Los campamentos mineros eran estacionales, pero en algún lugar debían aprovisionarse de lo que necesitaban y dado que estamos haciendo numerosas comparaciones vamos a hacer una más.
Las primeras explotaciones madereras en Munietsus y alrededores (Mual, Oubachu), iniciadas en 1772 con destino al arsenal naviero de El Ferrol, hizo que se instalaran en Muniellos no menos de 200 operarios, traídos de fuera porque los lugareños no conocían las técnicas necesarias para apear, preparar y trasportar las rollas de los árboles.
En Las Tablizas hubo que crear un lugar que los albergara; nada del otro mundo, unos vulgares barracones de toscas tablas de madera, muy parecidos a los destinados a los animales de tiro que había a su vera.
Las Tablizas tuvieron que adaptarse a la nueva situación. Como ocurrirá posteriormente durante las grandes cortas de mediados del siglo XX, algunos operarios preferían pagar por la comida en vez de tener que preparársela ellos mismos. Para ellos hubo que habilitar comedores colectivos y crear cocinas que pudieran abastecer esta demanda y también es probable que existiera una tasca. Pero la mayoría se vieron obligados a hacerla pues en mucha ocasiones tenían que comer "a pie de obra", diseminados por los Montes de Mual, Oubacho o el propio Munietsos.
Como en Las Tablizas no se producían ni los alimentos ni los textiles que los operarios necesitaban, ¿de dónde se surtirían de ellos?, y sobre todo ¿dónde surtirse del vino?, una bebida básica para aquellos esforzados hombres, con el que reponer fuerzas y que les ayudara al final de la jornada a poder evadirse de su dura realidad.
Al calor de aquella efervescencia económica, un avispado miembro de la familia propietaria del Monte, los Condes de Toreno, decidió construir en la confluencia entre el Ríu Munietsus y el Ríu Rengos (Narcea) una "venta" y arrendarla a quien pagara su renta.
Las ventas, de larga tradición en todos los lugares del mundo, eran unas instalaciones donde se podía comer. beber e incluso, en alguna de ellas, pernoctar cuando las personas, lugareños o foráneos, se desplazaban por el territorio durante uno o varios días.
En esta además había una fragua para herrar a los bueis y arreglar las ruedas de los carros que estos arrastraban, cargados con las pesadas rollas de roble.
Como la villa de Cangas, en donde había mercado una vez a la semana y alguna tienda, distaba algo más de veinte km. de Las Tablizas a los trabajadores no les quedó más remedio que surtirse de lo que necesitaban en "La Venta", que pronto incrementó su oferta, con vituallas , textiles y bebida.
Siendo Cangas una zona vitivinícola desde muy antiguo, Plena Edad Media, sorprende que el vino que se bebía y se compraba en La Venta fuera del Bierzo, lo que nos indica que su producción estaba destinada al autoconsumo, sin capacidad comercial. Era además un vino muy malo, o muy adulterado, que hacía enfermar a quien se propasara con él.
Hubo protestas por ello y por el abusivo precio de las cosas y los obreros decidieron aprovisionarse ellos mismos a través de un tercero, pero la "justicia" local lo prohibió, presionada por la familia de los Condes ya que al aumentar el negocio de La Venta podían aumentar su renta.
Establecimientos similares o parecidos, solo que en mayor número, jalonarían todo el entramado minero y cabe suponer que algunos fueran regentados por indígenas y otros trabajaran en ellos como empleados, al tiempo que otros se encargarían de transportar los productos de unos lugares a otros.
A los artesanos venidos en un principio de fuera, pronto se les unirían operarios indígenas, primero como ayudantes y aprendices y luego como auténticos maestros, en distintas ramas de la producción y presumiblemente cabe suponer que algunos regentaran su propio negocio.
Y por último la demanda de alimentos también haría incrementar su producción en zonas cercanas a las minas, como en la ya mencionada zona de Sierra, posibilitando la aparición de pequeños propietarios locales que irían aumentando su fortuna personal al ir aumentando la producción de unos productos muy fáciles de comercializar.
