Quercus orocantábrica con sus hojas y su tsande |
El panorama cambiaría sustancialmente con la romanización, el proceso más o menos largo de acoplamiento de las estructuras indígenas (economía, sociedad, cultura, mentalidades...) a las implantadas por los romanos. Aún hay quien cree que el cambio no se daría en todo el territorio peninsular y que habría zonas, sobre todo las norteñas, que si bien no gozaban de independencia el sustrato indígena sería impermeable y permanecería igual al que había existido con anterioridad.
Ese pensamiento me recuerda al que poseían algunas personas que, desconociendo el Monte, creían que había zonas en Muniellos en las que el ser humano no habría puesto jamás sus pies.
Incluso hay quien ve la romanización del Norte Peninsular como una simple ocupación romana que duró un tiempo y que luego desapareció con su marcha. Es frecuente leer u oír frases del tipo: "¿cuánto tiempo estuvieron los romanos en Asturias?". Pero, ¿de qué romanos hablamos?.
Salvo la generación que vivió la fase de conquista romana, o a lo sumo sus hijos, para el resto de generaciones, nacidas ya en una sociedad y una cultura romanizada, el contraste entre independencia y dependencia ya no eran palpables. Es increible como el ser humano se acaba acostunbrando a todo y admitiendo como normal el sistema en el que vive.
Es cierto que los indígenas Ástures pasaron a ser "peregrinos", un estatus social de segunda clase. Eran libres pero con muy pocos derechos y estaban sujetos al pago de una serie de impuestos y a la realización de ciertos servicios.
Había dos tipos de impuestos: uno "per cápita", por persona, y otro "predial", por el uso de la tierra, ya que la tierra conquistada por Roma a través de la guerra pasaba a ser propiedad del Estado, el "ager públicus", que luego devolvió una parte, en torno al 50% , a sus antiguos propietarios, a cambio de su sumisión y tributación. Los servicios a realizar eran variados: mantenimiento de las calzadas y vías de comunicación, trabajos en las minas...
Esta tributación y realización de servicios marcaban las diferencias porque los ciudadanos romanos estaban exentos de ellas. Obviamente la situación de los Ástures empeoró a todas luces, no eran esclavos pero poco les faltaba para ello. Incluso tenían que pagar una tasas si querían que sus ganados pastaran en los antaño terrenos comunales, terrenos que ahora ya no les pertenecían. La explotación del hombre por el hombre había llegado y ya no les abandonó, persistiendo hasta nuestros días y sabe Dios hasta cuando.
Los romanos, maestros de la dominación y explotación ajena, con el objetivo de obtener la sumisión y la colaboración de las sociedades preexistentes, utilizaron a las élites locales. Élites que ya existían en las comunidades indígenas al haberse iniciado en ellas los procesos de jerarquización (jefaturas) inherentes al nacimiento de clases sociales.
Los romanos utilizaron estas élites locales como correa de transmisión de sus intereses. Les concedieron la ciudadanía romana, mayores lotes de tierras y el control sobre el autogobierno de las "cívitas peregrinas", la nueva unidad administrativa implantada por Roma.
La élites locales recolectaban y enviaban al gobernador provincial los tributos, designaban quienes realizarían los servicios mencionados y resolvían las disputas internas utilizando en un principio el Derecho consuetudinario tribal, que no tardaría en ser sustituido por el Derecho romano, más acorde a su condición de Ciudadanos romanos pudientes y dirigentes. Roma evitaba así incrementar su burocracia y conseguir al mismo tiempo asegurarse la sumisión de los nuevos territorios.
La extensión de la ciudadanía romana en el 212 a todos los habitantes del Imperio eliminó esas diferencias. Eran romanos tanto los habitantes de Gigia (actual Xixón), capital de los Lugones, como los de Roma o la futura Constantinopla, capitales del Imperio. Las diferencias venían marcadas, como ahora y como siempre, por las riquezas que atesorara cada familia o individuo.
Contrariamente a lo que parece indicar la palabra cívitas y que a veces lleva a confusiones a los propios historiadores y a no pocos lectores, esta no tenía por que hacer referencia a la existencia de una verdadera ciudad, urbanísticamente hablando. Pese a todo la sociedad romana seguía siendo básicamente rural, más del 80% lo era.
La cívitas es una extensión territorial en la que podían existir, o no, una o mas ciudades y muchos terrenos y localidades dependientes de ella. Vendría a ser, salvando las distancias pero para entendernos, como la organización de los concejos asturianos. Cada concejo está conformado por un solo Municipio, en él hay una capital (a veces un simple pueblo) donde residen las autoridades locales y los centros administrativos, y luego una serie de pueblos y algún caserío aislado.
