11/09/2024

La Ruta a Las Tsagunas 22 "Sona la tona"

Despejada vista del valle del Ríu Tixeirúa desde un tseirón de Vatsina Tonante. 29 julio 2.017.

 Con Tonante ocurre lo mismo que con otros nombres que se aplican, aquí en Munietsus, a más de una unidad del relieve. Atrás hemos dejado la prolongación hacia arriba del tseirón de la Vatsina Tseirón de Tonante. Vatsina que apenas si percibimos porque la atravesamos algo por encima de su nacimiento. Ahora estamos en La Matona de Tonante, el marcado teso que divide dos vatsinas. Y a continuación vamos a entrar en la Vatsina Tonante, por donde continúa la senda de la Ruta. 

Ladera izquierda de Vatsina Tonante, recortándose sobre el teso de La Matona de Tonante y Chanetos. 29 julio 2.017. 


Ladera derecha de Vatsina Tonante y valle del Ríu La Candanosa. 26 julio 2.016.

Tres veces, tres, aparece la palabra Tonante, que en su conjunto abarca una extensión bastante considerable de terreno.

Siempre me ha gustado saber el significado de los topónimos, ya que todos ellos lo tienen. Algo se querían decir, entre ellos, nuestros antepasados con los nombres que individualizaban el territorio en el que vivían o por el que a veces transitaban. Pero ocurre que la Lengua, la madre de la toponimia, es algo vivo que va evolucionando con el paso del tiempo.

Desconocemos la Lengua que usaban quienes vivían aquí antes de la llegada de la romanización, ya que no queda resto alguno de ella. Todas las lápidas e inscripciones que se conservan son de época romana.

El latín no tardó en pasar a ser la Lengua utilizada por quienes nos precedieron, y lo fue durante mucho tiempo. Pero la descomposición del Imperio Romano y la vuelta a un mosaico de realidades políticas, sociales y económicas muy diferentes entre si, también afectaron a la Lengua. No podía ser de otro modo.

Y así el latín fue evolucionando. Se mantuvo fiel al original en ambientes sacros y nobiliarios durante mucho tiempo ya que en ellos se utilizaba la escritura que estaba sometida a una rígida normativa (Latín Clásico). Pero a nivel oral la evolución fue más rápida. La misma palabra latina fue transformándose en otra, dependiendo del área geográfica donde se encontrase. Surgen así las lenguas romances: Los galegos, bables, castellanos, catalanes... que no dejaron de evolucionar hasta el presente y que lo seguirán haciendo en el futuro.

Los topónimos fijan el nombre de un lugar según el habla de una determinada época y aunque también evolucionan, lo hacen de forma más lenta que la lengua hablada. 

Bello farallón en el centro de la Vatsina Tonante, por encima de la senda. 26 julio 2.016.

 La inmensa mayoría, por no decir todos, de los topónimos de Munietsus y su entorno proceden del latín, tanto los galegos (fala del Eo-Navia) como los asturianos (bable occidental), sin olvidarnos de los castellanos, que alguno que otro hay. Muchos topónimos son tan antiguos que ni nuestros abuelos entendían su significado. Los llamaban tal y como los habían oído en boca de sus mayores, pero en la mayoría de los casos no sabían a que se referían. La lengua hablada había evolucionado pero el topónimo permanecía anclado.

Si nuestros abuelos no entendían, qué decir de nosotros, que vivimos en otro mundo. Aunque con algo de dedicación, toda la que le puede prestar un simple aficionado como es mi caso, y muchas dosis de pasión y cariño por el asunto, que de momento me sobran a raudales, algo hemos ido avanzando.

Tonante viene del latín tonan-tonantis, un adjetivo tomado del verbo tonare (tronar o arrojar rayos) que significa: "que truena".

En Mual y creo que en todo el Concejo de Cangas y usando la nuesa tsingua, llamaban "la Tona" al trueno, o sea al sonido provocado por la caída de uno o de varios rayos.

Pero, ¿por qué se utiliza aquí este nombre?, tratándose de un fenómeno relativamente frecuente en todo el Monte y sabiendo que los topónimos nunca son arbitrarios, que siempre se acercan a alguna verdad.

