3/31/2025

La Ruta a Las Tsagunas 31 La Vatsina del Corno

Un lugar encantador en el teso entre la Vatsina del Corno y Furmigueiros. Foto Ástor 29 julio 2.017.

 Tras la Vatsina´l Garabeño llegamos a la Vatsina del Corno (Cuerno), que está compuesta por dos vaguadas que se juntan un poco por debajo de la senda por la que andamos.

La primera vaguada, en su ladera izquierda y en el entorno de la senda, presenta un bosque joven, con zonas bastante densas donde los albares van sustituyendo a los orocantabricos, presagiando un buen robledal. 

Ladera izquierda primera vatsina del Corno. 26 julio 2.016.

También hay robles medianos, aunque aún se ven las huellas del dichoso incendio, con delgados fustes quemados y troncos afectados en los de mayor tamaño. Solo los más jóvenes parecen estar totalmente sanos. Entre estos grupetes sigue habiendo bastantes claros, con muchas folgueras y ganzos en pleno proceso de expansión.

Robles medianos en torno a la estrecha senda. 26 julio 2.016.

 

Robles afectados por el incendio y claros. 26 julio 2.016.

Desde aquí no se ve pero un poco por encima ya está la granda. Se ve como el arbolado va menguando pero el ganzal propiamente dicho no.

La ladera derecha de esta primera vatsina es muy corta y en pocos pasos estamos en el tesín con la segunda vaguada. En él aprovechando algunos claros entre la buena arboleda se ven trozos de lo que queda por recorrer del Ríu Las Fayonas: la segunda vaguada del Corno, la vatsina Furmigueiros y Los Tsagozos, recortada por el Cotarrón de La Candanosa. 

Vistas desde el tesín del interior del Corno. 26 julio 2.016. 


Ampliación de las vistas de lo que queda del Ríu Las Fayonas. 1-Segunda vaguada del Corno. 2-Furmigueiros. 3-Los Tsagozos. 4-Cotarrón de la Candanosa. 26 julio 2.016.

Si aguzáis la vista podréis ver la senda llegando al teso entre Furmigueiros y Los Tsagozos. Se nota bien porque ahí hay una granda (un poco por encima de donde nace la línea roja 2 de la foto anterior).

La ladera izquierda de la segunda vatsina es también corta y desde el tesín podemos ver en su ladera derecha como se alza y destaca una faya a la que pronto llegaremos. 

Supongo que todos veréis la faya que se alza al fondo. 26 julio 2.016.

Lo cierto es que que en esta segunda vaguada el robledal es precioso, con ejemplares de todos los tamaños, aunque no los hay tan ancianos como en otras partes. El estrato subarbustivo aún es potente pero seguro que cuando vosotros-as los veáis ya se habrá clareado bastante. 

Precioso el robledal de la segunda vaguada del Corno. 26 julio 2.016.

Pronto llegamos al curso de esta vaguada, mucho más marcado que el de la primera pero que en verano va igualmente seco. 

Vatsina del Corno. Curso de la segunda vaguada del Corno. 26 julio 2.016.

El arbolado aún mejora en la ladera derecha. Destaca un roblón pegado a la senda, del lado de abajo. Un gran quercus petraea que seguramente ya haya pasado la centena de años de edad.

Sobresale el gran albar sobre el resto del arbolado. 28 julio 2.016.

A simple vista parece que su tronco está en perfecto estado. Lo mismo que su gran copa, más grande de lo normal en un bosque maduro, ya que al tronco le salen ramas laterales desde muy abajo. Su corpulencia le permite sobresalir sobre el resto, no teniendo problemas a la hora de captar la necesaria radiación solar 

Roble de la Vatsina del Corno (segunda vaguada, ladera derecha). 4 noviembre 2.000.