En resumidas cuentas, ¿en qué se parecerían los "nuevos ciudadanos" de principios del siglo III a los antiguos Ástures?, me temo que en muy pocas cosas.
Corta a cielo abierto con forma de concha. El Castro de Tsamera. Valle de Cibea. Foto Google |
El Castro de Tsamera y su entorno. Nótense en El Castro los aterrazamientos de la corta a medida que iba ascendiendo. Foto Google |
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Explotaciones auríferas de El Castro y el Ríu la Cárcaba de Tsamera. 2019 |
Desmontes en la braña de Tsamera. Foto google |
Ídem anterior. 2020 |
La desaparición de la minería aurífera también acarrearía profundas transformaciones. Es lógico suponer una primera etapa marcada por un profundo vacío demográfico, un cierto despoblamiento, provocado por la marcha de los mineros y las huellas dejadas en el terreno por las cortas a cielo abierto y toda su infraestructura.
En realidad el Imperio romano nunca superó del todo la profunda crisis del siglo III, sobre todo su zona más occidental. Poco a poco se fue desintegrando y su economía fue girando, de nuevo, hacia el viejo modelo del autoabastecimiento. Los circuitos comerciales se rompieron, las urbes se colapsaron, provocando su reducción y acarreando las crisis del sector artesanal.
Gran corta situada enfrente de Villar de los indianos. Valle de Cibea Foto Google |
La Fana de Fonte Leiro (pera invertida) y la Cárcaba la Fuécara (surcos convergentes). cortas auríferas de Las Tiendas. Valle de Cibea. Foto Google. |
La Muruxa, encima de Corveiru y otra corta cercana. Valle de Cibea. Foto Google |
Zona de Xinestosu con excavaciones similares a las auríferas pero posiblemente de origen natural (erosión glaciar). Foto Google. |
Las vueltas que da la vida, y también la Historia, de nuevo se volvía a un mundo muy ruralizado y muy aislado, donde se iría formando una nueva identidad. Un sistema parecido al prerromano, pero que partía de unas nuevas bases.
Solo un pueblo peninsular, el vasco, logró mantener una conexión con lo prerromano y ello a pesar de que sufrió una romanización mayor de lo que normalmente se viene creyendo. Su revitalización es muy contemporánea, ligada al papel desempeñado por su burguesía local, derivado de su temprana industrialización. En una pelea entre sus deseos de proteccionismo económico, que compartía con Cataluña la otra zona tempranamente industrializada, y el cerrado librecambismo imperante en la Corte madrileña, lugar en el que se tomaban las decisiones. En el resto, incluida Asturias, la evolución estaría muy ligada a lo dejado por la romanización, siendo las "lenguas" el caso más paradigmático.
Este aislamiento y autarquía perduraría durante toda la Alta Edad Media, y en zonas tan marginales como la nuestra hasta tiempos relativamente recientes.
El impacto de la minería aurífera sobre el Medio Natural fue tambiém brutal. Una minería, en su mayoría, a cielo abierto sobre la que no se realizó ninguna posterior "restauración" medioambiental como la realizada sobre la del carbón, eso sí, con fondos públicos sufragados por todos nosotros, como en el caso ya visto de Tsaciana. Parece que algo hemos avanzado, ¿no?, aunque tengo mis propias dudas.
Corta de el Chano los Corros, pegada a la Carrilona del Pando. Veiga´l Castro. Valle del Narcea. Foto Google |
El cielo abierto del carbón es una miniatura comparado con el cielo abierto aurífero. El volumen de terreno removido por una y otra actividad no admite comparación alguna, es como comparar una rata con un elefante.
En 1985 se calculaba en torno a 600 millones de metros cúbicos el terreno removido por las explotaciones romanas en el noroeste de la Península Ibérica de las que 75 millones se realizaron en la actual Asturias.