Creo que todo tiene que ver con la estratégica situación de la zona de Tonante dentro del Monte Munietsus. Si nosotros utilizamos el teso de La Matona de Tonante como excelente mirador natural es precisamente porque desde él se ve mucho de todo el Monte, viéndose también muchos de los rayos que caen en él cuando se desatan algunas tormentas. No solo se verían si no que también se oirían y en ese sentido la Vatsina Tonante, que es grande (larga y bastante ancha) podía constituir una magnífica caja de resonancia, donde los truenos retumbasen y llegaran a ser hasta terroríficos. 

Desde el teso de La Matona de Tonante se verían y oirían muchos de los rayos caídos en el Monte. 26 julio 2.016.

No sé si a alguno-a de  los que me leen les ha pillado una tormenta, con "rayos, truenos y centellas" en medio del monte. A mí me ha ocurrido y os puedo asegurar que la experiencia puede ser tremenda.

En mis años mozos, convencí a mi compi para hacer un largo viaje. Iríamos a ver y recorrer los faéus de Navarra, parando algo en Pamplona y en las ciudades del País Vasco, para terminar en Lorient, en La Bretaña francesa, donde se celebraba un festival de música folk.

Viajar como nosotros hacíamos en aquella época, era toda una aventura en si mismo. Utilizábamos el tren y sobre todo los autobuses para desplazarnos, cargando con dos mochilas donde llevábamos nuestro equipaje: tienda de campaña, sacos de dormir, ropa de abrigo y de muda, comida...Por supuesto nada de hoteles o pensiones para alojarnos, ni restaurantes ni tascas para comer. Ni nos atraía la idea ni teníamos el dinero para costearlo. Todo lo que necesitábamos lo llevábamos sobre nuestras espaldas.

El primer faéu que visitamos, ya no me acuerdo de su nombre, estaba al final de un valle pirenaico. Un autobús nos llevó hasta la última localidad. Allí continuamos, andando, por una carretera que acababa pasando a Francia, hasta que nos pareció oportuno internarnos por el bosque y establecer nuestro primer campo base. 

Serrón del Níu L´Aigla visto desde la Vatsina  Tonante al poco de entrar en ella. 26 julio 2.016.

Lo bueno de viajar con tienda de campaña es que no tienes por que ceñirte solo a un campo base. La tienda la puedes mover y cambiar de sitio , para tenerla más cerca de la zona que vas a visitar. Suponiendo que vayas a permanecer varios días y que la zona sea extensa.

Pusimos la tienda en un pequeño rellano y metimos dentro el resto del equipaje y así, sin peso con el que cargar, salimos a explorar el entorno. Era una pequeña excursión y tiramos valle abajo, por donde el relieve parecía ser menos accidentado. Tiempo tendríamos, al menos eso pensábamos, para hacerlo valle arriba.

El bosque era un faéu, bastante denso de arbolado, pero con fayas que distaban bastante de lo que yo me imaginaba. Rebuscando en la poca información que entonces tenía a mi alcance había leído que en Quinto Real y en Irati había ejemplares que rondaban los 40 m. de altura. Pero los que teníamos delante, llegaban como mucho a la mitad.

Pero no por eso el bosque nos decepcionó. Éramos bastante noveles en el tema y además un faéu es un faéu. Un bosque como el de los cuentos de hadas. Andar por aquellas suaves lomas era toda una delicia, sin espinos, ni ganzos, ni toxus que te arañaran o se interpusieran ante ti.

Parecía haber restos de antiguas construcciones, pero no ganaderas si no de carácter industrial, tal vez pabellones o naves en su día. Solo se veía algo en el suelo pues el bosque se había apoderado de aquel lugar y apostaría a que si lo dejaran en paz, hoy en día no se vería ya nada de aquellos restos. 

Valle del Ríu Refuexu desde cerca del final de la Vatsina Tonante. 27 julio 2.018.

