12/15/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 121 La nieve 2. El exilio del cartero. The end.

La Debesa y resto del avesíu de Caguatses, un precioso bosque. En este caso con nieve. Panorámica. 31 marzo 2.018.

Al día siguiente llegó nuestro amigo Marino, que venía con un conocido suyo y esa noche celebramos el solsticio, de una forma que a mí me sorprendió bastante. A las doce en punto, entre el 20 y el 21, salimos los cuatro de la cabaña y allí cada uno de mis amigos, con determinación, cogió el que parecía ser su propio camino, alejándose del resto. Yo los imité, aunque a decir verdad no sabía cual era realmente el mío.

Me detuve y me senté sobre una roca, meditando sobre lo que estábamos haciendo: celebrar en intimidad la llegada de un nuevo ciclo de la naturaleza. Pero no sabía si la soledad era la mejor forma de hacerlo, porque yo en el fondo, rodeado de sombras y un intenso frío, me sentía solo y la soledad no es nunca compañía, o por lo menos eso es lo que pensaba entonces.

Yo era joven y muy inocente por aquel tiempo. Huía de la mediocridad de la sociedad de entonces, pero cuando estaba con "iguales", personas que aspirábamos a transformarla y dotarla de nuevos valores, lo que importaba entonces era la comunidad. Era individualista para huir del rebaño pero era uno más entre compañeros y compañeras. El sentido de compañero-a es "en compañía". Por eso aquella celebración fue para mí tan chocante. La celebración para mí vino después, en la cabaña donde estuvimos de cháchara hasta altas horas de la madrugada, haciéndonos más compañeros de lo que ya éramos con anterioridad. 

Buena nevada en Caguatses d´Abaxu. 31 enero 2.018.

Al día siguiente y ya dispuestos a afrontar el reto de subir al otro refugio, Manuel se alegró mucho al percatarse que Marino y su amigo venían pertrechados con crampones y piolets. "¡Ahora ya nada puede detenernos!".

Los crampones, para el que no lo sepa, son un artilugio que se adhiere fuertemente a cada bota de los pies, conformado por numerosos salientes metálicos y puntiagudos (dientes, clavos) que con algo de presión penetran en el hielo y evitan que la bota resbale. El piolet es una especie de pico (como un picón pequeño), con una parte puntiaguda y otra cortante, para asirse fuertemente al hielo o cortarlo.

Como la ruta estaba muy bien marcada los que tenían crampones y piolets iban delante, luego Manuel oteando si seguíamos el camino correcto. Y luego yo, procurando pisar donde ya había una huella anterior o creada ahora ya que Marino y su amigo, que podían desplazarse fácilmente, se afanaban en crearnos o ampliar las repisas que debíamos pisar.

No recuerdo haber tenido vértigo en aquella ascensión ni en el posterior descenso. Manuel insistía continuamente en que no mirara hacia abajo, que solo lo hiciera a lo que tenía ante mis pies. Pero a veces la vista se me escapaba, viendo paredes completamente lisas y muy verticales, que bajaban y bajaban por debajo de mí. Un paso en falso o un resbalón inoportuno podían condenarte. Si te caías por aquellas rampas sin fin ya te podías despedir de todo y tus allegados tendrían que conformarse con al menos recuperar tu cuerpo.

No creó que fuéramos conscientes realmente del riesgo que asumíamos. Por eso esta montaña acaba cobrándose, cada año, alguna víctima. Sin ir encordados cada uno depende de su propia pericia y no hay lugar al desfallecimiento e incluso yendo encordados se puede producir una caída múltiple. 

Nevuscando sobre nieve. Caguatses d´Abaxu. 30 marzo 2.018.

Llegamos sin contratiempo alguno al refugio, a 2.000 m de altitud. Todo estaba nevado y completamente congelado, incluso una fuentina que Manuel decía que había. Para beber agua u obtener un líquido para hacer leche, añadiéndole leche en polvo, tenías que llenar un cazo con nieve y ponerlo al fuego de un camping gas. Un utensilio que siempre tienes que llevar en excursiones por la alta montaña.

En el refugio había una radioemisora que funcionaba gracias a una placa fotovoltaica que le proporcionaba la energía necesaria. Con ella podías emitir y recibir información con otras emisoras, incluida una de auxilio. Un instrumento que podía valer su peso en oro dado el caso. No recuerdo si se podía hacer fuego dentro, pero creo que no pues en todo el entorno no existía ningún tipo de combustible.

