4/15/2023

El Monte y el Guía de Munietsus 105 Más Concursos. Guiando hacia Las Tsagunas. El Vértigo.

 

El Guía con su flamante uniforme y dos críos en el Tesu´l Retén.

También nos presentamos al Concurso para realizar la Carta Arqueológica del Concejo de Cangas del Narcea. Prácticamente la mitad del trabajo ya estaba hecho, gracias a mi tesina. Solo habría que ampliarla con un censo más completo, retrocediendo y avanzando algo en el tiempo (Megalitismo-Medievo) y documentarlo todo a fondo. Teníamos razonadas esperanzas de que se nos concediera. Chana realizaría el apartado técnico: localización, alzado de planos, fotografías...y yo el más relacionado con el trabajo de campo y la adscripción histórica de cada resto o elemento. Con la colaboración de Quique y de algún otro de nuestros amigos.

Pero tampoco se nos concedió. Se lo dieron a los que venían siendo habituales en este tipo de trabajos. ¿Enchufismo?, sin duda, pero he de decir en honor a la verdad, que no lo hicieron nada mal, sus descubrimientos de túmulos resulta muy novedoso y también ampliaron algo tanto los castros como los restos de yacimientos auríferos romanos. Incluyendo también algunas iglesias medievales.

Pero la Carta Arqueológica de nuestro Concejo aún no está acabada. Es imposible que un equipo de dos o tres personas sea capaz de examinar a fondo, en tan corto periodo de tiempo como el que contó este equipo, un territorio tan extenso como el que hay en Cangas. Se necesitaría toda la vida de un investigador para darla por concluida. Se necesitaría un análisis exhaustivo de la fotografía aérea que llevaría mucho tiempo y mucho más tiempo llevaría patear todo el Concejo, pues algunos restos solo se ven cuando se pisan o se está en su entorno inmediato. Amén de la obtención de los topónimos que le dan nombre a cada resto y de una recopilación de todos los relacionados con lo que estamos buscando, algo que desgraciadamente ya se ha perdido o está en vías de hacerlo. Lo dicho, toda una vida y quizás me quede corto.

Nuestro Concejo es grande, exageradamente grande. Solo te das cuenta de ello cuando empiezas a recorrerlo. Cuando recorres una vatsina, siempre te queda alguna parte por patear y por ver, y luego hay tantas vatsinas, tantos vatses, tantos ríus, tantas comarcas (podríamos llamar así a entidades físicas diferenciables dentro de nuestro Concejo, dotadas cada una de ellas de personalidad propia: Ríu Rengos, Naviegu, Cibea, El Couto, Las Montañas, Sierra...). Cuanto más andas más te das cuenta de lo que te queda por andar. Hay quienes viajan al extranjero para conocer nuevas tierras, sin tener en cuenta que apenas si conocen la que les rodea, una bonita tierra que les llevaría una eternidad recorrerla y disfrutar de ella.

Los bosques que cubren un buena parte de nuestros montes parecen decirnos: "Si quieres conocer los tesoros y secretos que oculto tendrás que recorrerme como el amado hace sobre el cuerpo de la amada, acariciando y deleitándose con cada centímetro de piel, pliegue y oquedad con que se encuentre". Así deberíamos recorrer el territorio al que pertenecemos, palmo a palmo y con mucho cariño. Seguro que nos llevaríamos más de una sorpresa y seguro que aparecerían más huellas dejadas por los que nos precedieron.

Asimismo nos presentamos ese año 2.000 para varios puestos relacionados con Muniellos. Uno para ser Guía de La Reserva, otro para ser Monitor del Itinerario y otro para controlar las entradas en Munietsus, exigiendo el pertinente permiso, permaneciendo en Las Tablizas denegando la entrada a quienes llegaran sin él y esperando la salida de todos los visitantes. 

De estos tres se nos concedieron los dos primeros. Para ser Guía nos habíamos apuntado Chana y yo y para monitor una chica joven, bióloga, amiga de Juan. Pude elegir entre ambos puestos, bien de Guía o bien de Monitor, pero no había color entre los dos. Prefería andar por mi querido Munietsus, solo o acompañado, era toda una gozada y me permitiría explayarme sobre mi forma de ver la naturaleza y en concreto la del bosque de Munietsus. La labor de Monitor, que yo tan bien conocía, era algo más latosa. En mi primer año, allá por el 87 había disfrutado mucho más con la labor de Guía que con la de Monitor, aunque esta última me había permitido realizar multitud de excursiones por mi cuenta, tras acabar cada jornada laboral.