En su añoso tronco se pueden apreciar las dos caras que suelen presentar los grandes árboles en función de su orientación. La cara que mira más hacia el Sur, la que más iluminación recibe, es más clara que la otra. Dándole esa albura los pequeños líquenes que han colonizado su rugosa y estriada corteza. Cuando el sol se cuela por entre las ramas y le da de lleno parece refulgir, iluminando todo su entorno 

Las dos caras del tronco y una oquedad en la base, al nivel del suelo. 26 julio 2.016.

Por contra la cara que mira más hacia el Norte es bastante oscura. En ella la sombra es más persistente y la humedad más abundante. Justo lo que necesita el mofo (musgo) para colonizar su corteza.

La corteza esta formada por tejido muerto, con una alta concentración de tanino, que inhibe la degradación microbiana, actuando como una barrera que protege el interior del árbol. De ahí que sea tan importante que la corteza siga estando envolviéndolo.

Sobre ese tejido muerto se pueden instalar líquenes y mofo, que viven a sus expensas pero que en principio no suponen ningún problema para que la corteza siga cumpliendo con sus funciones. Que nadie se preocupe al ver troncos, como el de este roble, cubiertos de mofo y líquenes. Si acariciáis esa piel rugosa, aparte de la corteza, también acariciaréis a esos otros seres vivos. Que no os perturbe hacerlo, son inofensivos y a ellos no les molestará que lo hagáis.

Algunos árboles son capaces de reparar por si mismos daños físicos graves en su corteza cuando esta aún está viva, produciendo una especie de soldadura en la zona afectada. Pero el roble a pesar de que lo intenta no es capaz de completarlo y por esa zona descortezada es por donde empiezan los problemas: entrada de patógenos y desarrollo de la degradación.

En la base misma del tronco de este roble parece haber uno de esos puntos débiles y parece haber otro a media altura, debido a la posible rotura de una gran rama  lateral, ya que el tronco adelgaza de golpe en ese punto 

En el tronco de la gran copa hay un estrechamiento sospechoso. 26 julio 2.016.

No lo vemos pero es más que probable que el interior del tronco entre esos dos puntos esté podrido o hueco y que el árbol, pese a su aparente buen aspecto, tenga los días contados. Es algo que no ocurre de un día para otro, excepto en el caso de una rotura del tronco facilitada por esa debilidad, lleva su tiempo.

En el año 2.000 el roble ya llamaba la atención por su corpulencia y se le notaban menos esas deficiencias. Claro que entonces yo no me fijaba tanto en esos detalles y si los veía prefería observar otras partes más pujantes. En mis últimas visitas el roble sigue allí, parecido al de entonces, aunque del lado que mira para la senda la herida en la base ya es más visible.

A pesar de ello el roble sigue siendo pujante y hermoso, sin signos de decrepitud y supongo que si vosotros-as, si no tardáis mucho en acercaros a él , lo encontréis en buen estado.

Tras el gran roble llegamos a los pies de la faya que antes veíamos desde lejos. ¿Una faya en medio de un robledal de solano?, puede que a alguno-a le parezca raro, pero no lo es tanto. 

Tras el gran roble ya se ve la esbelta faya. 26 julio 2.016.

El roble albar y la faya necesitan un gran aporte de humedad durante todo el año, para ser competitivos y asentarse en un lugar concreto. Necesitan cierta altitud, donde las precipitaciones sean más abundantes y la presencia de nieblas los empape durante la época en que se reducen aquellas. La selección natural es la que dicta las leyes y son los robles albares y las fayas, amén de los bedules, los mejor dotados para vivir en sitios como Munietsus.

Ciertamente las fayas necesitan algo más de humedad y esta es la razón por la que en Munietsus predominen más los albares. Pero el solano del Ríu Las Fayonas (solano es por que este ocupa todas las laderas del Ríu Las Fayonas y el Ríu Munietsus, con una orientación más sureña) no lo es tanto. Este valle constituye una gran depresión, surcada por vatsinas estrechas bastante pendientes. Es como un gran embudo cuyo pitorro de salida sería el tramo del Ríu Las Fayonas.

