1/18/2019

El Monte y el guía de Munietsus 14

A diferencia del centro de la región asturiana donde el carbón tenía tras de si una larga historia, en Cangas, debido al aislamiento que padecía derivado de unos medios de comunicación absolutamente raquíticos que encarecían notoriamente cualquier cosa que se quisiera "sacar" de la zona, la explotación, iniciada en la década de los cincuenta del pasado siglo, era artesanal y a muy pequeña escala.
La industrialización que estaba teniendo España desde finales de esa década, se incrementó en los sesenta; se multiplicó la producción energética para abastecer ese crecimiento, al que pronto se unió el urbano.
La energía eléctrica cuenta con la ventaja de que se puede utilizar lejos de la zona donde se produce, una vez se haya creado la red eléctrica. Resultaba más barato instalar las "fábricas de luz" en el entorno inmediato de las materias primas, que tener que trasladar a grandes distancias esas materias primas, que en el caso del carbón se acentúan debido al gran volumen que se necesita.
Así se instalaron centrales térmicas en cuencas carboníferas antiguas o más o menos recientes, siempre cercanas al carbón. En 1965 Unión Fenosa inaugura la que aún hay en Soutu la Barca (Soto de la Barca), en la cuenca media del Narcea. fue el pistoletazo de salida para la creación y expansión de numerosas empresas con medios de explotación más modernos, que en Cangas se desarrollaron en dos cuencas, la de Carbatsu (Carballo) y la de Rengos; empresas como "Antracitas de Gillón" llegaron a tener 1150 mineros lo que nos da una idea de su importancia.
Cangas se convirtió en el nuevo "El Dorado", la comarca del oro negro. El impacto fue enorme y provocó un cambio en todos los ámbitos. Las actividades tradicionales, agrícolas y ganaderas, pasaron a ser secundarias y en algunos sitios casi desaparecieron; sectores con tanta personalidad e historia como el vitivinícola estuvieron a un paso de desaparecer.
La villa conoció un crecimiento brutal, muchas familias, como la mía, cambiaron los aires del pueblo por los suyos y vino gente de lugares más alejados.
El sector servicios que la villa poseía, derivado de su papel centralizador de toda la comarca del occidente interior asturiano, conoció un crecimiento espectacular. Había muchisima juventud y muchos mineros lo eran, lo que incremento los lugares de ócio. Yo, por aquella, solía trabajar los fines de semana y durante las vacaciones escolares en algún bar y conozco de primera mano lo que había.
Lo que más consumían los jóvenes mineros eran bebidas alcohólicas, entre el que destacaba el llamado "cuba libre" o "cubata" y que en Cangas tenía una modalidad que no he visto en ningún otro sitio; el más vendido era el de Coca Cola con ginebra, aunque también lo había con ron u otro licor, del que existía la variedad del "medio cubata", que llevaba un pelín menos de licor que él completo y al que se le echaba la mitad del contenido de un botellín de Coca Cola. Y no creaís que la Coca Cola que quedaba en el botellín se estropeaba, no le daba tiempo porque el trajín era continuo.
El medio cubata era el apropiado para aquellos grupos de chicos que en una sola noche podían beber hasta quince o veinte, e incluso más.Entraban en un bar y a los pocos minutos salían y entraban en otro y así toda la noche. Eran jóvenes que aún vivían con sus padres y que de la noche a la mañana se encontraban con altos ingresos, además ¿qué otras alternativas se les ofrecían?, sin duda las había pero la vida entonces caminaba a toda pastilla y la camaradería y compañerismo que siempre ha caracterizado a los mineros les hacía hacer lo que hacían los demás.
El trabajo en la mina era gris, por no decir negro, duro, peligroso, tenso y también monótono; un trabajo embrutecedor que no tenía otro aliciente que la paga a fin de mes; beber ayudaba a evadirse de él. Además estos chicos tenían pocas inquietudes de tipo cultural, no quiero decir que fueran tontos, porque no lo eran, pero habían sido "destetados" demasiado pronto, antes de que estas inquietudes empiecen a manifestarse. Muchos eran de mi edad o algo mayores, algunos habían estudiado conmigo en el Instituto y luego ¡hala, a la cueva!, todavía a medio formar, sin hábitos de lectura...