Ahora estas excursiones en solitario se veían reducidas al mínimo. Ya no paraba en Mual, lo hacía en Cangas. Subía y bajaba a la Villa todos los días que tenía labor y además combinaba este con otro trabajo, algo que ya había hecho estando de Monitor en Asturias, Nuestra aventura. Trabajaba de camarero en una cafetería de Cangas y siempre había fechas, las fiestas del Carmen y La Magdalena, los fines de semana...en que tenía que estar todo el tiempo en La Calzada, la cafetería de Cangas y entonces era Juan el que me sustituía. Muchos días después de bajar de Munietsus y tras un breve descanso, me pasaba por el bar hasta que este cerraba. Los días que había andado mucho se me hacia pesada y larga la jornada, pero entonces yo aún era joven y ya sabéis que cuando uno es joven no existen los inviernos.

Nuestra relación laboral no era directamente con la Consejería si no con la Fundación Oso de Asturias, una asociación privada a la que la Consejería había encargado esas labores, un caso curioso ¿no?. Su jefe se pasó un día por Munietsus para presentarse, conocernos y entregarnos a Chana y a mí nuestros flamantes uniformes: un pantalón y una camisa que llevaban el anagrama de la Fundación y un chubasquero de muy buen material que nos venía de perlas para combatir el frío y el agua y nos indicó que no abandonáramos la Reserva hasta que no hubieran salido todas las personas a las que habíamos guiado.

Día lluvioso. Fijaros en el cubrepantalones y las botas del guía. Las Tablizas, delante de la casa.


Tras el puente del Regueiro Decutsada (unos simples varales) con dos familias de visitantes cuyas edades impedían subir a Las Tsagunas.

 

Aún conservo y uso el pantalón del uniforme que nos dio la Fundación Oso de Asturias. Con un joven teixu. Foto Ástor. 21 lulio 2.017.

La Fundación ofertaba, completamente gratis, a quienes obtenían el permiso, la posibilidad de contar con un Guía durante su visita a La Reserva. Pero, eso sí, solo había un Guía y si había varios grupos para un mismo día y lo solicitaban más de uno, harían juntos, con el Guía, el recorrido. A nosotros nos enviaban, periódicamente, la lista de quienes lo solicitaban. Les esperábamos en Las Tablizas y si eran varios grupos los reuníamos a todos, esperando a que llegaran los últimos y ¡manos a la obra!

Todos los días había visitantes y máxime los meses de verano, pero al principio pocos fueron los que solicitaron el servicio. Era algo novedoso y la gente no sabía a que atenerse. Luego el tiempo y el boca a boca jugaron a su favor, siendo bastante demandado. Nosotros no estábamos todos los días en Las Tablizas, solo acudíamos los días que teníamos concertada una visita guiada.

El estreno creo que fue el 26 de junio de este año 2.000, con dos grupos, uno de tres personas de Madrid y otro de seis de Asturias y amigos de Barcelona. Ser de diferentes lugares y el no conocerse entre ellos-as (tres hombres y seis mujeres) no supuso ningún tipo de problema. La naturaleza con su exuberancia y sosiego también acaba hermanando a la gente, haciéndonos a todos iguales ("parecíamos todos del mismo barro", cantaba León Gieco en una de sus bellísimas canciones). El ser humano es muy dado a compartir, si se le presenta la ocasión y más cuando lo que se comparte se hace en un medio tan libre y hermoso como lo es Munietsus.

Con los primeros grupos yo respetaba la idea con la que llegaban a Muniellos, que pasaba en la mayoría de los casos por subir a Las Tsagunas. En realidad la única Ruta que estaba abierta entonces (rozándola y limpiándola de cuando en cuando, con tramos que lo pedían a gritos) era la que conducía a ellas. Río arriba o a media ladera, por Fonculebrera, las dos sendas confluían en la Vatsina´l Pielago, con un ramal a Las Tsagunas por el que había que volver al cruce para entonces bajar.

Solo restaba decidir por qué senda se subía y por cual se bajaba. Tras explicarles las distancias y los ambientes por los que se transitaría, ellos decidían. Habiendo para todos los gustos. Subir y bajar por el río era más rápido, pues se recorrían menos kilómetros. Subir por Fonculebrera y bajar por el río permitía mejores vistas del Monte pues al ir por media ladera había mejores perspectivas. Esta era la que yo recomendaba.