En su interior, en muchas partes, el sol incide algo ladeado y es en esas zonas donde la humedad aumenta donde se han instalado las fayas. Ya lo veíamos en la Vatsina Las Fayonas, la zona de Bisulaz y partes del Teso de Sestu Rapáu y se repiten por las vatsinas que ahora vamos recorriendo.

El robledal no pierde su condición de tal ni tiene ningún problema a la hora de albergar alguna que otra faya ya que a fin de cuentas su presencia es algo típico dentro de su interior.

Aquí mas que grupos, las fayas aparecen sueltas y dispersas entre si, como la que tenemos ahora por encima de la senda. 

Faya de la Vatsina del Corno. 26 julio 2.016

Es una faya adulta que seguramente sea el rebrote de una gran faya talada ya que parece tener dos guías desde su base.

Una de las guías parece tener problemas en su tronco, a unos cuatro o cinco metros del suelo, donde algunas ramas laterales ya se le han secado, quizás debido a la rotura del tronco aunque por encima la copa se ha rehecho, siendo, eso sí, más baja de lo normal.

Las fayas tienen mayor capacidad para soldar sus heridas que los albares. Cuando paséis a su lado echadle un vistazo, espero que alguien me diga como le va a ese ramal, ya que el otro parece estar perfectamente.

Al ser de rebrote la faya hace ya muchísimos años que produce fayucos, sus semillas. Seguro que cuando se alzaba unos pocos metros del suelo ya se engalanaba con ellos. Pero no se ven otras fayas cercanas, lo que se ven son robles, algunos de buenas dimensiones y otros caídos. ¡Buen abono para estos débiles suelos!.

Decían los del ICONA, en base a los censos que poseían de las diferentes especies de árboles, que las fayas continuaban con la expansión iniciada hace unos pocos milenios, y seguramente tenían razón. Pero aquí en Munietsus el roble albar es el que lleva la voz cantante y dudo que la faya, pese al aumento de sus efectivos, sea capaz de desplazarlo.

El albar es más flexible, puede colonizar zonas muy húmedas, casi tanto como la faya y luego tiene la capacidad de hacer lo mismo en solanos, donde la sequedad hace que la faya lo tenga más complicado.

Sea como la naturaleza quiera que sea, la faya nunca desentona. Para mí está al mismo nivel que los robles en lo que a gustos personales se refiere. Tanto monta, monta tanto.

Tras la faya en nada llegamos a uno de mis lugares preferidos de toda la Ruta. Es un lugar pequeño, con poca historia, que solía degustar cuando andaba en solitario.

La senda, casi en llano aunque con una ligera inclinación hacia arriba, apenas perceptible, se acerca al teso que deslinda esta Vatsina´l Corno de Furmigueiros. Para acceder al teso, experimenta de súbito una fuerte subida. Vemos la atrayente figura del deslinde, un poderoso imán que tira y tira de nosotros. 

Deliciosa subidina al teso Corno-Furmigueiros. 26 julio 2.016.

Es la llamada del bosque, ardemos en el deseo de llegar a él y ver que hay a continuación. Aunque no tuviera la intención de continuar me resultaría imposible no hacerlo. Nada podría hacerme cambiar de idea. Eso es lo que me ocurría cuando deambulaba solo por Munietsus. Su agreste fisonomía provoca continuos cambios y el acercarme a verlos y conocerlos es lo que hacía que me internara más y más en él.

Daba igual que lloviera o que hiciera sol. Que el día fuera gélido y gris o luminoso y caluroso. El bosque me llamaba y yo era incapaz de negarme a ese hechizo. Claro que esas sensaciones solo las puedes percibir cuando andas solo. Yendo con gente esa conexión con el bosque se pierde. Por eso me gustaba ir solo. Entonces nada se interponía entre él y yo.

El cerro es muy marcado y muy estrecho por donde va la senda. Se le veía un minùsculo tesín y la senda se dirigía a él para salvarlo por debajo. De pronto la senda giraba bruscamente a la derecha, bordeando el tesín y yendo a parar a la pequeña colladina que lo aislaba del resto del cordal.

