La Viña era un pequeño curtinal, las parcelas eran estrechas pero bastante alargadas, aprovechando una ancha y suave hondonada, con un suelo bastante bueno, sobre todo si lo comparamos con el de su entorno, dominado por la roca caliza, que aflora cada poco y en donde era muy frecuente el orégano (origanum vulgare). Planta medicinal que prefiere terrenos medianamente altos y con cierta sequedad y cercano a la roca caliza, cualidades que se daban igualmente en la Pena Moncóu, donde también era muy frecuente.
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En el centro La Viña, pegado al peñascoso Regueiru La Fervienza. Arriba a la izquierda Oubacho. 31-julio-2020. |
Recuerdo una anécdota que mi padre me contó. Había ido a Riumulín (o ¿Rimolín?), un pueblo en el valle alto del Naviegu, con una pareja de bueis de su casa para, a jornal, transportar yerba desde los praus a los parreiros. Según mi padre había praus tan pendientes que los tenían que segar atados por cuerdas y calzando madreñas que como todos sabéis se agarran mejor al suelo.
Ya el primer día le advirtieron: "paisano, ten cuidado con la yerba que les des a los bueis, esta no es como la del vatse, es mucho más fartona". Sabino no le hizo mucho caso y les dio la misma cantidad que, más o menos, les daba en el pueblo. "¿y sabes una cosa Luisin?, durante varios días los bueis estuvieron algo empachados".
El caso es que teníamos una vaca. Ya sabréis que a los nenos-as les sienta muy bien este alimento, sobre todo en su periodo de crecimiento, y como en casa éramos cinco, ese era el motivo principal.
Todos los mineros de Mual, y en el pueblo había muchos dada su cercanía a la cuenca carbonífera de Rengos, Gillón y Monasterio de Hermo, aparte de trabajar en la mina, seguían cultivando las tierras y teniendo algo de ganáu, ciertamente en menor cuantía que antes del "oro negro", pero presente a fin de cuentas.
La vaca la teníamos estabulada en una corte de Casa Santiago, con periódicas salidas al monte cercano, como a Rudarenas, siguiendo el trazado de la carretera que, salvo el viejo autobús que iba y venía de Ibias a Cangas, apenas si tenía trànsito. Allí las dejábamos por encima de la carretera y nosotros hacíamos de pastores, en compañía de otros nenos del pueblo que salían también con su ganáu y con los que jugábamos al "palicho" o charlábamos y charlábamos echando a volar nuestra imaginación, ojeando de cuando en cuando nuestras vacas.
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La Casa Santiago es solo hoy día un recuerdo. En la esquina de la izda es donde estaba nuestra corte. 29-julio-2020. |
El palicho, o algo que se le parecía, era un juego muy entretenido y sencillo. Se jugaba entre varios. En torno a un redondel se dibujaba en el suelo el contorno de un círculo, tantos círculos como jugadores hubiera. En el centro se ponían dos palitos. El primer jugador, provisto como el resto de una buena vara aguzada por un extremo, tenía que colocarlos de tal manera que golpeando suavemente uno consiguiera levantarlo del suelo y luego atizarle tan fuerte como pudiera. Disponía de tres intentos y si no lo conseguía esperar a la siguiente vuelta.
El siguiente jugador tenía que ir a por el palito y mientras lo hacía, el que lo había golpeado, con la parte aguzada cavaba en el círculo del ausente hasta que este volviera con el palito. El segundo jugador hacía con el tercero lo mismo y así hasta terminar la primera vuelta, seguida de otras, determinadas de antemano. Ganaba el que al final tuviera el menor hoyo en su círculo.
Si alguien no conseguía regresar con el palito quedaba eliminado y ello no era infrecuente porque la reducción acelerada del ganado y del pastoreo había propiciado el crecimiento del matorral y de "bardales", zonas con muchos y grandes espinos, que eran casi impenetrables. Como el palito cayera en uno de ellos ya te podías despedir o arriesgarte a entrar y salir todo "Arrabuñau".