Hicimos noche allí y recuerdo que hacía un frío espantoso. Yo, afortunadamente, había optado por llevarme un saco de plumas que me había agenciado hacía poco y que no había podido estrenar del todo porque era como un horno. Me vino de perlas y no solo a mí pues Marino no cesó en toda la noche de meter sus pies, dentro de su saco, por debajo del mío, donde se debía de estar muy calentito. 

Nevada tardía en Caguatses d´Arriba. 1 abril 2.018.

Sin duda os habréis dado cuenta de que no he hablado del paisaje en aquella excursión a los helados Picos de Europa. El paisaje siempre está presente cuando te desplazas sobre el territorio. Incluso sin desplazarte el paisaje está ahí, sea este urbano, rural o a medio camino. Hay paisajes bonitos, otros horripilantes y otros que ni fu ni fa. El paisaje siempre depende de tu estado de ánimo y al final no deja de ser la impresión que los "espacios" provocan en ti. Los paisajes son la interpretación que tu haces de la realidad física que te rodea. Por eso son tan diferentes y tan distintos para las personas que los experimentan.

El paisaje de Picos es grandioso, en el sentido de que abarca una enorme superficie de terreno. Al ser tan enorme presenta algunas variedades. Pero en esencia Picos (La Peña), como su nombre insinúa, es el reino de la roca. Inmensas moles de caliza constituyen su columna vertebral y lo hacen elevándose por encima de cualquier otro punto de la Cordillera Cantábrica. El suelo, o mejor dicho su ausencia, y las elevadas altitudes limitan la presencia del arbolado. Los bosques, mi paisaje preferido, son raquíticos dentro de Picos. Son abundantes en sus bordes pero casi inexistentes en su interior.

Y volvemos a los gustos. No es que no me guste la roca desnuda pero prefiero espacios más llenos de vida y con mayor variedad en su composición. Seguro que las placas de los cantiles y las agujas de los altos tienen su propia belleza, pero prefiero otros. La roca me parece más aburrida y al ser de materia inerte no puede transmitirte energía, a mí, personalmente, me la quita. Y si la roca está cubierta de nieve e hielo la uniformidad es aún mayor. Sentado frente a este paisaje también me quedo absorto contemplándolo, pero no consigo volar tan alto ni durante tanto tiempo como oteando arboledas.

El paisaje más monótono, tan arisco y tan hostil, se refuerza con el frío tan intenso que lo acompaña. Si el entorno deja de ser atrayente, te encierras más dentro de ti o dentro del grupo de personas con las que estás. Es un buen momento para atar más a fondo los lazos personales, tiempo para charlar, para compartir ideas o desencuentros. Idóneas para mostrarte tal cual eres. Para confraternizar, reír o llorar dado el caso, provocando sensaciones más profundas aún que las que proporciona el medio natural ya que el ser humano es sobre todo un ser social. Tal vez sea este el fin último que pueden provocar este tipo de excursiones. 

Nevada de primavera ya deshaciéndose en Caguatses d´Arriba. 1 abril 2.018.

Años más tarde, de cartero rural en Tsaciana, no me quedó otra que pelear con la nieve todos los días de los largos inviernos que se dan en esta tierra. La nieve queda muy bien en las postales o verla estando al lado de un reconfortante fuego. Pero tratar de continuo con ella y con el aún más peligroso hielo, es otro cantar.

Es cierto que vi imágenes preciosas, espectaculares, pero de las que apenas pude disfrutar. Yo paraba en Caguatses d´Abaxu en aquel tiempo. Pero iba a León a media semana y el fin de semana, para estar con mi familia y echar una mano en las tareas del hogar. Volvía a Caguatses el día anterior al del trabajo, a altas horas de la noche, sorteando las grandes nevadas que se producían y siempre con el alma en vilo ante una posible salida de la carretera, un derrape o quedar atascado, sin posibilidad de continuar o de regresar. Los dos inviernos que estuve haciendo estos recorridos dieron para mucho. Siempre en tensión constante y a velocidades muy bajas y pese a pasarlo mal o muy mal nunca tuve un percance serio. 

Restos de la nevada en mi vehículo. 31 marzo 2.018.