Pero los primeros mineros eran gente adulta, más o menos marcados por el final de la Guerra Civil y que conocían las penalidades traídas por la autarquía de la primera fase de la dictadura franquista, que aceptaban gustosamente un trabajo que les permitía sacar adelante a sus familias y que se preocuparon, con la inestimable ayuda de sus mujeres, porque sus hijos estudiaran y el día de mañana pudieran optar a algo mejor que el trabajo de minero. ¡y vaya si lo consiguieron! Pertenezco a la generación "más estudiada" que floreció en estos valles. Vaya desde aquí mi reconocimiento y felicitación a todos ellos-as por su abnegado esfuerzo.
Además de a la villa la minería también afectó a casi todo el concejo, una flota de autobuses se encargaba de recoger a los mineros en los diferentes pueblos, y en la villa, y llevarlos al tajo, por lo que no solo había mineros en los pueblos cercanos a las minas sino que estos se repartían por casi todo el concejo.
El progreso enmascaró durante un tiempo los efectos negativos, las empresas mineras hacían y deshacían a su antojo y no gastaban un duro en minimizar el impacto sobre el medio ambiente.
Él más afectado fue el río, sobre el que se vertía en numerosas ocasiones, sobre todo en los inicios de la fiebre minera, directamente el agua con que se lavaba el carbón, provocando su contaminación.  y luego los espacios sobre los que se asentaban las bocaminas, los lugares de los estériles y las numerosas pistas que intercomunicaban estas zonas con los lavaderos y la carretera general y por supuesto el intenso tráfico rodado.
Regulada, un poco al menos, la actividad minera pronto se cernió su versión más destructora, la minería a cielo abierto, que por fortuna en nuestro concejo tuvo un impacto muy reducido.
En el Cuelmu éramos conscientes de que la minería de interior era inevitable y necesaria, pero también lo eramos de que el carbón, como el resto de fuentes de energía y materias primas no renovables, acabaría agotándose ¿y entonces?. Yo me centre en el cielo abierto y en la divulgación de las energías alternativas, realizando numerosos actos en la villa: proyectábamos unas diapositivas que servían para ilustrar un "discurso" previamente elaborado, abriéndose al final un debate con todos los asistentes.
Otros compañeros del Cuelmu participaban en otras campañas, como las realizadas contra los incendios. Incluso se editó una preciosa revista-libro sobre los árboles de la zona "El fuchasqueiru", una joya con numerosos datos y escrita además en bable occidental. Se editó en el 89 y en honor a la verdad he de decir que yo no participé en su elaboración por no estar disponible.
Pero la minería del carbón empezó a entrar en crisis desde la segunda mitad de la década de los ochenta, ligada a las decisiones de reconversión dictadas por la Unión Europea y a que las vetas de carbón mejores y más fáciles y baratas de extraer, se empezaban a agotar.
La crisis del petróleo de principios de los años setenta, que supuso un incremento notable del precio del crudo, provocó un auge de la energía termoeléctrica en toda Europa Occidental, ya que casi todos sus países eran deficitarios en la producción de petróleo. Se crearon muchas centrales térmicas que funcionaban con carbón, y también centrales nucleares, que son asimismo térmicas pero que funcionan con uranio.
El desarrollo de mentalidades algo más ecologistas pronto se manifestaron en un fuerte rechazo social hacía las centrales nucleares, por los peligros y la contaminación radiactiva que provocan. La panacea nuclear dejó de ser tal y en muchos países, entre ellos España, su expansión se detuvo; ello a su vez provocó que las térmicas de carbón se mantuvieran, aunque algunas ya empezaban a utilizar gas en su producción.
Pero las térmicas de carbón también contaminan mucho, provocan lluvias ácidas y contribuyen al efecto invernadero; el problema se solucionó , aunque muy parcialmente, instalando filtros en las chimeneas de las centrales.
La UE impulsó el desarrollo de fuentes de energía renovables, hidráulica, eólica, solar..., la utilización de gas, asegurando su suministro con conexiones a través de gasoductos a los yacimientos de África del Norte y el mantenimiento del uso del petróleo, cuyo mercado se había estabilizado, y de las nucleares existentes.
Con todo las térmicas de carbón se mantuvieron, pero sobre el sector se cernían dos problemas: el primero era que el carbón local es muy caro y en una economía de mercado como es esta en la que vivimos sale más barato importarlo y el segundo es que las centrales térmicas ya no funcionaban a pleno rendimiento pues mucha electricidad ya provenía de otras fuentes.