Pero entonces el censo de explotaciones no era completo, algo que todavía sigue ocurriendo en la actualidad. En el Concejo de Cangas, zonas tan extensas como el Ríu Tsuiña (Naviegu y Cibea) no tenían censada ninguna, cuando en realidad hay unas cuantas. Lo mismo ha ocurrido en muchos otros sitios, por lo que esas cifras estarían muy por debajo de las reales. Incluso han aparecido explotaciones en lugares algo alejados, como el Norte de Palencia, donde ya llevan evaluados unos 12 millones de metros cúbicos.
De arriba hacia abajo: La Veiga las Cabenas, la Excavancina 1 y 2 y la Cárcaba. Samartino. Valle del Narcea. Foto Google |
La Veiga las Cabenas y La excavancina importantes cortas de Samartino. Foto Google |
Detalle de La Excavancina Samartino. Foto Google |
Ya sabréis que en los lavados de terrazas y en las grandes cortas a cielo abierto sobre depositos terciarios, la energía utilizada era la del agua. En la "ruina montium", quizás la técnica más espectacular, la zona que se quería desplomar y trabajar era horadada por diferentes túneles, verticales y horizontales, con diferentes diámetros. Luego, al mismo tiempo, se soltaba de golpe el agua de los diferentes embalses que bordeaban la explotación. El agua, al inundar y anegar los túneles y avanzar sobre ellos, movía tal presión que era esta, la presión, la que hacía que la montaña se viniera abajo.
Posteriormente, con más agua, se encauzaban los lodos hacia la zona donde estaban instalados los "agogae", los canales donde se retenía el oro y de los que ya hemos hablado. Los lodos tenían que estar muy aguados (diluidos) y el agogae tenía que ser lo suficientemente largo para que el oro se fuera depositando en las ericas que cubrían su fondo y el resto de impurezas, por su menor peso, pasaran de largo.
Cada cierto tiempo se retiraban cuidadosamente las ericas y su contenido y se quemaban, para que las cenizas vegetales marcharan en un último lavado y quedara el oro libre de impurezas.
Incluso en las cortas sobre primario (roca) se usaba el agua. Combinada con otros elementos como el fuego, para provocar cambios bruscos de temperatura, o el uso de ácidos, vinagre o cualquier sustancia u objeto, como las cuñas, que hiciera resquebrajarse la roca, amén del trabajo de los mineros con barras, mazos y picos con la misma finalidad. Y luego más agua para lavar el mineral triturado y tostado.
Y en las cortas de grandes dimensiones, sean del tipo que sean, era frecuente la existencia de canales y más agua para evacuar los estériles.
En los pequeños lavados de terrazas fluviales, las piedras sueltas se retiraban a mano y se acumulaban en montones, que han perdurado en el tiempo con topónimos del tipo "murias" o sus derivados y que aluden precisamente a su naturaleza pétrea y que se caracterizan por ser cantos redondos, fruto de la erosión recibida en los procesos de arranque, transporte y sedimentación. Por su parte los estériles finos de los lavados se dejaban a la acción del río, que por si mismo los iban evacuando río abajo.
En las pequeñas cortas en roca, mediante trincheras, zanjas o pequeños túneles, el poco material trabajado no hacía necesario nada de especial para los residuos, depositándolos en lugares que no molestaran.
Penas Padrún, minería aurífera a cielo abierto y subterránea, tanto del lado del Arganza como del Couto, con abundantes canales y embalses. Foto Google. |
Zonas bajas del ríu Gillón con muchas cortas auríferas y castros pero muy desfiguradas por la minería del carbón. Foto Google |
Para disponer de tales concentraciones de agua a media y alta ladera, tuvieron que trazar canales que fueran a buscarla a las partes medias y altas de riachuelos, regueiros y fuentes del entorno y construir embalses para almacenarla.
Los canales, en si, no eran nada del otro mundo, eran simples presas abiertas en el terreno, con forma de cajón (canales cajoneros) utilizando lo extraído para reforzar y hacer más alta la parte inferior (recordad que estamos en laderas a la hora de entender cual es la parte inferior y cual la superior). Con poco más de medio metro de profundidad por su parte superior y algo más de un metro de anchura, era suficiente.