También recuerdo ir alguna vez al Paramio y otros lugares de las faldas de La Pena Moncóu, en ocasiones acompañando a mi entrañable abuela, "Mamina". La vaca iba a lo suyo, desplazándose lentamente y pastando aquí y allá, ensimismada en su quehacer y ajena a todo. Se la veía tranquila y feliz. Yo también lo era, la presencia de mi abuela a quien tanto quería, la quietud del monte, su áspera belleza pero llena de energía y con buenas vistas del pueblo y del valle, diferentes de las habituales, ¿qué más se podía desear?. Allí era como si dominaras el valle, extendido a tus pies.
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El Chanu´l Paramio, pequeño rellano en el tesu La Purida. 29-julio-2020. |
Pero por aquel entonces yo ya había empezado a ir a la escuela de Mual y solo podía acompañar a Mamina durante un rato, luego tenía que volver rápido para llegar a tiempo a la escuela. Si por mi fuera, esta, la escuela, podía irse a hacer gárgaras, me pasaría todo el día con tan buenas compañías y lo cierto es que casi lo conseguí, eso sí sin mi abuela y durante los fines de semana.
Mi misión era evitar que la vaca entrara en algunas fincas particulares sin cierre que había por el Chanu´l Paramio y no creáis que las cosas me fueron bien, un vecino me acusó de permitir la entrada de la vaca en una parcela suya. Yo me defendí vehementemente porque era mentira. No recuerdo si mi padre me creyó, la palabra de un adulto pesaba más que la de un crío. Se hizo cargo del posible perjuicio causado, pero no recibí castigo alguno y en eso, como en todo, mi padre era muy recto, si te tenía que dar una bofetada, te la daba, y punto.
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Restos de fincas sin cierre en el entorno del Chanu´l Paramio, por debajo de la alargada cresta de La Pena Moncóu. 29-julio 2020. |
Dicen que la cabra tira al monte, pero algo parecido le ocurre a la vaca. Dejadme contaros algo que me pasó años más tarde. Un amigo de Trescastru, conocedor de mí pasión por el monte, me propuso acompañarlo a él y a su hermano a buscar una vaca, localizarla y bajarla hasta donde estaba instalado "el potro". La vaca creo que tenía mal una pezuña y como no puede mantenerse de pie con solo tres patas, se necesitaba esta construcción para conseguirlo y para sujetarla y evitar movimientos bruscos. Normalmente el potro se usaba para herrar caballos, mulos, burros, pero también vacas y bueis. No recuerdo si estaba instalada en la antigua y abandonada braña de Valdecuelebre o en sus inmediaciones y era de madera.
Desde Trescastru partimos valle arriba hasta la braña de Vitsar d´Arbas a los pies del imponente Cuetu d´Arbas, rodeada de bosques entre los que sobresalía el Monte´l Gatu. Con grandes praus bordeados de preciosos robles albares y grandes cabañas que me hicieron pensar que allí había habido, en su tiempo, un auténtico pueblo.
Allí cogimos el valle de Valdecuelebre y luego, ya a bastante altura nos metimos contra Corros, atravesando extensas praderas. ¡Que contraste tan grande entre estas y las que había en los montes de Mual!, ¿nada que ver!. Aquí las praderas naturales, favorecidas por un pastoreo ancestral, están plenamente consagradas y dominan el paisaje.
¿A cuánto ganáu podían abastecer?, y luego viendo la gran cantidad de vacas que había, lo pude comprobar, y solo era una parte porque volteando contra Corros había aún más, los rebaños de Pepe, el último habitante del pueblo, y sus padres, que entonces aún vivían, reforzadas con las del marido de su hermana, que era tratante de ganáu y que no vivía allí pero que en verano subía bastante vacuno a engordar en este vergel de yerba.
La vaca estaba con un grupo de sus congéneres en el entorno de una tsaguna: Tsaguna Seca, que a pesar de su nombre tenía agua y una amplia zona encharcada.
