde aquí nuestro reconocimiento a tan bello arbolito, que tuvimos la fortuna de poder conocer. Un recordatorio y un homenaje que le sirva de dulce epitafio. Incluso en sus etapas regresivas la naturaleza nos regala inigualables ejemplos de su innata biodiversidad. Una naturaleza cambiante pero siempre dispuesta a endulzarnos y alegrarnos la vida con su belleza. Quizás sea posible cambiar también la sociedad en la que "sobrevivimos". "segando el abrojo y el cardo, mañana compañero, florecerá el trigo", cantaban los Triana en su época gloriosa.

Todo lo que estamos comentando nos hace pensar que el arbutus unedo no formaba parte de la vegetación originaria del Monte Munietsus, en el que la dominancia del bosque está fuera de cualquier duda. Pero si los madroños no formaban parte de la vegetación autóctona del Monte Munietsus, ¿de dónde procedían los primeros que se instalaron en sus claros?. ¿Los plantó alguien o llegaron por otros medios?, y ¿de dónde procedían?. Para responder a estas cuestiones me permitiréis que os cuente algo.

Tras el fallido intento de ir a Las Tsagunas por Pena Velosa, con un grupo de amigos de Xedré, para no desaprovechar el día les propuse un itinerario diferente, a realizar básicamente en su coche: visitar los pueblos que bordean el Monte Munietsus por la vertiente de Ibias. Una excursión a la que le tenía ganas y que en verdad no nos defraudó a ninguno, o al menos no lo hizo en mi caso. Nos inventamos la excusa de intentar conseguir probar el vino que sabíamos que se producía por estos lares. Algo que finalmente conseguiríamos pero cuyos detalles quizás os cuente en otra ocasión.

Dejamos la carretera asfaltada que baja a Cecos y nos internamos por una pista de tierra, por la que continuaríamos hasta volver al asfaltado en Villarmeirín cerca de la Campa de Tormaleo. Pista que en la actualidad ya está asfaltada. En realidad había más de una pista y todas estaban bastante bien de firme, aunque había que circular despacio y con precaución. Había muchos cruces y desvíos y algún que otro letrero indicativo. Desechábamos las que se metían hacia abajo y seguíamos la que iba, más o menos en llano, remontando el valle a media ladera.

La primera sorpresa surgió poco después de salir al valle principal del Río Ibias. Era un tramo en el que la pista experimentaba algo de ascensión y en el que la totalidad de la ladera estaba ocupada por un auténtico bosque de borrachines. No había diez o veinte, había cientos de ellos y eran fáciles de reconocer pues de sus ramas pendían las preciosas bayas (también llamadas borrachines), algunas totalmente maduras, de un intenso color rojizo, y otras cerca de estarlo con un precioso color anaranjado. Había ejemplares de todas las edades, algunos ya adultos de varios metros de altura.

El espectáculo me llenó de gozo, era algo inaudito. Una auténtica sorpresa y descubrimiento para mí, que consideraba un tesoro los dos borrachines que conocía en Munietsus por su rareza en un entorno tan húmedo. Verlos ahora en ese número, en pleno monte y de origen puramente natural, era como sentirse en el paraíso. A mis amigos no les llamaron tanto la atención así que decidí dejar para mejor ocasión un contacto más estrecho con ellos. 

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