Cuando no nevaba la tensión la provocaba el hielo, más traicionero que la nieve, obligándome a circular en torno a los 30 km por hora. En noches claras con el cielo cuajado de estrellas he visto a los lados de la carretera, en Babia, reflejarse la luz de los faros de mi vehículo en formas inverosímiles y con unos colores que no figuran entre los conocidos. Algo inimaginable pero con una belleza absoluta. 

El hielo siempre crea caprichosas formas, como en esta imagen. Pero de noche e iluminadas son sicodélicas. Caguatses d´Abaxu. 24 diciembre 2.017.  

Pequeñas hojas de hierba totalmente rodeadas de hielo blanco o traslúcido, refulgiendo luces caleidoscópicas. Suelos cubiertos de diminutas placas de hielo con todas las formas geométricas que os podáis imaginar y despidiendo también innumerables luces coloreadas. 

De día, muy temprano, y andando se puede disfrutar de las formas del hielo. Siempre que soportes el intenso frío que hace. Caguatses d´Abaxu. 24 diciembre 2.017.

A veces iba a Caguatses por Omaña. Nada más a empezar a bajar el Puerto de La Madalena, en una larga recta que hay entre el desvío a Vivero y Los Bayos, el agua que se deslizaba por los cortados de arriba (hechos al ampliarse el ancho de la carretera) se iba congelando y creando columnas de una arquitectura de ensueño y en un número que no he vuelto a ver en ningún otro sitio y todo ello rodeado de luces y colores.

Bellezas fugaces, efímeras, pues luego con la luz del día se difuminaban del todo. Yo al circular tan despacio las veía, pero no podía disfrutarlas a fondo, poder detenerme y estar observándolas durante un buen rato. La tensión del viaje me lo impedía.

Hoy no repetiría ninguna excursión donde la nieve fuera la protagonista. Evidentemente respeto a quienes no piensen lo mismo. Tuve amigos a quienes les encantaba y allá cada cual con sus gustos. 

Ojo con las placas de hielo, si vas rápido y las pisas puedes patinar durante unos segundos y luego...Caguatses d´Arriba. 24 diciembre 2.017. 

Y al final llegó lo que tenía que llegar, aunque lo hizo de una forma más traumática de lo que cabría esperar. Acabando noviembre Correos notificó a quienes habíamos aprobado la oposición el inminente comienzo en nuestro nuevo trabajo y el destino al que habíamos sido asignados. Entre los posibles destinos yo había elegido los más cercanos a León capital, mi domicilio familiar, situados todos ellos al Norte de Madrid. Tuve muy mala suerte ya que me tocó Las Palmas de Gran Canarias, el punto más alejado de todos los posibles.

Desde  tan lejos, más de 2.000 km y con el mar entre medias, no podría ir y volver los fines de semana ni ningún puente. Solo podría hacerlo durante el mes de vacaciones. Era como marchar al exilio, lejos, muy lejos de los míos, a una nueva tierra con la que no tenía lazo alguno y en la que la única ventaja residía en utilizar el mismo idioma. "A cada uno su tierra, a cada uno su gente", es un verso de "En la frontera" de León Gieco, interpretada magistralmente a dúo con Violeta Parra.

Y pudo ser peor, Cuando marché de León ya disponía de una habitación donde alojarme en Las Palmas. Gracias a unos conocidos pude ponerme en contacto con dos nuevos carteros, gallegos, también destinados allí y que ya estaban en Las Palmas buscando un piso, quedando en que me reservarían un lugar. Posteriormente cuando cambié para Madrid pude comprobar en persona lo latoso que resulta encontrar un piso.

El 10 de diciembre llegué a Las Palmas, comenzando mi, por fortuna, corto exilio. Lo peor no fue la adaptación a un nuevo trabajo en una gran ciudad. Las Palmas es enorme, mucho mayor de lo que me imaginaba, el área metropolitana supera de largo los 600.000 habitantes. Y lo es aún más por la poca presencia de rascacielos y edificaciones altas. Pero a fin de cuentas yo solo necesitaba conocer el itinerario desde el piso al puesto de trabajo, así como el recorrido durante el reparto a pie del correo y poco más pues apenas si salía de casa.