Sorprende al no habituado a este paisaje, como era mi caso, el gran número de tsagunas existentes en esta zona. Lo pude comprobar más a fondo en varias excursiones que realicé en solitario por este cordal. Unas son pequeñas y otras algo mayores, pero muy abundantes y todas ellas rodeadas por verdes praderas de nutritiva yerba. Si una vaca pensara en un jardín del Edén para ella, este sería el lugar que mejor lo encarnaría.
Es precisamente una tsaguna (Palus) la que da el nombre a una extensa vega: La Veiga´l Palu, de Caguatses d´Arriba, que está lindando con esta zona y en donde aún se vende el pasto y la pernocta. Tú llevas el ganáu, pagas y un brañeiro se encarga de vigilarlas.
La vaca, como es natural, se sorprendió de nuestras intenciones cuando vio que la queríamos sacar de allí. Sorprende como un animal tan corpulento le tenga tanto respeto al ser humano, podría embestirnos con sus poderosos cuernos y hacernos huir corriendo, pero no , se limitó a intentar esquivarnos, pero como éramos tres y antes de que escapara trotando logramos cogerla y atarle una cuerda para evitar que se escapara. Su mansedumbre es algo genético que pasa de madres a hijas desde que el ser humano la domesticó, por más que haya alguna algo más rebelde.
Incluso los toros, los bueis, tan temidos por su envergadura y su supuesta agresividad, son realmente muy mansos. Me contaron que en muchos pueblos andaban sueltos por ellos y que incluso los nenos se acercaban sin ningún temor, soportando, igual que hacen los mastines, estoicamente, las travesuras tan propias de los guajes.
Eso sí, en el monte si no te conocen hay que tener cuidado. Ahí su comportamiento es el propio del macho de una manada, tratando de defenderla de un posible ataque o de un competidor. Me ocurrió a mí y es una situación, cuanto menos, delicada. Empiezan a patear y rascar el suelo con sus pezuñas en cuanto sienten tu presencia. Es un aviso previo a una embestida, lo mejor es escabullirse, retirarse lentamente y escoger otra ruta.
También se dejaban "Xuncir" mansamente y realizar labores de tiro y carga que la pareja de vacas no podrían hacer. Pero según una paisana de un pueblo, llevaban una buena vida, eran unos "señoritos" que mayormente solo servían para "empreñar" a las vacas, siendo estas las encargadas de realizar la mayoría de los trabajos.
Me hizo mucha gracia una anécdota contada por el Xastre, no recuerdo si en su blog "Pais Cabreiru" o en otro, que espero que no se moleste por reproducirlo aquí. Decía así: "Fai ya muitos anos priguntótsy un vecín de La Vilietsa a outru: "A José ¿nun vas tsevar la vaca al buei?" ya dixu l´home: "non, a esto vien el veterinariu a empreñala". Probe veterinariu..." 18 febrero 2.011. Recordaros que aquí llamaban buei tanto al toro como al toro capao.
Más difícil nos fue llevar la vaca al potro. Cada poco se paraba en seco, miraba hacia el resto de sus compañeras y emitía lastímeros bramidos. "¿Pero si no te vamos a hacer nada, es por tu bien?", le decíamos nosotros, acariciándole el tsombu y por debajo de él. Pero ella no cesaba de bramar.
Separarla de sus hermanas y de aquellos parajes donde podía pastar y beber a voluntad y luego tumbarse a rumiar sintiendo la tenue brisa que apaga la calentura solar, y aquella paz que impregnaba el ambiente, debía de ser para ella como una especie de crimen. Me inspiró una gran ternura aquella vaca, sus profundos y angustiosos bramidos retumbaban en mis oídos y me hacían daño, menos mal que nuestras intenciones eran buenas porque si no...