La tierra se apisonaba a conciencia para evitar filtraciones y hacerlos más consistentes y si tenían que atravesar tseirones o suelos muy porosos de gravas, algo muy frecuente en nuestros montes, se recubrían con capas de arcilla.
En la zona de captación del agua bastaba con hacer una represa o estanquillo enlosado, conectada al canal. Si la fuerza del agua era fuerte, se reducía esta con unas terrazas escalonadas curso arriba. Pero claro de estas obras no han quedado restos, aparte de algún que otro bloque de grandes dimensiones, pues el poder erosivo de aguas en movimiento es demoledor, y más teniendo en cuenta el largo tiempo transcurrido.
No es lo mismo, sobre todo por la altitud y el caudal, pero sirva como ejemplo lo ocurrido con el banzáu que captaba el agua del Ríu Munietsus, que todos podéis ver, para alimentar la central hidroeléctrica de Las Tablizas; y eso que estaba hecha de hormigón armado. La fuerza del agua, que en las crecidas de invierno o primavera es algo tremendo que incluso causa temor a cualquiera que la observe, ha acabado por romperlo, desapareciendo por ello el buen pozo para bañarse que había por encima. Queda algo de la base, que no tardará mucho en deshacerse, y en el lado por el que se desviaba y encauzaba el agua, los restos perduraran más pues el "furor" del río no le afecta tanto.
Lo que sí tenían que tener los canales era la inclinación justa para que el agua se deslizara pero sin erosionar el conducto. Se partía, obviamente, de la altitud a la que se encontraba el yacimiento aurífero y a la que se hacía llegar el agua. Desde allí se iba trazando el canal o canales necesarios.
Conseguir esa inclinación necesaria no constituía ningún problema para los ingenieros y topografos romanos que los trazaban. Disponían de los artefactos necesarios para tal fin: la Dioptra, la Libra Acuaria y sobre todo el Chorobate. Piénsese por ejemplo en la precisión y maestría con la que construían los acueductos que llevaban el agua a las ciudades utilizando estos aparatos.
Desmontes entre Tresmonte y Gillón |
Posibles cortas auríferas en el Regueiru Rucueva. Caldevitsa de Rengos. Foto Google |
Tampoco eran muy allá los embalses, a pesar de las diferencias existentes dependiendo de su funcionalidad y su tamaño. También variaba su forma pues tenían que adaptarse al relieve menor que presentaba el terreno. Los más fáciles de hacer eran los que se instalaban en cutsáus (collados) o en rellanos naturales existentes en las laderas, que podían adoptar cualquier tipo de forma: redonda, cuadrada...Por contra los instalados en ladera y debido a su pendiente solían tener una forma rectangular, alargada, a los que el agua les llegaba por un lado corto y les salía por el contrario.
Su funcionalidad se puede resumir en dos tipos de embalse: embalses de almacenamiento, más o menos alejados de la corta, y embalses que podríamos llamar de "ataque" porque ya vierten sobre la la propia explotación. Como quiera que fueran había que excavar unos metros, con un par era suficiente pues la tierra extraída también se utilizaba para acentuar el hoyo, con treinta o cuarenta metros de largo por cinco o seis de ancho.
Los embalses no tenían ningún dispositivo especial de apertura o de cierre, de forma manual se quitaba o se ponía tierra para abrirlo o cerrarlo. Como veis seguimos hablando de tecnología puntera.
Pero el asunto se complejizaba en las grandes cortas en las que no bastaba el agua de las zonas cercanas y había que construir una auténtica telaraña de canales, algunos de extensiones considerables, como uno de Las Médulas de 143 Km. Por cierto ahí en Las Médulas el total de kilometraje acumulado por todos los canales supera los 600 Km. y no cesan de aumentar con nuevos descubrimientos.
Esta profusión de canales llevaba parejo también el aumento de los estanques intermedios, tanto en número como en extensión, destacando de nuevo uno de Las Médulas (por algo era la mayor mina de la antigüedad con 240 millones de metros cúbicos removidos) de 220 m. de largo por 40 m. de ancho y 3 m. de profundidad, ¡ahí es nada!.
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