Hubo incluso un grupo que decidió subir y bajar por Fonculebrera. No guardo buen recuerdo de esta excursión no solo porque no acabé sintonizando con el grupo, demasiado snob y engreído para mi gusto, si no porque a la vuelta una chica, que había subido sin ningún problema, empezó a quejarse de que sentía vértigo, teniendo que ayudarla entre todos en los dos tramos con cuerda que había por debajo de la fonte de Fonculebrera y yendo muy despacio en otros que pasan cerca de laderas muy pendientes. 

Con el grupo de gallegos en la subida de Fonculebrera donde hay un tramo con cuerda para ayudarse a superarlo. En la ida no hubo ningún problema.


Aquí, en la Vatsina Los Sagraos empezó la gallega a quejarse del vértigo. 26 julio 2.016.


Caídas pegadas a la senda en Fonculebrera que con vértigo parecen tirar de ti hacia ellas. 27 julio 2.018.

Me resulto llamativo porque yo siempre he sentido algo de vértigo. Si me asomo a un cuarto o quinto piso y miro hacia abajo, todo me da un vuelco, teniendo que dejar de mirar y retrocediendo un poco. Es una sensación muy molesta. Un amigo mío, un cartero de León, me contaba que le había dado un ataque de vértigo haciendo la Ruta del Cares y que había sentido tanto pánico que tuvo que hacer los tramos que más se asoman a las caídas a cuatro patas, gateando como buenamente pudo y casi con los ojos cerrados. Menos mal que estaba acompañado y de vuelta, no muy lejos del final de la Ruta.

La primera vez que me di cuenta del vértigo fue también en Picos de Europa. Desde el refugio de Amuesa del que ya os he hablado, pero en otra excursión, habíamos subido un pico, el Pico de Los Cabrones. Yo llevaba varios tarros, en una mochila que me había prestado mi hermano Carlos, vieja y muy incómoda porque se caía hacia atrás, hacia el culo,  Mi amigo Manuel se había reído cuando había aparecido cargando con ella al inicio de aquella excursión. Nada que ver con la suya, una mochila erguida, con alguna tira metálica interna, que una vez colocada, cargando el peso sobre los hombros, apenas si se movía. Pero claro Manuel era un montañero experimentado y yo ni siquiera un novato de la Alta Montaña.

En un tarro llevaba un tesoro, miel de Mual que le había comprado a mi tío Gonzalo. En otro tarro agua y un tercero vacío. Al hacer cima nos sentamos en el rechoncho pico a contemplar las inmensidades rocosas que son los Picos de Europa. Mirábamos en una dirección y Manuel me iba diciendo los nombres de todos los picos y gargantas, mirábamos en otra y lo mismo. Se le notaba el amor que les tenía a todos y cada uno de aquellos lugares y su pasión por Los Picos.

Manuel vertió en el tarro vacío la mitad de la miel y luego lo llenó con agua y lo cerró, empezando a agitarlo para conseguir diluir la miel, pero la mezcla estaba tan cargada que le llevó un buen rato conseguirlo. Le dio un buen trago y me lo pasó diciendo: "para combatir las agujetas, que si no te han salido ya te saldrán, no hay nada como esto".

Entre trago y trago, pronto se vació el tarro, así que cogió el de la miel y lo llenó con agua, repitiendo el proceso. A mí me sorprendió que nos ventiláramos un tarro de miel (1 Kg.) en tan breve espacio de tiempo, pero en Picos Manuel era el que llevaba la voz cantante, ya le daría yo pal forro cuando fuéramos a los montes de Mual.

El caso es que la mochila quedó sin peso, allí a nuestro lado. Vino un soplo de aire y marchó con ella. Instintivamente salté tras ella sin conseguir alcanzarla, asomándome al borde por el que había desaparecido. Y fue allí donde mi cerebro y mi cuerpo recibieron como un vuelco. Delante mismo de mí se abría un profundo abismo, que me nublaba la razón y que incluso parecía tirar de mí hacia él. Era un pánico que nunca había experimentado y creo que hasta empecé a temblar.

Manuel debió de darse cuenta de lo que me pasaba, se acercó y me agarró con determinación y tirando de mí dijo: "será mejor que te olvides de ella, en ese jou donde ha caído no hay forma de entrar a buscarla y además poco se ha perdido, esa mochila ya era inservible"

Total que además de descubrir que padecía vértigo me quedé sin mochila para el regreso a Uviéu. Menos mal que hasta Cangas de Onís mis enseres personales viajaron en la mochila de Manuel. Esta, como todas las buenas mochilas, podía ampliarse hacia arriba desdoblando una tela que poseía.

Tramo solano de Fonculebrera muy agreste. Duro de ascender y peligroso de descender, sobre todo si padeces vertigo. 26 julio 2.016.

 



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