Tras muchas dosis de paciencia y esfuerzos llegamos al lugar del potro y tras colocarla e inmovilizarla, le realizaron la pertinente cura y luego al sacarla también se sorprendió de que la dejáramos en libertad. Miró hacia arriba, en donde estaban las suyas. Volvió a bramar, pero en un tono distinto a los anteriores y salió pitando de allí. Era reconfortante verla trotar en plena libertad y constatar el profundo amor que le tenía a aquel monte.
En Mual, para nuestra vaca, recogíamos yerba seca de tres praus que teníamos, uno en La Cutsada, otro en Tachurrosu y otro en La Chalga, a los que se unió La Medorra en la que antes semábamos patacas. Pero como todo el mundo sabe para que una vaca dé leche hay que atenderla como se merece y necesita pastos o productos frescos y para eso teníamos La Viña.
Casi todas las tardes allá que iban Sabino y sus tres hijos varones. Sabino segaba unos metros de alfalfa y mediante unas cuerdas preparaba cuatro fardos. Bueno, en realidad eran dos porque el destinado para mí, y no digamos el de Naciu, mi hermano pequeño, no eran dignos de tal nombre. Sin embargo el de Carlos y sobremanera el de mi padre eran tan grandes y pesados que ni Naciu ni yo éramos capaces de alzarlos del suelo.
Íbamos encantados y volvíamos algo molestos por la carga. Cogíamos el camino del Cementerio, que pasaba justo al pie de nuestra casa y luego continuábamos por el mismo camino Real a Oubacho hasta Penocueto donde tomábamos un desvío, algo más estrecho, hasta llegar a La Viña.
Me llamaba la atención el crecimiento de la alfalfa. Todos los días segábamos un trozo y cuando llegábamos, bastantes días después, de nuevo al comienzo, la alfalfa ya estaba otra vez crecida, era como si nunca se acabara. Eso sí con la llegada del invierno su crecimiento se ralentizaba o se detenía, teniendo que recurrir a la yerba seca almacenada en el parreiro que teníamos encima de nuestra casa, entre el segundo piso y el tejado, que había que trasladar, también en montones porque de aquella aún no había alpacas. Supongo, pero no lo recuerdo bien, que le prepararan algo a modo de pienso, a base de nabos, remolacha y algún cereal forrajero o en grano molido (maíz, cebada...) y así nuestra vaca nunca dejaba de producir tseite, ni nosotros los peques de consumirla.
En la esquina por la que accedíamos a la finca, tras un trozo donde afloraba la caliza y por tanto inculto, había un enorme nocéu (nogal- juglans regia), tan viejo que ya no daba nueces y del que solo quedaba un grueso y alto "tuero"(tocón) y alguna seca rama y recuerdo que mi padre se empeño en extirparlo de raíz, para aumentar la superficie cultivada.
Fue un trabajo enorme al que tuvo que dedicarle muchas horas. Íbamos un buen rato antes que otras veces y mientras él y Carlinos peleaban con el tronco y las raíces Naciu y yo correteábamos por los alrededores, buscando "rebotsones" (fresas silvestres-fragaria vesca) que tras insertar en un hilo de yerba las comíamos de una tacada o inspeccionando el entorno, ya sabéis, la insaciable curiosidad de los nenos.
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Rebotsón insertado en una pajita.29-julio-2020 |
Mi padre lo tronchó cerca del suelo. Él era un experto en esas labores pues al casarse con mi madre se dedicó durante un tiempo al "cazollo", que era el aprovechamiento de troncos deformes o viejos, sobre todo de castaños, no aptos para madera ni para producir frutos, pero que debido a los curtientes que contiene la "paraza" (corteza del tronco) y la madera, se utilizaba para hacer tintes. Él los compraba, cortaba y sacaba hasta un lugar donde un camión los cargaba y llevaba a una fábrica no muy lejana, en Gráu (Grado), en la misma Asturias.
Mediante el "tronzador" (sierra manual) y con la ayuda de Carlos, que tiraba de uno de sus lados, con cuñas de hierro, la maza, el hachu, la barra de fierro, y el picón, fue arrancando, todos los días, un trozo al durísimo nocéu.