Ya metidos en la tarde el tiempo empezó a cambiar y comenzaron a aparecer nubes. Decidimos regresar al campo base. Yo entonces poseía un innato sentido de la orientación y dimos con la tienda a la primera. El cielo se fue cubriendo de nubes que cada vez eran más oscuras.

Luego hubo un espacio de tiempo en el que todo pareció como detenerse. Un silencio y una tranquilidad total se apoderaron del lugar. No se movía ni una hoja ni se oía ningún canto de pájaro. Todo estaba en suspense, a la espera de algo.

"La Calma antes de la tempestad", dije en voz alta y previendo que iba a llover, con ayuda de un palo, fui trazando un surco en torno a la tienda de campaña, por la parte de arriba y los laterales, para que encarrilara el agua que iba a caer y evitar que se nos viniera encima. El suelo estaba bastante blando y no me llevó mucho tiempo.

De golpe, el viento despertó de su letargo y empezó a soplar con fuerza. Otra señal de que iba a llover. "Antes falta el fichu al padre , que el agua al aire" decía un refrán oído a los mayores. Y por si faltara algo pronto oímos el horroroso sonido de la tona. 

Nuestra tienda de campaña tenía doble techo y nunca le entraba el agua que caía del cielo, aunque lo hiciera a chuzos. Pero tenía un punto débil, su suelo era una delgada tela, incapaz de aislarla del suelo. Era una tienda muy fácil de instalar y muy poco pesada, precisamente por eso. Yo había utilizado tiendas en las que no entraba ni una bala, ni por arriba ni por abajo, con un suelo gordo y gomoso que no dejaba pasar ni agua ni humedad. La contrapartida es que pesaba muchísimo más y ya sabéis que, andando, el peso es algo a tener muy en cuenta. 

Para solucionarlo había comprado un plástico con las mismas dimensiones que el suelo de la tienda, bueno un pelín menos para no atravesarla con los clavos cuando sujetáramos la tienda al suelo. Normalmente colocaba el plástico por debajo de la tienda, entre el suelo del terreno y el suelo de la tienda. Pero en aquella ocasión no lo había hecho porque el suelo estaba totalmente seco.

Nos dimos cuenta de ello cuando comenzó a llover y notamos que nuestro suelo se humedecía. Ya no había tiempo para levantar la tienda y colocar el plástico así que se me ocurrió colocarlo por dentro, lo que nos llevó un tiempo pues había que ir levantando todo el equipaje para ir tendiéndola, pero al final lo conseguimos y funcionó.

El suelo de la tienda se mojó completamente pero el plástico nos aisló de él. Se notaba la humedad y el frío que desprendía, pero ni una sola gota nos tocó, ni a nosotros ni a nuestras mochilas y lo que llevaban dentro. Para un mayor aislamiento extendimos nuestras esterillas y nos sentamos sobre ellas.

¡Qué gran invento el de las esterillas!. Están hechas con materiales sintéticos, su único defecto, pero son de gran ayuda cuando sales al campo. No son muy gruesas, pero te aíslan del suelo y lo acolchan y luego está su liviano peso, prácticamente insignificante. Y como se pueden enrollar se colocan en cualquier saliente de la mochila. 

Esterilla enrollada, fácil de colocar en cualquier correa de la mochila.

 Yo tardé bastante tiempo en descubrirlas y nunca me interesé por ellas, me bastaba salir al monte, prácticamente con lo puesto.

Pero cuando vine para León con mi compi, los amigos con los que salía de excursión sí que las usaban. Estaban tan familiarizados con ellas que incluso las desenroscaban de la mochila y las tendían sobre el suelo cuando hacíamos una larga parada, para sentarse o tumbarse sobre ellas.

Y así fue como en una de esas paradas pude comprobar lo cómodas que eran. Las molestas piedrecillas que a veces te incomodan al sentarte sobre ellas, parecían desaparecer y si te tumbabas igual. Y parecía que el suelo estaba más suave y blando de lo normal. Tras usar prestada una para dormir, lo primero que hice a la vuelta fue comprar una para mí y otra para Miry, mi compañera. 

La esterilla de mi compañera Miry extendida. La cantimplora sirve para apreciar su tamaño real.