El problema era como llenar las horas libres que tenía. Añoraba mi tierra y sobre todo a los míos: a mi compañera y a los dos lebreles que teníamos. Por las boches tardaba en dormirme. ¡Lo que daría por poder hacerlo como en León!. Tenía que dormir en otra habitación con Miguel, nuestro hijo más pequeño. El muy pillín no quería dormir en la cuna y había descubierto que "berrando" lo acabábamos metiendo en nuestra cama, donde también dormía Luis su hermano. Pero como mi mujer tenía que madrugar para ir a trabajar, optamos por trasladarnos Miguelín y yo a otra habitación, quedando ella con Luisín que ya podía dormir de un tirón.

Era especial dormir al lado de aquel cuerpín, notando como palpitaba su corazoncito y oyendo su respiración, ora tranquilo y pausado, ora algo más intranquilo. A veces se sobresaltaba y antes de comenzar a llorar sus manitas buscaban a su alrededor y cuando me tocaban y se asía a mi cuerpo, ipso facto, volvía a tranquilizarse y a quedarse de nuevo dormido. Me reconfortaba aquella magia de los cuerpos, que con solo tocarse alejaban los malos sueños y restauraban el bienestar. Pero en Las Palmas yo dormía solo, lejos de aquellas manitas que me acariciaban y que también me transmitían a mí una gran tranquilidad. Y aquella soledad se acrecentaba al sentirme tan lejos de mi casa.

Mis compañeros de piso eran algo más jóvenes que yo, estaban solteros y solían salir por la noche. Yo solo los acompañé una vez, la honda "morriña" que sentía me impidió hacerlo más veces. Ni los famosos carnavales de la isla me hicieron salir de mi letargo. Seguía aquel sabio eslogan que había visto pintado en un muro, no recuerdo si en Uviéu o en León, que decía: "No escondas tu soledad entre el bullicio". Por no ir no iba ni a la playa, algo que aquí se puede hacer durante todo el año ya que su clima lo permite. Había marchado de León con el invierno ya metido y un frío del copón, pero al llegar a mi habitación y abrir la puerta, una oleada de calor se abalanzó sobre mí. En la ciudad nunca hace frío, solo si asciendes a cotas de altitud más elevadas (el Pico Las Nieves está sobre los 2.000 metros) lo llegas a sentir.

Había llevado muchas notas, algunas fotos y los mapas elaborados por mí del Monte Munietsus y para evadirme de la soledad que me embargaba, comencé de nuevo a hojearlos. Los recuerdos del Monte estaban todavía muy frescos en mi memoria y releyendo descripciones o fijándome en los mapas a fondo era como si se abriera ante mí una enorme ventana en la que veía aquellos inolvidables paisajes. Podía pasarme horas y horas volando mentalmente por Munietsus, evadiéndome de la realidad que me rodeaba. 

Para acrecentar y mantener aquellas sensaciones decidí hacer una descripción detallada de la Ruta a Las Tsagunas, sin ningún fin premeditado, solo por el placer de plasmarlo y el de releerlo cuando me viniera en gana. En un librito encuadernado con hojas en blanco, con una letra minúscula (tanto que a veces me cuesta leerlo y tengo que usar una lupa) fui llenando hojas y hojas, aunque no pude darlo por concluido en Las Palmas. Y así lo conservo, como lo dejé entonces. El traslado a Madrid en Comisión de Servicios y los cambios que le siguieron me hicieron tener que centrarme en otras cuestiones y la morriña fue quedando atrás. 

Solo desempolvaba el librito cuando quería volver a volar y gracias a él creo que volví a sentir la necesidad de escribir sobre la naturaleza. Seguía escribiendo solo para mí y volando con lo que escribía, hasta que decidí hacerlo en un blog. Yo sigo volando con ello y ojalá que alguno de vosotros-as podáis alzar el vuelo leyéndolo.

En los capítulos siguientes voy a compartir con vosotros-as parte del contenido del librito y como está escrito con lo que había en el 2.000 habrá que actualizarlo con datos más recientes, al menos hasta 2.018 fecha de mi última visita a la ruta. Así como otras cosas que se me vayan ocurriendo sobre la marcha. Lo titularemos Ruta a Las Tsagunas, numerándolas y subtitulándolas con los tramos que vayamos haciendo. 

Solano del valle de Caguatses. Panorámica. 31 marzo 2.018.


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