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Hachus (mineros) y bruesas. Casa Regueras, Caguatses d´Abaxu. Julio 2020 |
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Picones. Casa Regueras. |
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Cuñas de fierro. Casa Regueras. |
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Barra. Casa Regueras. |
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Mazas. Casa Regueras. |
También me contó mi madre que antes de tener la vaca, la finca había sido trabajada agrícolamente y que en ella se daban unos excelentes garbanzos (cicer arietinum).
La última imagen que tengo de La Viña es más reciente y en ella estaban pastando yerba y retozando unos asturcones, de pura raza (equus caballus), que mi hermano Carlos tuvo durante un cierto tiempo.
El Inicio del camino del pueblo se separa, en llano, de la carretera que en pendiente inicia la ascensión al Counio. Cruza el Regueiru San Xuliano por El Puntigu, una pequeña ponte (puente) dado el reducido caudal del regato. Luego estaba Casa Manolito, pegada ya a La Veiga. Hasta aquí llega El Cascarín, el segundo barrio de Mual, ya que el primero son Las Tseras, dos casas situadas por encima de la carretera, un trozo antes de las casas pegadas a esta del Cascarín.
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Casa Manolito y vista parcial del Cascarín. 29-julio-2020. |
El Tsamazo, que significa lugar donde abunda el barro, comienza en Casa Zapatero y se prolonga hasta Casa Francos y luego está El Corralín, desde el Lavadero hasta Casa Baragaño, la última del pueblo.
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Casa Zapatero y Delfín en el inicio del Tsamazo. 29-julio-2020. |
En El Tsamazo desde Casa Roque hasta Casa Mingo no había ninguna casa (ahora hay al menos una) y se llamaba Lus Pradones, con praus contra el lado del río y contra La Veiga y Casa Mingo.
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Lus Pradones, en el centro casa de reciente construcción, a la izquierda Casa Roque. 29-julio-2020. |
En Casa Roque subsiste el único de los cuatro molinos de los que tengo constancia en Mual. Los otros estaban, uno junto a La Vera´l Mulín, tras la Ponte Fonsu, otro junto a casa Francos, del otro lado del camino, y el último en un prau de Sabina en Veiconde.
Aquí, junto a casa Mingo, había una pequeña plaza, con cierta animación debido a la existencia de una fonte (fuente), casi a nivel del suelo pero con muy buena agua. Muchas mozinas iban a recoger agua y aprovechaban para dejarse cortejar por algún joven vecino. Plaza en la que también se reunían para refrescarse y charlar los vecinos cercanos en las calurosas noches de verano.
En mi casa también íbamos a por agua a esa fonte porque entonces no había agua corriente en las casas. Pero muchas veces nos la daban en Casa Castroneiru, donde dentro de su corral tenían un pozu artesiano, un hoyo circular en el suelo de algo más de un metro de diámetro. Con bastante profundidad y paredado con piedra, tanto hacia abajo como sobre el suelo, del que sobresalía otro metro o algo más y sobre el que se instalaba una polea, anclada sobre unos maderos que también sostenían un pequeño tejadillo. Se descolgaba, con la polea, un cubo metálico que gracias a su peso se hundía en el agua y que luego se subía llena de fresca agua.
Nunca nos dejaban a los nenos realizar estas operaciones, tenía que realizarlas un adulto y lo cierto es que en este caso perdíamos la curiosidad pues asomarse a la boca del pozu, tapada cuando no se usaba, y ver o más bien intuir su profundidad por lo oscuro que se volvía a medida que descendía, ya provocaba vértigo. En el resto del pueblo había más pozus gracias a que la vega aluvial es bastante llana y el nivel freático del agua subterránea está muy cerca de la superficie.
Enorme la importancia de estos pozus, no solo para uso humano y para regar algunos productos de las güertas si no también para el ganáu estabulado en las contiguas cortes y que en parte justifica la ausencia de más fontes dentro del pueblo, algo frecuente en otros pueblos que no disponían de pozus. Pozus que deberíamos preservar como testimonio de su importancia y peculiaridad, una muestra más de la inagotable sabiduría e imaginación de nuestros ancestros.
