7/31/2024

La Ruta a Las Tsagunas 15 El solano de Fonculebrera: vistas y orocantabricos

Tramo final del solano de Fonculebrera. El roble que se está secando, ¿es un albar o un orocantabrico?. 26 julio 2.016.

 Si os apura y se os hace larga la subida por los cerros y vaguadinas, en la falda de Las Penas de Fonculebrera, podéis hacer dos cosas. Podéis parar en los cerros y daros la vuelta para ver nuevas perspectivas del paredón de Penas Negras, que desde aquí parece más tendido. Preciosas vistas donde destaca el Pico Tsuis, viéndose algo más de la vatsina que da nombre a esta zona, el Vatse de Penas Negras, con dos vaguadas en su cabecera.

Dependiendo de la época en que miréis las vistas varían mucho. Si lo hacéis cuando las hojas de los árboles están en su apogeo, muchas de las penas, farallones y tseirones, los de menor volumen, estarán vedados por la vegetación y no se apreciarán en toda su magnitud. Solo veremos los de mayor envergadura, resaltando en medio de un bosque que parece engullirlo todo con un verde absoluto. 

De izquierda a derecha: V. Castietsu (y la anterior). Pena La Lata y V. La Lata. V. Fonculebrera de Penas Negras. Pena de Cuelgaloscuras y Vatse de Penas Negras. 26 julio 2.016.

Noviembre, antes de las grandes nevadas, es una buena época para visitar Munietsus. El cromatismo otoñal no es tan despampanante en Munietsus si lo comparamos con los faéus de Rengos o con el incomparable de Monesteriu d´Ermu. Pero tampoco es despreciable. La vista de Penas Negras durante este mes es algo impagable. Se ven más colores y más texturas. Ocres de roble, dorados de bedules difuminándose entre los de la roca, con sus blancos y marrones...Este delicado colorido de finales del otoño también se puede apreciar a comienzos de la primavera. 

Penas Negras y Pico Tsuis desde la senda de Fonculebrera. 4 noviembre 2.000.

No os recomendaría las vistas durante el invierno, no porque carezcan de belleza si no por la climatología adversa de esta época. Sin hojas el arbolado parece más pequeño y se aprecia mucho más el sustrato rocoso. Esas vistas me recuerdan las imágenes que yo tenía guardadas en la memoria de cuando conocí el Monte por primera vez, con un bosque en los inicios de su recuperación aunque con sus hojas desarrolladas. El arbolado entonces estaba mucho más espaciado, más separado entre si.

La estampa de un árbol difiere mucho si lo contemplamos con hojas o cuando está desnudo de ellas. Con hojas el árbol parece mucho más grande y ese tamaño se agranda porque no somos capaces de verlo en su totalidad. Miramos hacia arriba pero la mayoría de las veces no vemos su final porque las ramas nos lo tapan. Y, a pesar de la profundidad de visión dentro de un bosque maduro, las hojas y los troncos también acaban tapando unos árboles de los que están más allá.

Sin hojas los árboles parecen más pequeños. Los podemos ver en su totalidad y la profundidad de visión es infinitamente mayor. Miras a Penas Negras y apenas si ves los fustes, resaltando más las penas, los tseirones. Es la misma zona que cuando tiene hojas pero las vistas y las sensaciones que estas nos dejan son totalmente diferentes. Es otra de las magias de Munietsus y de cualquier monte boscoso. Siempre diferente, pero siempre lleno de belleza.

Con una sola visita a un monte tan extenso y variado como Munietsus os iréis con una visión sesgada de él. Es conveniente repetir y a ser posible en diferentes épocas.

Desde los cerros también se ve algo más del valle más largo de la Reserva, que como ya sabéis es el del Ríu Tixeirúa. Aparece algo de la sierra que bordea este valle (y el Monte Munietsus), desde Trescutsaus hasta la Bovia de Teleyerba donde está el pico más alto de toda la Reserva, que los de El Vilar (Villardecendias) llamaban L´Alto d´Astaca que deslindaba en la otra vertiente (la de Ibias) los montes de este pueblo de los de Oumente. Con el Pico La Guvia y el Pico Riusecu (Pico Tixeirúa) como hitos más importantes. 

Ya se ve algo de la progresión del valle del Ríu Tixeirúa antes y después del Teso Los Ciervos. 29 julio 2.017.