En resumidas cuentas la demanda de carbón local fue descendiendo de manera muy acusada. En la época de auge minero las minas también exportaban carbón, ¡y menudo carbón!, una antracita de primera calidad, con alto poder calorífico y que apenas producía escorias; se enviaba a zonas como Madrid para su uso en calefacciones, pero esto fue desapareciendo y su única salida acabó siendo la térmica de Soutu.
La cifra de mineros fue descendiendo a medida que muchas empresas fueron cerrando. De los cerca de 2.000 mineros que había en 1986 se pasó a los 312 en 2005, año en el que la otrora poderosa Antracitas de Gillón echó el cierre.
Para evitar un estallido social, la Administración Pública supo mover sus hilos y puso en marcha un programa de prejubilaciones, eran voluntarias pero ante el negro panorama que se veía venir muchos mineros las fueron aceptando. se solucionaba así el problema inmediato de muchos trabajadores que podían quedar en el paro y se descabezó al principal grupo social que podía oponerse al desmantelamiento minero. Las empresas, por su parte, aceptaban que por cada cuatro puestos de trabajo cerrados por prejubilación abrirían uno nuevo, medida que pareció mantenerse al principio pero que luego se fue diluyendo hasta desaparecer, algo que también pasaría con el intento de conseguir que las térmicas siguieran consumiendo el carbón que se producía, aportando el Estado las diferencias económicas con el traído de fuera.
Para Cangas el problema de fondo es el de la perdida de puestos de trabajo; muchas familias subsisten gracias a las pensiones recibidas pero cuando esa generación de personas desaparezca, también desaparecerán esos ingresos y la zona se vera sumida en una profunda crisis porque la pretendida reactivación económica a través de los fondos Miner ha sido un fiasco.
Paralelo al declive minero también se ha producido un declive poblacional, más de un 30% de la población del concejo ha emigrado a otras zonas, sobre todo a ciudades con mejores perspectivas económicas. De un censo en torno a los 20.000 habitantes en 1986, curiosamente similar al de principios del siglo  XX, se ha pasado a los 12.947 de 2017. La mayor parte de esta población se haya concentrada en la villa, que gracias al hospital, los centros educativos, de ocio y de consumo a nivel comarcal, aún sigue siendo el principal núcleo urbano del occidente asturiano pero muy alejado del enorme dinamismo que tuvo en un pasado todavía cercano.
De los cerca de trescientos pueblos que había en el concejo, algunos han pasado a mejor vida, unos por sus dificultades de acceso y otros como Samartino Los Eiros obligados por la actividad minera: los minados del subsuelo acentuaron la inestabilidad del suelo en una zona ya de por si muy sensible a ellos. Las grietas empezaron a aparecer en las casas y al final las empresas mineras compraron el pueblo y este tuvo que ser abandonado.
Ya no podré volver a dormir en este pueblo, como había hecho cuando realizaba las prospecciones arqueológicas para la tesina de la que ya he hablado. Sentado en lo alto de la Pena Moncóu y armado con unos prismáticos había oteado minuciosamente todo el entorno y descubierto grandes desmontes por encima de Samartino, pero los había desechado porque también se veían escombreras de carbón y relacioné entre si ambas huellas. Más adelante inspeccionando el castro Samartino Los Eiros y sus alrededores y hablando con gente del lugar me informaron que los desmontes ya existían antes de la llegada de la minería del carbón; decidí analizarlos a fondo y para no perder tiempo en desplazamientos un amigo del pueblo me ofreció amablemente la casa de sus padres, donde aún vivían, para alojarme durante los dos o tres días de investigación.
Realmente fue el impacto minero el que me impidió prospectar el valle de Gillón. Lo había intentado a raíz de la comprobación de El Teso Los Castros de Vitsar de Pousada, un castro ya catalogado por J. M. Gonzalesz y que prometía nuevos hallazgos, pero el tráfico rodado de camiones era de tal magnitud que hacía casi imposible el desplazarse a pie, cubierto todo el rato por una nube de polvo negro.
Volviendo a los pueblos, muchos aún subsisten pero con poblaciones envejecidas y con pocas alternativas económicas que permitan su rejuvenecimiento por lo que seguramente bastantes se acaben despoblando.
La última empresa minera de la zona, Carbonar, con su mina de interior casi pegada a Veiga de Rengos, en la que precisamente un servidor trabajó dos meses durante las vacaciones de verano, ha suspendido sus actividades a consecuencia de un incendio interior producido en enero de 2018, finalizando así la historia de la minería del carbón en nuestro concejo.