Al final del Curtinal de La Veiga, junto a La Güerticona, había otra pequeña plaza donde los domingos y festivos se bailaba, antes de que esta actividad se trasladase al salón de encima de Casa Abel. Buenos lugares para atar lazos sentimentales.
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Plaza de La Güerticona, camino al Fuexu y Ponte Fonsu por la que se accede a la plaza de festejos de Mual. 29-julio-2020. |
Más arriba en la plaza de Casa Silvestre estaba la bolera del pueblo, cuyas bolas de tirar y los bolos debían permanecer sumergidas en agua cuando no se usaban ,para evitar que se abrieran, por lo que se usaba la presa de Casa Francos, donde en su tiempo estuvo instalado su molino y en donde yo siempre vi durante mi infancia lavar ropa a las mujeres en unas piedras ya dispuestas para ese fin o en la celebre tabla de lavar,donde poder restregarla una y otra vez. Algo curioso porque en Mual había un lavadero que yo nunca vi funcionar, tal vez porque el agua le venía de la fonte de Penafaque y está no era muy abundante. Pero estas zonas ya están fuera del deslinde de La Veiga.
De la plaza La Güerticona salía un camino hacia el barrio El Fuexu, donde vivíamos mi familia y yo, la Casa Riguilón, nombre que parece derivarse de un antepasado nuestro que había nacido con unos ojos muy riguilones (abiertos y expresivos). El camino tras bordear la enorme güerta se dirigía, delimitando el curtinal, hacia El Cementerio del que ya hemos hablado antes.
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Camino Real antes de llegar al Cementerio. 29-julio-2020. |
Este camino, en apariencia secundario, había conocido tiempos mejores pues era la continuación del Camino Real a Oubacho. Tras doblar el Tesu La Ermita el camino sale a donde la actual carretera tiene el desvío que por La Veicietsa sube a ese pueblo.
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Actual carretera encementada que sube a Oubacho por La Veicietsa. 29-julio-2020. |
Pero el camino no ascendía por esa vertiente derecha si no que lo hacía por la izquierda, allí mismo tras cruzar el regueiro, que hacía arriba ya se llama La Veicietsa, topónimo que es un diminutivo de veiga y en donde haciendo honor a este nombre está el Curtinal de Las Corradas, que vierte hacia la antigua escuela en el barrio de El Cascarín, delimitado por los precipicios de La Fervienza, donde hay una pequeña pero bonita cascada: El Saltu l´Agua.
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Camino Real a Oubacho. A la izquierda Regueiru La Veicietsa. 29-julio-2020. |
El Curtinal de Las Corradas se prolonga hacia arriba y tras Peno Cueto conecta con La Viña, alternando, como ya vimos, parcelas cultivadas y terrenos incultos.
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Curtinal de Las Corradas y La Viña flanqueada por Penocueto y el Regueiru La Fervienza. 31-julio 2020. |
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Parte del curtinal de Las Corradas, también transformado en praus. 29-julio-2020. |
En sentido contrario el Camino Real cruzaba por la Ponte Fonsu el Ríu Mual y salía a la actual plaza donde actualmente se celebran las verbenas de San Xuliano y San Xulianín. Desde allí se dirigía a La Venta, pasando por La Chalga, el último curtinal de Mual, asentado en la extensa zona algo inclinada entre el río y el desfiladero del Trabancu por un lado, y la ladera que sube a la sierra y a la Pena Moncóu por el otro.
Chalga es el equivalente en bable occidental al "ayalga" del centro asturiano en donde siempre se le relaciona con tesoros ocultos. En Mual ha perdido ese significado porque ni los viejos lo relacionan, pero ya sabemos que hay muchos topónimos de los que se ha olvidado su significado.
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La Chalga un extenso curtinal transformado en praus y tomado en parte por el monte. 29-julio 2020. |
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