Lo que no se aprecia es su gran extensión pues el Teso de Los Ciervos nos tapa gran parte de él, pero bueno viéndolo en un mapa solo hace falta echarle algo de imaginación. 

Desde la senda de Fonculebrera vista al fondo del valle del Ríu Tixeirúa. 23 septiembre 2.000.

Lo que si se ve perfectamente son las dos últimas vatsinas de Penas Negras: Vatsina La Zreizal y Vatsina Veladeiru, con las paredes verticales de el Veladeiru La Zreizal, donde había un paso usado por cazadores y animales, La Buqueta La Zeizal. Las paredes verticales de esta zona solo son comparables a las de Pena de Cuelgaloscuras, pero aquí el bosque las tamiza algo más.

También os podéis entretener observando algo más de cerca los orocantabricos con los que os vayáis topando. Es algo fácil de conseguir ya que los hay a cientos. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta como son los suelos que atraviesa la senda en esta subida. 

El rabo de la tsande delata a los orocantabricos. 27 julio 2.018.


Detalle ampliado del anterior con las características del orocantabrico.

Los hay con todas las formas que os podáis imaginar. Algunos actúan como subarbustos que no crecen hacia arriba. Solo se elevan un pelín sobre el suelo y luego reptan sobre este creando una especie de alfombrilla, entrelazándose o no con otros congéneres. De esta forma protegen el suelo y son capaces de sujetarlo, aunque este esté conformado por piedras sueltas e inestables que sin ellos se deslizarían hacia abajo. Aparte de retener arenas y materia orgánica que la escorrentía puede arrastrar cuando llueva. Y como colofón ellos mismos aportan materia orgánica con sus hojas y con sus partes o el cuerpo entero cuando se van muriendo. 

Orocantabricos en las partes altas de la senda de solano, en la vaguadina de los peldaños. 27 julio 2.018.


Orocantabricos ayudados por ganzos y espinos sujetando los tseirones, antes de la primera cuerda. 26 julio 2.016.

Si importante es su labor superficial no lo es menos la subterránea. Como árboles que son sus raíces penetran más profundamente en el suelo que las de los ganzos y otros subarbustos.  

Un tronco ha decidido crecer hacia arriba mientras que otro opta por reptar sobre el suelo. ¡Qué plasticidad!. 27 julio 2.018.

 Aquí en las vaguadinas su labor ha sido y sigue siendo fundamental. Anclando los escasos suelos existentes y penetrando incluso en los intersticios del propio roquedo, llegando en algunos casos a su disgregación, aumentando el suelo y logrando una mayor sujeción del mismo.

Pero los más increíbles son los que se asientan sobre el roquedo desnudo. En cualquier repisa o rellano y en grietas de la roca, donde se ha ido acumulando algo de suelo y que a veces ni siquiera se ve, se instalan estos osados roblecillos. Que nadie se extrañe de su escuálida figura, bastante tienen con sobrevivir ahí. ¿Cómo hacen para soportar el intenso calor desprendido por la roca y el que le viene del cielo, esos días de verano en que el sol calienta de lo suyo?, ¿de dónde sorben los nutrientes y el agua que necesitan para vivir?. Son un auténtico milagro que nos regala la naturaleza. 

Orocantabricos instalándose sobre la roca aprovechando un rellano y una grieta. 26 julio 2.016.

De momento son pocos los instalados en los cerros que separan las vaguadinas porque ahí la roca desnuda es muy lisa, con pocos rellanos y grietas, siendo un terreno casi vedado para nuestros héroes.

Ciertamente es una labor muy lenta y muy poco valorada, pero gracias a ellos el suelo se va preparando para lograr dar cabida a sus primos, los albares, que ya se ven entre ellos. 

Orocantabricos y albares se reparten por las vaguadinas. 27 julio 2.018.

Es un tira y afloja entre ellos y otros seres vivos frente a la materia inerte del roquedo. Albares, orocantabricos y otras especies vegetales, nacen, crecen y tienen una corta vida, pero con cada nueva generación el suelo va mejorando en grosor, en nutrientes y en capacidad para retener mayor humedad.

Los bedules también colonizan los tseirones. Aquí se aprovechan de la sombra creada por los orocantabricos. 27 julio 2.018.