In memoriam: aquellos hombres, aquellas mujeres.
Están muy bien los símbolos que nos hagan recordar a los mineros, como los que planean hacer mis hermanos y hermanas en la tumba de Sabino, nuestro padre, a mí me gustaría hacer un homenaje a aquellos hombres y a aquellas mujeres.
Aquellos hombres que desafiaban todos los días al negro peligro. Aquellos que vieron desaparecer los cuerpos de amigos, compañeros, familiares..., sepultados bajo toneladas de escombros. Aquellos que, haciendo de tripas corazón,  se retiraban de la luz del sol para adentrarse en la oscuridad impenetrable de aquellas cuevas, que respiraban y mascaban el acre sabor del carbón. Aquellos que sacrificaron los mejores años de su vida por sacar los suyos adelante. Aquellos que , como el abuelo de Victor Manuel (que quemó su vida arrancando negro carbón), padecieron enfermedades respiratorias que arruinaron y acortaron su vida o fueron mutilados de alguna parte de su cuerpo en alguno de los habituales accidentes mineros.
Aquellas mujeres, siempre las grandes olvidadas, que se levantaban cuando sus maridos y les preparaban la merienda, que en realidad sería su comida y que con un beso se despedían de él con el miedo de que no regresaran y que se pasaban el resto del día atareadas en las labores de la casa, el cuidado de la prole y, en muchos casos las labores de la tierra y el ganado que aún mantenían. Ellas eran también "mineras" aún sin pisar la mina.
Aquellas mujeres que lloviera, nevara, helara o hiciera sol tenían que lavar, en los lavaderos del pueblo si los había y si no en cualquier riachuelo o presa, utilizando la popular "tabla de lavar" contra la que restregar una y otra vez (ayudándose con un jabón de elaboración propia a base de grasa sin salar y sosa cáustica) aquella ropa impregnada de carbón hasta la última fibra y luego tenderla donde buenamente pudieran.
Si el trabajo del minero, esposo, hijo o hermano era peligroso, el suyo les llevaba todo el día y parte de la noche, sin horario laboral y sin ninguna queja. También ellas se dejaron los mejores años de su vida en aquellas tareas que parecían no tener fin, con la única recompensa de ver como su familia salía adelante y que sus hijos e hijas pudieran estudiar y poder escapar de aquella "esclavitud" a la que ellas se veían sometidas. Ellas eran el auténtico sostén de la familia, aunque los mineros después del tajo también participaban en las labores relacionadas con el campo y "apencaban" con lo que fuera y también sin emitir una sola queja.
Aquellas mujeres que para más inri vivían sometidas a un régimen marcadamente machista que las relegaba siempre a un papel secundario; nacidas para ser esposas, parir hijos y con una sexualidad que se limitaba a la de satisfacer a sus maridos, tal y como la religión y las "buenas costumbres" demandaban, y trabajar casi como esclavas. Sin independencia económica, ni siquiera mental, cuyo futuro dependía de la suerte, la suerte de encontrar un compañero con el que, al menos, tomar conjuntamente las decisiones que les afectaban, algo que algunas, afortunadamente, lograron.
Aquellos hombres y aquellas mujeres, con nombre y apellidos, ya que a fin de cuentas, ellos y ellas eran nuestros padres y nuestras madres.
A todos ellos y a todas ellas, con todo mi corazón GRACIAS.

Para la parte gráfica me he tomado la libertad de adjuntar unas fotos del fuchasqueiru y una pintada del Cuelmu Ecoloxista Pésicu que contrastan con la negrura del tema minero.

Pintada cerca de La Mata, valle de Naviegu

Fuchasqueiru, originalmente póster de una campaña contra los incendios.


Portada del Fuchasqueiru.


Fuchasqueiru.

Idem.

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Idem

Idem.

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Idem.

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