Para completar el tema del agua, me asomé para ver si los surcos hechos cumplían con su cometido. Seguía lloviendo a mares y me alegró comprobar que sí. El agua los había hecho mayores y la escorrentía no nos alcanzaría. Ahora lo único que quedaba era esperar. Pero ahora fue la tona la que empezó a torturarnos.

No veíamos como caían los rayos, si acaso algún fogonazo que clareaba aún más el día, pero su sonido era horroroso. Un ronco estampido que retumbaba con miles de crujidos sobre nuestras cabezas. Parecía que el faéu entero se viniese abajo y nosotros allí, dentro de él.

Quizás si estuviese solo lo llevara mejor, angustiado pero no aterrorizado. Pero mi compañera se fue poniendo muy, pero que muy nerviosa., y acabó transmitiéndome la misma sensación. La tona no cesaba de bramar, acababa una explosión y le sucedía otra y otra...

Nos fuimos acurrucando el uno contra el otro, sintiendo como nuestros corazones galopaban desbocados y esperando que en cualquier momento las ramas y copas que parecían romperse con cada estallido, cayeran sobre nosotros, sepultándonos. Momentos de auténtico pánico, de puro terror, aumentado por la impotencia de no poder hacer nada para mitigarlo.

Tras lo que parecieron horas de suplicio la tona fue sonando cada vez más apagada. Se oía su farragoso sonido pero los amenazantes crujidos habían cesado y hasta parecía que había dejado de llover.

Continuamos un gran rato abrazados, temerosos de que aquella calma fuera momentánea y que en cualquier momento podría volver la agonía.

Nos acordamos entonces que en la localidad donde habíamos dejado el autobús y comenzado a andar, había, al menos, un hostal donde poder hospedarse. Un lugar a salvo donde oír la tona y ver los rayos fuese más un espectáculo que una pavorosa experiencia. 

En un pis-pas recogimos todo en nuestras mochilas, incluida la tienda que aún chorreaba y corrimos raudos y veloces a alojarnos, con sumo gusto, en dicho hostal. Ya no recuerdo cual fue el precio, pero lo dimos por bien empleado. Ya repuestos, por la noche, salimos a dar un paseo por la localidad y sus alrededores. Una preciosa noche donde vimos más luciérnagas que durante el resto de nuestras vidas. Misteriosos puntos de luz que nos endulzaron el final de aquella jornada. 

Valle del Ríu La Candanosa desde cerrín de la Vatsina Tonante.

Por fortuna en Munietsus no tuve nunca una experiencia tan negativa con la tona y a día de hoy lo que me provoca más pavor son otro tipo de truenos: los truenos de la guerra.

¿Qué sentirán las gentes de Gaza, Líbano o del Donbass viendo y sintiendo como son bombardeados un día sí y al siguiente también?. Ahí el pánico y la desesperación son el único pan de cada día.

En el Donbass, Putin, sus delirios de grandeza y el nuevo imperialismo ruso, dirime sus diferencias con el ultranacionalista ucraniano Zelenski, a golpe de cañonazos. Ya no hay motivos ideológicos en esta contienda. Las dos ex republicas soviéticas hace años que abandonaron el "comunismo" que las dirigía, que en realidad era un capitalismo de Estado que de socialista solo tenía el nombre. son sistemas de libre mercado, exactamente iguales que las del llamado "Occidente".

Son las viejas disputas territoriales que surgen entre sociedades tan nacionalistas. El nacionalismo es siempre la negación del otro y conduce necesariamente a la confrontación.

Están de suerte los halcones de la guerra viendo como alianzas militares como la OTAN, que estaba a punto de desaparecer, salen fortalecidas gracias a estos conflictos. Se frotan las manos los fabricantes de armamento con el aumento del gasto militar que se está dando en todas las democracias occidentales.

Sí, corren vientos de guerra y en muchos países ya se habla de restaurar el servicio militar, lo que nosotros antes llamábamos "la mili". Conmigo que no cuenten, me negué a hacerla cuando era obligatoria y sigo pensando lo mismo. 

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