Un escalón, conformado por el tronco de un roble vivo que allí crecía de forma horizontal, servia para llegar a la colladina y ver lo que había a continuación. 

Escalón aprovechando la inclinación de este roble para salir a la colladina del teso Corno-Furmigueiros. 27 julio 2.018.

En mis primeras visitas había un atajo que conectaba en recto la senda con la colladina, sin vuelta alguna, sumamente pendiente. Pero la verdad es que era poco lo que se atajaba así que dejó de usarse y de limpiarse y en mis últimas visitas ya ni se notaba.

El pequeño tesín estaba conformado por unas grandes, sueltas y ladeadas rocas, rodeadas de robles. Si disponía de tiempo y estaba solo la tentación era tan grande que cedía a ella y me engaramaba sobre ellas buscando acomodo para sentarme, observar algo más y sobre todo para sentir, notando como el corazón me latía con fuerza por el esfuerzo realizado, ya que subía la cuesta a toda pastilla 

Pequeño tesín rocoso pegado a la senda por su lado de abajo. 27 julio 2.018.

Estaba un buen rato allí, en completo silencio. No lo hacía para descansar, entonces podía estar todo el día andando y no necesitaba parada alguna. Lo hacía para oír el bosque, olerlo como hace l´osu cuando lo husmea, tocarlo rozando las yemas de mis dedos con la fría cuarcita o las cercanas ramas de los robles, notando la tenue pelusilla de los albares o las más coriáceas hojas de los orocantabricos. Mirando por entre el ramaje y las hojas quizás esperando ver algún ser vivo que se moviera...

Sentir el bosque es sumamente reconfortante, nada que ver con los placeres efímeros que nos vende la despreciable sociedad de consumo en la que vivimos. Placeres artificiales que se esfuman tras ser usados, sin dejarnos nada más. Sentir con todos los sentidos activados es algo que te hace sentir muy vivo y en contacto con la madre tierra y esto en los tiempos que corren y que nos ha tocado vivir es algo que no tiene precio. 

Sentir que sientes es un poderoso "chute" natural que te llena de energía y que te permite seguir tirando palante, aguantando los sinsabores que esta vida te va deparando. Una vía de escape cuando lo que te rodea es tan mezquino y tan triste, tan sin sentido. Y está ahí, a nuestro  alcance, sin coste alguno, esperando a que encontremos el camino que nos lleve a ello.

La plenitud es algo quizás inalcanzable para el ser humano, pero momentos como este son, sin duda, los que más se acercan a ello..

Quizás por todo ello es por lo que me gustaba tanto aquel pequeño lugar, que para otros será un sitio como cualquier otro.

Para un amante de los árboles, como es mi caso, es ciertamente decepcionante saber que el caso concreto del gran roble que veíamos antes de la faya es aplicable a un gran número de robles adultos de Munietsus. Casi todos los grandes albares que se pueden ver a lo largo de la Ruta padecen esos defectos.  

Las talas y los incendios son los causantes del desaguisado. Solo llevamos algo más de 50 años libres del hacha y las sierras, que se llevaron por delante los más bellos ejemplares, durante unas explotaciones que duraron unos 200 años.

Y ¿qué decir de los incendios que ha padecido nuestro bosque desde hace tantos y tantos siglos?, abatiéndose sobre ellos cuando comenzaban a regenerarse, hiriéndolos de por vida cuando iniciaban un futuro más prometedor o borrándolos del mapa.

Demasiados años de expolio y fuego devorador como para pretender que Muniellos sea el ejemplo de un originario bosque atlántico. Para llegar a ese punto el bosque necesita mucho más tiempo y ni nosotros ni nuestros hijos llegaremos a verlo. Pero como decía el cantor "habrá que forjarlo para que pueda ser", defendiendo lo que queda de nuestros bosques contra viento y marea.

Viene a cuento esto que os comento porque en el Ríu Las Fayonas, como en el resto de nuestro Monte, se dieron cita los tres rivales del bosque por aquel entonces: el pastoreo ganadero, los incendios y la explotación maderera.  

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