Ea muy probable que los romanos respetaran, en la nueva reorganización territorial, algunas de las gentílitas (agrupación de familias con lazos de parentesco) y gens (agrupación de gentílitas) ya existentes. La razón fundamental sería que así se lograría una mayor sumisión de los indígenas al seguir contando con las élites locales a las que todos conocían y debían respeto y obediencia.
Pero a la larga la cívitas aceleró la progresiva desaparición del sistema gentilicio. Los habitantes de una ciudad o localidad eran todos los que vivían en ella, sin necesidad de tener que poseer lazos de parentesco entre si; la residencia y vecindad sustituye a los lazos de sangre.
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Hojas, tsande y cúpulas de quercus robur |
Ya sabréis que los romanos, como antes los griegos, basaban su agricultura en la famosa trilogía mediterránea: trigo, vid y olivo y que la implantaron a gran escala en todo su Imperio, en función de la capacidad de cada zona o región respecto a dichos productos. Un poderoso comercio, terrestre y marítimo, trasvasaba esas producciones y las de una pujante actividad artesanal, de unos lugares a otros y el crecimiento urbano fue de tal magnitud que después del hundimiento del Imperio, Occidente tardaría más de cinco siglos en volver a igualarlo.
En poco tiempo la agricultura y la ganadería desplazaron las otras fuentes de alimentación. Los cereales arrinconaron la recolección de frutos silvestres.
Paralelo a la desaparición de la cultura de los Ástures también se produjo la desaparición de muchas de sus manifestaciones. El pan original de tsande ya nunca volvería a confeccionarse; comer bellotas y sus derivados estaba mal visto y era un signo de barbarie, lo propio era comer pan de cereal. El uso de bellotas quedaría restringido a su utilización con la ganadería porcina.
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Joven carbatsu |
Detalle del roble anterior |
Ídem. Al ser tan joven, no más de 15 años, tiene poca tsande, pero la tiene. |
De todas formas, la vuelta a su uso en épocas de penuria, aunque siempre mezclándola con cereal para hacer pan, nos demuestra que no había sido olvidada del todo. La penuria crónica de los indígenas quizás motivó que se siguiera utilizando en algunas comunidades apartadas como complemento del poco cereal recolectado y que su uso no fuera olvidado hasta tiempos muy recientes. Mi abuela y gente mayor aún se acordaban de que durante la guerra civil del 36 y algún año posterior, el pan de centeno llevaba incorporado farina de tsande porque el centeno solo no llegaba para todo el año.
Con la romanización la hora del cereal había llegado. Su implantación a gran escala provocó un cambio en el paisaje debido a la deforestación que supuso la roturación de la tierra agrícola, a la que hay que unir la provocada para la obtención de pastos para el ganado.
El proceso se aceleró durante la Plena y Baja Edad Media, la Edad Moderna y culminó con las desamortizaciones liberales del siglo XIX en la que los últimos terrenos, llamémosles bravíos, de los montes comunales de los Concejos y Ayuntamientos fueron subastados y cultivados.
En este proceso de acelerada deforestación intervinieron otros elementos: el desarrollo de las ferrerías que usaban, como materia prima y como combustible, carbón vegetal, obtenido de la madera de árboles y de cepas de ericas; las grandes rollas para mástiles, piezas y tablamen utilizados en la construcción naval y que afectó principalmente a los robles; la utilización de traviesas, también de robles, vinculadas al transporte por ferrocarril; la obtención de duela de roble para elaborar toneles y barricas de vino, con un amplio mercado nacional e internacional y por último la madera destinada a la industria del mueble y de la construcción.
Pero en una economía de base agroganadera en la que la industrialización se dio muy tardíamente, década de los sesenta del siglo XX, el elemento principal fue este, el agrario.
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Quercus rubra, roble rojo así llamado por que en otoño sus hojas adquieren un tono cobrizo |
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Tsande y cúpula de quercua rubra |
Este árbol ha sido muy plantado en parques y jardines e incluso en nuestros montes. En Las Tablizas había varios. |
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La tsande del roble americano es sumamente amarga. |
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Las hojas del roble americano son grandes y con los lóbulos rectos |
Pero el proceso de romanización, que inició el declive forestal, no afectó a todos los lugares del mismo modo y además se produjo de formas diferentes.
En algunos lugares las comunidades indígenas se vieron envueltas en una serie de cambios y transformaciones de tal calado que pronto provocaron la desmembración y posterior desaparición de la cultura de los Ástures. En otros esta cultura también acabaría desapareciendo, de una manera más gradual, con un sustrato indígena más marcado y con una mezcla de dos mundos: el propio y el romano aunque con una clara preeminencia del segundo.