 

Orocantabrico pasando a mejor vida, tras muchos años de lucha. 27 julio 2.018.

A veces una sequía prolongada hace que muchos albares se sequen y pasen a mejor vida. Pero el orocantabrico tiene mayor capacidad de resistencia. Esto se puede comprobar en aquellos que se han decidido a crecer como se supone que lo hace cualquier subarbusto o cualquier árbol. Es decir hacia arriba. 

Orocantabrico al que se le ha roto el tronco, fijaros en su capacidad de rebrote. 27 julio 2.018.

Los orocantabricos pueden llegar a tener troncos relativamente gordos, sin problemas para alcanzar la decena o quincena de metros de altura. Pero aquí en Fonculebrera, entre sus penas, suelen predominar los que enseguida, ese tronco grueso desaparece. Pero el arbolito no se muere por eso, hace brotar nuevas ramas y nuevas guías. Algunas también se secan pero otras, increíblemente, siguen adelante. Toda una lección de resistencia y tenacidad. Sin llegar a la potencia y esbeltez que admiramos en los albares, también son dignos de admiración estos humildes y pequeños robles.

Tengo dudas sobre la especie de algunos robles que hay en alguna de las vaguadinas y al final del ascenso. Lo cierto es que nunca lo investigué a fondo porque el solano de Fonculebrera siempre era una zona de paso, sin tiempo para detenerse durante mucho tiempo en él. Munietsus es tan bello y tan grande que se necesitaría toda una vida para conocerlo a fondo. 

Mismo roble que el de la portada dos años más tarde. Un penacho de su copa ya se ha secado y si lo veis vosotros posiblemente esté seco del todo. 27 julio 2.018.

Son robles relativamente altos, pongamos 15 metros, pareciendo por ello albares. Su altura no permite ver claramente y con rapidez ni su hoja ni otras características. Su corteza y la forma en que se secan sus copas y sus ramas se parecen a como lo hacen los orocantabricos. 

A pesar de su gran tamaño posiblemente se trate de un orocantabrico. 27 julio 2.018.

Tampoco sería tan extraño que la larga convivencia entre albares y orocantabricos haya originado la existencia de mestos. Es decir robles híbridos con características de ambos congéneres. Robles que pudieran crecer más que los orocantabricos y con mayor capacidad para hacer frente a la sequedad y pobreza de suelos como los que hay aquí. Claro que esta mera hipótesis tiene que ser valorada y analizada por personas con mayor capacidad que las que yo poseo.

Para ayudar a quienes estén interesados en diferenciar albares de orocantabricos, aparte de lo que ya hemos dicho, les voy a enseñar un truquillo. Todos sabréis que los robles tardan varias decenas de años, desde su nacimiento, en producir bellotas que puedan germinar y perpetuar la especie. Ello explica la tardanza de algunas zonas en poder regenerarse ya que hasta que los robles no tengan, pongamos 40 o 50 años no podrán reproducirse y esto es algo que puede pasar en zonas alejadas de robles adultos.

Es probable que los orocantabricos, entre otras muchas ventajas adaptativas, no necesiten tantos años para producir tsande reproductora. Como quiera que sea ya desde edades muy jóvenes todos los robles hacen ensayos para producir tsande, empezando con formas muy burdas, que con el tiempo van acercándose a la forma definitiva.

Pero para lo que nos interesa ahora eso no importa. Fijaros en la forma de esos ensayos. Si tienen rabo desde la rama hasta ellos, se trata de orocantabricos. Si por el contrario están pegados directamente a la rama, los robles son albares. ¿Sencillo no?. Claro que el truco solo sirve para Munietsus y zonas donde solo existan estas dos especies, si hay sapiegus o carbatsus la cosa se complica.

Si no hemos hecho parada alguna y llegamos al final del tramo duro encendidos y cubiertos de sudor, es conveniente y recomendable permanecer un rato en el tseirón, a la tiesta´l sol, hasta que el sudor se haya secado del todo. Sobre todo si se va a hacer una parada, primero en la fonte y luego en el roblón, ya que el cambio de temperatura entre el solano que hemos subido y el avesíu que tenemos delante es muy fuerte. O bien ponernos algo más de ropa en este último, para no coger un frío que luego puede pasarnos factura. 

Cerca del final de la ascensión orocantabricos delante de nosotros y detrás albares del entorno del roblón. 23 septiembre 2.000.