Se han esgrimido diferentes motivos para explicar las causas que llevaron a Roma a conquistar los últimos reductos indígenas del Norte Peninsular. La de mayor peso parece estar relacionada con el oro. Los romanos sabían que la zona de los Ástures y los Galaicos tenían oro y Roma necesitaba, en ese momento, grandes cantidades de ese metal , y de plata que extraería en la Bética, para regularizar definitivamente su sistema monetario.
Augusto, el primer emperador romano, el mismo que al frente de su ejercito había conquistado la zona, creó el "Aureus", moneda de oro y el "Denarius", moneda de plata. Monedas muy fuertes que por su propio contenido garantizaban el valor que se les atribuía y que estabilizaron las transacciones comerciales en cualquier rincón del Imperio, e incluso fuera de él. Además la explotación y obtención de estos metales era competencia exclusiva del Estado, ejerciendo sobre ellos un férreo control.
La zona aurífera ocupaba una amplia superficie en el Oeste asturleonés y oriente gallego, con ramales en el Tras Os Montes portugues, Zamora y Palencia.
Tras la conquista, pacificación y reorganización del territorio los romanos procedieron a una exhaustiva y minuciosa prospección minera; no quedó río ni riachuelo que no fuera bateado.
El procedimiento era sencillo: en anchos cuencos (bateas) se depositaba unos puñados del sustrato del río y se le imprimía un movimiento circular que con el agua del río permitía que los elementos menos pesados salieran, quedando en el cuenco solo los más pesados, entre ellos el oro, el más pesado de todos. Se proseguía hasta que solo quedara el oro. Eran arenillas de oro puro, libre de otros minerales. Cuando la proporción de oro aumentaba de forma notoria era síntoma de que estaban ante un, llamémosle, "criadero" de oro.
El siguiente paso era evaluar su volumen y riqueza para determinar si la explotación merecía la pena. Si el oro estaba libre y depositado en sedimentos (yacimientos secundarios) mediante pequeñas zanjas hasta las que se hacía llegar agua, se lavaban dichos sedimentos haciéndolos pasar por un dispositivo trampa que retuviera las partículas de oro aprovechando su mayor peso.
Si por el contrario el oro estaba en la misma roca madre y mezclado con otros minerales, en venillas o filones o más diseminado (yacimientos primarios) el proceso era más complejo pero necesario por que muchas veces el oro no se veía a simple vista, haciéndose pequeñas catas, reduciendo y tostando la roca hasta partículas tan diminutas que separaran el oro y permitieran su evaluación.
Con una tecnología tan puntera fueron los romanos detectando las zonas mineras, procediendo luego a su explotación, algo que les llevó más de 200 años, desde inicios de la Nueva Era (nacimiento de Cristo) hasta mediados del siglo III, en la que la crisis que afectó al Imperio, provocó su paralización y desaparición.
Lo que sorprende del tema es la enorme extensión de la zona minera y la cantidad tan exagerada de minas existentes y que a día de hoy no cesan de aumentar con nuevos descubrimientos. Su presencia en lugares actualmente remotos y apartados nos hace sonar a cuentos para niños aquella idea de "zonas no holladas por los romanos".
En Asturias la zona minera ocupa la franja occidental, estando el concejo de Cangas del Narcea dentro del ojo del huracán, aunque se alternan en él zonas de mucha concentración de minas con otras donde están más diseminados o parecen no existir.
Creo que está sin analizar el impacto que la minería aurífera provocó tanto en las comunidades indígenas como en el Medio Natural afectado.
No se sabe claramente aún la composición de la mano de obra utilizada en esta actividad ni el papel que pudo desempeñar en ella las comunidades indígenas. Tradicionalmente se ha venido defendiendo que dado que la sociedad (economía más bien) romana era esclavista, la mano de obra minera estaría formada, en su mayoría, por esclavos, dirigidos y vigilados por legionarios que actuaban a su vez como técnicos, ayudados por técnicos ya propiamente dichos cuando las explotaciones eran más complejas.
Penafurada de Xilán, la mayor corta en primario del Ríu Naviego. |
Con sus progresiones laterales es, sin duda, la mayor explotación aurífera de todo el concejo de Cangas |
Progresión por encima de Penafurada y entre San Romanu y Vitsar de Rogueiru |
Penafurada en otoño para apreciar mejor el relieve |
Castro de Pena La Vara (el Castietsu de Tardexugu), vinculado a la gran corta de Penafurada de Xilán |
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