Pero si no vamos a parar no es necesario ninguno de los anteriores consejos ya que el sudor irá desapareciendo al seguir andando y llegue a zonas más llanas.

El nombre de esta vatsina: Vatse Fonculebrera, hace referencia a una fonte, una fuente, por lo visto culebrera y en honor a la verdad he de decir que en el tseirón que ya hemos mencionado y que precede a la fonte no era raro ver alguna víbora los días en que el sol apretaba de lo lindo. Nuestros paisanos y paisanas llamaban culuebra tanto a las culebras como a las víboras, aunque sabían que unas eran venenosas y otras no.

Las de gran tamaño no suponían ningún problema, si bien se decía que te podían  morder. Pero esto era muy raro ya que en cuanto notaran tu presencia se escabullían por donde fuera. 

Culebra atacando a un sapo. La asusté para que lo dejara pero el sapo estaba herido y murió al día siguiente. Caguatses d´Abaxu. 9 julio 2.022.

Las peligrosas eran la de menor tamaño. Si te mordían se te ponía como un bote la zona donde lo hacían. Había que hacer un corte y chupar con la boca y escupir el veneno extraído y luego ir a una farmacia y ponerse una inyección específica para combatir el veneno que se hubiera introducido y que rápidamente pasaba a la sangre. No era ninguna broma y en las farmacias tenía que haber obligatoriamente al menos una de esas inyecciones.

No penséis que era infrecuente que te mordiera una víbora. Solía ocurrir cuando se segaba el grano: el pan como llamaban al centeno y el trigo, cultivado desde antiguo para pagar los diezmos y arriendos señoriales.

Las culuebras, todas ellas, tenían muy mala fama. En la cultura tradicional siempre se las ha asociado con el mal. Incluso se decía que podían llegar a mamar del teto de una vaca y que la leche se podía estropear. Parte de la culpa de esa mala prensa enraíza con la tradición cristiana. Una serpiente había sido la culpable de la expulsión de Adán y Eva, que decían que eran nuestros antepasados, del jardín del Edén, al ofrecerle al primero una manzana, fruta prohibida por su Dios.

Los nenos seguíamos a rajatabla la opinión de nuestros mayores y hurgando en los pliegues de mi memoria creo recordar que siendo yo un guaje y estando con otros de más o menos mi edad, por el camino de Valmayor ya muy cerca de Las Tablizas, descubrimos unos pequeños huevos entre las piedras sueltas que había del lado de arriba.

Uno de los huevos eclosionó y de él surgió una diminuta y alargada figurilla. Uno de los guajes de mayor edad cogió un palo y la estrapatsou (aplastó), mientras que el resto con los ojos abiertos le interrogábamos el por qué. "Creo que ye una culuebra, los mayores dicen que salen de unos huevos". Estuvimos luego un gran rato buscando y aplastando huevos como aquel, convencidos de que estábamos haciendo una gran labor. Como veis las costumbres no siempre son las acertadas.

Estando de Guía en el año 2.000, un día nos visitó el jefe de la Fundacíon Oso Pardo, entidad con la que nosotros teníamos firmado el contrato de nuestra actividad. Venía con otro Guía de otra zona de Asturias. Estuvimos un rato charlando con él sobre cosas del trabajo, mientras dábamos un pequeño paseo por Decutsada. El Guía no paraba de mirar para el suelo y en un momento dado fijó en el suelo un palo que llevaba en la mano. Se agachó y cogiendo una víbora por detrás de la boca, la exhibió ante nosotros como si se tratara de un trofeo.

A Chana y a mí nos sorprendió su habilidad, pero el jefe se puso lívido. Era como si la víbora le produjera alergia y le ordenó que la apartara de su vista, que la devolviera al suelo, lejos de allí. "Pero si es una vulgar víbora de Seoane" dijo el Guía. El jefe, visiblemente nervioso, perdió los papeles y le profirió varios insultos y amenazas. "Vale, vale, no hace falta ponerse así". El Guía estaba tan sorprendido como nosotros por aquella reacción.

Yo nunca he logrado intimar con las culuebras, ni siquiera me atrevo a tocar su escamosa piel. Pero tampoco les tengo aversión, son un ser vivo más, tan digno de respeto como cualquier otro. ¡Vive y deja vivir! el resto son gustos personales.

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